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La extradición de nacionales es una vergüenza
Nelson Lombana Silva / Jueves 3 de julio de 2014
 

Entre el aturdimiento nacional por los resultados presentados hasta ahora por la selección de fútbol en el campeonato mundial en la hermana república de Brasil, el comentario predominante son los comentarios acerca de James Rodríguez y sus jugadas sensacionales. Toda la bazofia que llena los medios de comunicación para justificar su presencia en el país carioca y el encanto que encarna el deporte de multitudes, se mezclan en una especie de Valium difícil de discernir, al extremo que nadie habla de la crisis social, económica y ambiental que sacude al país, el desempleo y el drama de millones de colombianos y colombianas que ciertamente no tienen medios masivos para manifestarse y plantear sus dramas cotidianos. Por más que los medios nos tratan de uniformar, la realidad es bien distinta.

Por estos días – por ejemplo – el drama lo viven siete familias, principalmente, al ser extraditados siete modestos taxistas a la cuna del imperialismo, los Estados Unidos, por el presunto delito del asesinato de un espía de esa nacionalidad en Bogotá. Las imágenes que se lograron filtrar en los medios fueron realmente dantescas. Son indignantes y merecen el repudio del pueblo colombiano. ¿Dónde está la soberanía nacional? La extradición es tan cruel e infame que podría equivaler en términos sencillos a someternos a que el vecino sea el que castigue a nuestros propios hijos. ¿Eso tiene presentación?

Mientras hacía fila para hacer una módica transacción bancaria a ruego de mi hermana en Ibagué, Tolima, una señora “encopetada” dijo exultante que ese día se llevaban a los siete asesinos de un militar norteamericano, lo cual era positivo porque servía para escarmiento para todos y todas. “Ahora – dijo – los malos lo pensarán más de una vez, antes de cometer un delito en nuestro país”.

La miré indignado. “Señora – le dije – menos mal que no son familiares suyos, porque si fuera así, seguramente tendría otro semblante”. “Es más – agregué – usted parte del supuesto que ellos son los criminales. Es decir, ya los juzgó, los condenó y los sentenció, tal como hicieron los medios de comunicación. ¿Será cierto? Acaso, ¿Usted no sabe que las cárceles están llenas de inocentes?”

El semblante de la señora enmudeció. Cambió totalmente. No atinaba a responder. Dijo por entre los dientes: “Pero, sí es un escarmiento”. Repliqué: “Señora: El problema es social, económico y político. Mientras existan ricos muy ricos y pobres muy pobres, hechos lamentables de esta naturaleza se seguirán presentando, así el régimen que usted llama gobierno se invente los castigos más abominables y crueles. El hambre nos hace perder toda decencia y buen comportamiento como el que usted reclama”.

“Eso sí es cierto – dijo la dama – hay mucha pobreza en Colombia”, como tratando de rectificar lo dicho. “No solo en Colombia – le contesté – en Ibagué, visite por curiosidad los denominados barrios subnormales y encontrará hambre a montones, niños y ancianos muriendo de física hambre”.

Por último, rematé el comentario convencido de que aquella señora era una persona más alienada por los medios masivos de comunicación. “A mí parecer – le dije – la extradición de colombianos es una vergüenza, es una expresión suprema de sumisión a los crueles dictámenes de los Estados Unidos. Luego, ¿En Colombia no hay leyes y normas para corregirnos? ¿Sería usted capaz de entregar a su hijo para que lo castigara el vecino?”

No contestó. Se refugió en la fila y prefirió abrir comunicación con mi hermana que me miraba molesta. No pude evitar recordar lo dicho por el camarada Carlos Marx: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época”. ¡Con qué facilidad el pueblo repite maquinalmente la ideología de la burguesía, la clase dominante en Colombia!