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La mano negra petrolera de Putumayo
Notifronteras / Jueves 28 de agosto de 2014
 

Campesinos, si campesinos putumayenses, comunes y corrientes como lo fueron nuestros abuelos, nuestros padres, tíos o cualquier familiar de las personas que viven en los cascos urbanos del Putumayo, cascos urbanos que a duras penas en pleno siglo XXI y casi después de 500 años, están saliendo de su condición rural. Ellos, gente común y corriente como usted o como yo, son quienes han tenido que tomar las banderas de la lucha por el desarrollo del departamento de Putumayo.

Desarrollo que en casi 500 años, solo se ve representado en la pavimentación de la vía Mocoa – Puerto Asís – San Miguel, la vía Mocoa- San Francisco y la vía a Pitalito, como la gran obra a mostrar del gobierno central. No hay más, nada más, absolutamente nada más, aclarando eso sí que esas obras se lograron producto de los acuerdos de marchas campesinas en 1991 y 1996, siendo lo único que han logrado con vías de hecho los campesinos putumayenses. Lo demás, la educación, la salud, lo social, el apoyo al emprendimiento, la misma infraestructura, la planeación de futuro como Amazonía, son y solo han sido papel escrito, innumerables actas y actas firmadas e incumplidas. Se asegura que son 30 acuerdos firmados e incumplidos constante y permanentemente por parte del gobierno nacional.

En cada visita del gobierno nacional, para callar cualquier reclamo de los campesinos del Putumayo, habla de miles de millones de pesos invertidos en esta región, pero que raro… aquí no se ven, no hay industria, ni siquiera micro industria, menos comercialización de los productos más básico producidos por los campesinos. Hablamos de comercialización que genere excedente o utilidad campesina. Al campesino putumayense, si le preguntas hacia dónde se dirige el departamento, no te da razón y no por que no sepan dar alguna razón, incluso han demostrado mucha inteligencia en sus propuestas, pero es que realmente en este departamento nadie sabe para dónde va como región ni en el corto, mediano y menos a largo plazo, nadie escucha.

Putumayo una región de frontera, aquellas fronteras que los burócratas en Bogotá con toda su tramitomanía poco o nada les interesa, aquellas fronteras que el gobierno nacional solo presume su amague patriótico cuando las ve perdidas, como sucedió con el mar Caribe que se llevó Nicaragua. Aquel hermoso mar eternamente colombiano que se lo arrebataron al país desde un escritorio y desde donde los burócratas de Bogotá con toda su tramitomanía no fueron capaces de defender, ni ponerle atención. Prácticamente se lo arrebataron como dulce a un niño ingenuo. Con esos antecedentes ¿Qué esperanzas le queda a esta parte de la frontera?

Putumayo quinta (5ta.) región productora de petróleo de Colombia. Petróleo, aquel elemento más valioso que el oro, pero que arrasa pueblos, comunidades, personas donde quiera que se encuentre, cuya propiedad parece ser exclusiva de las multinacionales de explotación de recursos, que nada les importa la vida si se pone frente a su petróleo, suyo y solo suyo, nadie más puede tener acceso a él, las regiones, las comunidades solo son espectadores impávidos, atemorizados, amenazados, maltratados, en medio de la pobreza dentro de territorios muy ricos.

Más de 48.000 barriles diarios de petróleo produce el departamento de Putumayo hoy. Y con la nueva licencia para explotación de más pozos en esta región, que otorgó el gobierno central desde sus escritorios el pasado 30 de mayo de 2014, y que como siempre no tuvo en cuenta a la comunidad putumayense y sus clamores de una explotación limpia y con función social en la región, las multinacionales que hacen presencia en el Putumayo aspiran a producir 100 mil barriles diarios de petróleo. La comunidad no puede decir nada, no tiene derecho a decir nada, toda voz de protesta de los campesinos es calificada como terrorismo y es tratada como tal. Batallones de militares, tan grandes y numerosos como las riquezas que extraen las multinacionales, son utilizados para acallar, opacar o neutralizar cualquier voz que se levante a pedir justicia para la región, a pedir una migaja que palie la pobreza absoluta en que viven las comunidades campesinas del Putumayo.

Paradójico y peliculesco resulta que entre más petróleo surge y se localiza en Putumayo más pobreza significa para el campesino, más conflicto, más represión, mas expropiación de sus propias tierras. Eso lo dice la misma Ley 160/94, que otorga por derecho propio a las multinacionales dueñas de los pozos petroleros más de 5 kilómetros a la redonda por cada pozo explotado, a la redonda no es lo mismo que en línea recta, y eso abarca muchísima tierra de campesinos putumayenses, expropiadas para que las multinacionales puedan instalarse cómodamente y siembren su rica infraestructura para extraer la riqueza de ese pueblo víctima de la expropiación por parte del Estado. Ese Estado que a todas luces brinda grandes beneficios a las multinacionales extranjeras mientras reprime a su propio ciudadano que quiere por lo menos levantar la voz para pedir justicia.

Y si la represión del Estado no es suficiente, pues aparece también la mano negra petrolera en Putumayo. Esa que tiene a varios líderes campesinos putumayenses, gente común y corriente, huyendo de su propia tierra, algunos de ellos refugiados al otro lado de la frontera, cuidando lo único que les queda, su vida. Situación que la misma Defensoría del Pueblo conoce.

Otros más, campesinos comunes y corriente, que se encuentran peligrosamente amenazados de muerte como en el caso de Villagarzón, Putumayo, con el famoso grupo denominado “Organización Defensora del Pueblo” que desde luego actúa en favor de la actividad de explotación petrolera.

¿Quién paga estos grupos?, en esta tierra nadie lo sabe, nos imaginamos que las autoridades tampoco, por eso no han actuado y por eso estos grupos siguen libremente amenazando y desplazando a campesinos que levantan la voz, pidiendo migajas para paliar la pobreza de sus comunidades, mientras las multinacionales les extraen millones de riqueza petrolera de sus propias tierras.

Pero hay otra mano negra que actúa libremente, tiene como objetivo dividir al máximo a las mismas comunidades, maneja la caja menor para los dulces, son algunos millones en dulces que reparte para lograr el silencio de los campesinos. Con ello llegan a las comunidades como cualquier cachivachero de esos que piden rebaja por todo y que cambian muñecos de felpa por oro puro de 18 kilates. Compran a través de falso poder a presidentes de juntas de acción comunal y los encargan de escoger una o dos personas nada más, para que trabajen veintiochos como les llaman por aquí a los supernumerarios. Eso empodera e incluso endiosa a un presidente de junta de acción comunal campesina y con ello lo mantienen a raya, lo tienen de su lado. Otros reciben cocinas, cursos de cocina, repostería, árboles para que siembren, cachamas para huertas o galones de agua y agua embotellada cuando la explotación petrolera contamina sus fuentes de agua, sus humedales, sus acueductos veredales.

Es lógico que en un pueblo lleno de pobreza, los dulces son la gran solución, pero bajo ningún punto se puede permitir que se organicen, eso es fatal para la explotación petrolera y las multinacionales no pueden darse ese lujo. La mano negra petrolera se encarga de esa labor, seguir dividiendo comunidades y repartiendo los dulces, casi somníferos que no los despierte y vayan a pedir obras de verdadero desarrollo, mega obras en territorios ricos, soluciones verdaderas a los tantos y tantos problemas que padecen las comunidades o planes de vida digna como el PLADIA-Plan de Desarrollo Integral Amazónico en Putumayo.

Mientras tanto, Putumayo por su riqueza ha sido catalogado por el gobierno nacional como Distrito Minero, para repartirlo a más multinacionales ,así la Amazonia y la vida misma del planeta esté en peligro. Mientras ganen las multinacionales ¿qué importa la vida?, parece ser el lema del gobierno colombiano.