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Los falsos históricos de la televisión colombiana
‘Los tres Caínes’, una afrenta a la memoria del país
Maureén Maya Sierra / Sábado 23 de marzo de 2013
 

En memoria de Darío Garrido Ruiz, Edison Castaño Ortega, José Abad Sánchez Cuervo, John Jairo Villa Peláez, Yowaldin Cardeño Cardona, José Ignacio Londoño Uribe, Carlos Alonso López Bedoya, Gustavo Franco Marín, Leonardo Betancur Taborda, Héctor Abad Gómez, Pedro Luis Valencia Giraldo, Luis Felipe Vélez, Rodrigo Guzmán Martínez, Orlando Castañeda Sánchez, María Ramírez, Francisco Gaviria Jaramillo, Luis Fernando Vélez Vélez, Jorge Alberto Morales Cardona y todos los profesores y estudiantes de la Universidad de Antioquia que fueron asesinados entre 1987 y 1988.

César Muñoz Arroyabe, Julieta Vargas, Óscar Rodas Villegas, Yesid Alberto Téllez Abreo, Gabriel Emilio Espinal Botero y todos estudiantes, profesores y funcionarios de la Universidad de Antioquía que sobrevivieron a persecuciones y atentados y que se vieron obligados, algunos de ellos, a recurrir al exilio. [1]

Bernardo Jaramillo Ossa, de las víctimas de la UP; de Carlos Pizarro Leongómez y todos los demócratas asesinados en Colombia.

En contextos de criminalidad sistemática, como lo afirma el sociólogo argentino Daniel Feierstein, el exterminio ocurre dos veces: La primera vez en forma física, a partir de la aplicación de diversas modalidades de eliminación criminal, y la segunda mediante el exterminio “simbólico”, con la imposición de una determinada interpretación histórica acerca de lo sucedido, garantizando tanto la desaparición física de las víctimas como de la historia. Y eso es justamente lo que está haciendo el canal RCN con su nueva producción ‘Los tres caínes’: fabricando una memoria en la que se exalta hasta la gloria del heroísmo a los victimarios, se elimina a los desaparecidos y a las víctimas del horror paramilitar en Colombia y se impone una versión falsa de la historia.

Las alusiones negativas contra el sindicalismo, el comunismo, las ciencias sociales, las comunidades campesinas y la izquierda democrática colombiana se repiten en la serie de manera constante, sin considerar que ello produce graves efectos desestabilizadores y distorsionantes en la sociedad. Pareciera que el canal RCN es ajeno al devenir histórico de la nación y que en vez promover la paz, contribuye a crear un clima hostil hacia una eventual salida negociada del conflicto.

Entre la Ficción y la realidad

En el inicio de cada emisión de la telenovela aparece un texto que dice:

“El siguiente programa contiene escenas de violencia que examinadas dentro de un contexto histórico y social, dan a conocer y representan sucesos de una época que alteró y afectó gravemente al pueblo colombiano.

La serie Tres Caínes está basada en testimonios rendidos en los diferentes procesos adelantados a partir de la Ley de Justicia y Paz, en las investigaciones y entrevistas realizadas por el autor de la serie Gustavo Bolívar Moreno y el periodista Alfredo Serrano Zabala, así como en informaciones de medios de comunicación, artículos de prensa y hechos de público conocimiento. Los hechos que se narran y presentan, contienen personajes y situaciones de ficción”

¿Qué es ficción y qué es realidad en esta novela? No es una serie de valor histórico porque carece del rigor para serlo, aunque tenga dichas ínfulas, y tampoco es una serie de ficción, porque la simulación de la realidad no presenta el mundo imaginario del libretista, sino que, por el contrario, incurre en difamaciones y graves tergiversaciones de hechos pasados, enseñando como realidad las versiones de los criminales y anulando el trasfondo político, económico y social del conflicto.

El debate por tanto, no se reduce a determinar si Colombia está lista o no para conocer la historia de los hermanos Castaño, argumentos igualmente válidos de parte y parte se podrán esgrimir para negar o afirmar su conveniencia; el debate de fondo es, o al menos debería serlo, sobre cómo se construye la memoria de un país martirizado por la guerra, cómo el uso de los medios de comunicación para imponer una versión de la historia (sometida a los intereses comerciales de un canal) puede generar nuevos daños a una sociedad violentada y afectar tanto el debate público sobre lo que significa vivir en paz como el actual proceso de justicia transicional que, a través del marco jurídico para la paz, propone la reconstrucción de la memoria histórica del país, la creación de una Comisión de la Verdad y la conexidad de los delitos políticos, entre otros, como la aplicación penas alternativas, reparaciones simbólicas e inmunidades para militares investigados por violaciones a los Derechos Humanos y para altos funcionarios del Estado comprometidos con grupos armados ilegales (ver Fuero Penal Militar y Reforma a la Justicia).

La tergiversación de la historia no puede pasar impune ni inadvertida. Eric Hobsbawm1, uno de los mejores historiadores de nuestro tiempo, afirmó que “La mala historia no es historia inofensiva. Es peligrosa. Frases aparentemente inocuas pueden resultar sentencias de muerte. […] Resumiendo, sin la distinción entre lo que es y lo que no es no puede haber historia. Roma venció y destruyó a Cartago en las guerras púnicas, y no viceversa. Cómo reunimos e interpretamos nuestra muestra escogencia de datos verificables (que pueden incluir no sólo lo que pasó, sino lo que la gente pensó de ello) es otra cosa.” [2]

El problema no es que se cuente la historia de nuestra guerra, se tiene que contar, el problema es cómo y cuándo se cuenta y que bajo cierto patrón ideológico, se quiera imponer una ‘verdad histórica’ que desconoce a las víctimas y exalta las acciones de los victimarios, como ocurre en ‘Los tres caínes.’ La serie incurre en graves afirmaciones y falencias históricas, presenta a los victimarios como víctimas, justifica las masacres (en efecto se trata de poblados filtrados por la guerrilla donde los campesinos operan como informantes de la insurgencia), desconoce de manera malintencionada, a partir del credo caprichoso del libretista, los costos que tuvo que pagar la Universidad de Antioquia por mantenerse fiel a sus principios e ignora algunos expedientes y fallos judiciales relacionados con la toma y retoma del Palacio de Justicia.

De manera cínica y preventiva, el canal considera que afirmar que el contenido es producto de la creatividad del libretista, lo exonera de responsabilidades, críticas y posibles acciones judiciales. Pareciera que la frase “Los hechos que se narran y presentan, contienen personajes y situaciones de ficción” les permite recrear la historia a su acomodo, y creen que al decir que las escenas de violencia fueron examinadas dentro de un contexto histórico y social, y se basan en testimonios rendidos en los diferentes procesos adelantados a partir de la Ley de Justicia y Paz, se le está asignando cierto valor de documento histórico, como si la única ‘verdad’ creíble fuera la que relatan los criminales y no se contará con más fuentes de información.

El televidente no lograra de este modo discernir claramente entre lo que es ficción y lo que es realidad. En la serie se alteran algunos nombres de manera facilista y casi que burlona (maniobra que ofende en especial a los familiares de las víctimas y que busca, de manera torcida, neutralizarlos para que no acudan a acciones legales contra el canal). Es así como en vez de hablar del DAS, se dice DSN, en lugar de INPEC,ORPEC; a Carlos Pizarro le dicen Carlos Pizano (y al comienzo Navarro), a Bernardo Jaramillo, Fernando Jaramillo; a Gonzalo Rodríguez Gacha, Rodríguez Mahecha; al presidente César Gaviria lo llaman Germán Giraldo; el Fiscal de Greiff es el Fiscal Griffin o algo parecido, alias “Popeye” es “espinaco”, los Moncada Galeano son los hermanos Galeón, alias ‘don Berna’ es ‘Serna’ y los Rodríguez Orejuela son los Ramírez Rajuela, entre otros muchas otras variaciones. Sin embargo, al mismo tiempo se recurre a imágenes históricas de archivo y se mencionan hechos reales como asesinatos políticos, la toma del Palacio de Justicia, la Cárcel La Catedral, la fuga de Escobar (bastante recreada, por cierto), las elecciones presidenciales de 1990, se dan fechas exactas (no se sabe cuáles sucedieron en realidad y cuáles no) [3], y varios nombres se mantienen intactos. Entonces ¿a partir de qué criterio o recurso visual, el televidente puede diferenciar entre lo que fue y lo que nunca tuvo lugar, si el programa se presenta como un intento por contar la reciente historia del país y revelar la historia jamás contada de los hermanos Castaño? [4] ¿La toma del Palacio fue pagada por Pablo Escobar? Los expedientes dicen otra cosa. ¿Es verdad que el viceministro de Justicia y un coronel Navas fueron secuestrados por Escobar en la Catedral para chantajear al Gobierno Nacional? ¿La Asamblea Nacional Constituyente fue comprada por el narcotráfico? ¿‘el mexicano’ murió entre Tolú y Cobeñas o en las Islas del Rosario?

Los canales de televisión, en su desmesurado afán por capturar audiencia, aumentar raiting, pauta e ingresos económicos, desprovistos de todo compromiso ético con la audiencia y con la historia, creen haber encontrado la fórmula mágica del triunfo comercial que les asegura pauta, premios y audiencia. Naufragando en el espejismo delirante la grandeza audiovisual se han dedicado entonces al alarde de nuestra debacle moral, de nuestra violencia y al fomento de un consumismo irracional; por ello ahora aparece el mismo libretista de las “exitosas” series ‘El Capo’, y ‘Sin tetas no hay paraíso’, con una nueva producción en la que se vale de la misma fórmula del éxito, la misma que le permitió mitificar al capo (y convertirlo en ídolo de muchos niños) [5], exaltar la frivolidad de una sociedad facilista y volver héroes a los matones.

Los medios de comunicación, en especial la televisión, tienen fuerte impacto en la psiquis de los seres humanos y produce consecuencias sociales y psicológicas que no se pueden negar; crea modelos de comportamiento, estereotipos sociales, forma o deforma la opinión pública e impone valores y contravalores; crea necesidades, intereses, determina modas y maneras de pensar y de actuar. También lleva a que el televidente, en un estado casi que hipnótico o de trance, pierda toda fuerza analítica y sea altamente propenso a la manipulación. En más de una ocasión hemos escuchado relatos de actores y actrices agredidos en la calle por el comportamiento de alguno de los personajes que interpretan en alguna serie de televisión, haciendo evidente que, en efecto, la televisión incide poderosamente en las personas y muchas veces éstas no logran distinguir entre un actor que representa un papel y el papel que representa. El libretista Gustavo Bolívar sostiene que la televisión no es culpable de la violencia, y quizás no lo sea de su origen ni de todas las formas de violencias que han existido y existen, pero es innegable que la estimula, la exacerba y la naturaliza.

La televisión enaltece o reduce personajes históricos y, en el caso de las producciones “biográficas”, sugiere que sus protagonistas poseen características especiales que los diferencian del común de la humanidad, y que gracias a ello, lograron dejar una imperecedera huella en la historia del país o de la humanidad. Por ello resulta preocupante que la serie muestre a unos hermanos Castaño, dotados de un enorme espíritu de sacrificio, elocuentes, hábiles, sensibles en algunos casos y valientes; como en el caso de ‘Fidelio’ Castaño cuando desafía al capo Pablo Escobar y en defensa de su propio negocio de narcotráfico le explica, sin temor alguno: “es que algunos se meten en este negocio para darse lujos, comprar aviones, tener mujeres, hasta para hacerse un campo de golf, nosotros tenemos una gran diferencia, nosotros tenemos este negocio para devolverle los derechos a los colombianos, para defenderlos de la guerrilla.” Paralelo a la grandilocuencia de los protagonistas, aparecen personajes históricos de enorme significado social y político para el país como sombras desteñidas, seres planos, pusilánimes, vendidos al crimen y sin sustento político claro. No se reconoce la calidad humana ni la trascendencia política de Bernardo Jaramillo Ossa. El candidato presidencial de la UP (y del capo según la serie), sólo aparece como un hombre acobardado que recurre al capo para que éste interceda por su vida, lo que finalmente lleva a que termine asesinado por orden de los Castaño. Igual sucede con Carlos Pizarro, de quien además muestran auténticas imágenes de archivo cuando hacia campaña y del avión donde fue ultimado. “Si Navarro (¿?) queda presidente, va a ser un presidente manejado por Pablo Escobar y si el otro gana, vamos a tener un presidente comunista en Colombia, y mientras yo esté vivo eso no lo voy a permitir’ le dice Carlos a su hermano Fidel Castaño. [6]

¿Es casual que se presente a un desteñido Bernardo Jaramillo Ossa en la misma semana en la cual se conmemora su asesinato? ¿Se trata de una disputa de memorias; memoria contra memoria?

Esta tremenda tergiversación de la historia desconoce por completo lo que para el país significó sus irreparables pérdidas, y conduce a que el televidente concluya que fue la postración a la mafia lo que les costó la vida a los dos candidatos presidenciales, sumado al inri de comunista que pesaba sobre Jaramillo Ossa.

La Universidad de Antioquia

El 8 de marzo, el rector de la Universidad de Antioquia, Alberto Uribe Correa, envió una carta a Gabriel Reyes, presidente del Canal RCN expresando el malestar del alma mater por las estigmatizaciones que se realizan en la serie. “El Consejo Académico de la Universidad de Antioquia, reunido el 7 de marzo del presente año, analizó con gran preocupación cómo en la serie del canal que usted preside, llamada Tres caínes, se hace referencia constante al nombre de una “universidad pública de Antioquia”, en la que varios personajes reciben adoctrinamiento político por parte de un grupo insurgente y participan en actos de violencia. Esta referencia fue explícita en el capítulo emitido el miércoles 6 de marzo. Además, coincide con la presentación de escenas grabadas en la Ciudad Universitaria de la Alma Máter, cuya grabación fue autorizada desconociendo el contexto en el que serían presentadas.” [7]

El 11 de marzo, el presidente del Canal RCN, le respondió al rector de la Universidad de Antioquia: “En nombre de RCN Televisión S.A. y de PRTI S.A.A presentó disculpas por la molestia e inconvenientes que generaron las escenas en cuestión, asumiendo nuestro compromiso para que situaciones como estas no se vuelvan a presentar.

En la emisión de este martes 12 de marzo, se procedió a la aclaración de la escena cuestionada, y RCN advirtió que se trató de hechos de ficción producto de la creatividad del libretista y no a situaciones reales.” [8]

El mea culpa, del canal, además de vergonzoso, no conlleva ningún costo real ni para el libretista ni para RCN, y tampoco redime, dignifica ni exalta a las víctimas de la Universidad de Antioquia. En primer lugar, la disculpa presentada no debería argumentar la ficción, cuando ésta no se define expeditamente en el desarrollo de la serie. Tampoco debería presentar excusas formales como si se tratara de un asunto baladí, enviando la carta ‘modelo de las disculpas’, que seguramente alguna vez redactó la secretaria de la oficina para responder de prisa al afectado de un daño menor, como un cristal roto o una tapicería averiada. Asimismo, presentar disculpas “por las molestias e inconvenientes causados”, además de revelar la frialdad, la ligereza y la falta de creatividad del canal, es una vergüenza institucional. Las disculpas si se dan deben ser genuinas, reflexionadas, interiorizadas y deben tener un efecto reparador. Y en este caso, deberían darse no sólo por haber usado el espacio de la universidad para difamarla, sino por la estigmatización que se hace del cuerpo docente de la institución y la falta de reconocimiento a los cientos de profesores, estudiantes investigadores y activistas de los Derechos Humanos que fueron secuestrados, torturados o acribillados de manera sistemática en Medellín al final de los ochentas y comienzos de los noventas. Darío Garrido Ruiz, [9] Carlos López Bedoya, [10] Pedro Luis Valencia Giraldo [11], Luís Felipe Vélez [12], Héctor Abad Gómez [13], Leonardo Betancur Taborda [14], Luis Fernando Vélez Vélez [15], y muchos otros profesores y funcionarios de la universidad fueron asesinados. Según datos de la Asociación Nacional de Profesores Universitarios, ASPU, entre 1986 y 1992 fueron ejecutados 28 profesores universitarios, ocho de los cuales eran de la Universidad de Antioquia en Medellín [16]. Además de estos asesinatos, decenas estudiantes, maestros, incluso directivos fueron amenazados, desplazados, exiliados y desaparecidos.

En una conferencia dictada en Paris por el profesor Gonzalo Sánchez Gómez, se plasmó esa tremenda realidad: “El primer profesor asesinado en la Universidad de Antioquia fue el médico Pedro Luis Valencia. Once días más tarde fueron asesinados dos de los asistentes a su entierro, los también profesores Leonardo Betancourt y el prestigioso defensor de Derechos Humanos, Héctor Abad Gómez. En el año siguiente, 1988, fueron asesinados otros dos profesores de la misma Universidad y el Vicerrector Luis Fernando Vélez. Con excepción de este último, todos los profesores asesinados en la Universidad de Antioquia eran médicos salubristas; es decir que se trataba de una operación criminal sistemática contra toda una comunidad profesional e intelectual, por parte de sectores de ultraderecha. El origen de los asesinatos y las amenazas se extendió, y la autoría se diversificó a tal punto que a raíz del asesinato en Bogotá de un alumno y colega levantamos la consigna de "que el pensamiento deje de ser objetivo militar." [17]

El canal podría en vez de pasar desteñidos y veloces textos en una sola emisión, transmitir una declaración televisada más decorosa, sacrificar un poco de su espacio para presentar por ejemplo, una reseña de las víctimas del horror que generó y sigue causando el paramilitarismo, la corrupción, el narcotráfico y la guerra en el país. Aunque si quiera realmente remediar en algo el daño que está causando, optaría por replantearse seriamente su permanencia al aire o, por lo menos, le asignaría otro enfoque.

La toma y retoma del Palacio de Justicia

La serie es clara a este respecto, y aunque intenta blindarse judicialmente, no deja lugar a dudas de que la toma fue una iniciativa de Pablo Escobar. Carlos Pizarro, al que llaman comandante a secas o César Navarro y al final Pizano, aparece visitando al capo en una de sus haciendas; a la llegada le estrecha la mano a los Castaño, y luego, en la reunión, le dice a Escobar que está allí porque necesita rearmar su ejército (es decir el M-19) por el bien de este país, y que la extradición es una afrenta a la soberanía nacional. Luego, en el desarrollo de un diálogo absolutamente inverosímil y plano, termina por acatar sumisamente la sugerencia de Escobar, ‘de hacer una vuelta grande’, y acepta tomarse el Palacio de Justicia para quemar unos expedientes. Para el operativo, Fidel Castaño ofrece las armas y Escobar dos millones de dólares, más los planos del sitio que hará el abogado Guido Parra. Antes de marcharse, Pizano afirma que consultará la decisión con TODO el movimiento. [18] Más adelante se transmiten imágenes de archivo de la retoma del Palacio.

Esta imprecisión histórica, que revela por demás la mala intención del libretista, niega el contexto político de aquel momento y los resultados de las investigaciones realizadas durante más de dos décadas. El Tribunal Especial de Instrucción Criminal, creado mediante decreto 3300 de 1985, [19] el informe del Juzgado 30 de 1989, y de la “Comisión de la verdad”, no demostraron jamás dichas alianzas. La serie no da cuenta de la ruptura del proceso de paz de 1984, tampoco revela el contenido que difundió la guerrilla explicando la intención de la ‘Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre’, llevado a cabo por la compañía Iván Marino Ospina, ni cuenta que los expedientes originales que estaban en Palacio, eran los que se referían a las graves violaciones de derechos Humanos perpetradas por las Fuerzas Militares de Colombia.

La conclusión que el televidente sacara es obvia: la guerrilla del M-19 estuvo al servicio de la mafia, y Pizarro le sirvió al capo; eso fue lo que le costó la vida.

La Constitución de 1991

Según la serie, más de la mitad de la ANC, fue comprada por Pablo Escobar. La Constitución de 1991, esa carta de derechos que transformó la precaria democracia representativa que teníamos en una participativa, que tuvo tantos aciertos para el país, como la libertad de cultos, reconocimiento al carácter pluriétnico y multicultural de la nación, la descentralización administrativa, la acción de tutela, la creación de la Corte Constitucional, de la Fiscalía General de la Nación y la Defensoría del Pueblo; la elección popular de gobernadores, y que además nos puso a hablar al unísono sobre un nuevo concepto: “el goce efectivo de derechos’, entre otros, resulta ahora, por gracia de RCN y su libretista estrella, que esta Constitución fue escrita a la medida del capo; y no fue el resultado de un proceso de paz y reconciliación con la guerrilla ni efecto de la audacia del Movimiento Estudiantil que preocupado por la crisis de violencia, el asesinato de Luis Carlos Galán y el terror mafioso que había postrado al Estado, decidió impulsar la Séptima papeleta [20], para pedir reformas constitucionales mediante la convocatoria de una Asamblea Constituyente. “Que Colombia se entere que el narcotráfico compró a toda la ASN” [21] dice Carlos Castaño en la serie.

La conclusión que queda para a los miles de colombianos que no leen ni estudian su historia, es obvia: La constitución del 91 es la Constitución de la mafia.

Una memoria que aporte a la paz

¿Qué memoria queremos y debemos construir los colombianos? Si el canal RCN quisiera hacer memoria y educar, como afirma, pensaría en una producción que reconstruya las vidas truncadas de las miles de víctimas del conflicto, de los paramilitares y del narcotráfico; tomaría como modelo de heroísmo la vida de personas sencillas que desde el pleno ejercicio de su rol político y social, lucharon por una Colombia soberana, justa, con equidad, justicia y democracia.

¿Por qué no contar, por ejemplo, la historia de la Unión Patriótica y su genocidio? Sería un relato acerca del heroísmo, la entrega generosa y altruista de valientes colombianos y colombianas que soñaron con un país sin opresores ni oprimidos, sin prebendas, sin injusticias y sin sangre impunemente derramada. ¿Por qué no recordamos aquella época oscura de nuestra oscura historia, cuando todo el país sabía lo que estaba sucediendo con los miembros de la UP y todos, incluidos gobernantes, parlamentarios, líderes de opinión y dueños de medios, preferían mirar para otro lado, y no ver, no escuchar, no opinar? -¿Quiere ser de la UP?- Era la pregunta que sonaba en las calles en forma de broma haciendo alusión a una campaña contra el tabaquismo. -No gracias, prefiero vivir-, era la respuesta.

El 2 de junio de 2011, el ex consejero de Paz, y rector de la Universidad Distrital, Carlos Ossa Escobar, rindió su testimonio ante la Notaria Tercera de Bogotá. Dicha declaración fue enviada por el abogado y defensor de derechos humanos Pedro Mahecha al despacho de la Fiscal General de la Nación, Viviane Morales y también fue anexada al caso colectivo 11.227, que lleva la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por el genocidio de la UP. En su declaración Ossa afirma:

En algunos sectores de las Fuerzas Armadas asociados con paramilitares y narcotraficantes se instrumentaban de manera eficiente las estrategias de eliminación de la Unión Patriótica”. “crearon las condiciones para que se concretara lo que hoy todo el mundo acepta como el genocidio de la Unión Patriótica…”

El exconsejero también recordó que cada que se producía un asesinato de un dirigente de la UP, en el Ministerio de Gobierno se realizaban reuniones con los líderes del partido político y voceros de instancias oficiales. “Llegué temprano, antes que el ministro César Gaviria, y al poco tiempo llegó el general Samudio (Molina), ministro de Defensa. Comenzamos a comentar sobre la situación recurrente con tantos asesinatos de miembros de la UP, y en algún momento le comenté que estaba muy preocupado con lo que estaba sucediendo. Él me respondió: ‘¿Qué es lo que te preocupa Carlos?’. Yo le dije: ‘Que todos los días matan a un integrante de la UP’. Él se quedó mirándome y me dijo: ‘Carlos, a ese ritmo no van a acabar nunca’. Sobran los comentarios.” [22]

¿Acaso un genocidio político, que aterrorizó y alteró para siempre la vida de muchos colombianos y la historia del país, no es lo suficientemente dramático, ni rico literariamente, ni conmovedor como para llamar la atención de libretitas y dueños de canales? ¿Dónde está acaso su compromiso humano y su responsabilidad social? ¿Sólo los anima la chequera, la vanidad y el lucro personal?

Un canal comprometido con su audiencia, tendría el valor de contar esta historia y hablaría sobre los estigmas que han cargado los sobrevivientes del genocidio, los desarraigos y exilios forzados, sus orfandades y temores.

Una televisión que dé cuenta de nuestra historia reciente, tendrá que hablar del conflicto, sin duda, es parte de nuestra historia, pero más allá de potenciar y convertir al criminal en ídolo para las juventudes empobrecidas y sin sustento, de complacer a los dueños de la motosierra, de silenciar a las víctimas, de apoyar la estigmatización política e ignorar la historia de nuestros verdaderos héroes -muchos de ellos anónimos- tendrá que hablar de los costos de esta guerra, llegar a sus orígenes para poderla explicar, recordar muchos hechos dolorosos y asignar un justo lugar a los verdaderos protagonistas de esta historia de guerra, martirio y barbarie, pero también de coraje, amor y resistencia, de luchas democráticas y encomiables muestras de solidaridad.

Si se quisiera realmente aportar a la paz del país, sería más conveniente mostrar, a propósito de los diálogos de Paz que se desarrollan en La Habana, Cuba, el origen y la historia y de las FARC y el bombardeo a Marquetalia, cuando dieciséis mil efectivos del Ejército Nacional de Colombia, dotados con bombarderos americanos, helicópteros y artillería pesada no lograron derrotar a 48 campesinos. ¿No sería más oportuno y constructivo, poder desentrañar el largo proceso de gestación y degradación del conflicto armado en Colombia y las muchas razones que tenemos para acabarlo, más allá del empate negativo entre las partes que suele precipitar la instalación de mesas de negociación, que realizar producciones mal documentadas, disfrazadas de históricas que exaltan, quiérase o no, a los perpetradores de graves crímenes de lesa humanidad?

¿No sería acaso más sano empezar a de-construir al “enemigo”, a humanizar al contradictor y preparar al país para que asuma, una vez culmine con éxito el proceso de La Habana, que esos otros colombianos (que han ejercido la violencia en un país violento, que han cometido crímenes infames como el secuestro, y que hoy son repudiados y responsabilizados de todo lo malo que sucede en el país) seguramente participaran en política y algunos de ellos intentarán aspirar a cargos de elección popular? Si tanto le interesa al libretista y al canal aportar a la reconciliación del país podría ayudar a sensibilizar a la sociedad frente al Proceso de paz reconociendo interlocutores válidos en la mesa de negociación.

¿Por qué los canales piensan que los colombianos, hastiados como estamos de la violencia, de la precariedad moral de nuestra sociedad y de los espejismos de la vanidad, solo queremos ver más violencia y decadencia en nuestros medios?, ¿Por qué no se plantean reales opciones creativas que nos permitan reflexionar sobre el significado de la experiencia de la noviolencia como hecho político pero también como opción de crecimiento personal, o sobre el deber de la solidaridad y la importancia de la resistencia civil ante lo abyecto y como expresión legítima ante la indignación que debe producirnos la violencia, la impunidad y la injusticia?

La defensa del libretista

Ante las crecientes muestras de indignación que ha provocado la serie en diversos sectores sociales y ciudadanos, el libretista Gustavo Bolívar, declaró que le producía tristeza y asombro que no se entienda “que cuando uno como libretista coloca en boca de Fidel Castaño, una frase como que todo lo que suena a izquierda colombiana tiene que desparecer, todo lo que suene a sindicalismo… estoy reivindicando a esas personas, estoy mostrando como esos tipos se enceguecieron e indiscriminadamente empezaron a matar…que fue toda la masacre que hubo de la UP, todo ese genocidio de la UP y ese es el origen […]estoy reivindicando al sindicalismo, reivindicando a la izquierda, entonces si pido disculpas porque fallé, no supe comunicar…”. Si el objetivo fuera ese, reivindicar a la izquierda victimizada, lo cual, ciertamente no se comunica bien en la serie, no se reafirmarían las estigmatizaciones, no tendrían sus voceros diálogos tan vagos ni caracterizaciones tan planas; se les daría más voz, mayor sentido histórico y ellos serían los protagonistas, no simples personajes secundarios que además están siendo interpretados por actores muy poco o nada conocidos. El contraste a este respecto es notorio.

Los victimarios, los protagonistas, los personajes importantes de la serie, son interpretados por actores reconocidos, de amplia trayectoria, queridos por la teleaudiencia, y con quienes muchos ciudadanos se pueden identificar. Julián Román personifica a un Carlos Castaño, cuya motivación principal en la serie es vengar la muerte de su padre, acabando con la guerrilla que lo asesinó. Es un hombre que sufre por su país, que debe atender el clamor de una viuda que llorando dice estar dispuesta a entregarle todos sus recursos para que lleve a cabo su cometido; es un hombre firme, que se muestra renuente a incursionar en el negocio del narcotráfico, que renuncia a su familia y a una vida plena y feliz lejos de la guerra para asumir su deber de salvar al país de las garras del comunismo. Él se sacrifica por Colombia. A Fidel Castaño lo interpreta Gregorio Pernia, quien muestra a un Castaño firme, seductor, valiente y consecuente con sus decisiones. Contrario a ello, Jaramillo Ossa, su esposa Mariela Barragán y Carlos Pizarro son interpretados por actores nuevos o poco conocidos, que parecen simples figurantes dentro de la serie y con quienes nadie se podrá identificar.

Pregunta el crítico de televisión Omar Rincón ¿Dónde estás los abeles en esta historia y Bolívar responde que “ya en su momento aparecerán”, serán Jaime Garzón, en su dimensión humana y de víctima, Jaime Garzón y Álvaro Gómez. Sin embargo, los abeles no son sólo ellos, (y dado el valor que se le asigna la serie a los demócratas asesinados, será mejor que los dejen por fuera); los ábeles son los miembros de la UP y el PCC asesinados, los sindicalistas, los estudiantes, los profesores, las mujeres, los campesinos y campesinas, los indígenas perseguidos, desterrados, masacrados, picados con motosierra. Son los dirigentes políticos y sociales que han sobrevivido al exterminio y que se mantienen, pese a los peligros que ello representa, batallando desde las ideas y la acción política, por un país con equidad y justicia social para todos.

Las víctimas o los ábeles, por así llamarlos, así aparezcan en algún capítulo futuro, no tendrán la misma contundencia porque aparecerán bajo el dominio de unos protagónicos ya establecidos y su desempeño estará siempre sujeto, incluso su posición como sujetos de derecho, a la heroica presencia de tres hermanos que decidieron, primero por venganza, luego por amor al país y odio a la guerrilla, sacrificar su vida, familia, sueños personales y calidad de vida para salvar a la patria, y terminar convertidos en referentes heroicos en la tele. A este paso, sólo falta que al final de la serie, el canal extienda un sentido agradecimiento a los Castaño por su generosidad y valentía, por habernos salvado de la plaga comunista.

La televisión abierta como RCN y Caracol se escribe para personas promedio, afirma Bolívar, la televisión es popular. Lo que en otras palabras querría decir que para un público medio e ignaro, se producen series medias e igualmente ignaras; no hay responsabilidad en la formación ni en la transformación social de la teleaudiencia; por tanto no es cierto, que a través de estas series se busque educar a la ciudadanía.

Afirma, en una entrevista radial, el libretista de mercado, Gustavo Bolívar que “el delito que comete ‘Los tres caínes” […] es contar la verdad; porque como el país está polarizado, a la izquierda no le gusta que digan que las guerrillas secuestran y a la derecha no le gusta que le digan que los paramilitares cometieron atrocidades, y como nos fuimos por una línea objetiva, pues uno tiene que contar las cosas...” [23] Infames aseveraciones que desprecian la realidad nacional y desconoce (desde la intención perversa o la ignorancia) la posición que públicamente han asumido diversos sectores de la izquierda y los defensores de Derechos Humanos en Colombia contra el secuestro. Tampoco es cierto que el paramilitarismo sea efecto de la guerrilla, y al respecto existe amplia documentación, así como proyectos de ley impulsados desde los sesentas. Ahora, ¿Exigir que no se victimicen a las víctimas, que no se falsifique la historia ni se justifique los crímenes de los victimarios convertidos en héroes en esta serie, es censura? ¡Faltaba más!

Hay que pensar el tipo de memoria que se desea construir en el país y cómo se crea cada discurso. La televisión despierta ciertas emocionalidades respecto a ciertos personajes, recuerda el crítico Omar Rincón, y en eso hay que tener cuidado, advierte, y tiene toda la razón.

Organizaciones sociales, periodistas, analistas políticos y de medios de comunicación, así como miles de ciudadanos indignados, han puesto en marcha una fuerte campaña a través de medios escritos, masivos y alternativos, para exigir que la serie sea suspendida, el Canal RCN penalizado y que sus directivas pidan público perdón a las víctimas y al país; incluso se recurrió a la Comunidad de Avaaz para recoger firmas. El columnista de la Revista Semana, Juan Diego Restrepo, envió una carta abierta a Carlos Ardila Lulle, donde le pide se “rectifique el camino sacando la serie del aire” [24] y para el 22 de marzo, cuando se cumplen 23 años del asesinato de Bernardo Jaramillo Ossa, se ha convocado a un plantón frente al Canal RCN.

Las empresas tampoco han sido ajenas a la polémica. En días pasados la marca “Nivea se sumó a Auteco, Falabella, Esika y Winny que decidieron retirar sus anuncios comerciales debido a la reciente polémica que despertó la nueva serie del Canal RCN.” [25] También lo hicieron Adams Colombia, Bavaria, BDF, Ferrero Latinoamérica, Nestle de Colombia, Parmalat, Colombia, Bayer, S.A, entre otras firmas, según informa la FM, diciendo además que se trata de un gran acto de hipocresía, pues algunas de éstas marcas financiaron al paramilitarismo. [26]

Y mientras se cuestiona al ICBF por mantener la pauta, su director Diego Molano afirma que “es importante que en ‘Prime Time’ los televidentes reciban el mensaje de la campaña un ‘Campeón hecho en Casa’ que busca sensibilizar a los colombianos sobre la protección de los niños y las niñas” [27], aparece un firme y nuevo auspiciador de la serie: “Las Fuerzas Armadas de Colombia: más fuertes que nunca”. Nada de esto es gratuito.

[1En El Espectador; “Los mártires de la Universidad de Antioquia”, Sección Judicial. Bogotá, 25 de agosto de 2012. Ver: http://www.elespectador.com/noticias/judicial/articulo-370118-los-martires-de-universidad-de-antioquia Para mayor información ir a: http://hijosenbogota.blogspot.com/2012/12/recordando-pacho-25-anos-despues-no.html

[2Hobsbawm, Eric; Sobre la Historia. Editorial Crítica (Grijalbo / Mondadori) Barcelona, 1998. p 8

[3Presentar fechas exactas y sitios geográficos precisos ayudan a entender que lo que allí se relata en efecto ocurrió: se trata de un hecho histórico

[4Video promocional de “Los Tres Caínes Promo 1”. http://youtu.be/6BR1Pm-Igdc

[5Un vídeo ilustrativo; Narco novelas - (Por Etnológica). Ver: http://youtu.be/uEprPpDGgeM

[6RCN, Capítulo 15 de marzo, minuto 29. http://www.canalrcnmsn.-com/content/cap%C3%ADtulo_15_de_marzo_tres_ca%C3%ADnes
Canal RCN, Capítulo 16 de marzo

[9Darío Garrido (asesinado el 3 de julio de 1987) Profesor de la Facultad de Odontología de la Universidad de Antioquia, fue asesinado el 3 de julio de 1987.

[10Carlos López Bedoya (asesinado el 3 de agosto de 1987): Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales, del Departamento de Antropología de la Universidad de Antioquia, fue asesinado el 3 de agosto de 1987 dos horas después de haber sido sepultado el estudiante José Ignacio Uribe Londoño, torturado y asesinado el día anterior

[11Pedro Luís Valencia (asesinado el 14 de agosto de 1987), se desempeñaba como profesor de la Facultad de Enfermería y Salud Pública de la Universidad de Antioquia. Era médico salubrista, militante del Partido Comunista, Senador de la República por el Movimiento Unión Patriótica y un convencido activista por la defensa de los derechos humanos

[12Luis Felipe Vélez (asesinado el 25 de agosto de 1987): Abogado, politólogo de fue presidente de la Asociación de Institutores de Antioquia, Adida, el sindicato de los maestros.

[13Héctor Abad Gómez (1921 -25 de agosto de 1987) fue un médico, con máster en Salud Pública de la Universidad de Minnesota, investigador en ciencias de la salud, político, escritor y ensayista, fundador y presidente del Comité Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia. En El Espectador; “Carlos Castaño asesinó a Héctor Abad Gómez”. Sección judicial, febrero 15 de 2012. Ver:
http://www.elespectador.com/noticias/judicial/articulo-326744-carlos-castano-asesino-hector-abad-gomez

[14Leonardo Betancur Taborda (1946-25 de agosto de1987): Médico cirujano de la Universidad de Antioquia, defensor de derechos humanos, fue vicedecano de Medicina de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo Académico de ese centro universitario, y fue también uno de los fundadores de la Escuela Nacional Sindical. Fue abaleado junto a Héctor Abad Gómez, cuando asistían al velorio de Luis Felipe Vélez, dirigente sindical asesinado ese mismo día en horas de la mañana.

[15Luis Fernando Vélez (asesinado el 16 de diciembre de 1987): Abogado, Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia, Presidente del Comité de Derechos Humanos de Antioquia y miembro del Partido Conservador.

[16Sánchez Gómez, Gonzalo; “La Guerra contra los Derechos del Hombre”. Palabras pronunciadas con motivo de la inauguración de la Cátedra de Estudios Colombianos "Antonio Nariño", Universidad de París III-Sorbona la Nueva / IHEAL, marzo 19 de 2002. Gonzalo Sánchez es director del Centro de Memoria, y se desempeñó como profesor titular del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, IEPRI, Universidad Nacional de Colombia.

[17Ídem

[19Diario Oficial de la República de Colombia, Secretaría General del Ministerio de Gobierno. Martes 17 de junio de 1986.

[20Aunque la papeleta no fue aceptada legalmente, sí logró que la Corte Suprema reconociera la voluntad popular mayoritaria, validando el voto.

[21Canal RCN, capítulo 18 de marzo de 2013. A partir del minuto 20. http://www.canalrcnmsn.com/content/cap%C3%ADtulo_18_de_marzo_tres_ca%C3%ADnes

[22Declaración rendida en la Notaría Tercera de Bogotá. Junio 2 de 2011.

[23La Fm Radio; Fernando Gaitán y Gustavo Bolívar hablaron de la polémica por ’Los tres caínes’. Bogotá, marzo 20 de 2013
http://www.lafm.com.co/audios/fernando-gaitan-y-gustavo-134006

[24En Revista Semana; “Carta abierta a Carlos Ardila Lulle”, por Juan Diego Restrepo E. Sección Opinión. Bogotá, marzo 18 de 2013.

[25Revista de Publidida y Mercadeo, P&M; “Ya son 5 los anunciantes que retiran su pauta de la serie tres caínes”. Bogotá, 18 de marzo de 2013. http://www.revistapym.com.co/destacados/4-anunciantes-retiran-su-pauta-serie-tres-caines

[26La Fm Radio; Fernando Gaitán y Gustavo Bolívar hablaron de la polémica por ’Los tres caínes’. Op Cit.
http://www.lafm.com.co/audios/fernando-gaitan-y-gustavo-134006

[27En la W Radio; “Icbf no retirará la pauta a ‘Los Tres Caínes’, reiteró Diego Molano”. Bogotá, 19 de marzo de 2013. http://www.wradio.com.co/noticias/actualidad/icbf-no-retirara-la-pauta-a-los-tres-caines-reitero-diego-molano/20130319/nota/1861523.aspx