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Columna libre
Lo que sigue a la reelección
La mejor forma de refutar a quienes, aviesa o equivocadamente, calificaban el respaldo electoral a Santos como una traición a los ideales de izquierda, es redoblando los esfuerzos opositores a todo lo que signifique seguir por la senda de agravar las condiciones de nuestro pueblo.
Rodrigo López Oviedo / Miércoles 18 de junio de 2014
 

El pueblo colombiano le dio a Juan Manuel Santos un inmerecido triunfo, pero lo hizo por la paz. Sobreponiéndose a todas las desgracias que ha recibido de manos de la infame oligarquía que desde siempre ha gobernado en Colombia, ese sufrido pueblo salió este domingo a respaldarle a uno de sus hijos más preciados, pese a que sus primeros cuatro años de gobierno carecen de motivos para tal respaldo, salvo el habernos encendido una débil luz de esperanza de devolvernos la paz.

Es que a nuestro pueblo sí le duelen sus muertos, no importa de qué lado de la confrontación estén. Al fin y al cabo, las viudas y los huérfanos que ellos dejan, y las lágrimas que por su muerte se derraman, son las viudas, los huérfanos y las lágrimas de un solo y mismo pueblo, que ayer fue puesto en armas por esa oligarquía que hoy ve en la paz mejores posibilidades para seguirse enriqueciendo.

Esa fue la justificación que tuvo nuestro pueblo para respaldar en las urnas al candidato presidente Santos y ese el precio que espera que se le pague a cambio de su voto: el precio de la paz. Por eso necesitamos que continúe en esa lucha abnegada que le hemos visto por hacer que se callen los fusiles, pero también porque vengan las grandes transformaciones que han de traer justicia social, soberanía y democracia, sin las cuales no es posible que haya paz estable y duradera.

Todos sabemos que el triunfo de Santos hubiera sido imposible sin el vigoroso respaldo que obtuvo de la mayoría de fuerzas de la oposición. Estas supieron vislumbrar, aunque no fue difícil, la casi única diferencia de fondo existente entre el candidato presidente Santos y el candidato amanuense Zuluaga: tener esperanzas de paz o carecer de ellas. Esa esperanza marcó la diferencia y ganó el respaldo electoral a Santos, pero ella no es suficiente para que se mermen sus arrestos de oposición.

Antes por el contrario, cada vez se hace más necesaria esa oposición: oposición a sus políticas neoliberales, a su locomotora minero-energética, a su disimulado rechazo a los grandes logros alcanzados en integración latinoamericana, en fin, oposición a todo lo que le ha causado el rechazo de las organizaciones populares y del pueblo en general. En este aspecto no caben las dudas ni las vacilaciones. Y la mejor forma de refutar a quienes, aviesa o equivocadamente, calificaban el respaldo electoral a Santos como una traición a los ideales de izquierda es redoblando los esfuerzos opositores a todo lo que signifique seguir por la senda de agravar las condiciones de nuestro pueblo.