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¿Qué pasa hoy en Venezuela?
Las manifestaciones convocadas, en especial por Leopoldo López, son una apuesta por unir al sector de la oposición en torno a las vías de hecho y a la idea de reeditar el experimento de un golpe de Estado, como el que sucedió en abril del 2002. En ningún caso se trata de un movimiento nacional o multitudinario, no porque la oposición no sea un sector de población importante en Venezuela, sino porque no todos los sectores de oposición se recogen en las protestas.
Andrés Felipe Parra Ayala / Domingo 16 de febrero de 2014
 

Los recientes hechos violentos en Venezuela han sorprendido a la opinión pública y han sido interpretados por los medios nacionales como un estallido social que se está gestando contra el gobierno. Sin embargo, una mirada al contexto venezolano de los últimos meses puede asegurar una perspectiva más holística de los acontecimientos.

Es perfectamente plausible entender las protestas que han surgido en Venezuela como una maniobra política interna del sector radical de la oposición. En meses atrás, con ocasión de las elecciones presidenciales de Venezuela, habíamos dicho que Capriles iba a tomar una vía institucional para hacer política a mediano plazo. Un discurso negativo y destructor hacia el gobierno sólo puede tener acogida en las clases medias altas y altas de la sociedad venezolana que ven en la palabra “Cubanización” la presencia del mismo demonio. De hecho, el éxito de la campaña de Capriles estuvo en apropiarse discursivamente de ciertos símbolos tradiciones y propuestas del chavismo, en disputar el papel de presidente post-Chávez junto con Maduro, que cayó infantilmente en el juego; no en tener el discurso clásico de oposición que confronta el socialismo y la revolución cubana.

Esta hipótesis se confirmó plenamente con las elecciones municipales en las que Capriles promovía un plebiscito acerca de la continuidad del gobierno cayendo en el clásico discurso de confrontación anti-comunista. Aunque la oposición ganó alcaldías en plazas importantes, en número de votos la diferencia fue casi de diez puntos por debajo del oficialismo. La razón es que un discurso agresivo contra el gobierno que diga que Venezuela se está transformando en Cuba o que el país va directo al abismo del comunismo sólo es aceptado con vehemencia por un sector minoritario de la sociedad. Esto lo entendieron algunos sectores del tradicional partido COPEI, que milita en la Mesa de la Unidad Democrática, cuando después de las elecciones de diciembre llamaron fuertemente la atención al propio Capriles abrazando la idea de un cambio en el discurso combativo por uno más conciliador para poder obtener votos de los sectores chavistas.

La actitud de Capriles cambió radicalmente después de las elecciones, hasta el punto de que fue a la reunión de gobernadores de oposición que Maduro convocó a comienzos de este año para discutir el problema de la inseguridad. Esta nueva actitud, en la que Capriles explícitamente acepta las vías institucionales y propone un diálogo nacional para afrontar los problemas del país, le ha costado permanentes peleas y rencillas con otro sector de la oposición, coordinado por María Corina Machado y Leopoldo López. En una entrevista en el canal privado Televen, de tendencia opositora, Capriles acepta entre risas que hay cuchillo entre los mismos sectores de la MUD haciendo una referencia a las peleas con Machado y López.

A partir de esta distancia con la vía institucional adoptada por Capriles, Machado y López comienzan un trabajo de agitación en el movimiento estudiantil de oposición venezolano, haciendo llamados a “articulación de métodos no pacíficos” y promoviendo “la salida del gobierno de Maduro”, aprovechando la inconformidad que suscitó entre estudiantes de la Universidad de los Andes en Táchira la detención de estudiantes por participar en disturbios y destrozos en las semanas pasadas. La razón de López para hacer todo esto es más que obvia: se trata de mostrar que sus vías directas y de hecho son más efectivas que la opción institucional y conciliadora mostrada por Capriles en las últimas semanas.

La distancia entre ambos sectores se selló cuando durante los disturbios y después de ellos Capriles mostró su rechazo a las manifestaciones diciendo a los estudiantes que “no se dejen dirigir por sus extremos”, es decir, por López y Machado.

En este sentido, lo primero que hay que decir de las protestas venezolanas es que han sido sobredimensionadas por los medios. Primero, robaron una imagen de una multitudinaria procesión de la Virgen en el Táchira para hacer creer a la opinión pública internacional que se trataba de una marcha concurrida. Robaron también imágenes de represión en Chile, de marchas antiguas en Venezuela e incluso pusieron fotos de heridos chavistas en la red social Twitter para denunciar la represión del gobierno. Los medios de comunicación, nacionales e internacionales, han sido víctimas de la inmediatez y de la rapidez del twitter y han publicado fotos falsas, lo cual antes que culpar a los medios de malintencionados debe abrir el debate sobre la inmediatez y el tipo de información que necesita una democracia. En segundo lugar, se trata de una marcha que no apoya toda la oposición en su totalidad.

Antes que nada, las manifestaciones convocadas, en especial por Leopoldo López, son una apuesta por unir al sector de la oposición en torno a las vías de hecho y a la idea de reeditar el experimento de un golpe de Estado, como el que sucedió en abril del 2002. En ningún caso se trata de un movimiento nacional o multitudinario, no porque la oposición no sea un sector de población importante en Venezuela, sino porque no todos los sectores de oposición se recogen en las protestas. Los medios han confundido el deseo de Leopoldo López con la realidad venezolana.

Sin embargo, si las protestas no se deben sobredimensionar tampoco se deben ignorar. Quizá se trata del último cartucho de la vida política de Leopoldo López que por sus declaraciones irresponsables dio la oportunidad perfecta para que la justicia venezolana le impute cargos de incitación a delinquir, destrucción de propiedad pública, incendios en edificios públicos, etc. Después de este episodio es muy posible que López termine exiliado en Miami o en nuestro país, como se rumora y, al mismo tiempo, ha sido desmentido por algunos miembros de la cúpula de Voluntad Popular. Por esta razón, por ser su último cartucho, es que López tratará de dirigir a quienes participan en los disturbios a ir hasta las últimas consecuencias para poder sacar la mejor tajada. El mejor escenario es un derrocamiento del gobierno de Maduro, lo cual es poco probable, pues ni siquiera toda la oposición lo apoya. Lo que sí puede pasar es que la confusión y los sesgos de los medios internacionales y nacionales de Venezuela ayuden a formar la idea en la opinión pública de que estamos frente a un gobierno monstruoso que asesina manifestantes. Todo ello puede justificar una intervención contra Venezuela en el mediano o largo plazo si se dan las condiciones.

En este último aspecto parece que el último cartucho de López ha sido bien utilizado. Algunos titulares de prensa hablan de “tres opositores muertos” en la marcha. Ha circulado también un video en internet en donde Bassil Dacosta, que es un estudiante opositor, cae asesinado, del cual es muy difícil dudar de su autenticidad, contrario a lo que sucede con las fotos.

Al respecto, debemos tener una mirada más amplía que permite contextualizar mejor los hechos y prevenir juicios apresurados como los que hace tanto la oposición como el chavismo. No se trata de una mirada neutral ni objetiva, sino de una interpretación que propone una forma de entender los acontecimientos. En primer lugar, no es cierto que haya tres opositores muertos en la marcha. Hay un chavista asesinado, quien era un reconocido líder del barrio 23 de enero en Caracas, llamado Juan Montoya, amigo personal del presidente Maduro. Al parecer, según el informe de balística, el chavista pudo haber sido asesinado con la misma arma que Bassil Dacosta. Un segundo joven fue asesinado en las horas de la noche, después de que los disturbios habían disminuido en la zona oriental de Chacao por motociclistas, también en Caracas.

En segundo lugar, hay un antecedente de crucial importancia que debe tenerse en cuenta para mirar los hechos actuales. Se trata del golpe de Estado en abril del 2002, en donde hubo alrededor de 19 muertos repartidos entre chavistas y opositores. El 11 de abril de ese año, en el marco del paro patronal, la oposición convocó a una marcha que tenía como destino la sede de PDVSA en el oriente de la capital venezolana. El mismo día estaba programada una concentración chavista en los alrededores del palacio presidencial de Miraflores como forma de apoyo al gobierno. Las marchas estaban planificadas y permitidas a una distancia de al menos 11 kilómetros para evitar cualquier confrontación, pero los dirigentes opositores decidieron alrededor del mediodía dirigir a los manifestantes hacia Miraflores, en donde estaba la concentración chavista. Cuando las marchas estaban a punto de encontrarse, unidades blindadas de la Policía Metropolitana de Caracas comenzaron a disparar a los manifestantes chavistas concentrados cerca de Miraflores. Cayeron tres manifestantes y los medios privados venezolanos interpretaban las muertes como desmayos por el calor. Luego francotiradores atacaron la concentración de la oposición y hay imágenes que prueban también la participación de la policía metropolitana que, dado que Venezuela es un país federal, no depende del gobierno central. Finalmente, después de las 4 pm del día 11 de abril, los francotiradores ubicados en los edificios laterales al “puente Llaguno” arremetieron de nuevo contra los manifestantes chavistas.

Es fácil darse cuenta que el haber disparado a ambas manifestaciones buscaba generar caos y confusión para aumentar el nivel de la confrontación entre las dos marchas. Todo el escenario del 11 de abril se complica aún más si tenemos en cuenta el testimonio de Otto Neustald, quien fue corresponsal de CNN en Caracas en la fecha del golpe de Estado. Neustald asegura que los militares golpistas, antes de dar la declaración en donde llamaban a la insurrección de las fuerzas armadas y policiales, ensayaron en tempranas horas de la tarde un guion en el que aseguran que hay varios muertos a manos de francotiradores en las manifestaciones. Aunque Neustald es ambiguo en su testimonio y asegura que el gobierno venezolano lo utilizó políticamente, admite que él estuvo reunido con los militares dos horas antes de que comenzara la alocución de Chávez (3:45, pues Chávez comienza su alocución diciendo que “falta, según mi reloj, un cuarto para las cuatro”), es decir, a la 1:45 pm. El primer muerto por francotirador se registra después de las 3:30 pm, según la hora de un transeúnte que recoge el cadáver y es grabado por una cámara, que recoge el documental “Puente Llaguno: claves de una Masacre1”. Aunque el periodista no culpa a los militares insurrectos de las muertes del 11 de abril, y mantiene su postura opositora de culpar al gobierno porque era responsable de impedir el golpe de Estado (…), la pregunta de por qué los militares insurrectos sabían que iban a existir muertos y el modo en que iban a ser asesinados, sigue quedando sobre la mesa. También asegura –y de esto no se arrepiente en una rueda de prensa posterior que ofrece denunciando al gobierno venezolano- que el día 10 en la noche le avisaron los hechos del golpe de Estado con antelación y le solicitaron cubrir la noticia. Así se expresó el periodista:

“El día 10 en la noche me llaman por teléfono y me dicen Otto, mañana 11 viene un video de Chávez, la marcha se va hacia el palacio de Miraflores, va a haber unos muertos y aparecen 20 militares de alto rango pronunciándose en contra del gobierno de Chávez y pidiéndole la renuncia al presidente. Esto me lo dicen el día 10 en la noche".

El día 11 de abril, el periódico El Nacional saca una edición especial en donde reluce el titular “la batalla final será en Miraflores” cuando apenas la marcha opositora estaba en curso hacia el centro de la ciudad. Parece que los militares golpistas y cierta prensa privada conocían de antemano los hechos. Al menos, lo de los militares no es descabellado pensarlo, pues si iban a declarar la insurrección debían tener a su mando unidades militares y policiales dispuestas a arremeter contra ambas manifestaciones para crear el caos; por lo menos dispuestas a desobedecer las órdenes el gobierno central.

Algunos periodistas afines con el proceso revolucionario en Venezuela han declarado que lo que está aconteciendo en estos días no es otra cosa que el mismo guion de abril del 2002. La coincidencia con ciertos hechos del 2002 hace pensar que esa idea es cierta, sin embargo es un juicio apresurado. Hay coincidencias pues el escenario es el encuentro de dos marchas, de oposición y de gobierno, que celebran el “día de la juventud”. Otra coincidencia es que hay muertos de ambos bandos. Sin embargo, decir que se trata del mismo guión es apresurado porque no cabe esperar un golpe de Estado en lo inmediato. Hay similitudes en que el gobierno venezolano ha tenido siempre problemas en controlar a la policía y en este aspecto las relaciones con el cuerpo policial no son las mejores. No es casual, entonces, que hayan sido unidades de la policía las que dispararon contra manifestantes de ambos bandos en el 2002.

En el video que registra la muerte de Bassil Dacosta2 con dos cámaras sincronizadas se muestra a unidades enchaquetadas de negro, con cascos negros, de las cuales es difícil reconocer su pertenencia, que disparan contra los manifestantes que corren. Estas unidades recuerdan los motorizados que en las manifestaciones opositoras del 15 de abril fueron a barrios chavistas en el Estado Miranda (a cargo de Capriles) y asesinaron al carpintero, militante del PSUV, José Luis Ponce y a Johny Pacheco, además de otros 11 muertos, entre quienes se encontraba una niña de 12 años que celebraba junto a su familia la victoria de Maduro y fue atropellada y espichada –junto a dos personas- por una camioneta de procedencia desconocida, en Maracaibo. En esa época se denunció que la policía de Miranda no atendió a las llamadas telefónicas que denunciaban la presencia de motociclistas armados.

Un testigo in situ de la marcha del 12 de febrero asegura que no pudo reconocer si quienes disparaban y asesinaron a Dacosta eran policías, militares o miembros del servicio de inteligencia bolivariano. La culpa de las muertes, según la oposición, debe atribuírsele a los militares, al servicio de inteligencia o a los chavistas civiles que van armados. Cada opositor tiene su propia versión por lo que es difícil asegurar a través de las imágenes existentes el culpable del asesinato. Por otra parte, la composición de las bandas que cometieron los asesinatos a chavistas el 15 de abril, es inexacta e indeterminada por lo que culpar a “las bandas”, como lo hacen los chavistas, sin saber quiénes son en concreto es lo mismo que no decir nada. Aunque los chavistas dicen que se trata de bandas fascistas (lo cual es cierto), es algo demasiado obvio y por ello es insuficiente pues no ayuda a esclarecer su procedencia, financiación, estructuras, etc. En ningún caso hay un culpable concreto e identificado.

Si los culpables son unidades militares o policiales desobedientes, tal y como parece haber sucedido en abril del 2002 donde quienes dispararon estaban a cargo de altos cargos militares y policiales golpistas, no se debe expugnar al gobierno venezolano de toda culpa. La opinión chavista dominante que culpa a Leopoldo López, gracias a sus declaraciones que incitan irresponsablemente a la violencia, aunque sea comprensible y tenga sustento en los antecedentes en el golpe del 2002, no es la mejor forma de afrontar el problema. Incluso si el escenario es, como el mismo Maduro lo denunció, el de un golpe de Estado en germen en una tendencia a mediano plazo, el gobierno debe investigar a sus propias unidades y hacer las sanciones pertinentes, ya que los Estados son también culpables por omisión. Aunque el ministerio público venezolano ya inició las investigaciones y dice tener indicios para identificar a algunos sujetos armados durante las protestas y a algunos motociclistas que dispararon en horas de la tarde y la noche, la opinión chavista debe tener la altura de no conformarse con una aprehensión a López que, por ahora, parece inminente. Todo ello debe tenerse en cuenta si se es consciente del escenario de inseguridad que padece Venezuela en donde se han evidenciado alianzas entre bandas criminales que se dedican a la delincuencia ordinaria y algunos sectores de la policía.

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1http://www.youtube.com/watch?v=fkrAI72ct-I
2http://www.youtube.com/watch?v=NL_0SqXkEG8