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Las complejidades del Paro Nacional Agrario
Fernando Dorado / Lunes 19 de agosto de 2013
 

Es claro que la dinámica compleja de la lucha de clases va a obligar a que el objetivo de “soberanía nacional” se alimente con reivindicaciones populares que están en el centro de las preocupaciones actuales.

Tres pliegos se han presentado como sustento del Paro Nacional Agrario del próximo 19 de agosto de 2013. Uno es suscrito por las denominadas “dignidades”: cafetera, arrocera, papera, cacaotera y organizaciones que están por la “defensa de la producción nacional”. Otro pliego es firmado por el Coordinador Nacional Agrario (CNA), y uno más es presentado por la Mesa Nacional Agropecuaria de Interlocución y Acuerdos (MIA Nacional). [1]

Lo ideal habría sido que se presentara un pliego unificado y que se hubiera concertado la movilización popular. Sin embargo, las concepciones políticas que existen detrás de cada pliego no permitieron que ésta acción de masas fuera más coordinada y más contundente desde el punto de vista reivindicativo y político.

Mientras las “dignidades” califican la jornada como una “Movilización Nacional Cafetera y Agropecuaria”, los otros dos procesos organizativos convocantes le denominan “Paro Nacional Agrario y Popular”.

Esta diversidad de propuestas nos permite elaborar un breve análisis de clase y regional de las luchas agrarias y campesinas que están en pleno desarrollo en Colombia y, a la vez, tratar de entender a la luz de esa variedad, las propuestas políticas que están en juego en el seno de la izquierda.

Cada pliego representa el trabajo organizativo y la influencia de diferentes sectores políticos en diversas regiones del país entre productores agropecuarios, campesinos y colonos que son, a su vez, indígenas, afrodescendientes, mestizos y "blancos", que tienen diversos desarrollos regionales, históricos e intereses disímiles.

Las "dignidades" representan los intereses de productores de café, cacao, papa, arroz, panela, algodoneros y ganaderos de diversas regiones. Su pliego se plantea la "defensa de la producción nacional" y no involucra para nada el tema de la tierra. Otros intereses de los campesinos pobres –que son la mayoría de los productores agropecuarios– no están plasmados en ese pliego. Así mismo, en las negociaciones con el Gobierno durante el pasado paro cafetero se le dio prioridad al tema del precio, que en una primera instancia benefició más que todo a los medianos y grandes productores de café.

En el proceso organizativo de las “dignidades” se expresa la táctica de “alianza con la burguesía nacional”. Es por ello que desde que se fundó Unidad Cafetera y después el Movimiento de Salvación Agropecuaria, el tema de la tierra ha sido desconocido en sus pliegos de lucha. De allí que los dirigentes de las “dignidades” no hicieran ningún esfuerzo por coordinar el paro y el pliego con los otros dos sectores que se van a movilizar a partir del próximo lunes 19 de agosto, que tienen como punto principal el problema de la concentración y acaparamiento de la tierra.

Es evidente que el tema de la “soberanía nacional” es la prioridad dentro de esa estrategia política. Se colocan los intereses de los empresarios del campo, de los campesinos ricos y medios en primer lugar, lo que está plasmado concretamente en el pliego. De acuerdo a dicha visión, involucrar temas como el de la concentración de la tierra y otros aspectos de la lucha agraria que interesan al campesinado pobre y colonos no es oportuno. Se trata de unir a todos los sectores que rechacen las políticas de entrega de la soberanía nacional y de subordinación de los intereses nacionales a intereses imperiales extranjeros.

Se debe tener en cuenta que los campesinos pobres que tienen un promedio de una hectárea por parcela o menos, también son productores agropecuarios. Sin embargo la mayoría de ellos son semiproletarios, viven principalmente del jornal, del “rebusque”, del comercio y de otras actividades combinadas. Muchos de ellos envían a sus hijos en tiempos de no cosecha a zonas de colonización a jornalear en zonas cocaleras o realizan actividades paralelas como el mototaxismo.

Tienen los mismos problemas de los grandes y medianos productores, pero además sufren otras contingencias relacionadas con el monopolio de la tierra, la falta de asistencia técnica y de crédito, desventajas en la comercialización y transporte, y demás problemas relacionados con el modelo productivo imperante.

Estos campesinos pobres han subsistido –y aún, se han ampliado y crecido– en zonas marginales del Eje Cafetero y en nuevos departamentos cafeteros como el Huila, Caquetá, Cauca, Nariño, sur del Tolima y Putumayo. Han podido hacerlo porque subsidian la producción cafetera y otros productos como la panela y la pequeña ganadería, con mano de obra familiar, obteniendo otras entradas o recursos del trabajo asalariado tanto en el campo como en la ciudad. Esta clase de campesino tiene ahora un pie en centros urbanos y otro en el campo. Muchos jóvenes subsisten con el trabajo de construcción, el comercio informal y el mototaxismo. Es una especie de semiproletariado de nuevo tipo.

Es importante anotar que la mayoría de los campesinos cafeteros pobres son el eje central de éste segundo paro. La mayoría no están cedulados ante Federación Nacional de Cafeteros, no participan del comercio formal del gremio y por ello no pudieron acceder al subsidio (PIC: Protección del Ingreso Cafetero) concertado con el Gobierno. Por ello, presionaron a sus dirigentes para realizar ésta nueva movilización que se ha ampliado a otros sectores productivos que sufren los mismos problemas, tanto de incumplimientos del Gobierno como de efectos negativos de la implementación de políticas neoliberales como los TLC.

Por otro lado el trabajo organizativo del CNA y de la MIA Nacional se desarrolla principalmente en áreas que hasta hace poco eran zonas de colonización. Allí los campesinos pequeños y medios que han podido capitalizar recursos de la economía cocalera han logrado construir fincas que están en condiciones de integrarse a la economía formal.

Esos sectores campesinos se han desarrollado en regiones como el occidente de Nariño y del Cauca, sur y oriente del Huila, Putumayo, Caquetá, Meta, Catatumbo, Arauca, Guaviare y otros departamentos. Al lado del campesino cocalero trabaja una importante masa de “raspachines” (jornaleros o proletarios del campo) que, en gran medida, constituyen la avanzada principal de las movilizaciones y protestas (como se pudo observar en el pasado paro del Catatumbo).

Estos campesinos medios (y algunos que ya son ricos) están interesados en legalizar sus fincas y por ello, la consigna de las zonas de reserva campesina les es atractiva. Así, en primer lugar esté el tema de la sustitución de los cultivos cocaleros, les interesa que el Estado llegue a esas zonas con obras de infraestructura y de servicios públicos (vías carreteables, electrificación, agua potable, educación, salud, etc.). Son regiones en donde tradicionalmente ha hecho presencia la guerrilla, cumpliendo funciones de Estado, regulando las relaciones sociales y garantizando el orden público.

Es evidente que el pliego de la MIA está muy bien trabajado. Recoge en su contenido puntos que interesan a los productores agropecuarios como la necesidad de precios de sustentación para sus productos, pero representa ante todo los intereses de colonos y campesinos pobres. Está allí representada otra visión sobre el desarrollo agrario basado en la producción parcelaria del pequeño productor, que está en contravía al desarrollo agroexportador que se ha impuesto en el país. Ese modelo agroexportador ubica al campesino pobre y medio no como cultivador de productos alimentarios sino como “socio” subordinado a los grandes proyectos productivos dirigidos a la exportación.

Por otro lado están las comunidades indígenas, que tienen sus propias reivindicaciones. En esta ocasión parece que los pueblos originarios no van a participar en el Paro Nacional Agrario. A pesar que el Estado y el Gobierno no les ha cumplido los acuerdos, en esta ocasión las organizaciones que los representan no tienen claro los objetivos del paro, y dado que entre sus prioridades no está el tema de la producción, no ven claro cómo podrían sacar adelante sus reivindicaciones relacionadas con la defensa de su autonomía y la construcción de vida digna en sus territorios.

La situación es bastante compleja. Se puede prever que la participación de productores de café del tradicional Eje Cafetero no va a ser tan masiva. La presión se hará más efectiva en el suroccidente colombiano. Falta ver la capacidad tanto de las “dignidades” como de las otras organizaciones campesinas y agrarias para movilizar sus fuerzas.

Al no haber coordinado los pliegos, ni las formas de lucha, se corren riesgos de que se generen situaciones conflictivas. Se pueden dar luchas internas por imponer dinámicas contrarias, y lo más grave, que esa división y falta de coordinación lleve a que el Gobierno utilice esas circunstancias en su favor. Se pueden presentar actos de violencia (quemas de vehículos y otros) al estilo de lo que acaba de ocurrir con el paro de los pequeños mineros, lo cual da motivo para desgastar la lucha entre la opinión de la gente de las ciudades.

El desarrollo económico desigual y combinado en las regiones colombianas crea condiciones para que se presenten estos fenómenos. Es claro que la dinámica compleja de la lucha de clases va a obligar a que el objetivo de “soberanía nacional” se alimente con reivindicaciones populares que están en el centro de las preocupaciones actuales. Es bueno recordar que mientras el Gobierno acuerda en La Habana un paquete de políticas para el “desarrollo rural integral”, paralelamente pretende aprobar una ley para legalizar el acaparamiento de tierras y la “extranjerización de territorios”.

Por ello, sería muy importante que la dirigencia de estos procesos organizativos, en medio de la lucha y sobre la marcha, realicen todos los esfuerzos por coordinarse y presentar un único frente de lucha ante el gobierno. Sería un paso adelante de carácter histórico.