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Píldoras sobre coyuntura política colombiana
Hay que parar primero la guerra para entrar a un nuevo ciclo político –apertura democrática– que permita dirimir las contradicciones sociales, tramitar el conflicto social, por medios pacíficos
Olafo Montalbán / Jueves 29 de mayo de 2014
 

1. La guerra o la paz es la disyuntiva principal del momento y la única diferencia importante entre Juan Manuel Santos (JMS) y Óscar Iván Zuluaga (OIZ).

Se trata de reconocer el significado profundo y determinante del conflicto armado en la historia reciente del país.

Quien desconozca este hecho fundamental, olvida qué es lo prioritario a resolver en este momento para una sociedad como la nuestra caracterizada por un largo conflicto armado que lleva más de 50 años, que ha causado miles de muertos, desaparecidos y masacrados, miles de prisioneros políticos y de exiliados, millones de desplazados y despojados de sus tierras, incalculables daños a la infraestructura y economía, gastos descomunales en defensa por 27,7 billones [1], es decir, más que el de educación que es de 27,2 y que el de salud que es de 18 billones.

Por eso hay que parar primero la guerra para entrar a un nuevo ciclo político –apertura democrática– que permita dirimir las contradicciones sociales, tramitar el conflicto social, por medios pacíficos. En eso consiste la lucha política por el poder sin el recurso de las armas, en garantías para la participación política, la lucha ideológica, de ideas y de programas, etc.

¿En qué consiste la diferencia entre JMS y OIZ? En la forma en que hay que resolver hoy el conflicto armado, si a través de los diálogos para ponerle fin (JMS), o continuando la guerra hasta derrotar al enemigo, como busca OIZ, siguiendo la tesis de su cabecilla ideológico Álvaro Uribe Vélez (AUV). Sólo a partir de conquistar la presidencia, JMS encontró el escenario, el poder, las alianzas y condiciones para separarse de su jefe ideológico en el asunto de la paz o la guerra. Sobra recordar qué hizo cuando fue un aliado incondicional del uribismo como tantos otros.

Sin embargo cabe la pregunta, ¿no habría sido más cómodo y mejor para JMS gobernar cuatro años más como presidente reelecto con el apoyo del uribismo? Lo que hay que explicar es qué lo llevó a él y el sector de clase que representa a abrirse de la orientación ideológica y el estilo de gobierno uribista. No se trata de explicar lo sabido, por ejemplo, recordar que es neoliberal, que ha defendido el modelo de guerra contrainsurgente del Estado, que es responsable igualmente de los falsos positivos, de crímenes de estado, de los tratados de libre comercio, etc. Hay que explicar lo que los diferencia, no lo que los hace semejantes.

2. La abstención en Colombia ha sido históricamente alta y ha crecido en la medida que el potencial electoral aumenta, como en la primera vuelta.

¿Cómo explicar una abstención del 60%? No hay una explicación única del fenómeno de la abstención y las herramientas científicas para medirla e interpretarla resultan insuficientes. La abstención en Colombia aumenta cada que hay más ciudadanos aptos para votar. En 1998 fue del 41%, en el 2002 del 54%, en el 2006 del 55%, en el 2010 del 51%, en el 2014 del 60% en la primera vuelta. [2]

Hay varias explicaciones sobre la abstención: Una, es que amplios sectores no creen en el sistema político electoral por muchas razones (ilegitimidad, corrupción, mentiras, crímenes, trampas, negación ética); dos, es una expresión clara del rechazo y hastío con la descomposición del sistema político en su conjunto (Congreso, Presidencia, instituciones, gobernaciones, alcaldías, etc.); tres, es una manifestación política de oposición al régimen y la oligarquía; cuatro, es desconocimiento sobre el significado de las elecciones y el derecho al voto de millones de ciudadanos.

Ahora bien, ningún sector o tendencia política, ni la derecha ni la izquierda, aumenta su participación electoral y en este sentido el fenómeno de la abstención afecta a todos. De hecho, el uribismo, que es el que aparece como tendencia triunfante, no aumenta su caudal electoral y por el contrario disminuye. Una mirada al récord histórico desde que ganó la primera presidencia lo constata.

AUV: 2002: 5.862.655 votos de un potencial electoral de 24 millones (53%).

AUV: 2006: 7.397.835 votos de un potencial electoral de 27 millones (62%).

JMS (con el apoyo de AUV) 2010: 6.802.043 de un potencial electoral de 30 millones (46%). [3]

La primera vuelta este año arroja este resultado:

Óscar Iván Zuluaga: 3.759.928 con un 29,25%.
Juan Manuel Santos: 3.301.667 con un 25,69%.
Marta Lucía Ramírez: 1.995.698 con un 15.5%.
Clara López: 1.958.414 con un 15.2%.
Enrique Peñalosa: 1.065.142 con un 8.2%.
Voto en blanco 770.610 con un 6%. [4]

Las estadísticas muestran que AUV y sus marionetas no aumenta su caudal electoral desde que fue electo presidente en el 2002, con su pico máximo en el 2006. En la primera vuelta de este año ninguno de los dos principales candidatos de derecha obtuvo un triunfo mayoritario, lo cual los obliga a hacer alianzas. He ahí la importancia para la izquierda de jugar políticamente con una táctica adecuada para incidir e inclinar la balanza a favor de un acuerdo programático que incluya varios puntos.

Y de paso jugar a jalonar un amplio sector ciudadano a favor de una agenda por la paz con justicia social, que se conquistará con la decidida movilización y lucha popular. Lo cual permite además avanzar hacia la conformación de un amplio frente de lucha por la paz, la democracia, la solución política al conflicto, la apertura democrática, la participación de sectores sociales en las mesas de negociación, la inclusión de las otras fuerzas insurgentes en los diálogos, etc.

3. El miedo y el terror son aliados de la ultraderecha

Esto está ligado al hecho de que la oligarquía domina ideológicamente el campo de la política en Colombia, donde una tendencia neofascista y de extrema derecha tiene una gran influencia no solo en el seno de su clase sino en el conjunto de la sociedad misma. La “seguridad democrática” que se impuso por más de ocho años durante los gobiernos de AUV y la tesis de acabar con el enemigo interno –el “terrorismo”- a través de la guerra infinita, negando de plano la existencia del conflicto armado, es un fracaso indiscutible que pretende esconder con las acusaciones de que JMS traicionó sus propósitos.

4. No hay batalla de ideas sino guerra sucia y campaña de mentiras

Mentir y engañar se ha convertido en la estrategia propagandística esencial para la derecha. “Las FARC son el cartel de narcotráfico más grande del mundo”, “las FARC utilizan niños bombas”, “no cumplieron la tregua unilateral”, “en Colombia no existe conflicto armado sino ataques terroristas”, “Santos es un traidor”. Las evidencias sobre delitos, montajes, chuzadas, hackers e infiltraciones que ha hecho el uribismo son puros montajes de la “oligarquía comunistoide” que representa JMS. El país está siendo entregado al “castro-chavismo”. A la campaña de JMS en el 2010 entraron dos millones de dólares de los carteles del narcotráfico, lo afirmó AUV y no mostró pruebas.

5. El papel que han jugado las fuerzas armadas y los aparatos de seguridad del Estado en el conflicto es clave para entender lo que ha sucedido en la historia reciente del país.

Sobre este asunto no puede haber silencio y no es un asunto simplemente del costo de la guerra. Así como su preferencia por la “solución final”, es decir, buscar derrotar en el campo de batalla o por fuera de él con métodos legales e ilegales (paramilitarismo, ejecuciones extrajudiciales llamados falsos positivos, guerra sucia) al “enemigo interno”, hoy llamado terrorismo, ayer comunismo.

Sustentadas en la vieja doctrina de la seguridad nacional y el anticomunismo, con el agravante de que dentro de ella se concibe como enemigo a la oposición política legal. Ese carácter contrainsurgente y anticomunista de las fuerzas armadas colombianas está íntimamente ligado en pensamiento, entrenamiento, estructura de mando, y orientación ideológica y estratégica al Pentágono y los intereses de Washington en el país.

6. No es un asunto de que el “pueblo es estúpido”, o somos un “pueblo ignorante”, que “Colombia está jodida”, o que el “pueblo es uribista”.

Ese tipo de calificativos no ayudan a entender los fenómenos políticos y menos a hacer un análisis crítico desapasionado y profundo sobre el actual momento que vivimos, sobre los actores, los factores, los intereses y las contradicciones de clase que se juegan, y en nada contribuyen a generar un análisis y estrategia política que permitan al conjunto de la izquierda avanzar y consolidarse en medio del desafiante momento. Los escenarios de actuación en política no son nunca los que uno quiere sino los que se le dan. Es hora que en Colombia la guerra no siga siendo la política por otros medios, sino la lucha de ideas por medios pacíficos. Ese es el imperativo que tenemos que conquistar.