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Enseñanzas del paro nacional cafetero
El ministro de Defensa, como mínimo, debería ser judicializado por la forma miserable, cruel y cobarde como trató la pacífica protesta. Ese aparataje de robot humano llamado Esmad debe ser proscrito. No es posible que comenzando el siglo XXI se pretenda atender la protesta del pueblo de esta manera tan ruin y medieval.
Nelson Lombana Silva / Sábado 9 de marzo de 2013
 

El paro nacional cafetero que culminó al amanecer del 8 de marzo, después de durar prácticamente 12 días, se constituye en una verdadera escuela no sólo para los que salieron a hacer parte de la protesta, sino también para las 600 mil familias que viven directamente del grano y el pueblo colombiano en general, secularmente engañado y explotado por la rancia y criminal oligarquía en combinación con el imperialismo norteamericano.

Un análisis concienzudo, crítico y autocrítico nos permitirá dimensionar la gesta campesina, su disposición a luchar por un país justo y al alcance de todos sin privilegios de ninguna naturaleza. Mirar todas las aristas sin apasionamientos permitirá cuantificar y cualificar el gran acumulado histórico de un pueblo dispuesto a romper las cadenas de la opresión y colocarle fin a la humillante política de la casta oligárquica y latifundista que persisten en sostenerse en el poder sobre montañas de mentiras y crímenes horripilantes.

Una situación clara que salta a la vista es que cada vez el sistema capitalista resulta más incapaz de resolver los problemas sentidos del pueblo colombiano. Cada vez se hunde en su podredumbre y se hace más inútil y miserable ante los requerimientos de las masas.

Ante esa incapacidad imposible de contradecir, desaparece, como es obvio, el argumento, el raciocinio científico, no quedándole otra alternativa que acudir a la infame y demencial represión, a la utilización de la fuerza bruta. Fue el único “argumento” que el señor Santos esgrimió con extrema sevicia durante los 12 días de paro nacional cafetero.

Surge un tercer elemento importante para valorar con criterio objetivo y subjetivo: la respuesta campesina y popular, el esfuerzo que hace el pueblo campesino por romper las cadenas de la incomunicación, desinformación, alienación y terrorismo de Estado para fijar su criterio con independencia y autonomía.

La podredumbre de la cúpula de la Federación Nacional de Cafeteros, que nunca apoyó el paro de los cafeteros, fue derrotada, colocando vigente el pensamiento del doctor Jorge Eliécer Gaitán Ayala cuando dijo: “El pueblo es superior a sus dirigentes”. El reyezuelo del gerente nacional de esta federación, creyó que con una simple orden los cafeteros sumisamente se iban a desmovilizar sin saber cuáles eran los acuerdos entre aquel grupúsculo que incluso se disfrazó de campesino con sombrero y poncho y el gobierno nacional de Juan Manuel Santos Calderón.

Se puso al descubierto que este ente es anacrónico, un foco de corrupción y oportunismo que hay que destruir para construir una organización democrática, incluyente y clasista que defienda los intereses de los pequeños y medianos caficultores, una organización que ponga en cintura a los grandes cafeteros guiados por el espíritu capitalista, megalómano, dispuestos a vender a los pequeños y medianos caficultores.

También se pensó en el medio ambiente. Campesinos comienzan a entender lo que significa la tenebrosa locomotora minero-energética, su impacto negativo contra el medio ambiente y el interés rapaz y leonino de las multinacionales y transnacionales de robarse todos los metales preciosos con la complicidad pusilánime y apátrida de la burguesía liberal-conservadora y demás grupúsculos de la derecha que pululan por ahí como pirañas.

El paro nacional cafetero concitó la solidaridad de otros sectores, estudiantes, iglesias, sindicalistas, periodistas, etc., colocando en evidencia una vez más que el tren de la unidad avanza y quizás más rápido que lo que nosotros en un momento dado nos imaginemos. Eso exige más unidad, más organización y más decisión política.

El ministro de Defensa, como mínimo, debería ser judicializado por la forma miserable, cruel y cobarde como trató la pacífica protesta. Ese aparataje de robot humano llamado Esmad debe ser proscrito. No es posible que comenzando el siglo XXI se pretenda atender la protesta del pueblo de esta manera tan ruin y medieval. No tiene presentación, pareciera que estuviéramos en el siglo XII o XIII.

Coger una indefensa y montaraz campesina entre diez y más bellacos, por no decir más, golpearla hasta dejarla moribunda, ¿tiene eso presentación? ¿Entrar a una casa violentamente, tumbando la puerta, donde el jefe de hogar acosado por los años ve televisión y cinco niños hace tareas, simplemente para coger un asustado campesino a golpes, fracturándole la cabeza en varias partes, los brazos, las espaldas y las piernas? ¿Tiene sentido eso? ¿Qué hay de humanismo? ¿Coger los alimentos, botarlos y lo que quedó pendiente echarles un químico? ¿Lanzar gases desde los helicópteros de la Policía tiene algo de humanismo?

Definitivamente no. Se coloca en evidencia la lucha de clases, lo mismo lo dicho por Carlos Marx de que el capitalismo vino al mundo chorreando sangre y lodo desde los pies a la cabeza. Un campesino presente en el barrio Boquerón decía con honda indignación: “Qué rabia, sacar nuestros productos para alimentar la Policía y el Esmad, para que ellos nos paguen con la represión y nos pongan a comer gases y sentir bombas de aturdimiento como si fuéramos delincuentes”.

Otro campesino comunista, que escucha la reflexión de su colega, ripostó: “Más triste es saber que vienen las elecciones y volvemos a votar por los mismos que hacen las leyes para reprimirnos y ellos defender sus privilegios. Pensamos que una cosa es la política y otra nuestra problemática social y que una cosa con la otra no tiene relación. Eso, compañero es más terrible, porque al fin y al cabo estos policías son hijos del pueblo, enfrentados al pueblo, quizás a sus padres o familiares. Acaso, ¿ha visto al hijo de Santos o de Uribe golpeándonos?

Una gran enseñanza adicional es que efectivamente los tiranos son efímeros, los pueblos eternos. Eso indica que las manecillas del reloj siguen su marcha hacia adelante, indica también que la espada de Bolívar recorre la región convocando a la insurrección, a la lucha y a subir cada vez más el nivel político de las masas, en el marco de la unidad y de la organización. La burguesía no es invencible, se puede derrotar.