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Carta abierta al Ministro de Salud Alejandro Gaviria Uribe
Edward Blandón / Sábado 26 de octubre de 2013
 

Octubre 24 de 20130

Señor
Alejandro Gaviria Uribe
Ministro de Salud
República de Colombia

Señor Gaviria.

Permítame empezar por explicarle cómo de manera tal vez un poco infantil he decidido obviar el título de doctor que sé que usted tiene y que seguramente se ganó a pulso y con esfuerzo. He decidido guardar ese reconocimiento para mis colegas médicos que, aunque no en todos los casos poseemos un título de doctorado, la sociedad históricamente nos ha reconocido tal condición, como símbolo de respeto y reconocimiento al esfuerzo y sacrificio que nuestra formación y ejercicio profesional exigen. También porque que quisiera que, en alguna medida, pudiera usted tener la desagradable sensación que sobreviene cuando no se reconoce nuestro esfuerzo, trabajo y formación. Es lo único que puedo quitarle yo a usted, en gran contraste con todo lo que puede quitarnos usted a mí, a mis colegas y a todos los colombianos.

La reforma al sistema de salud que usted ha logrado hacer aprobar en el macondiano congreso de la República de Colombia, sus intervenciones en los medios y su defensa a ultranza de unos principios económicos que aunque seguramente son aplicables para muchos mercados –y eventualmente para el NEGOCIO de la salud- no lo son para el DERECHO a la salud, denotan una de dos cosas: un profundo desconocimiento de su parte de los procesos de salud y enfermedad así como de los de formación del personal en salud e incluso de los de atención y venta de servicios de salud, o una clara y temible intención de beneficiar a grandes grupos económicos por encima del bienestar general, la calidad de vida y las condiciones dignas de trabajo de millones de colombianos. Mi sospecha es que son las dos cosas; ingenuamente quisiera equivocarme, al menos en la segunda.

No pretendo con esta comunicación, que no sé si algún día leerá, convencerlo de su error pues la experiencia me ha enseñado que la obtusa ceguera de quienes creen tener la verdad absoluta por encima de cualquier posible alternativa es una condición con la que ni la academia, ni la experimentación directa, ni la fuerza siquiera, pueden lidiar. Hay gente que sólo ve lo que quiere ver, o lo que le conviene, y estoy convencido de que ese es su caso (pobre de mí que quisiera nuevamente estar equivocado a ese respecto). Lo que si quisiera, señor Gaviria, es que en algún momento tenga la entereza de explicar y dejarse explicar, sin rodeos, sin ambages, sin maromas y sin sofismas propios de políticos más que de académicos las razones que de verdad lo llevaron a plantear esa nefasta reforma, a tratar de engañarnos y a hacer afirmaciones temerarias y ofensivas en medios de comunicación y redes sociales.

Afirma usted en medios que uno de los grandes problemas del sistema es que hay especialistas que devengan salarios de hasta 20 millones de pesos mensuales, olvidando hábilmente mencionar las jugosas ganancias que quedan en manos de los grupos intermediarios y el hecho de que ese salario que usted menciona comprende pagos por vacaciones, cesantías, primas, seguridad social y demás, dado que la gran mayoría de especialistas en este sistema tenemos contratos de prestación de servicios en los que, usted debe saber, están incluídos todos esos rubros a los que también tenemos derecho. Quisiera preguntarle además señor Gaviria, ¿por qué su salario, que ronda los 15 millones de pesos al mes más prestaciones, o los 24 millones mensuales de los congresistas y magistrados, o los 8 millones mensuales que reciben sus viceminnistros, solo por poner algunos ejemplos, sí le parecen justos pero quiere hacer aparecer como un despropósito los 8 millones mensuales reales que en promedio constituyen el salario de un especialista en Colombia? Seguramente le parecerán justos también los 90 millones mensuales de Carlos Palacino y demás gerentes de EPS, pues no hace en ningún momento mención alguna del gasto que comprenden los altos salarios de altos directivos de esas empresas. Un estudio publicado recientemente por el Cendex de la Universidad javeriana revela que su afirmación frente a los salarios de los especialistas en Colombia no es cierta; usted conoce ese estudio ¿por qué decidió entonces tratar de escandalizar al país con cifras amañadas o que no son ciertas? En caso de que lo fueran, por demás, quiero recordarle que para llegar a una especialidad médica se requirieron 7 años de formación universitaria, al menos tres más de especialización y posiblemente dos o más años adicionales para formarse en una segunda especialización o subespecialidad. En todos los casos con dedicación exclusiva, sin opción de devengar nada durante ese tiempo e invirtiendo además del esfuerzo académico fuerza laboral real, y pagando matriculas semestrales de 9 millones de pesos, o incluso más. ¿Cuál es la diferencia entonces, señor Gaviria, que le permite con la conciencia tranquila recibir su cheque mensual pero le hace plantear como desproporcionado el de otros profesionales con igual y a veces mayor formación académica que usted? Le recuerdo también que nuestro ejercicio nos pone en riesgo de demandas por responsabilidad civil, todos nos equivocamos, con montos que pueden ir hasta los 1000 millones de pesos o más, lo cual pone en riesgo nuestro patrimonio y la seguridad económica de nuestras familias. Nuestros errores son caros, no sólo económicamente sino anímicamente, sentimentalmente. Pero claro, la única responsabilidad que implica su cargo es la responsabilidad política que usted, como buen político que es ahora, tampoco asumirá. Nuestro oficio además, señor Gaviria, es difícil, complicado, altamente técnico; remendar un corazón literalmente roto, poner una parte de un muerto a funcionar dentro de un vivo, ayudar con máquinas a que pulmones y corazón que ya no funcionan se recuperen, calmar el dolor, asistir la vida, consolar y acompañar en la muerte. Son esas tareas muy complicadas técnica y emocionalmente; eso no es como soplar y hacer botellas, señor Gaviria. Pero usted no entiende eso; usted no sabe de eso. Usted no puede entender por qué yo que estudié el mismo tiempo que usted y estoy a las 3 de la mañana preocupado por la vida de un desconocido y literalmente untado de sangre, vómito y mierda, merezco un salario al menos parecido al suyo y prefiere mejor tratarme de mafioso.

Respecto a esas mafias, señor Gaviria, el mismo estudio de Cendex que menciono previamente concluye que entre 1982 y 2012 los cupos para especialidades médicas en Colombia han aumentado 9 veces. ¿Dónde está la mafia que limita el acceso a la formación de especialistas, señor Gaviria? No pretendo desconocer que aún faltan especialistas en muchas ciudades del país, pero no me venga a decir que somos nosotros quienes determinamos esa faltante. Eso es irresponsable y temerario. Son muchos los factores que determinan esa carencia, entre ellas las cada vez peores condiciones laborales que no alientan al sacrificio necesario para alcanzar el título en algunas especialidades. A usted que le gustan las comparaciones con otros países, le recuerdo que la formación especializada en medicina es paga en casi todos los lugares con los que usted nos compara… y bien paga! Pero esa es una comparación que no le conviene mencionar. Prefiere decir que la solución está entregar esa formación como un elemento más del negocio a clínicas y hospitales. Propuesta no del todo descartable pero que requiere de análisis e implementación cuidadosos con participación académica amplia y de la verificación estricta de unos procesos médicos y pedagógicos que, a la luz de sus afirmaciones, usted desconoce completa y absolutamente. O, de nuevo, no le importan. Pero deberían importarle, señor Gaviria: usted se va a enfermar, o su familia, o alguien que quiere. No estoy deseándole nada malo, no está en mi naturaleza, pero así será. Y en ese momento usted que seguramente tiene recursos para cubrir costos de medicina privada, querrá de cualquier forma médicos, enfermeras y terapeutas académicamente bien formados, altamente capacitados y que hagan su trabajo a gusto y con tranquilidad. O tal vez no. Tal vez en ese momento haga uso de su pasaporte chileno y no tenga que preocuparse por las dificultades de acceso o la mala calidad que su gestión y la de Juan Manuel Santos le dejaron al sistema de salud colombiano.

Afirma usted, con el cinismo propio de los políticos, que ninguna reforma puede dejar contento a todo el mundo. Asumiendo que eso es cierto, ¿por qué optar por dejar contentos a los grupos económicos que se lucran del dinero de todos, en lugar de tratar de mejorar las condiciones de millones de colombianos que prestan y usan servicios de salud y que son, en un escenario ya hoy utópico, la verdadera razón de ser de los gobiernos en un Estado Social de Derecho? ¿Me lo puede explicar, señor Gaviria, a mí que no soy economista? Demuestra una absoluta entrega a los beneficiarios de ese negocio reformar un sistema de salud para dejar escrito que los dineros que todos ponemos para que el sistema funcione se conviertan, de buenas a primeras, en recursos privados de las empresas gestoras, como quiere que llamemos ahora a las EPS. Es descarado tratar de vendernos eso como bueno para el país. Ese dinero lo aportamos todos para adquisición de medicamentos, recursos tecnológicos y mano de obra calificada. No para enriquecer a sus amigos, señor Gaviria, por si tal vez no lo sabía. Pero no, usted refiere decir que la solución al problema de la salud en Colombia va mejor por el lado de no permitir el uso de tratamientos cuya efectividad no esté absolutamente comprobada, como si la economía fuera una ciencia exacta. Sería inútil, ya lo sé señor Gaviria, tratar de explicarle cómo funciona un cuerpo humano, cómo se dan los procesos de desarrollo de medicamentos y tecnología en medicina, cómo es imposible predecir el resultado de muchas intervenciones terapéuticas; se necesitan al menos unos 10 años de estudio para acercase un poco a dimensionar eso de que le hablo. Pero usted no tiene idea, evidentemente, de lo que le hablo; y lo entiendo, no tendría por qué. Lo que no entiendo es por qué no se asesora o se asesora tan mal, si es que en realidad (sigo sumido en mi profunda ingenuidad) su verdadera y única intención no es otra que hacer más ricos a unos cuantos ricos amigos suyos y del Presidente.

Habría, señor Gaviria, muchas más inquietudes que en cualquier caso el político que es usted ahora nunca resolverá. Por eso prefiero terminar apelando al académico que usted parecía ser pidiéndole, sugiriéndole o exigiéndole (en mi infinita ingenuidad no sé cuál de las tres palabras queda más ridícula frente a un político colombiano) que renuncie a su cargo como Ministro de Salud y le dé la oportunidad, si es que aún la hay, a alguien que libre de intereses particulares, con la formación adecuada, bien asesorado, con honestidad y valentía pueda tratar de sacar la salud de los colombianos de la olla podrida en la que otro economista, tal vez amigo suyo, nos tiene metidos desde hace ya 20 años. Usted no es buen Ministro de Salud, no será buen Ministro de Salud. Sea responsable y entiéndalo, por favor.

Quisiera decir que respetuosamente,

Un mafioso de la salud o un indignado barato, como prefiera llamarme.