20 de junio Día Mundial
del Refugiado Tal vez habrá un mañana donde las hijas y los hijos de los exiliados sean personas plenas de aspiraciones que superen el hambre histórica de justicia. por Gustavo Matiz Muñoz En un lejano lugar de la América Latina, hay un pedacito del cielo, pleno de hermosuras que contemplamos en espléndidas cartas postales pero que ocultan la tragedia de la miseria. Hay en ese lugar un país en el que nació el mito de El Dorado, por la enorme cantidad de "lágrimas del sol" (término con el que los indígenas se referian al oro), lo que produjo la invasión, ocupación y el genocidio más grande de la historia humana, al que se llamó con elegancia "encuentro de dos mundos"... En ese hermoso paraíso, bañado por dos mares, primera fuente de biodiversidad y de esmeraldas, segunda fuente de agua potable en el planeta; allí, donde la fertilidad de la tierra evita el hambre al que la trabaja, donde las mujeres no sólo son hermosas mestizas de sangre y de cultura, y donde los hombres no sólo son altivos descendientes de caciques indios, negros esclavizados y blancos occidentales. En ese país amerindio llamado Colombia, hay un pueblo valeroso, alegre, trabajador, multicultural y resistente, pues allí no ha cesado nunca, en 500 años de historia, la resistencia a la opresión y el vasallaje. De ese maravilloso lugar, donde la guerra del nuevo modelo económico ha dejado ya 300 mil muertos con la sevicia del paramilitarismo de Estado, donde han tenido que salir cuatro millones de colombianos desterrados por la miseria, donde circulan miserables los despojados con violencia de sus tierras ancestrales otros tres millones de desplazados forzados, donde las cifras oficiales de 24 gobiernos certifican la presencia de mas de 100 mil colombianos condenados al exilio de los cuales, claro, están más de 30 mil líderes populares, sindicales y sociales aceptados ya como refugiados politicos... Si, de la Colombia con aroma del cafe más suave del mundo vienen ahora los refugiados después de haber percibido el grado de la crueldad como doctrina del odio que degrada y se ensaña con el que está más que humillado, aquella que hace de un oficial militar un asesino y mercenario hasta que como ser humano pierda su vergüenza personal, la astucia y la prudencia de no mostrar descaradamente su carnicería... Gracias por permitir hoy el honor de La palabra a los refugiados, aún gracias, porque a través mío, ustedes están dando la palabra a los exiliados latinoamericanos, aquellos que venimos del que han ya calificado como "el país más peligroso del mundo, de donde seguro no puede venir nada bueno". Al llegar sin querer a esta tierra de acogida, hemos conocido los múltiples sentidos del exilio; otro país se ha convertido para nuestras familias en nicho de sobrevivencia frente a la muerte por estadísticas, otra lengua en puente de salvación, lo que permite el duelo familiar y calma la angustia natural de la premuerte; otro suelo es nuestro lugar de reconstrucción de lo destruido, espacio de palabra y la memoria, otras calles son ahora lugar donde se gestan nuevos pasos, afrontar el ser, retomar el sueño y conspirar al paraestado que dejamos. Tambien entendimos que el exilio es palabra amarga, desde donde se comunica con los territorios naturales, aquellos de los que se fue sacado. Pero exilio aqui afuera, es también voz que sensibiliza al extranjero, es grito real que testimonia a los gobiernos fronterizos o europeos, es imagen y denuncia de pueblo en el concierto de las naciones soberanas; nuestra presencia en las filas de los centros de ayuda social es constancia de un hecho histórico terrible, en el rostro adolorido y visible de las víctimas que sufren el desarraigo de su tierra; exilio es el encuentro sensitivo de los desplazados fuera de las fronteras, es la reunión nocturna en "quartier" de nuevos refugiados con cantos patrióticos de nostalgia y lucha, es organización que clama la solidaridad del mundo, exilio en otro pedazo del planeta es refugio en tierra de acogida es tambien un movimiento por la tierra que nos llama, exilio en naciones hermanas es resistencia, porque allí es donde se planea la hora del regreso a pesar de la guerra; porque se esta volviendo cada día y la vida sólo es posible en relación con nuestra tierra. Retornar es un valor nuevo, no es un negocio y cobra sentido el arriesgarse a resistir, e indiscutiblemente sólo en esa relación con la Madre Tierra es posible el reencuentro, trabajar y amar, aproximarse y dar la vida. Caminar, sentir la lluvia pertinaz por la ribera de nuevos lagos es tocarnos en la piel y sabernos en principio sobrevivientes. Nuevos aires ahora son salvaguardas de la vida en totalidad y de la reproducción de la vida aún en condiciones de asimetría y desigualdad. Los refugiados en las plazas de los pueblos somos testimonio y resistencia que se plantea como un proceso abierto en el que debemos irnos convocando y aprendiendo a convivir, dejándonos interpelar por la diversidad de la pluricultura, dándole lugar a la intercomunicación y el diálogo de contextos cargados de historia específica que nos enseña a vernos diferentes y que a la vez nos ofrece el espacio de lo que unos debemos transmitir a los otros, como verdadera posibilidad de comunicación no dominante, orientados a la fraternidad no totalitaria. Jamás olvidaremos los refugiados colombianos que despues de ser receptores de tantas tragedias estructuradas, centenares de asesinatos, desaparaciones forzadas, torturas, saqueos, violaciones carnales, desplazamientos forzados, arrrasamiento de bienes de subsistencia, bombardeos, atentados, amenazas, extorsiones, bajo el cobijo criminal de la impunidad sistémica... no nos han dejado otro camino que el grito de conciencia, primero para reconocer el infierno y hacer lo posible por entenderlo y asi convertirnos como sobrevivientes en testimonio grito conmovedor de los pueblos frente a la barbarie... y segundo, jamás olvidaremos que nos queda la mision de vida: merodear por los parlamentos como fantasmas para dejar constancia histórica de denuncia ante la humanidad, que pasa de contemplar con la indiferencia del desprecio lo exoóico de nuestra rebeldía, a tolerar los "excesos" de nuestra joven "democracia". Gracias al exilio muchos colombianos posibilitaron la ampliación de la visión al descubrir que la injusticia no es una gracia de Dios y que la pobreza no es una virtud, sino, más bien, el fruto de la sobreproducción de riqueza de unas cuantas multinacionales del imperio apoyados de otros tantos terratenientes vendepatrias, por tanto bajo esta nueva óptica, los emprobrecidos exiliados aplicamos todos nuestros esfuerzos, capacidades y valores para trabajar unidos y luchar por construir una nueva sociedad, más justa, más social, es decir por una transformación del Estado y el sistema, a fin ayudar solidariamente a construir una patria a la altura de nuestras aspiraciones y esperanzas... aunque eso, los poderosos no quieran aceptarlo. El refugio tiene historia, pero historia de resistencia de las múltiples culturas y espacios de palabra. Los latinos exiliados acuden solidarios a las casas de la paz, y caminamos en función de la palabra paz, pero haciéndole la guerra a la injusticia. Paz sí, pero haciéndole la guerra a la pobreza y la miseria. Paz también, pero haciéndole la guerra a la ignorancia, la explotación y el pillaje del imperio... Aunque muchos medios "neutrales" de comunicación caen en la trampa y hacen el juego a la palabra, en función de la misma guerra que fue pensada, planeada e impuesta desde la inteligencia militar de "los amos del planeta". "En los mass media, los poderosos se han apropiado de las palabras más significativas. Por ejemplo, liberal es ahora el que está de acuerdo con eliminar los subsidios a los pobres; patriota es el oficial militar que a punta de terror y tecnología de guerra ejecuta la hecatombe contra las multitudes de hambrientos y miserables"... El exilio en las naciones nos devolvió el derecho a la palabra, por eso habitar en otra patria es mucho más que cuestión de alcoba y techo. Una paz sin memoria, sin derecho a la palabra de los pueblos bloqueados, representa la paz de los cementerios... el silencio de las víctimas. Los pueblos soberanos convocaron a los exiliados a marchar a su lado para expresarse contra la guerra por las calles y siempre hemos salido organizados y podemos sentir cómo la voz del pueblo en su entereza y dignidad rompió a los masivos medios que reproducen las palabras de esta guerra: para ellos un asesinato es sólo un dado de baja, las madres mutiladas son un daño colateral, los niños aplastados son cordones sanitarios, los genocidios perpetrados son ahora una guerra preventiva, la complicidad es un acuerdo secreto, la industria armamentista es reducción del desempleo, el fascismo es tan solo insatisfacción ciudadana. Y eliminar las minorías es tan solo un cambio del mapa político, contemplar que huele otra vez la podredumbre de las botas militares, que revientan los dientes del que grita acusado de comunista, escuchar que tan fácil es ahora excluir y desaparecer la oposición... con la simple frase sospecha de terrorismo. Por eso los exiliados colombianos por el mundo, participamos en la resistencia a la guerra como la manera más clara de oponernos a la pacificación que nos silencia, es negarnos a a ser mudos convidados a mirar desorbitados la fosa común de las historias de las víctimas, pues los exiliados no se están muriendo de tedio y fatalismo, sino que se están constituyendo en airosa resistencia, palabra-grito medio masivo que repara nuestros sueños, aquella que marcha y se resiste al aplastamiento, al desarraigo y la miseria. Por ello la palabra de los exiliados ha cobrado la fuerza nacida de la globalización, de la solidaridad del pueblo hermano que nos abriga, la que hace germinar nuevos medios de comunicación alternativos como el de los universitarios, donde se nos permite la afirmación de la verdad que surge del dolor de los que sufren, y la alegría de los que resisten, tambien es afiche artesanal de oposición ante el indulto, los perdones, los olvidos, la palabra en los periódicos de las comunidades y el diario solidario que denuncian es estandarte ético, de la dignidad de los de abajo, es la verdad enunciada de los pisoteados y excluidos. La palabra en internet desde la casa es sinónimo de resistencia, pues deconstruye el camino de la impunidad y muestra señalando dónde está el pecado, así se hace entonces experiencia corporal, pronunciamiento simbólico. Con el refugio de los colombianos se está escribiendo la página histórica de múltiples naciones. Aquí la palabra graffitti no destruye las fachadas, sino que afirma el anuncio de la ternura y el resplandor de los colores, la sangre derramada ante la máquina de guerra, despertando a los sumisos y sensibilizando a los indiferentes para buscar el camino de justicia y castigo al asesino, la palabra en la radio es el viento que sopla desde abajo, a la profundidad de los dinamismos libertarios de su memoria, a sus estructuraciones que los han configurado, los modelos que han sido vividos y depositados como pueblo en su memoria... los cuales hoy día emergen con una voluntad de liberación incontenible, y una decisión de determinar por nosotros mismos sus horizontes de sentido... La palabra en un disco es canto que susurra el grito del pueblo de la salsa, el merengue, la cumbia, el vallenato. La palabra es poesía en la muralla que cuando pasamos nos recuerda a los desaparecidos, la palabra es también fotografía que imprime un hecho que nunca debió pasar... Las palabras de los refugiados en los foros internacionales son un grano de maíz, son un intento, una esperanza. La palabra es la paleta que hará flamear los colores de las naciones liberadas, trazo de grafito y también huella de ceniza de los bombardeados, ya sea con uranio empobrecido en el Iraq o en Santo Domingo (Arauca) y los fumigados con helicópteros artillados en la Amazonia colombiana. Tal vez habrá lugar para que otra noche clandestina en cualquier esquina y otro día, podamos los artistas sin fatiga, animar a otros inquietos a continuar y enriquecer las guerras contra el hambre, con nuestras palabras de la verdad punzante, la guerra contra la pobreza, gestos que denuncian la exclusión y la miseria, rimas resistentes contra el racismo y el abandono, colores rojos cálidos de vida, en todas las tribunas y ventanas de los medios conquistados, para tender una escalera comunicacional sobre el enorme precipicio que existe entre la superproducción y los empobrecidos. Gratitud infinita a los muchos brazos que han aportado su grito anónimo que nos une en la memoria de los medios atrevidos desde la indiada cósmica, la negrura poética, el mestizaje biodiverso, y la lúdica blancura que en unión de otros tantos medios solidarios ya hoy día constituyen el "lenguaje libertario" de quienes no quieren dormir con los estómagos ni las conciencias vacías. Aún nos queda una tarea. A nuestras hijas y los hijos y a los hijos del exilio debemos de formarlos con ternura, para que sean piel sensible al proceso amerindio colombiano y sus conflictos internos, para que puedan reconocerse como sujetos de su propia identidad. Debemos re-leernos nosotros mismos, reconocernos y valorarnos como esa noción de pueblo que no se entrega a la desesperanza, sino que se estudia desde su negación a aceptar que la culpa la tienen las víctimas y sus familiares por nuestra experiencia tozuda de proclamar la vida en dignidad como último baluarte de humanidad. Las familias nos reconstruimos desde nuestra propia conciencia, que no se identificó nunca con la conciencia del dominador imperial aunque tuviéramos que mimetizarnos, como una manera de resistir a la presión en todos los sentidos. Ese es nuestro solo mecanismo moral que expresa y denuncia la estrategia terrorista contrainsurgente de los amos del planeta. Si los nacionales, los extranjeros y nosotros los muy extranjeros leemos los "signos de los tiempos", veremos dónde se cruzan nuestras venas históricas con los pueblos de acogida, que nos condicionan por una realidad inocultable, como es el anhelo de liberación de nuestros pueblos (mestizos o indios) y especialmente, como es ahora nuestra oportunidad de actuar en el anhelo libertario es también voluntad que se hace activa y por qué no radical, es opción es compromiso es una actitud para poder estar actuando, viendo, criticando y liberando, nuestro pueblo de comunidades diferentes (no inferiores, no superiores), y si nos reconocemos como mestizos, indios, podemos proyectarnos como pueblos iguales, víctimas de la dominación imperial y sujetos históricos de un proceso de liberación que anhelamos, deseamos, una sociedad fraterna y una nueva historia no imperial. Consideramos, defendemos y luchamos, por respetar esa confianza especial en la resistencia profunda que llena a los refugiados colombianos de alegría y esperanza contra el caos, la cual se vive de una manera tal que muchos ilustrados quisieran comprender... Sólo hay una fórmula mágica y es despojarse de la arrogancia intelectual, para encontrarnos en nuestras raíces mestizas, nuestras contradicciones y similitudes. Bueno, los refugiados de Colombia, de América Latina y el Caribe los invitamos a reconsiderar y nutrir nuestra manera de estar presentes en las comunidades de acogida... Es aquí y allí donde debemos pasar al "actuar". es decir de vivencia real con el excluido y el diferente. Solamente vistos como pueblo del mismo pueblo es como podemos ser testimonio de vida enganchada como iguales y fraternos en el amor y la unidad, que no reduzca nuestra exótica cultura a simples folclores y palabras bonitas, sino más bien a una solidaridad comprometida con el proceso de transformación y lucha por la justicia social con los países del Sur, único camino posible de la reconciliación que cierre las heridas abiertas en nuestra tierra. Tal vez habrá un mañana donde los hijos de los exiliados sean jovenes plenos de aspiraciones que, superando el hambre histórica de justicia, más bien se servirán de la historia dolorosa del desplazamiento y el exilio forzado de los pensadores a los que se les acusó de conspiradores y rebeldes, como plataforma que los impulse y fortalezca en sus anhelos autenticamente humanos. Y se preparen para que nunca más la guerra sea declarada contra "cualquier oscuro rincón del planeta", pues en donde quiera que el destino nos depare ya aprendimos que cualquier guerra militar se cierne en efecto contra la humanidad misma y cobrará así absoluta vigencia apostarle a los esfuerzos, capacidades y valores que cuestionaron la cotidianidad de violencia estructural de nuestra nación, en seres que anhelan cosechar un auténtico sentido de pueblo, de planeta que resignifíque la muerte y dignifique la vida. Ya nuestros primeros años, en exilio y nuestros pasos por las fronteras, los vemos como una ruta que iniciamos sin saber en qué tiempo podamos ver el resultado, pues partimos de la esperanza que viene creando condiciones para que pueblos diferentes en el exilio hablen con voz propia, lo cual nos exige une relectura crítica del mismo pensamiento latinoamericano tan occidentalizado, de allí que va en contra de lo que anhelamos referirnos a nuestro Yo, pues como ruta de vida ya no es importante, más importante es el Nos comunitario. Donde la historia recorde al proceso consensuado de un imaginario dinámico y colectivo. Pero sobre todo, alegre, pleno de vida en abundancia, y con entereza se niega a aceptar el fatalismo, aún en las condiciones de mayor indignidad. Así podemos mantenernos en la utopía con expresión del pensamiento crítico, al inscribirnos en este proceso irreversible de pueblo en el exilio que marcha hacia la construcción de su futuro, una Nueva Colombia, practicando el mestizaje intercultural, como alternativa a la Hegemonía globalizante... Gracias a la apertura de espíritu de las grandes mayorías de los pueblos de acogida que son un soplo renovado a nuestras fatigas, podemos los refugiados colombianos vernos aportando a la construcción de un mundo sin exclusiones. |