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Colciencias y un proceso constituyente
Sergio De Zubiría Samper / Sábado 19 de julio de 2014
 

La renuncia-destitución de la directora de Colciencias no es un hecho azaroso en la historia reciente de nuestro país, sino muestra la indiferencia atávica hacia la ciencia y la investigación de grandes sectores de las clases dirigentes colombianas. En los últimos años han renunciado de forma consecutiva tres directores de Colciencias, que en los cargos públicos en nuestro país no es una costumbre arraigada. Es un síntoma alarmante del desprecio de ciertos dirigentes políticos a la ciencia, la investigación y la innovación.

Varias lecciones y preocupaciones nos deja este llamado de atención a la sociedad y a la academia en Colombia. El primer desconcierto es que estas destituciones, con disfraz de renuncia, se presenten en una institución dedicada a promover la ciencia y la investigación, ámbitos donde es esencial el respeto a la crítica, la autonomía y el disenso. Si esto sucede en la institución que cuida el pensamiento reflexivo, qué no podrá acontecer en otras instituciones estatales. Es preocupante que un ministro de Hacienda, como lo sostienen los medios, de un plumazo, pueda renunciar al representante público del conocimiento y la investigación en Colombia. Puede ser también un ejemplo del obstinado “presidencialismo” que caracteriza nuestra historia republicana.

La segunda lección remite al malestar legítimo, en la comunidad académica, de la falta de voluntad política para otorgar un presupuesto adecuado a las necesidades del desarrollo para investigación científica. Además de estas renuncias en serie, de la carta-súplica de 1.500 investigadores, de la Misión de los Sabios, de los clamores de los centros de investigación y universidades, las cifras son patéticas.

El promedio histórico de inversión en ciencia y tecnología en Colombia es 0,14% del Producto Interno Bruto, y con todos los recursos del Sistema Nacional de Regalías (SNR) llegaríamos al 0,35% del PIB, por debajo de países como Panamá, Costa Rica, México y Argentina. La recomendación internacional es el 1% del PIB. Países como Suecia, Japón y EEUU invierten entre el 1% y 3% del PIB. Aun con los aportes del SNR, el presupuesto actual es menos de una quinta parte de lo recomendado para 2000 por la Misión de los Sabios.

La tercera lección es la inadecuada concepción de la política gubernamental para fomentar la investigación e innovación científica. Esas deficiencias son estructurales y afectan seriamente las posibilidades futuras del desarrollo humano y natural en nuestro país. La inexistencia de una política pública de Estado en este campo, construida de forma consensuada, es un problema crónico, ya que tenemos decisiones exclusivamente coyunturales y de corto plazo. Lo anterior impide que la política de ciencia e investigación sea transversal a los planes nacionales de desarrollo, produciendo graves desconexiones con ámbitos estratégicos como la educación, la cultura y la economía.

Haber atado la política institucional coyuntural al SNR ha tenido efectos bastante negativos, entre ellos una dispersión en la inversión que impide la sostenibilidad de proyectos estratégicos, falta de ejecución de los proyectos, dejar en manos de los gobernadores y la politiquería regional los recursos de investigación científica, la imposibilidad de investigación en ciencias básicas o ciencias sociales y filosofía, etc.

No podemos dejar en manos de los “tecnócratas” de los ministerios o de la politiquería regional el tesoro que guarda para un país una política rigurosa de investigación científica. Además de la profunda crisis que experimenta Colombia en campos como la justicia, la salud, la educación, la política agraria, la participación política, tenemos que desatar un profundo proceso constituyente, con la participación de investigadores, académicos, centros de investigación, universidades, profesores, estudiantes, que logre construir una verdadera política de Estado para la ciencia y la investigación en Colombia. Y el tiempo apremia.