Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Carta abierta a un congresista colombiano
Oye, Petro, ¿sabes por qué no marché el pasado 4 de febrero?
Luis Alberto Matta / Miércoles 6 de febrero de 2008
 

Se lamenta usted porque millones de colombianos no marcharon el pasado 4 de febrero. En mi opinión, no lo hicimos porque la convocatoria a la marcha era sesgada y, aunque se diga lo contrario, invitó a la polarización del conflicto interno de Colombia. A usted mismo le dio vergüenza marchar, y disimuló quedándose en la manifestación del PDA y las centrales obreras que clamó por paz y acuerdo humanitario.

No se le olvide que a la caterva de seguidores y beneficiarios de la tenebrosa política de “seguridad democrática”, que lideraron la marcha, se sumaron ciertos oportunistas que sueñan con la presidencia, pensando en sus privilegios, y seguros de que la Colombia negada soportará por siempre sus desgracias. ¿No le dice nada?

Los manipuladores que pretendieron mostrar la marcha como una iniciativa espontánea, terminaron evidenciando lo que era: una marcha del odio, en la que no cabían, por ejemplo, los cuatro millones de desplazados. Sí, esos que padecen sus tristezas, apeñuscados en los cinturones de miseria, mientras sus hijos y familias, casi al borde de la desesperanza, sobreviven añorando sus tierras y sus animales domésticos, pequeñas riquezas que ahora gozan los narcotraficantes y terratenientes engrandecidos por el mandato paramilitar de Uribe.

En la marcha del odio tampoco cabían los padres sin hijos, y los huérfanos de la guerra sucia. No se enarboló el nombre de los más de 700 sindicalistas asesinados por este régimen genocida. Menos los sobrevivientes entristecidos pero dignos, de los cuatro mil líderes y simpatizantes de ese proyecto hermoso de paz que se llamó Unión Patriótica.

El ministrito de Defensa, Juan Manuel Santos, alias “la Hiena”, en realidad un provocador profesional manchado de sangre y probablemente de cocaína, aprovechó el marco de las marchas para anunciar con sonrisa socarrona que Colombia había adquirido 24 aviones de guerra Kfir, adquiridos al régimen sionista de Israel, el mismo que ultraja la dignidad humana en la franja occidental de Palestina. Le refresco la memoria, senador Petro, recordándole que fue Santos quien le dio a usted la bienvenida como nuevo defensor de la “seguridad democrática”, emblema socarrón de la marcha uribista.

Y a propósito, aviones para qué, en un país como Colombia, donde se han cerrado decenas de hospitales por falta de presupuesto. Donde los maestros de escuela, los que forman a los ciudadanos del mañana, ganan menos que un policía, y por supuesto, menos que un oficial, y 17 veces menos que uno de los mercenarios que trabajan clandestinamente para el régimen. Bueno, al menos, los policías no tienen que hacer movilizaciones para que les paguen el sueldo. Pájaros de guerra, en un país que tiene un millón de niños viviendo y trabajando en las calles, 25 millones de pobres, nueve millones de gentes en la economía informal. En ese país, un imbécil aprovecha una marcha del odio para anunciar su compra indeseable y, claro, para tocar clarines de guerra contra Venezuela. Y mientras tanto usted, como toda la barahúnda de politiqueros, convocando marchas contra la insurgencia.

Le recuerdo también que en la marcha del odio tampoco cabíamos los exiliados políticos y los refugiados. Los que abandonamos nuestra amada Colombia porque ese régimen criminal no garantiza nuestra vida. Qué esperanzas con un país donde Jorge Noguera, el mejor amigo del presidente, su protegido, pone al servicio de los escuadrones de la muerte la principal entidad de inteligencia. O donde el vicepresidente, Facho Santos, es acusado de haber propuesto la creación de una banda paramilitar que bañó en sangre los barrios populares de Bogotá. O donde el seudo-comisionado de Paz, doctor “Ternura Paramilitar”, parece un general de guerra y no oculta su desprecio por toda salida que implique soluciones políticas y de justicia social para el conflicto con la insurgencia. ¿Quién juzgará a estos cretinos? ¿Cuándo los tendremos, en el único lugar que merecen: enfrentando un tribunal de justicia?

Y no marché solamente por eso. También, porque me indignó que durante las dos semanas anteriores a la marcha, Colombia fue inexplicablemente visitada por varios funcionarios de la CIA, del Departamento de Estado, y por la canciller de los EU, Condolezza Rice. Al tiempo, Simón Trinidad, un insurgente entregado como rehén a los gringos, fue condenado de por vida a la cárcel, pese a que todas las pruebas falsas contra él se cayeron. Fue una vergonzosa condena política. En ese mismo marco, la prensa colombiana, arma de guerra sucia, destapó un montaje descarado contra un general venezolano, que lo implica supuestamente con narcotráfico y actividades guerrilleras en Colombia. Y usted, siempre, en estos casos, tan calladito.

Produjo vómito la algarabía mediática que convocaba a la marcha, y no pocas veces hablando en nombre de los colombianos. Políticos tradicionales (ladrones profesionales), haciendo de columnistas y locutores, se abrogaron abusivamente la representación de los colombianos. A mí no me representan, y estoy seguro, que tampoco a esos otros 41 millones de colombianos que no marcharon, o sea el 94%, de los compatriotas.

Si la marcha hubiese sido a favor de la paz, condenando la guerra y las situaciones que la originaron y alimentan, contra el secuestro, pero también contra la desaparición forzada, sin lugar a dudas, yo la habría encabezado. Porque a mí me duelen todos los cautivos, no sólo los importantes, también los inocentes y los anónimos, incluyendo aquellos que hacen parte de los 15 mil desaparecidos. Sí, de aquellos de quienes sólo nos queda la esperanza de que un jefe paramilitar se conduela y diga dónde están sus fosas. De estos detallitos no hablaron los embajadores, cónsules y burócratas internacionales del gobierno. Mala memoria, o como ciertos otros, se hacen los pendejos, ¿cierto señor Petro?

Pues bien, como bolivariano de corazón y alma, marcho y marcharé contra la violencia, contra la injusticia, contra la guerra, y por la solución política dialogada del conflicto interno, pero no contra la insurgencia, mientras no se hayan resuelto las causas que originaron el levantamiento. Recuerde que el estado no les brindó más opciones políticas, y no olvidemos que las FARC están compuestas por campesinos levantados en armas que, entre otros objetivos, luchan por la tierra, y muchos de ellos son sobrevivientes del genocidio contra la Unión Patriótica.

Y bueno, a todas estas, le recuerdo a su frágil memoria que son centenares los casos documentados en que numerosas bandas de secuestradores están conformadas por agentes del estado. Pareciera que el secuestro, un flagelo condenable, se solucionará con la salida política del conflicto. Ah, y muchos, por su condición de soldados o guerrilleros, son entonces prisioneros de guerra.

Y para finalizar, no marché honorable, senador de la República, porque no me gusta Uribe. Me parece un personaje corrupto, siniestro, indeseable, guerrerista, mentiroso y peligroso. Mejor invíteme a una marcha por la paz, y entonces, ahí, irreductiblemente, si le dan permiso, nos vemos.