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Ayotzinapa: las inocultables razones de un nuevo ataque al movimiento estudiantil mexicano
Marina Pérez Damil / Sábado 25 de octubre de 2014
 

El 2 de octubre se cumplieron 56 años de la Masacre de Tlatelolco y la fecha se volvió a manchar de sangre.

En la última madrugada del 26 y 27 de septiembre, en que un grupo de estudiantes del Estado Mexicano de Guerrero se preparaba para asistir a la conmemoración de la gran huelga estudiantil, la policía inició una balacera que terminó con la vida de 6 normalistas y dejó un saldo de 43 estudiantes desaparecidos.

Las razones del hecho que se vislumbran hasta el momento, son escalofriantes y constituyen un llamado de atención para los países en que la “democracia” y el narcotráfico conviven bajo el mismo techo. Sobre todo, para aquellos en que el neoliberalismo se ha erigido como el terreno fértil sobre el cual se asienta uno de los mercados más criminales: el tráfico de drogas.

Asimismo, la coincidencia en el calendario de lo sucedido en Iguala, con la masacre de Tlatelolco vivida algunos años atrás por los mexicanos, demuestra que el estudiantado sigue siendo una fuerza que preocupa a los gobiernos burgueses y sus redes de poder cada vez más complejas.

En la época del Mayo francés de 1968 fueron 20 personas del movimiento de estudiantes de la UNAM, IPN, y diversas universidades, los que murieron por culpa de bandas paramilitares y el Ejército. Hace pocas semanas fueron estudiantes de la Escuela Rural Raul Isidro Burgos de Ayotzinapa quienes, al perder su vida pusieron en evidencia uno de los entrelazamientos más terroríficos de nuestros días: el de la narcopolítica.

No sólo una matanza

Hasta el día de la fecha, no se encontraron motivos que expliquen el accionar que tuvo la policía municipal en la madrugada del 26 de septiembre más que la intención de deshacerse abiertamente de un grupo de estudiantes normalistas.

Si no se hubiese querido una carnicería, los policias no hubiesen abierto fuego contra un grupo de menores desarmados, ni se le hubiese arrancado los ojos y desollado el rostro a un normalista. Tampoco se encontrarían 43 estudiantes desaparecidos, de los cuales al menos 20, fueron subidos a una camioneta de la policía municipal.

Después de que el grupo criminal “Guerreros Unidos”, vinculado a los narcos, a la policía y al propio alcalde de Iguala exigiera -bajo la amenaza de hacer público el nombre de los políticos implicado en el asunto- la liberación de los policías bajo arresto por el crimen, no quedaron dudas de el tinte político del asunto. Lo evidente de las amenazas es que se hicieron a través de “narcomantas” que tapizaron Iguala, en lugares controlados supuestamente por la policía.

Ante esta situación, el presunto líder de Guerreros Unidos, apodado el Chucky, está prófugo junto a otros sospechosos y el alcalde del municipio de Igualá José Luis Abarca Hernández, que es uno de los principales responsable del crimen masivo. El partido más comprometido es el PRD (Partido de la Revolución Democrática) al cual pertenecían el alcalde y el gobernador del Estado de Guerrero: Angel Aguirre Rivero, cuyo mandato posiblemente sea revocado.

También se encuentra comprometido el PRI del Presidente Enrique Peña Ñieto, por haberse enfrentado débilmente durante su gobierno a los cárteles que controlan el narcotráfico en diferentes regiones del Estado, y por no mostrar un plan de acción que avance exhaustivamente con la búsqueda de los normalistas desaparecidos , a tal punto de que tengan que salir a rastrearlos policías comunales desarmados.

Más allá de las diferencias, si hay algo en que acuerdan estos partidos es que ‘‘se debe replantear la existencia de las escuelas normales rurales, porque son núcleos de guerrilla’’ tal como coincidieron los legisladores locales Tomás Hernández Palma (PRD), Ricardo Taja Ramírez (PRI), Cristino Evencio Romero Sotelo (MC), Jorge Camacho Peñalosa (PAN) y Arturo Álvarez Angli (PVEM) en una reunión realizada con los diputados que integran la comisión por la investigación de la masacre.

Cabe preguntarse en éste contexto quienes constituyen el principal peligro para la sociedad: si los oficiales de la policía – o de Guerreros Unidos- armados hasta los dientes, que cometieron crímenes de lesa humanidad contra un grupo de menores o los estudiantes desarmados, que ni siquiera tuvieron recursos para defenderse.

Frente a declaraciones como la citada queda claro cuál es el mensaje que le quisieron dar a los estudiantes el pasado 26 de septiembre.

¿Por qué con los estudiantes de Guerrero?

Uno de los motivos es que los estudiantes de las Escuelas Normales Rurales van en detrimento de la ideología y el modelo económico liberal. Es un prototipo educativo que no coincide con la industrialización en el campo mexicano y resulta un gasto no rentable para las autoridades.

En los últimos años muchas de las escuelas tuvieron que cerrar sus puertas como consecuencia de un vaciamiento económico. Esto se dio a pesar de que asisten a ellas estudiantes de familias de bajos recursos, que de otra forma no podrían pagarle la escuela a sus hijos.

El problema para el Gobierno es que constituyen un referente a nivel nacional que resulta “peligroso” debido a su inspiración socialista: al revés que en las escuelas privadas, se les paga a los estudiantes por estudiar.

Por otro lado, el legado de Che, de Mao, y de Lenin, pero también del guerrerense Lucio Cabañas (maestro y guerrillero asesinado en los años 70) se hace presente en las paredes de las escuelas. Incluso, en la Escuela Rural Raúl Isidro Burgos, reza un cartel en la entrada que dice: “Cuna de la conciencia social”. Los alumnos de esta escuela son estudiantes comprometidos con la realidad social, cuya práctica e ideología están imbricadas. No por nada apoyaron a los pobladores de Tixtla cuando fueron afectados por los huracanes Ingrid y Manuel en 2013. Por algo, no exento a su ideología los intentaron asesinar el último 26 de septiembre cuando se dirigían a una conmemoración histórica.

Todos somos Ayotzinapa

Tal como se manifestó hace 56 años atrás en la Masacre de Tlatelolco, y durante los años del Mayo francés en diferentes países, los estudiantes siguen siendo el blanco fijo de los gobiernos burgueses empeñados en obstruir las demandas más importantes de la sociedad.

En un contexto en el que el liberalismo todavía pisa fuerte en América Latina, y el rol de la escuela como factor de inclusión en las sociedades “democráticas” no ha logrado los resultados esperados, la acción de los estudiantes resulta fundamental.

En este sentido, las luchas que están emprendiendo los colegios de distintos Estados de Mexico con una inmensa demostración de fuerza a favor de la aparición con vida de sus compañeros de Ayotzinapa, son las que hoy expresan la única esperanza de no perder la pulseada frente a un régimen social que mata y excluye a los más jóvenes.

Hoy más que nunca todos somos Ayotzinapa.