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Lo que se juega Colombia en las próximas elecciones
Maureén Maya Sierra / Domingo 15 de junio de 2014
 

Hay procesos electorales que no representan un cambio radical en las formas de conducir un gobierno, que no sugieren el diseño de políticas públicas novedosas o la formulación de una agenda integral que contenga trasformaciones estructurales. Hay en cambio, otros procesos que aun cuando no contengan de modo implícito un espíritu renovador en materia económica o cultural, sí representan una ruptura en la historia de los pueblos. Y ese el caso de Colombia. Las elecciones presidenciales de segunda vuelta, a realizarse el próximo 15 de junio, son cruciales para el devenir de este país.

No es una exageración afirmar que Colombia se juega su futuro y el de las próximas generaciones en este proceso electoral que más que tratarse de la elección de un gobernante para el próximo cuatrienio, se trata de elegir –así de claro y contundente es- entre perpetuar la guerra o abrirle la puerta al fin del conflicto y empezar a construir una paz cierta en el país.

Colombia tendrá que escoger entre el regreso del uribismo, representado en el candidato de extrema derecha, Óscar Iván Zuluaga, o la reelección de Juan Manuel Santos, el hijo díscolo del uribismo, que supo en medio de su mandato tomar distancia de un proyecto político manchado por el crimen y la corrupción para poner a los colombianos a pensar en una paz posible.

Más allá de que los dos candidatos representen una política neoliberal y hagan uso de una estrategia publicitaria de campaña basada en el más elemental populismo, prometiendo aumento en los salarios mínimos, reforma a la salud, mayor inversión en educación, vivienda gratis o a un valor asequible para los estratos más deprimidos de la sociedad, o prerrogativas a las Fuerzas Militares, la diferencia de fondo entre los dos candidatos radica en su posición frente al conflicto armado.

Mientras Zuluaga afirma, como su mentor, el expresidente Uribe, que el conflicto armado no existe, que lo que hay en Colombia es una amenaza terrorista y advierte que de ser elegido presidente, decretara el mismo 7 de agosto, día de la posesión presidencial, la suspensión de los diálogos de paz, para el presidente Santos, en cambio, llevar a buen término tanto el proceso de diálogo que se adelanta con la guerrilla de las FARC en La Habana (Cuba), como el recién iniciado con la guerrilla de ELN, es un compromiso histórico.

La amenaza que se cierne sobre el país es enorme. Nunca antes el clima político había sido tan propicio para lograr el fin del conflicto armado; nunca antes, tras seis décadas de violencia y confrontaciones que dejan más de 500 mil muertos, cerca de seis millones de desplazados, un promedio de 50 mil desaparecidos, miles de exiliados políticos, millones de víctimas del despojo, de crímenes de lesa humanidad y de violaciones a los derechos humanos, Colombia se había planteado tan en serio y con tanta convicción la posibilidad de vencer la guerra y construir la paz.

Nunca se habían logrado avances tan significativos en un proceso de negociación con la guerrilla (tres de los cinco puntos acordados en la agenda de negociación ya fueron firmados); jamás se había discutido una agenda que tocara temas estructurales relacionados con el origen del conflicto ni se había evidenciado tan clara voluntad en las partes negociadoras por sellar el fin de la guerra con un acuerdo de paz definitivo. Estos avances son los que el país no puede darse el lujo de desconocer ni despreciar.

En estas elecciones presidenciales, los colombianos, más que tener que optar entre una agenda liberal y una más conservadora, deberán elegir entre un gobierno democrático y uno autoritario, entre el Estado social de derecho o un régimen fascista y mafioso, entre perpetuar la guerra o avanzar en el camino de una negociación política -que hasta la fecha arroja buenos resultados- y que ponga fin a tantos años de infértil confrontación.

Colombia es lo que se juega en estas elecciones, ni más ni menos. ¿Estarán los colombianos dispuestos a sacrificar a otras generaciones en la guerra o defenderán en las urnas su derecho constitucional y humano a vivir en paz?

Mientras el país se une bajo la ilusión de un triunfo de la selección Colombia en el mundial de fútbol Brasil 2014, muchos esperamos que sea la paz lo que nos una para optar por la mejor decisión para Colombia. El domingo en la noche sabremos qué eligió el país.