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Objetivo: las Fuerzas Armadas
En el alineamiento de los astros no pueden faltar para la paz los poderes que han sido protagónicos en la guerra
Camilo González Posso / Lunes 22 de abril de 2013
 

El ciudadano del común se pierde a veces entre los alegatos, Twitter y acusaciones sobre la situación de las Fuerzas Armadas ante la guerra y la paz. Desde los primeros meses del gobierno de Santos, el expresidente Álvaro Uribe comenzó la campaña para debilitar el prestigio de su antiguo Ministro de Defensa, acusando su política de prosperidad democrática de abandonar la prioridad a la guerra contra la subversión en aras de la economía o de relaciones con su “mejor amigo” a cambio de unos dólares. El Twitter se llenó de señalamientos sobre la desmoralización de las Fuerzas Armadas y se llevó por delante al primer ministro de defensa, Rodrigo Rivera, un uribista triple A.

Pero las criticas y tensiones pasaron a agrias confrontaciones y a la oposición frontal, cuando el Gobierno decidió iniciar conversaciones con las Farc y firmó el ‘Acuerdo para la finalización del conflicto y la construcción de paz’.

La publicación de las coordenadas del área acordada para suspender operaciones militares mientras helicópteros de la Cruz Roja recogían nuevos delegados de la guerrilla para las conversaciones de La Habana, ha sido el episodio más escandaloso en esta puja de Uribe por meter su cabeza dentro de las Fuerzas Armadas.

El expresidente intentó sabotear esa operación destapando al mismo tiempo su capacidad de infiltración en los rincones más secretos de la seguridad del Estado y exhibiendo la continuidad de amistades en la cúpula que le podían ser más leales que al Presidente de la República y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

La intención en esta jugada fue más allá de hacer abortar el traslado de unos voceros de la guerrilla a una mesa de conversaciones que se califica de capitulación al terrorismo. La idea que se trasluce es la de generar la imagen de unas fuerzas armadas divididas y por ese camino producir una fractura en el respaldo que los altos mandos y la gran mayoría de la oficialidad han dado al Presidente en su esquema de negociar y guerrear al mismo tiempo. “Las Fuerzas Armadas son uribistas” fue el grito de un fanático –el senador Vélez–en estos días agitados, al que el general Mantilla, Comandante del Ejército, le respondió que su único jefe es el Presidente.

Para la oposición uribista es clara la intención de fomentar malestar y hasta insubordinación similar a la que enfrentaron Betancur o Pastrana cuando intentaron pactar la paz con las guerrillas. Y en eso chocan con el manejo que ha dado el presidente Santos al lugar de las Fuerzas Armadas en las actuales conversaciones y en un eventual acuerdo de paz. Este modelo incluye delegados militares a los cuales se les ha dado el carácter de voceros de los generales, como afirmó el Presidente al anunciar su designación desde Tolemaida en presencia de centenares de oficiales. En distintos momentos se les ha garantizado que un pacto de terminación del conflicto armado no implicará disminución esencial de presupuesto ni de privilegios y, al mismo tiempo se les ofrece ampliar el fuero militar y cobijar con beneficios penales de justicia transicional a quienes han sido acusados o condenados por crímenes de guerra o de lesa humanidad.

Las apuestas están claras: el uribismo quiere dividir a las Fuerzas Armadas y en eso choca con la habilidad que ha mostrado hasta la fecha el Gobierno para mantener la cohesión de sus altos mandos.

Desde la orilla del ciudadano pacifista el logro de la paz, que tiene como eslabón inmediato un éxito en las conversaciones que se están llevando a cabo en La Habana, es fundamental el apoyo desde los cuarteles sin que esto signifique darle rienda suelta a pretensiones de autonomía, de total impunidad o de vía libre a cualquier infracción al DIH en aras de la efectividad. En el alineamiento de los astros no pueden faltar para la paz los poderes que han sido protagónicos en la guerra. Por esto es tan importante la neutralización de la infiltración e influencia del guerrerismo a ultranza. No es suficiente pero con ese respaldo, el de Estados Unidos y el de los grupos empresariales más poderosos, será más probable un acuerdo de punto final a la guerra.

* Tomado de El Tiempo