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Dia internacional de la lucha campesina en Argentina
María de Estrada / Jueves 17 de abril de 2008
 

Hoy 17 de abril se celebra el día internacional de la lucha campesina. Se recuerda una vez más la masacre de Eldorado de Carajás, cuando en 1996 tres mil familias integrantes del MST, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil, cortaban una ruta reclamando la entrega de un latifundio improductivo de esa zona. Dos grupos militares, que seguían las órdenes del gobernador del Estado de Pará, reprimieron brutalmente dejando un saldo de 19 campesinos muertos, 19 compañeros que estaban allí luchando por tierras, por reforma agraria, por soberanía alimentaria.

La lucha campesina continua día a día en todo el continente, mediante la toma de tierras, mediante la organización, la puesta en práctica de un modelo productivo que incorpore a los campesinos que con sus manos nos han alimentado históricamente, un modelo productivo que no considera a la tierra un “recurso” al que explotar, sino un “bien de la naturaleza” del que vivir y trabajar. Se nos ha intentado incorporar la falacia de que el campesinado es sinónimo de “atraso”, de “subdesarrollo”, de “falta de modernización”, el discurso neoliberal que tanto eco ha tenido en nuestra región habla de “competitividad”, “apertura de las economías”, “inserción en el mundo globalizado”… Ya sabemos las duras implicaciones que esto significó, las miles de vidas que se perdieron, el incremento del hambre y la pobreza, el destierro de millares que se vieron desplazados a las afueras de las grandes ciudades, la pérdida de la soberanía alimentaria, la erosión de millones de hectáreas de tierra por sobreexplotación, por exceso de agrotóxicos, por la compactación de suelos que trae este tipo de laboreo.

En Argentina el sector campesino ha sido históricamente relegado; la inserción de nuestro país en la economía mundial como proveedor de materias primas, “commoditties”, nos ha llevado a la incorporación de cada vez mayor cantidad de territorios a esta lógica: gran cantidad de capital para la inversión, uso de tecnologías y biotecnologías, compra de insumos a empresas multinacionales (los llamados “paquetes tecnológicos”), y producción de alimentos para exportar…desde ya que este modelo resulta netamente excluyente, no sólo para los medianos productores que todavía realizan fuertes esfuerzos para mantenerse “dentro”, sino y sobre todo para los campesinos que hoy, todavía, aunque muchos lo ignoren o busquen ocultarlo, resisten en muchas partes de nuestro país.

El reciente “conflicto del campo” que sacudió a la Argentina en los últimos días, puso en manifiesto que en un país altamente urbanizado, lo que ocurre en el campo nos afecta a todos… allí surgieron múltiples e intrincadas solidaridades de “la ciudad al campo”, donde todos o casi todos, aunque sin mucha información, tendíamos algo para decir.

Considero que esta coyuntura debe ser propicia para ampliar el debate, empezar a considerar que el campo además de la gran diversidad que apareció en los medios y que es representada por las diferentes organizaciones (con disparidades históricas como por ejemplo la Sociedad Rural y la Federación Agraria Argentina). El campo hoy es habitado, es vivido, por numerosos campesinos en resistencia. Hoy nucleados en el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), esta “gente brava” no sólo resiste al avance de la frontera agraria, a las topadoras que avanzan sobre sus casas y tierras, a un modelo sojero que a punta de agrotóxicos puede extenderse a regiones agroecológicas históricamente periféricas…

Los campesinos nos dan hoy, desde hace años ya, un ejemplo de construcción de alternativas, de organización, de consolidación de la lucha por la tierra… Mediante la creación de sus propias universidades, la puesta en marcha de radios alternativas, la producción sobre bases agroecológicas, el mantenimiento de su cultura, la organización nos están llamando a abrir los ojos, convidando a ver un mundo campesino organizado, alternativo, alterativo…que resiste, que lucha y se organiza y nos muestra que existe otra forma de hacer las cosas, otro espacio rural que se sostiene dignamente.