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Pseudo-partido
Uribe Centro Democrático: el vehículo de un liderazgo caudillista, en una democracia maltrecha
Biografía política del ex presidente Uribe desde sus comienzos bajo la cuerda de un cacique liberal hasta el proyecto para volver al poder el año entrante. Un liderazgo que ha sido la expresión del personalismo extremo, la desinstitucionalización de los partidos, y la negación del pluralismo y de la democracia.
Javier Duque Daza / Martes 5 de noviembre de 2013
 

En una carta a los precandidatos de Uribe Centro Democrático, el ex comisionado de paz y ex director del Partido Social de Unidad Nacional, Luis Carlos Restrepo manifestó:

“Celebro la conformación de una fuerza política como el Centro Democrático, para dar expresión a miles de ciudadanos que acompañaron al presidente Uribe durante sus dos mandatos y siguen atentos a sus directrices. Espero que se pueda pasar de un liderazgo personal a una estructura partidaria sólida y moderna, con democracia interna, capaz de animar el cambio en las costumbres políticas que tanto anhelan los colombianos”

Expresaba el deseo de que el nuevo partido llegara a tener lo que su anterior organización –el Partido de la U- nunca tuvo: (a) superar el liderazgo personal; (b) construir una estructura partidaria, (c) funcionar con democracia interna, y (d) modificar las costumbres políticas de sus dirigentes y seguidores.

Por las características de esta agrupación, los estilos y concepciones de la política de su líder y los hábitos y actitudes de sus seguidores, las esperanzas del ex comisionado son infundadas. La nueva agrupación ha demostrado ser todo lo contrario, sus características son las de un pseudo-partido, una agrupación política fluida, una etiqueta que sirve de respaldo y de vehículo para las aspiraciones de su líder y de su círculo de allegados en procura de la recaptura del poder que ejercieron de forma muy discutible durante ocho años.

Antinomias del Uribe-Centro-democrático

En esta nueva agrupación confluyen políticos que pasaron por los partidos Liberal, Conservador, Equipo Colombia-Alas, ex militantes de izquierda y de otras agrupaciones. También tiene las simpatías de gremios, de poderosos empresarios, de prófugos de la justicia, de familiares de políticos condenados por vínculos con organizaciones criminales. Hay de todo.

No se trata de un partido pluralista, creado por agregación de sectores que convergen en torno a un proyecto de sociedad o por cercanía en sus postulados ideológicos. Es, por el contrario, una agrupación centrada en su líder que confía en su capacidad para movilizar y electores y en su relativa favorabilidad en las encuestas. Ofrece la redención a personajes controvertidos, la reconquista del poder perdido, el ascenso a nuevos aspirantes a políticos, a periodistas y columnistas que admiran y defienden al expresidente.

Pero la agrupación presenta cuatro rasgos que contrastan con los que suelen caracterizar a las democracias estables:

1. Liderazgo institucionalizado versus liderazgo personalizado. Durante toda su carrera política Álvaro Uribe ha sido un ejemplo de por qué la política colombiana es “la más personalista del mundo”. Inició su carrera dentro de una facción bajo el amparo de un cacique regional, del cual se separó al adquirir caudal electoral propio en asocio con su primo Mario Uribe (condenado por parapolítica). Tras más de veinte años de política regional, y acostumbrado a las auto-candidaturas dentro de un partido en declive progresivo, organizó su propia campaña a la gobernación y luego a la presidencia en disidencia pues, en la misma lógica, Horacio Serpa se le había adelantado. No supo esperar el turno ni se acogió a la invitación a que participara en la consulta para escoger candidato. Buscó otra vía, la de siempre: conseguir apoyos de todo tipo y de toda procedencia, se auto-candidatizó y se auto-proclamó como el salvador del país.

2. Un grupo de apoyo versus los partidos políticos. En una coyuntura crítica de violencia, Álvaro Uribe logró movilizar apoyos suficientes para ganar la presidencia sin contar con un partido de respaldo. Tras la etiqueta “Primero Colombia” se montó una organización electoral, económica y de propaganda que consiguió el apoyo de muchos pequeños partidos creados por congresistas en asocio con bandas criminales y de otros como el partido Conservador, que decidió renunciar a su vocación de poder delegando de facto su dirección en Uribe. Se sumó también un pedazo del Partido Liberal que se estaba desmoronando: dentro del pedazo iba Juan Manuel Santos.

En un país con fuerte crisis de liderazgos Liberal y Conservador, con dos generaciones de políticos en líos penales (la del proceso 8.000 y la de la parapolítica) y una población agobiada por la violencia y la desesperanza, calaron el mensaje de mano dura y la imagen de mesías.

El Partido Social de Unidad Nacional (precedido de algunos intentos como el de “Nuevo partido”) nació como otro partido artificial, surgido de la nada y por agregación informe de todo tipo de políticos. Recibió un nombre amoldable al nombre del líder que lo inspiró y que muy pronto se generalizó en los titulares de la prensa como “partido de la U”, el de Uribe.

Tres años después de las elecciones, y una vez truncados los deseos de seguir ejerciendo el poder tras bastidores, otro partido surge de la nada, vehículo de las aspiraciones del ex presidente y de su círculo de apoyos. En pocos meses fue mudando de nombre hasta que acabó por llamarse Uribe Centro Democrático. El partido de Uribe, nuevamente.

3. Monocentrismo versus pluralismo. Se hace lo que Uribe piense, diga, ordene. Justo por esto no hay organización partidista, ni jerarquía de dirigentes, ni reglas constitutivas. Todo gira en torno del ex presidente: creador de partidos, hacedor de candidatos; reformador de la Constitución cuando se necesite; defensor de prófugos y delincuentes; cabeza de lista al Senado; director de la “convención”; diseñador y distribuidor de lugares en las listas al Congreso. Hasta repartidor y acomodador de las bancas en la “Convención”.

Debido a este estilo que inspira, controla y supervisa todo, quedan tantas preguntas sobre las cosas oscuras durante su gobierno: las chuzadas, los falsos positivos, la persecución a los magistrados de la Corte Suprema, las visitas de paramilitares a la Casa de Nariño; las actividades ilegales y los vínculos con la mafia de sus jefes de seguridad; la compra del voto de congresistas para la reelección. Resulta difícil de creer que todo fue sin su consentimiento.

4. Autoritarismo versus democracia. Para este tipo de organización y liderazgos la participación, la autonomía, la deliberación, las decisiones colegiadas, son cosas menores que no hacen falta cuando se cuenta con un ser que es considerado (y él mismo se considera) un iluminado, un ser superior. Las decisiones recaen en él, único capaz de resolver sus “encrucijadas del alma” y de conducir a “la patria” y a todos los colombianos a la felicidad. Si no alcanzan cuatro años, que sean ocho, o mejor, doce, así sea a través de otro. Y si resulta “canalla y traidor” el elegido por el líder y pierden el poder, preparan el retorno y la recaptura al mejor estilo del PRI mexicano, a través del “dedazo”, y si encarcelan al elegido del elegido (como ocurrió con Andrés Felipe Arias), crea una convención, se inventan los convencionistas y elige otro.

Clones, títeres y muñecos de ventriloquia

Un rasgo central de los caudillos y neo-caudillos es impedir que quienes le rodean brillen con luz propia, porque el líder funciona como el Sol. Esto crea el problema de la sucesión. Porque somos mortales (muy a pesar del líder) y porque existen restricciones y normas que no logra cambiar (“por las incómodas constituciones”) los caudillos suelen acudir a un clon, a un títere o a un muñeco de ventriloquía.

· En el caso de Uribe el clon hubiera sido Andrés Felipe Arias, un político de 40 años, nacido en Medellín (como el original). Este conservador y ex ministro de Agricultura llegó a identificarse tanto con el presidente que los medios lo bautizaron “uribito”, apelativo que aceptó con gusto. El pre-candidato Arias declaró que “Uribe era su gran mentor político y sería la segunda generación de la seguridad democrática”. Tras perder la consulta interna del Partido Conservador fue destituido e inhabilitado por el Procurador por el escándalo de Agro Ingreso Seguro y acabó en la cárcel.

· Fracasado el clon se intentó con un títere. La designación de Juan Manuel Santos como candidato presidencial fue una decisión de Álvaro Uribe cuando la Corte declaró inexequible la convocatoria a un referendo que permitiría un tercer periodo. El propósito era gobernar imitando a Rafael Leonidas Trujillo, y el Joaquín Balaguer de la ocasión era Juan Manuel Santos, quien aceptó la candidatura y declaró que “no sería el reemplazo de Uribe, sino su sucesor”, que “reiteraba perenne lealtad e irrevocable decisión de defender su histórico legado en Colombia y ante el mundo”. A diferencia de Balaguer, Santos cambió de parecer y empezó a gobernar de forma autónoma, designó ministros que no eran del agrado de Uribe y tomó decisiones en vía opuesta. Fue declarado oficialmente canalla y traidor.

Se hace lo que Uribe piense, diga, ordene. Justo por esto no hay organización partidista, ni jerarquía de dirigentes, ni reglas constitutivas.

Resultaba difícil que alguien de la elite económica del país, sobrino de un expresidente y acostumbrado a hacer parte de los círculos del poder se prestara para ser el eco ampliado de un líder de provincia, vinculado con el campo, refractario a los cocteles y con un círculo de apoyos políticos dudoso. Uribe fue el medio para su ascenso al poder, primer cargo de elección cual al que accedía y al cual probablemente no hubiese llegado sin toda la maquinaria, el liderazgo y los votos que le proveyeron el presidente y sus aliados.

· Vuelve y juega. Acostumbrado a la política activa durante cuarenta años, tras el fracaso con Santos la nueva agrupación política de Uribe se propone recapturar el poder, para lo cual debe recurrir nuevamente a otra persona. Hubo cinco interesados: descartado uno por el temor a incurrir en doble militancia al ser senador por el Partido Conservador (Juan Carlos Vélez) y otro encarcelado por presuntos nexos con paramilitares (Luis Alfredo Ramos), los otros tres manifestaron su lealtad y disposición a ser el vehículo de la permanencia del legado del líder: Carlos Holmes Trujillo aseguró que la “traición del presidente Santos” es lo que “nos tiene reunidos”, pues se les dio la espalda a los más de nueve millones de personas que votaron porque el país siguiera el rumbo que se traía.”; Francisco Santos se declaró “intérprete de Uribe y sin problemas de ego”; Oscar Iván Zuluaga, el elegido, manifestó: “usted me ha trazado el camino, seré un buen alumno y nunca lo defraudaré”.

Están por verse los resultados. Después del clon y del supuesto títere viene el muñeco de ventrílocuo.

Democracia hechiza

Uno de los significados que le asigna la Real Academia de la Lengua a la palabra hechizo/hechiza es el de algo artificioso, postizo, contrahecho, falseado. Podemos aplicar el adjetivo (uno más) a la actual democracia colombiana y, en especial, a los aportes que Álvaro Uribe ha hecho a esta democracia.

Uribe es el mejor ejemplo del personalismo y del liderazgo anti-partidista, está en contra de las reglas, de la organización, de las jerarquías funcionales, de la delegación con autonomía, de la especialización de funciones. Todo está demás si puede ser suplido por el líder.

Durante su prolongado gobierno no hubo rendición de cuentas, ni a la sociedad, ni a un partido o dirigencia que pudiera velar por la correspondencia entre el proyecto y las acciones de gobierno. Los consejos comunitarios eran micro-acciones de refrendación, de fraccionalismo gubernamental y de campaña electoral permanente. Más que rendición de cuentas, pequeños escenarios de adulación, con recursos públicos.

Hay muchas razones para criticar a los partidos colombianos, pero la salida no es pregonar ni procurar su desaparición. Su papel de intermediación, de representación, de disponer de alternativas sigue siendo esencial para la democracia. La alternativa de líderes sin partidos nos deja en manos de personajes que, como Uribe, ejercen el poder de forma excluyente, autoritaria e impositiva.

Tomado de Razón Pública