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Para qué “democracia” si no hay casa…
Antonio Torres Moreno / Lunes 2 de junio de 2014
 

Nuestras ciudades hoy crecen obedeciendo los mandatos neoliberales. Y ni vivir tranquilos en nuestros barrios podemos. Aún recuerdo lo sucedido el pasado 18 de diciembre. Recreo nuevamente esa sensación: ira, nervios, impaciencia, coraje… Contemplar semejante operativo desplegado por las autoridades para desalojarnos de nuestra casa fue realmente impactante. De inmediato piensa uno en la cantidad de familias desplazadas de sus veredas y de sus barrios.

Piensa uno en la resistencia que las comunidades rurales y urbanas han construido, piensa uno en las décadas de labranza y de lucha por la vida digna, en los siglos de resistencia. Y al pensar en eso, se cae en cuenta de que la casa no se abandona. En la mañana de ese día, llegó la tanqueta, los agentes de la Fuerza Disponible, policías del cuadrante y de la Sijín, un camión de bomberos y demás entidades cómplices convocadas por la Inspección de Policía. Pero sus esfuerzos resultaron en vano.

El vecindario de Corinto, el barrio donde vivimos, fue testigo aquel día no solamente de la criminal arremetida contra el derecho a la vivienda, sino además de la contundencia de la solidaridad en la lucha y la resistencia decidida en contra del despojo en nuestros barrios. De la casa no nos sacaron, gracias a la acción colectiva, a esa unidad que germina en la confrontación concreta a ese modelo de ciudad que de mil maneras pretende acaparar nuestras vidas. Mas no ha sido éste el único caso. Son muchas diligencias de desalojo programadas diariamente en Bogotá.

Y compañeros que son víctimas de estafadores y banqueros se la juegan diariamente por defender su casa. Personas del común, del barrio, que se preguntan: ¿Pero de qué paz, de qué “democracia” están hablando si los bancos y los agiotistas nos estafan y luego la policía viene a desalojarnos, a las buenas o a las malas? ¿De qué ciudades para la vida debaten en sus foros, mientras los desalojos son pan de cada día en las ciudades?

Es entonces, una lucha no solo por la propiedad de una casa. Es una lucha por vivienda digna, por control efectivo a los negocios de banqueros y estafadores, por un ordenamiento territorial social y ambientalmente justo, por paz y vida digna en nuestros barrios. Y, ¿cómo hemos de poner eso en marcha? Cada desalojo debe ser comprendido no solamente como momento de disputa de una casa al gran capital, sino además como posibilidad de dar un carácter barrial y popular a ese movimiento social urbano que se debe constituir.

Una ciudad con vivienda digna, con la banca privada lejos de nuestros sueños, con territorios y casas construidos por nosotros mismos, se pondrá en marcha únicamente con unidad, con firmeza en la lucha y con una clara comprensión de que es necesario revitalizar nuestros movimientos y la lucha anticapitalista.

Y son precisamente los desalojos una alternativa para potenciar la movilización y la organización social en los barrios y la construcción popular de territorios y de políticas públicas.

Es la resistencia al despojo de viviendas un valioso detonante para el reconocimiento de las víctimas urbanas de esas dinámicas de despojo a las que la ciudad no es ajena, para la concienciación de nuestros vecinos sobre ese despiadado modelo de ciudad, para enfrentar enérgicamente la arremetida de los estafadores, de los carteles del remate, del oligopolio bancario, de las grandes constructoras, de los politiqueros, de la Policía Nacional y de esa Justicia inoperante, que no dudan en continuar hipotecando nuestros sueños, especulando con nuestros territorios y desalojándonos cuando lo consideran preciso.