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Foro de participación
Planes de sustitución o nada
Experiencias de gran valor para la solución del problema de las drogas ilícitas se estudiarán en la mesa de La Habana
Hernán Camacho / Jueves 3 de octubre de 2013
 

El fracaso de la política antidroga, dictada por Washington, se evidencia en sus resultados, en su animadversión para con los campesinos y en su letal daño al medio ambiente. Las iniciativas campesinas de sustitución de cultivos de hoja de coca presentadas en el Foro Nacional sobre la Solución al Problema de las Drogas Ilícitas, que se llevó a cabo en su primera parte en Bogotá y que culmina en el sur del país, en San José del Guaviare, los primeros días de octubre, transitan caminos distintos a los del Pentágono.

La mesa de negociaciones en Cuba recibirá de nuevo un considerable número de alternativas reales para la solución de los cultivos denominados ilícitos. Los mil delegados venidos de todas las regiones del país, junto a voces internacionales y nacionales, autorizadas en el tema, entregaron un diagnóstico del narcotráfico, sus raíces sociales, razones de existir y la superación de la problemática en todos sus aspectos.

Elemental economía

Pero, ¿cuál es la razón para cultivar hoja de coca? Tanto expertos foráneos como campesinos coincidieron en identificar el profundo abandono social como la primera causa para que campesinos vean en la siembra la única razón para subsistir. “Mientras el flete de una carga de maíz vale más que el propio producto, la producción de la hoja de coca y su transporte son bien pagos”, dice Arcángel Cadena, menudo y dinámico campesino del Guaviare.

La segunda razón que da origen a la problemáticas es estructural y se refiere a la tenencia de la tierra y el carente desarrollo integral del campo colombiano. “La garantía para la solución de la problemática de los cultivos ilícitos es el acceso a la tierra”, expresó el profesor Absalón Machado, quien además considera conveniente el Foro como complemento a los primeros acuerdos sobre desarrollo agrario entre los plenipotenciarios en La Habana.

Profundidad social

La guerra contrainsurgente traducida en política antidroga ha hecho acrecentar de manera vertiginosa las atrocidades del conflicto armado y la violación de los derechos humanos. El implemento de planes militares para contrarrestar la siembra de hoja de coca hace inviable el desarrollo campesino en los límites de la frontera agraria y dificulta el desarrollo integral del agro en cualquier región.

El 25% de los municipios del país tiene sembrados de hoja de coca, aseguran las Naciones Unidas. “La judicialización a los campesinos de acuerdo con la ley 30 es la única presencia del Estado en nuestros territorios” sentenció Arcángel Cadena, quien agregó que el tema tiene profundas raíces y que la solución no es solamente la criminalización o el tratamiento de guerra: es el entorno y el contexto de un conflicto social. “Aquí no se salva ni la Iglesia porque la limosna que los campesinos da en las misas de algún modo es de la producción de la hoja de coca, y ahí no dicen nada, ni estigmatizan a los curas”.

El fracaso gringo

Por su parte, Katheryn Ledebur, directora de la Red Andina de Información (AIN), dejó saber que los planes antidrogas fracasaron en todo el continente: “Los únicos que no se dan cuenta que no funciona la política antidrogas son el gobierno de los Estados Unidos. Ellos tienen un doctorado en saber qué es lo que no funciona pero lo siguen aplicando”.

Los países de América Latina se están saliendo del rígido marco, entre otras razones porque Estados Unidos perdió autoridad en estos países que desde hace varios años buscan autonomía para dar solución propia a los problemas que acarrea el sembrado de hoja de coca de acuerdo a sus realidades.

En medio de los paneles dispuestos en el Foro se entregó una mirada desde las regiones. “Las soluciones a la problemática de los cultivos de uso ilícito en un escenario de construcción de paz” fue tema que logró dar a conocer experiencias campesinas en la voz de sus protagonistas.

Experiencia del Catatumbo

Olga Quintero, de la Asociación de Campesinos del Catatumbo (Ascamcat), hizo una radiografía de la región y las especificidades de las alternativas de sustitución de cultivos: “Nosotros estamos ante un escenario de ‘tierras peores’ en términos clásicos: tanto por la baja calidad de los suelos como por el aislamiento físico de los mercados, son tierras que no tenían posibilidades de producir renta diferencial. En ese sentido la gran mayoría de las áreas cocaleras de Colombia son territorios que solo pudieron incorporarse al mercado gracias al cultivo de la hoja de coca, que hasta ahora se usa como insumo de la mercancía ilegal pasta básica de cocaína”.

En Colombia no queda otro camino sino la sustitución concertada de los cultivos de hoja de coca de al menos un tercio de millón de ciudadanos con familias a su cargo y cuya subsistencia depende del cultivo. Un cultivo de hoja de coca en promedio y dependiendo de la región del país puede representarle al campesino un flujo de ingresos constantes entre 15 y 20 millones de pesos anuales. De ahí la importancia de elaborar planes de desarrollo integrales y concertados paralelos a la sustitución.

Planes integrales

Hay que considerarlos seres humanos y tener un acompañamiento integral desde las instituciones. “No es solamente pagarles el precio de una hectárea de hoja de coca, no. Es impulsar el desarrollo integral del campo, generar condiciones dignas de trabajo rural, hacer caminos donde no los hay, acortar distancias para la comercialización de productos agrícolas”, explicó el profesor Machado.

Por ejemplo, en el Catatumbo, dice Olga Quintero, se ha fijado un horizonte de diez años para la sustitución gradual de los cultivos. “Otro elemento clave para asegurar la calidad de los nuevos productos alternativos que resulten será la asistencia técnica a estos cultivos, y esto necesariamente debe convertirse en una política pública sustentable para el futuro de los territorios hoy cocaleros, es decir debe estar garantizada más allá de la coyuntura de las negociaciones actuales de paros o de la propia constitución de las zonas de reserva campesina”.

La siguiente cita será en San José del Guaviare, capital del departamento de Guaviare, perla amazónica e importante territorio para el cultivo de hoja de coca desde la década de los 80. Allí los proyectos de sustitución desde el campesinado tendrán la palabra.