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Entrevista a Javier Rivera y Euclides Narváez (ASOPECAM, Colombia)
Agroecología y Comercio Justo: dos propuestas políticas, un único camino hacia la autonomía…
Javier Rivera, pequeño productor campesino, es una de las caras más visibles de la Asociación de Pequeños Caficultores del Corregimiento de La Marina (Tuluá, Valle del Cauca, Colombia). A finales de enero de 2014 tuvimos la oportunidad de dialogar con él y Euclides sobre la experiencia de ASOPECAM y la apuesta por la agroecología y el comercio justo.
Marco Coscione / Jueves 13 de marzo de 2014
 

Javier, para empezar háblanos un poco de ti…

Javier: «Quiero empezar contándote que parte de mi vida la viví en la ciudad, pero después me di cuenta de lo importante que es vivir en el campo y tener la oportunidad de construir autonomía alimentaria. Esa construcción solo resulta si podemos cultivar la tierra y producir lo que consumimos. Con mi esposa y mis tres hijos vivimos en la finca, se llama Pie de Monte, a 1450 metros de altura. Ahí producimos café, plátano, banano, yuca, frutas, hortalizas, tratando de garantizar una buena dieta alimentaria con lo que nosotros mismos consumimos. Desde el 2004 soy miembro de ASOPECAM… yo cultivaba lulo (naranjilla), en mi finca y arrendando otros lotes, de manera totalmente convencional, aplicando muchos agrotóxicos. Pero acepté el desafío de la agroecología sobre todo porque la experiencia personal me estaba indicando el camino. Si bien en aquel momento para esa fruta recibíamos un buen precio y nos permitía sacar buenos ingresos, la salud se fue deteriorando poco a poco… al final casi pasaba más tiempo donde el médico que trabajando. Eso me hizo abrir los ojos y a la fuerza tomé conciencia de lo que estaba causando mi manera de cultivar. De haber seguido de esa manera, a lo mejor no estaría aquí hoy.

Entonces decidí dejar totalmente la agricultura convencional y me acerqué a ASOPECAM, asociación fundada en 1993, pero constituida legalmente en 1996. Naturalmente fui bien recibido y, por tanto, empecé el proceso de transición hacia la agroecología. Yo dejé los químicos de una vez y poco a poco iba asimilando tanto la filosofía como los principios de la agroecología. En el momento en el cual dejé todos los venenos la finca tuvo una caída muy fuerte, drástica… pero los suelos ya no aguantaban más, estaban demasiados saturados de aplicaciones de herbicidas, fungicidas, nematicidas, todos los “cidas” posibles. El problema es que los químicos son como las drogas; en cuanto las dejas, caes en un túnel que parece sin fin, pero cuando te recuperas se nota la diferencia. Y así fue también para mi tierra: ha sido un proceso lento pero ya vemos los resultados de aquella decisión».

Un camino personal entonces se vio poco a poco reflejado también a través de un camino al interior de la asociación. Fue un importante momento de cambio…

Javier: «Sí, de hecho, al entrar en la asociación me involucré fuertemente y solo un año después ya tenía un cargo en la junta directiva. Fui durante 3 periodos Presidente y Representante legal de ASOPECAM y bueno, como las actividades tanto productivas como sociales de la asociación se han ido complejizando, pues a muchos les da temor asumir cargos directivos, ni hablar del cargo de Presidente y Representante. Por ese motivo, al terminar el tercer periodo tomamos la decisión de separar los dos cargos, de manera que otro productor pudiera cubrir uno de los dos y para el futuro favorecer la rotación de cargos. Así que actualmente llevo un año solo como representante legal y quizás en un año más también salga de la representación para volver a dedicarme mucho más a mis labores de campo. De todas maneras, los conocimientos que uno va adquiriendo trabajando directamente en la asociación siempre estarán a disposición de los socios. Un proceso de una organización como la nuestra no es para que todo lo lleven unas pocas personas.

Los estatutos de la Asociación permiten que cualquier productor de la zona que produzca un mínimo de 30 arrobas (750 libras) de café al año pueda asociarse, con la intención de transitar hacia la agroecología. En el momento en el cual entra a la asociación tiene que dejar todos los insumos externos de síntesis químicas y, poco a poco, aprender y poner en práctica los principios de la propuesta agroecológica. Porque finalmente agroecología no significa solamente dejar los químicos: hay que recuperar los suelos y desarrollar varias labores agrícolas naturales muy importantes y muy efectivas. En ASOPECAM ya hemos demostrado que la propuesta agroecológica es viable tanto ambientalmente como económicamente».

Euclides es otro productor socio de ASOPECAM. Llegó al Valle en los años ’70, ahora tiene tres hijos, uno de ellos vive con su esposa y las dos hijas en la misma finca. Euclides hace 11 años entró en la asociación y, como dice él, la familia “lo ha tomado en serio con la agroecología”.

Euclides: «La agroecología es el pasado y al mismo tiempo el futuro. De hecho, nos refresca la memoria de todo lo ancestral, de toda esa producción natural que teníamos anteriormente y que nos daba excelentes resultados: suelos ricos, buenas aguas, animales alimentados con la misma producción de la finca y muchos frutos. Sin embargo, después llegó el “paquete Revolución Verde” y nos dicen que el monocultivo va a ser un boom que nos enriquecerá a todos, rompiendo con una cultura muy sana en la cual se reflejaba también mucha más solidaridad en las comunidades. La Revolución Verde empieza a individualizarnos a todos, empujándonos a actuar para nosotros mismos acabando con las mingas, con los intercambios, con la unión, con una situación en la cual teníamos todo sin tener plata, y era mucho mejor».

Sabemos que muchos movimientos campesinos a nivel internacional le apuestan fuertemente a la Agroecología. La Vía Campesina por ejemplo, el movimiento campesino más grande del mundo, la toma como una de sus banderas de lucha, junto con la Soberanía Alimentaria. ¿Por qué agroecología?

Javier: «Para el Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe (MAELA), del cual somos parte y asumimos uno de los cargos de coordinación para la región andina, también es la bandera de lucha. Al interior del movimiento se asume la agroecología como algo integral, no solamente ligada a la producción sino también con aspectos sociales y culturales como pueden ser la equidad de género, el relevo generacional, la inclusión, la economía solidaria y también con los procesos formativos. Formación para producir pero también para incidir políticamente en los procesos normativos y económicos. ¿Por qué agroecología? Porque es sinónimo de autonomía y sinónimo de vivir bien o buen vivir (Sumak Kawsay), un concepto muy andino que representa una opción de vida. La riqueza, desde la visión de la agroecología, no es el “tener” o “ser dueños de cosas y objetos”, sino poder vivir bien a través del acceso a una buena alimentación, a una buena educación que respeta los derechos de los campesinos, de nuestras comunidades, que respeta la cultura y que ve el progreso como un proceso endógeno y sostenible no como algo que se nos impone desde afuera, como lo estamos viendo ahora con las propuestas arrolladoras del modernismo tecnológico ilusorio y que, finalmente, te genera total dependencia».

Euclides: «Totalmente de acuerdo. La dependencia se vive mucho en el campo, un campo empobrecido. Siempre hago el ejemplo de las vacas. Las vacas antes comían de todo en las fincas, no solo pasto, sino una cantidad de variedades vegetales que les permitía desarrollar las necesarias defensas para el organismo. Ahora, en las grandes extensiones de ganado las vacas comen puro pasto, se enferman más y requieren medicamentos. Los mismos que nos pasa a los seres humanos si nos nutrimos mal.

También estoy de acuerdo con Javier cuando dice que la agroecología no es solamente producción sino incluye muchas más dinámicas, el relevo generacional por ejemplo. Mi hijo ya aprendió mucho de agroecología y estamos trabajando juntos en la finca. Él tiene 34 años. La agroecología es algo muy extenso, así como la comercialización. Para responder a todos los desafíos de ASOPECAM y las comunidades es esencial que nuestros hijos se involucren en todo el proceso productivo y de comercialización, porque hoy hay cada vez menos personas trabajando en el campo».

La agroecología entonces como propuesta política, no partidaria, o sea como construcción de otra posibilidad de vivir la sociedad…

Javier: «Así es, porque finalmente la agroecología es recuperar todo lo que hemos perdido. Hace 60 años nuestros abuelos vivían muy bien y las familias eran más numerosas que ahora. La finca daba para que todos viviéramos bien. La diversificación te permitía consumir de todo sanamente, el café era solo un producto más de los que cultivábamos, pero no era lo principal. Luego llegó la propuesta de la Federación Nacional de Cafeteros que de alguna manera nos impone la idea del café como monocultivo y de las grandes oportunidades que íbamos a tener con ello. La penetración de política cafetera coincide con los años de la llamada “Revolución Verde”, cuyas consecuencias negativas estamos viviendo todos hace varios años.

La idea de la Federación era que el café estaba tan bien posicionado en los mercados internacionales que daba para todo, que ya no hacía falta dedicarse a otros cultivos porque con los ingresos del café podíamos adquirir el resto. La consigna era algo así como: solo café hasta en el patio de la casa. Y acabó con la soberanía alimentaria que teníamos, acabó con la diversificación, incluso con los guamos que siempre hemos tenido en estas tierras y que tanto abono natural nos proporcionaban. Con la ruptura del ecosistema diversificado, provocada por el monocultivo del café, se propagaron muchas enfermedades… pasada la bonanza, llegó el hambre, llegaron las dificultades.

Desgraciadamente nosotros somos de poca memoria, se nos olvidan las cosas, se nos olvidó que antes lo teníamos todo en la finca: buenas aguas y suelos fértiles que se fueron perdiendo por los malos manejos que nosotros mismos aplicamos a la tierra. La propuesta de ASOPECAM es por tanto recuperar esa finca tradicional, es finca biodiversa y mantener la lucha por conservar la cultura campesina, sus conocimientos y saberes locales que a veces, desde la academia, parece que no valen o no son importantes».

Euclides: «Ya está claro que la “Revolución Verde” no fue lo que prometía, ha dejado el campo más pobre que antes. Lo ves en el mercado, donde se acabó la venta de muchos productos que antes enriquecían nuestras dietas y que ahora se llena de productos importados. Si tú ahora quieres vender frijol, por ejemplo, aquí en el mercado te dicen que están llenos, porque estamos invadidos de productos que vienen de otras partes».

¿De qué manera llevan a cabo ese proceso de recuperación de la cultura campesina y de formación en agroecología?

Javier: «Nosotros tenemos aquí en el Valle una Escuela Campesina de Agroecología (ECA); muchas veces este tipo de propuesta se cae por falta de animadores, pero desde ASOPECAM la estamos empujando mucho. Nació en la vereda Alaska del municipio de Buga, zona muy violentada por los diferentes actores del conflicto armado, gracias al acompañamiento del antropólogo Guillermo Castaño, quien todavía nos apoya en el proceso de formación. Es un sabio de la agroecología en Colombia y luchador por los derechos humanos de nuestros pueblos; está dando su vida por las comunidades campesinas y para recuperar sus saberes y culturas. Fue gracias a él que, en esta zona, se empieza a trabajar con los campesinos sobre los conceptos y las prácticas de soberanía: en la alimentación, en la producción, etc.

En este proceso de formación de la escuela nacen nuevos “oficios”. Tenemos el “aguador”, encargado o encargada del agua: por ejemplo, cuida que los nacimientos estén reforestados, que las cañadas estén protegidas y, en general, que las familias puedan tener acceso a una buena calidad de agua. Pero al mismo tiempo, es la persona encargada de estudiar toda la normatividad sobre el agua, sobre todo desde que el agua se convirtió en otro producto más del mercado, en un negocio. Y nosotros luchamos para que sea un bien común. Después está el “pacho” o la “pacha”, que tiene la relación directa con la tierra, con la “pacha mama”, y es la persona encargada de garantizar que en el grupo de familias que participan en la escuela se desarrollen prácticas agroecológicas, se recuperen los suelos, haya buenas coberturas, se trabaje de manera preventiva el tema de la erosión, se preparen los abonos naturales y los biopreparados. Otro oficio muy importante es el del “custodio de semillas”, encargado de traer y llevar semillas para los intercambios, que organiza trueques de productos y, además, que tiene que estudiar las normativas relativas a las semillas en el país. El “chabarí” es como el parcero, el amigo, el que integra a la gente para que se consolide el grupo; se encarga, por ejemplo, de que nunca falte la comida en los días de encuentro de la escuela: a la olla comunitaria todos contribuimos, pero el chabarí es quien lo coordina. Después tenemos al “duende”, otro personaje mitológico y muy importante porque es quien recoge la historia y la cultura de la comunidad. Si la historia convencional nos enseña que son los hechos bélicos y los héroes que hacen historia, pues aquí no: aquí hablamos de los campesinos que lucharon y siguen haciéndolo en la construcción de una cultura popular que le dé continuidad a lo tradicional de nuestras comunidades. Para eso tenemos que buscar a los más viejos y rescatar sus historias, sus vivencias, sus relatos. Son verdaderas bibliotecas andantes; si uno de nuestros viejos se muere y nadie logró rescatar y sistematizar su vida, pues es una gran falta para nosotros los campesinos. Al duende le toca esta gran tarea: rescatar la historia de nuestro territorio y sus pobladores. Si no conocemos nuestra historia seguiremos repitiendo los mismos errores. También está el “curioso”, una persona muy inquieta que tiene que investigar, analizar, hacer experimentos y lanzar propuestas para mejorar la producción y, por ejemplo ahora, para adaptarla a un clima tan cambiante. Finalmente el “yerbatero” que es la persona que conoce los métodos de curación tradicional a través de las hierbas y otros recursos que encontramos en nuestras tierras.

Alrededor de estos encuentros itinerantes en las fincas de los productores o en la sede de la Asociación reunimos a los integrantes de la escuela. La finca se vuelve un espacio de formación, donde aprendemos en comunión. Hacer estos encuentros de manera itinerante, además, nos permite llegar a los diferentes pisos térmicos que tenemos en esta zona, y así entender las diferentes características y necesidades. Varios facilitadores o técnicos nos apoyan voluntariamente desde otros espacios, porque también es importante recibir inputs externos. Las universidades, por otro lado, aún se sienten bastantes celosas de estos procesos de formación y no se integran o no lo integran. A pesar de ello, nosotros reconocemos con un certificado firmado por las organizaciones campesinas el esfuerzo de nuestros agricultores, porque para ellos es importante en su proceso de empoderamiento y mejoramiento constante».

Euclides: «“A ustedes les quitaron la fábrica del abono, los guamos”, nos dijo una vez uno de los invitados a nuestras escuelas de formación; es verdad, con el monocultivo y la tala de árboles perdimos muchas cosas. Lo primero que necesitamos es cambiar la mentalidad, tenemos que volver a creer que con la naturaleza y su diversidad sí se pueden hacer cosas buenas, sin necesidad de envenenarnos y meternos en círculos de dependencia. Porque finalmente tenemos que preguntarnos algo: ¿para quién estamos trabajando? ¿Para los que fabrican todos esos tipos de productos e insumos externos? ¿O para nuestras familias y comunidades? El apoyo de ASOPECAM en todo este cambio de mentalidad fue muy importante; pero para mí, sobre todo, lo fue el poder entrar en los circuitos del comercio justo».

¿Cómo empieza el trabajo de ASOPECAM en comercio justo?

Javier: «En 1993, miembros de la cooperativa de caficultores Caficentro y del Comité de Caficultores del departamento llegaron a La Marina con la propuesta de Max Havelaar de Holanda, con la intención de formar a un nuevo grupo para integrarlo a los circuitos del comercio justo. Aquí en La Marina se formará el grupo inicial que, después de ese acercamiento, se constituirá formalmente ASOPECAM en 1996; un año después, en 1997 se firmó el convenio con Max Havelaar Holanda. Sin embargo, al comienzo la asociación es dirigida por personas del Comité de Cafeteros y directivos de Caficentro, que ejecutan decisiones tomadas fuera de la asociación».

Hay que decir que el concepto y las prácticas de comercio justo certificado Fairtrade llegan a Colombia de la mano de los directivos de Expocafé, la empresa exportadora que comercializa a nivel mundial el café de las cooperativas de caficultores de Colombia.

Javier: «Cuando yo entré en 2004, ya se estaba dando un proceso de resistencia y búsqueda de autonomía al interior de los miembros de la asociación. Los productores queríamos incidir en las políticas de ASOPECAM y ser los legítimos protagonistas de nuestra asociación, a pesar de que los dirigentes de Caficentro subestimaban la preparación y la visión común de los productores. La pelea se dio, fue dura, pero los productores decidimos emprender un camino autónomo, conscientes de que esto significaría la ruptura con la Federación Nacional de Cafeteros. En ese momento nos acercamos al Instituto Mayor Campesino de Buga: recibimos una primera asesoría muy respetuosa, entregándonos herramientas y conocimientos para que nosotros mismos protagonizáramos el proceso de ASOPECAM. Sin embargo, en la parte comercial tuvimos muchas dificultades. Nunca tuvimos acceso directo a los clientes de comercio justo; era un problema que todas las organizaciones de productores teníamos. En este momento, desde el Sur del país, desde el Cauca, ya se concretizó la posibilidad de construir un camino más autónomo».

Para lidiar con estos problemas y construir procesos más independientes nació en el Cauca la exportadora EXPOCOSURCA, como parte de la cooperativa de segundo grado COSURCA que actualmente representa a 1300 familias campesinas agrupadas en 12 asociaciones de primer grado. 1150 cultivadoras de café y el resto productoras de frutas.

Javier: «Para este año, 2014, tenemos la intención de empezar una exportación hacia los Estados Unidos de café Tinamú, la marca de ASOPECAM, a través de COSURCA. Así que esperamos poder abrir un canal de comercialización más directo. Nos hemos ganado la confianza y el respeto tanto de los actores nacionales, como de los actores internacionales, gracias a la lucha que hemos librado y a las relaciones internacionales directas que logramos construir a través de MAELA y de los socios de comercio justo. Por eso es importante que cada vez más productores en comercio justo tomen conciencia, se formen y entiendan que pueden representarse a sí mismos, sin que otros les represente».

¿Cómo va actualmente la producción de café en ASOPECAM?

Javier: «Pues mira, durante tres años (2009-2011), por el proceso de renovación de cafetales que llevamos a cabo y por la enfermedad de la roya que nos golpeó duramente, no pudimos exportar café: de los 70 mil Kg de producción en los cuales estábamos, en 2012 bajamos hasta 6.800 Kg. Sin embargo, para el 2013 ya recuperamos algo y produjimos hasta 18 mil Kg y para el 2014 esperamos llegar a los 30-35 mil, o sea que la renovación y las labores agroecológicas que aplicamos, así como la diversificación en calidades de cafés sembrados, nos permiten retomar paulatinamente la producción y la exportación. A pesar de estas dificultades, seguimos manteniendo la certificación de comercio justo porque entendemos la importancia que eso significa para nosotros. Acudimos dos veces al fondo de la Fairtrade International destinado a aquellas organizaciones que, a causa de una crisis evidente, no logran costearse la certificación; a través de este fondo solo pagamos el 25% del valor de la certificación».

Euclides: «En este momento estamos en un periodo de recuperación por varias razones: primero llegó, hace pocos años, una ola invernal muy fuerte que bajó mucho nuestra producción. Después de la ola invernal vino la roya, que literalmente arrasó con el cultivo del café. Tuvimos que volver a sembrar y reemplazar casi la totalidad de los cafetales; ello nos generó muchos gastos y mucho trabajo. Los nuevos cafetales tienen dos años, recién están empezando a dar los nuevos frutos».

Veo que mencionó el tema de la ola invernal. ¿Cuáles son los peores efectos que están sintiendo en cuanto al cambio climático? ¿Están tomando medidas?

Euclides: «Pues mira, anteriormente los ciclos climáticos eran efectivos, los conocíamos y los teníamos controlados. Nos programábamos según los tiempos de verano y los tiempos de invierno, y ya sabíamos lo que teníamos que hacer en cada momento del año. Pero luego llega el “desorden climático” con lluvias en verano, sol demasiado fuerte y aguaceros nunca vistos antes.

En cuanto al café, estamos llevando a cabo muchas actividades de manejo de suelos, construimos desagües más eficientes para reducir la velocidad de escurrimiento e intentamos aumentar los sombríos para reducir los efectos del fuerte calor. Pero naturalmente nosotros representamos una mínima parte que más bien se adapta al cambio climático; son otros los que están generando calentamiento global y que deberían en realidad mitigar los efectos negativos de sus maneras de producir, totalmente dependiente de la fabricación de insumos externos.

Nuestros vecinos siguen pensando que las parcelas diversificadas y agroecológicas no producen lo mismo que las parcelas a las cuales se aplican químicos. Además, ignoran completamente el impacto negativo de esos venenos. La mentalidad que sigue guiando al ser humano es “el factor billete”… “¡que venga la plata ya!”… no importa si mañana o pasado mañana estos suelos ya no produzcan, lo que quiero lo quiero para hoy. Y eso, a escala global y en muchos otros ámbitos productivos, genera los cambios climáticos. Para nosotros es todo lo contrario: es una satisfacción dejar a nuestros hijos y nietos una tierra recuperada. Además, es rentable… ¡intentemos ver más allá de la plata, hablamos de la vida, porque con plata no compro la vida! Sin embargo, si queremos ver el tema estrictamente monetario, una finca agroecológica te permite reducir muchísimos de tus gastos, tanto de insumos externos como de alimentos».

¿Qué es para ustedes el comercio Justo?

Javier: «Por un lado, la posibilidad de poder tener acceso a mercados internacionales a mejores condiciones; pero por el otro, entendemos el comercio justo también como proceso político y nosotros los pequeños productores estamos llamados a seguir defendiendo su esencia originaria, para que otros actores externos no se aprovechen del mismo. Nestlé, grandes plantaciones, solo para hacer algunos ejemplos de actores que crean competencia desleal y limitan el desarrollo de los más pequeños. Pero el comercio justo en su esencia es una oportunidad que tenemos para que se nos reconozca realmente el trabajo que llevamos a cabo y que se haga justicia en los términos de la comercialización de nuestros productos. Eso tenemos que defender».

Euclides: «Para mí el comercio justo fue, primero que todo, aprender a organizarse entre nosotros mismos los productores; después, aprender prácticas ambientales más sostenibles; aprender a llevar un registro de la producción, de las ventas, de los costos, todas esas tareas administrativas que antes no hacíamos y dejábamos en mano de los intermediarios; y aprender todo lo relativo a la comercialización del producto. La certificación, los estándares, etc. Todo eso es un gran aprendizaje y nos da ese valor agregado que, para nosotros los productores, significa mucho. El comercio justo nos permitió reapropiarnos de nuestra región y, desde aquí, empezar a trabajar en la producción pero con mucha más responsabilidad. Todas las capacitaciones y formaciones que nos dieron nos han permitido conocer el proceso de comercialización y apropiarnos de ello. Ya no solo sabemos cultivar la tierra, sino que podemos gestionar directamente la comercialización de nuestros productos. Y nos sentimos más responsables de todo el proceso».

Agroecología y comercio justo, al parecer dos propuestas políticas para el buen vivir de los pequeños productores. ¿Crees que deberían juntarse en un mismo camino?

Javier: «Creo que en América Latina y el Caribe, frente al modelo capitalista, es obligatorio construir alianzas entre movimientos sociales que construyen otros caminos. Esta necesidad es cada vez más fuerte. Ya se están dando alianzas regionales, como es el caso de la Alianza Continental por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos de América Latina y el Caribe. Si seguimos cada uno por su lado, difícilmente le vamos a hacer frente a los poderes económicos globales que nos gobiernan con el apoyo de las autoridades gubernamentales a nivel de los países. Ya está claro, por ejemplo, que los tratados de libre comercio son mecanismos funestos para los pequeños productores, acaban con nuestras economías locales, que si bien son pequeñas son muy importantes tanto a nivel comunitario como nacional y global. Recordemos que por lo menos un 70% de la alimentación mundial la garantizamos los pequeños productores.

Muchos defensores de la agroecología se oponen al comercio justo por su visión Norte-Sur, aún demasiado dominante en su interior. ¿Qué importancia tendría el trabajo del comercio justo campo-ciudad en el Sur para la convergencia con el movimiento agroecológico?

Javier: «Yo creo que el trabajo en lo local debería haber sido el comienzo de todo. Por ahí deberíamos haber empezado los productores de comercio justo. Y si bien desde los movimientos sociales a veces se critica el modelo del comercio justo, y su énfasis internacional, los productores tampoco hemos logrado construir ese otro camino a nivel local. Para eso hay que desarrollar mucha conciencia y, en nuestros países, aún falta la cultura de un consumo consciente, responsable y al mismo tiempo de calidad. Los productores estamos mucho más organizados que los consumidores, esta es la realidad. Aquí en Colombia hay un gran potencial, también para el comercio justo Sur-Sur, hacia países como Chile o Argentina, por ejemplo. Si el camino del comercio justo campo-ciudad no lo construimos nosotros los pequeños productores, que ya protagonizamos los canales de comercio justo a nivel internacional y otras propuestas de economía solidaria en local, quizás lo hagan otros y ¿quién sabe con qué lógica y enfoque lo harán?. De todas maneras, está claro que con el enfoque de comercio justo en y desde el Sur la convergencia entre varios movimientos campesinos y de la economía solidaria sería más fácil. Hacer alianzas, por tanto, es la estrategia que nos permitiría dar un salto de calidad en nuestro trabajo de incidencia, en la búsqueda hacia la soberanía y la autonomía».