Asociación Campesina del Catatumbo
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Las murallas a las erradicaciones
Reinaldo Cañizares Ardila / Martes 20 de agosto de 2013
 

Sin lograr el propósito de convencer a los campesinos para que se acojan al programa de poserradicación, funcionarios de la Unidad de Consolidación y Cultivos Ilícitos salen del asentamiento de Mica Pela, bajo la mirada de los campesinos de la zona del Catatumbo.

Sin lograr el propósito de convencer a los campesinos para que se acojan al programa de poserradicación, funcionarios de la Unidad de Consolidación y Cultivos Ilícitos salen del asentamiento de Mica Pela, bajo la mirada de los campesinos de la zona del Catatumbo.

Más de 1.000 campesinos del corregimiento de La Gabarra están haciendo resistencia a la erradicación de la mata de coca en varios sectores de las montañas del Catatumbo.

Con asentamientos ubicados en sitios estratégicos por diferentes veredas, como Trocha Ganadera, Mica Pela, Monte Adentro, Guadalupe, La India y La Gorgona, entre otros, impiden el paso y la labor de los erradicadores que van custodiados por tropas del Ejército Nacional.

“Nosotros no vamos a permitir que nos quiten lo que nos está dando de comer, sin que nos den otras alternativas”, expresan radicalmente.

Esos asentamientos están a varias horas en canoa aguas arriba y abajo del río Catatumbo y otras más a pie de los puertos.

El más cercano al caserío de La Gabarra es el de Mica Pela, uno de los sitios que fue visitado por La Opinión. En tiempo, navegando por sus aguas hasta Puerto Remolino, es una hora. De allí, hasta el asentamiento, a pie, son 90 minutos más.

Para emprender el viaje hacia ese sector hay que llegar a La Gabarra por una vía que, a la fecha, está transitable a pesar de ser destapada y polvorienta en más de 30 kilómetros.

En la canoa, todos los ocupantes, dependiendo del clima, son sometidos a las inclemencias del sol o de la lluvia, porque estas no tienen techo para que las personas se protejan.

En Puerto Remolinos encontramos el primer grupo de campesinos que “presta guardia” al movimiento de los erradicadores y el Ejército. Unos se quedaron en el lugar y otros se fueron a guiarnos por el camino para llegar al asentamiento.

Con severa fatiga llegamos al lugar en donde se encuentran unos doscientos labriegos concentrados y dispersos por el área donde, hasta hace unos 10 años, funcionó la escuela de Monte Bello.

La llegada al sitio coincidió con el arribo de un helicóptero en el que se transportaban Yamile Rojas, gerenta de la Unidad de Consolidación y Raúl García, del programa de cultivos ilícitos, ambos del Gobierno Nacional.

Propuesta de poserradicación

Luego de desembarcar, los dos funcionarios del Gobierno les pidieron a los campesinos que se reunieran para escuchar diferentes propuestas que dieran como fin dejar la siembra de la hoja de coca.

El objetivo de la visita a esa zona montañosa del Catatumbo consistió en socializar con los campesinos el programa de poserradicación que ofrece el Gobierno.

En la reunión, que se desarrolló en medio de un ambiente tenso, los funcionarios informaron que es un plan voluntario que ofrece el Gobierno para que las comunidades se acojan a él, como lo han hecho 33.000 familias en el resto del país.

Consiste en ofrecer una asistencia alimentaria de transición durante dos meses, un acompañamiento por un año para determinar las condiciones sociales y productivas de las fincas y un proyecto de seguridad alimentaria representado en $450.000 mientras se establece la vocación productiva de la finca y los proyectos que serán concertados con las familias.

“Quienes se sometan al programa deben comprometerse en mantener la vereda libre de cultivos ilícitos. En caso que se compruebe lo contrario, con base en unas visitas que se harán posteriormente, inmediatamente serán excluidos del programa”, advirtió Raúl García.

La alternativa en nada le sonó a los campesinos y la rechazaron de inmediato.

“Nosotros llegamos a pensar que ustedes venían a decirnos que la erradicación estaba suspendida y a llevarse a los erradicadores, pero vemos que nos esa así”, les refutó un labriego. Al final del encuentro, los pobladores se negaron a firmar la asistencia y a elaborar un acta sobre el desarrollo de la charla, que los funcionarios les pidieron como soporte.

Juntos, pero no revueltos

En el área del asentamiento de Mica Pela no solo están los campesinos de las veredas Trocha Ganadera, La Paz, Barrancas, Gaviotas, Francisco de Paula Santander, Monte Adentro, La Trinidad y Las Vegas.

También se encuentran los erradicadores contratados por el Gobierno Nacional para arrancar las matas de coca y los soldados del Ejército que los custodia.

Las partes se mantienen en un ambiente de relativa calma y conservando unas distancias para evitar provocaciones y posibles confrontaciones.

“Ellos llegaron cuando nosotros estábamos en el paro y lograron erradicar varias hectáreas. Ahora que nosotros estamos aquí, no vamos a permitir que nos arranquen lo que nos está dando de comer. Nosotros no vamos a pelear ni con el Ejército ni con ellos (los erradicadores). Estamos aquí, de manera pacifica, para no dejarlos avanzar hacia donde están los cultivos. Eso es todo”, explicaron varios líderes comunales.

Desde la escuela y los sitios hasta donde nos pudimos movilizar, con autorización y por razones de seguridad, no se observaron cultivos de coca ni erradicadores. Se dijo que estaban detrás de unos cerros a la distancia, en diferentes direcciones.

El albergue y el sitio de reunión provisional de los campesinos es la vieja escuela. Allí duermen en hamacas y cocinan en fogones. Una parte de las provisiones para la alimentación la aportan los dueños de las fincas, la otra la mandan a comprar con sus propia plata.

Allí se informó que en otros sectores, río arriba de La Gabarra, también hay concentraciones de resistencia campesina, cuyos miembros tienen la misma posición.

“Nosotros de aquí no nos vamos a mover por nada del mundo. Le pedimos al Gobierno que suspenda la erradicación y que saque del área esa gente. No importa que nos dejen la tropa, pero a los erradicadores no los queremos ver por acá”, dijeron reiteradas veces.

Erradicación no, sustitución si

“Si llegan a la fuerza a arrancarnos las matas de coca, todos los habitantes de esta zona nos vamos a quedar sin un peso en el bolsillo, porque para nadie es un secreto que por aquí todo se mueve es por esa mata”, contó un veterano campesino que dijo llamarse Francisco.

Expresó que no es muy entendido en la Zona de Reserva Campesina, pero que con lo poco que sabe, tiene claro que le va a permitir tener otro estilo de vida porque se habla de un plan de desarrollo sostenible para la subsistencia. “Eso es muy bueno porque vamos a tener otras alternativas”.

Su mayor ambición es tener un proyecto viable de ganadería o la posibilidad de cultivar cacao, plátano, caucho, maíz u otros cultivos productivos, pero que esas alternativas se las den antes de sustituir los cultivos ilícitos para tener con qué comer antes que empiecen a producir en forma y con varios meses muertos en lo que a préstamos bancarios se refiere.

Entre la aceptación y el rechazo

En el área urbana de La Gabarra, las opiniones en torno a las propuestas de Ascamcat, la movilización, el paro y la resistencia campesina, están divididas. Unos las aceptan y otros las rechazan.

Quienes están de acuerdo, aseguran que el paro campesino, que duró 53 días, le va a generar a la región más progreso y desarrollo, porque por intermedio de esa acción de hecho el país y el mundo conocieron las necesidades y la situación real del Catatumbo, las cuales esperan sean atendidas.

Los que no están de acuerdo afirman que lo que Ascamcat busca es tener dominio de una zona para manejar los recursos a su antojo, que el paro lo que hizo fue afectar a toda la población que durante esos días no pudo trabajar y que no se van a ver muchas obras, porque tienen conocimiento de que ya hay recursos asignados para la guardería, la pavimentación de la vía Tibú – La Gabarra, el megacolegio y el puesto de salud, entre otras obras y proyectos.

Frente a los cultivos de coca, las posiciones también están divididas.

Unos quieren que se acaben definitivamente en la zona, para que La Gabarra tenga otro estilo de vida “y no siga siendo la oveja negra del departamento y el país”. Otros no quieren que se acaben porque, “es la que mueve el comercio, la economía y la única fuente de trabajo que hay”.

En medio de esas perspectivas toda la población de La Gabarra lo que más anhela es vivir en paz y en armonía, con cultivos o sin cultivos de coca.