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El presidente Santos solo se queda en simples declaraciones
Nelson Lombana Silva / Jueves 15 de enero de 2015
 

El presidente de la república, Juan Manuel Santos Calderón, se queda solo en simples declaraciones, las cuales se las lleva el viento con qué facilidad, sobre todo en un país donde la peste del olvido, como dijera Gabriel García Márquez, es la constante.

¿Qué tipo de paz es la que el mandatario se imagina? Sin reformas reales, sin salario mínimo decente, sin propuestas plausibles, sin seguridad para la oposición, el mandatario cínicamente dice que la paz está a la vuelta de la esquina, que este año será el año de la paz y que correrán ríos de miel y leche por todo el país para todos y todas.

Los medios alternativos y varios periodistas están fuertemente amenazados en el país, se ve lo que ocurrió recientemente en Francia, los periodistas últimamente asesinados en Colombia. Sin embargo, sobre el particular no dice nada. Por el contrario. Guarda sospechoso y criminal silencio. Es más, al parecer facilita el accionar del binomio militar – paramilitar. Caso concreto lo que viene haciendo la Unidad Nacional de Protección, es una verdadera vergüenza. Completamos quince días sin las mínimas medidas de seguridad, sin combustible, ni demás elementos de seguridad. ¡Qué responsabilidad!

Esto parece un juego artificial de niños. Cuando la realidad es totalmente diferente. El militarismo reaccionario y el paramilitarismo se mueven a las anchas y el presidente Santos y sus funcionarios solo hablan de anuncios y anuncios que terminan en el cesto del olvido. Estamos a merced de la delincuencia con un gobierno parco, lerdo y burócrata. ¿Cómo puede así florecer la paz? Resulta imposible. Santos en el fondo no renuncia a la paz de la burguesía. Es decir, a la paz sin reformas, sin cambios estructurales. Se inclina por una pax romana.

El pueblo tiene que calibrar bien esta realidad y asumir una posición crítica. Los periodistas se deben unir, sobre todo los alternativos. La unidad es la esperanza, de lo contrario, estamos condenados a ser víctimas o a vivir otros cien años de soledad.