Asociación de Hermandades Agroecológicas y Mineras de Guamocó
:: Magdalena Medio, Colombia ::
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Precarias condiciones de vida en una región de Colombia. Pobres en minas de oro
Los mineros de las remotas montañas colombianas de Guamocó apenas ganan para sobrevivir
Temen ahora los efectos de la nueva ley y la llegada de multinacionales
Ana Basanta / Martes 29 de julio de 2008
 
Mina La Libertad Un minero en Guamocó. Foto: Ana Basanta

"Me llamo Heriberto Villalba, alias Tolima, y soy minero en la vereda (pequeño núcleo de población) de Las Brisas". Se puede cambiar el nombre y el lugar, pero la historia de Tolima es la de los hombres y mujeres de Guamocó, una zona montañosa de difícil acceso situada entre los departamentos de Antioquia y Bolívar (Colombia) que forma parte de la serranía de San Lucas, rica en minas de oro.

Tolima tiene 58 años y hace más de 30 que llegó a Guamocó, donde ha trabajado en minas de oro y esmeraldas. Guarda consigo piedras extrañísimas con oro incrustado y cuarzos transparentes en forma de pirámide y prisma. "Tenga, lléveselo a su país", dice, como si regalar oro fuera de lo más normal.

"Aquí uno saca oro para sobrevivir, después si le sobra se lo toma (se lo gasta en alcohol) o se va unos días a visitar y vuelve", explica Tolima, que reconoce que hay padres de familia que se beben el dinero que deberían aportar en casa. "Aquí es así", confiesa.

Tierra fértil sin cultivar

Tolima decidió recientemente dedicarse también a la agricultura y ahora cultiva productos de la zona, como yuca, plátano y frijoles. Pese a que la tierra es fértil, los mineros han heredado la creencia de que "la agricultura no da plata" y por ello son pocos los que tienen hortalizas y frutas. Además de que, por vivir en Colombia y precisamente en una zona roja, corren el riesgo de ser desplazados por la violencia, ya sea por combates entre la guerrilla y el ejército o por masacres de paramilitares. El arroz —la comida principal de una dieta poco variada— y el resto de alimentos vienen de fuera, en un contexto de bloqueos económicos por el corte de caminos y de la existencia de vacunas o impuestos revolucionarios que a veces se pagan a los grupos armados.

El analfabetismo es común en la zona, unas montañas abruptas con lomas pronunciadas adonde no llegan los profesores. En Las Brisas, también llamada Las Brujas por las leyendas sobre mujeres con poderes fantásticos, construyeron una escuela hace dos años, pero aún no han logrado estrenarla. Sí lo hicieron, hace nueve meses, los soldados que durante varios días se establecieron allí para descansar en el transcurso de una incursión por el monte.

Escuelas sin maestros

El déficit en educación hace que muchas familias decidan marcharse a la ciudad o a una vereda con escuela. Es común que envíen a los niños a estudiar mientras el padre sigue trabajando en la mina, como Tolima, que manda dinero cada 15 días a su mujer y sus hijos, a quienes hace un año que no ve. Para los mineros, este es su mayor problema y, pese a las peticiones a los ayuntamientos y al estado para que envíen maestros, no han logrado subsanarlo. Un motivo es que los pequeños no están censados, porque ello requiere un viaje de tres o cuatro días para ir y otros tantos para volver. No hay censor que visite estas veredas y, por tanto, no hay datos oficiales sobre el número de posibles alumnos. En Ventarrón, conocido por sus fuertes vientos, fue la comunidad quien decidió pagar a una maestra. "Nuestros hijos van a la guerrilla porque no hay educación. Les prometen cualquier cosa y se unen a ellos", dice un dirigente de la vereda.

La nueva ley colombiana de la minería aboga por regular la situación de estas veredas, donde el minero vende el oro que extrae sin ningún control. A ello se une el rumor generalizado de que un empresario canadiense, John Miller, se ha interesado por las minas para explotarlas a gran escala, a cambio de construir una carretera. El transporte es ahora a mula o a pie, con jornadas de viaje de 14 o más horas.

Lo que podría parecer una solución a los problemas de comunicación ha incentivado a grupos de mineros para unirse y defender sus intereses. Quieren que sea el estado quien haga las infraestructuras y piden participar en el trazado, para no perjudicar el medio ambiente y para que no beneficie sólo a las minas de Miller. Así surgió la Asociación de Hermandades Agroecológicas y Mineras de Guamocó (Aheramigua), a la que pertenece Tolima. Su presidente, Mauricio Sánchez, explica que "para el estado, somos mineros ilegales, pero no duda en regalar las tierras a las multinacionales, mientras aquí somos todos pobres". Por ello, su labor inicial es ir vereda por vereda en giras durísimas de hasta un mes para concienciar a los mineros de la necesidad de asociarse y constituir los comités de base, llamados Hermandades por la Vida.

Sánchez asegura que "no se trata sólo de la carretera, sino también de la educación y la salud". Hacen falta centros médicos en una zona en la que las picaduras de serpientes y tarántulas se curan con remedios caseros, o no se curan. "Son nuestras montañas y nuestros ríos, se nos van a agotar. Si no por nosotros, debemos hacerlo por nuestros hijos", dice.