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¡Con la paz! ¡Con Aída! ¡Con la UP!
Gabriel Becerra Y. / Jueves 20 de febrero de 2014
 
Foto: Agencia Prensa Rural 10 años via photopin cc

El momento político constata mediante múltiples evidencias la precariedad del poder dominante para garantizar su continuidad y hegemonía a pesar del irracional y abusivo uso del poder económico, mediático y político que detenta. Ni Santos ni ninguna otra fracción de la derecha puede darse por reelegida en las actuales circunstancias. La disputa depende de diversos factores y la presencia social y política de la izquierda será decisiva si sabe articularse y no cede a las tentaciones de renunciar a dar la batalla en todos los campos en un momento crucial de la vida nacional.

Para la inmensa mayoría del pueblo los resultados de la economía no se reflejan en el mejoramiento de sus condiciones reales de vida. Se continúa bajo un modelo exclusivamente de beneficio a las élites. La persecución y las limitaciones a las libertades ciudadanas por vías legales o extralegales continúan siendo el pan de cada día. Abiertamente, sectores militares y civiles de extrema derecha hacen valer su poder para alimentar el miedo, oponerse a cualquier concesión que les imponga la lucha democrática y, en particular, hacer fracasar los anuncios parciales del proceso de diálogo en La Habana y cualquier otra posibilidad con las demás fuerzas insurgentes.

El objetivo de fondo continúa siendo el mismo: sabotear por cualquier vía las posibilidades de solución política a la guerra. Un acuerdo de paz sería un hecho histórico que haría imparables cambios democráticos represados en la vida nacional. La extrema derecha es consciente de que sabotear la paz también es sabotear la posibilidad de cambios democráticos que afectan el statu quo.

No es gratuito que la judicialización, la criminalización de la protesta social y las amenazas de los últimos días se concentren en las organizaciones y los dirigentes principales que encabezan la oposición callejera y la denuncia política a favor de una paz democrática. Entre ellas, es evidente la agresión a Marcha Patriótica, a la Unión Patriótica, al PCC y a las organizaciones defensoras de derechos humanos.

Hay que actuar con el criterio de que la indignación y el descontento creciente pueden encontrar cauces alternativos que sean más eficaces en un proceso de lucha política que se encuentra en pleno desenlace. Luchas populares, respaldo al proceso de paz y candidaturas alternativas son compatibles, además de necesarias.

Para las elecciones parlamentarias y en la primera vuelta presidencial existen liderazgos populares lo suficientemente probados por los cuales votar. La UP no es parte de la política tradicional y representa un ideario de cambio y lucha por la paz y la apertura democrática que hoy es más vigente que nunca.

Su apuesta se encuentra comprometida con una orientación de reencuentro y reagrupamiento de un nuevo sujeto político que se propone avanzar hacia un frente amplio por la paz, la democracia y la soberanía, con un programa de nuevo gobierno democrático que hoy se construye también desde las movilizaciones, las cumbres agrarias y populares, y la lucha por la democracia en contra de la revocatoria en la capital de la república.

Aída Avella y los candidatos campesinos, obreros y juveniles en varios departamentos del país y en el exterior, así como Carlos Lozano, #38 en la lista por la paz presentada bajo la personería de la Alianza Verde, son la voz de los sin voz en los debates políticos electorales expresando la exigencia de millones de colombianos por un nuevo poder constituyente. Abstenerse o votar en blanco es equivocado en estos momentos, además, puede llegar a ser funcional a los intentos reeleccionistas que apuestan a fraccionar aun más el campo alternativo. La izquierda sí tiene opción: Vamos con la paz, con Aída y con la UP.