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El conflicto social: escarbando en el hambre del país
Daniel Eduardo Castillo Melgarejo / Domingo 15 de febrero de 2015
 

“Aquí en la ciudad también tenemos miedo. Miedo de la gente que nos mira como si fuéramos ladrones. Miedo de los carros, del ruido, del Metro, del hambre de nuestros hijos, las enfermedades, la falta de techo y del desempleo; añoramos el calor del rancho, el aire limpio, la montaña….nuestra tierra.”
(Campesino desplazado por la masacre del Aro, municipio de Ituango-Antioquia, 1997, Fuente: El desplazamiento por la violencia en Colombia, CISP-ACNUR-PASTORAL SOCIAL, Medellín, 1999.)

Reducir la problemática del país a la confrontación armada es el peor escenario al que llegamos en los últimos años (como si esto no fuera pan de todos los días), la guerra actual no es más que la consecuencia más degradante de lo que viene pasando a lo largo de la historia del país desde los tiempos de Colon. Entender esto, es posterior a superar barreras de mentiras y engaños con las que se ha construido la historia del país. Sabemos que a estas tierras no llegaron los más honestos y decentes ciudadanos de la corona española en el año de 1492. Sino que en cambio, desembarcaron marineros presidiarios, acusados de traición, crímenes y abusadores de toda índole.

Llegaron a consolidar religión y reino, a sangre y fuego. Sin duda no se le puede llamar a esto una guerra, mucho menos una conquista o un descubrimiento, lo que ocurrió fue el acto de invasión, saqueo y despojo más cruel en la historia de nuestras tierras. Es allí, donde nace el conflicto que hoy en día sacude literalmente con plomo los corazones de todos los colombianos, gústenos o no. “Una sociedad construida sobre la exclusión, la corrupción, la violación de los derechos humanos y la opresión, desde tiempo atrás viene generando odios, poca legitimidad de las instituciones y violencia.” (Cordoba,2000). Solo hasta que se vive en carne propia se es capaz de imaginar lo complicado que llega a ser este asunto.
La guerra es un elemento inseparable de la humanidad. Acá en Colombia podemos dar fé de ello, pues se ha vivido de todas las formas posibles, desde los españoles matando nuestros indígenas por todo el continente, los reinados del “viejo mundo” enfrentados en las playas de Cartagena, la campaña libertadora y el bipartidismo hasta la insurrección campesina producto del abandono estatal. Pasaron más de 300 años de abuso y represión por la colonia hasta la heroica campaña del libertador Simón Bolívar y la consolidación del estado-nación a principios del siglo XVII, que si bien acabó con el control español en estas tierras, desencadenó una serie de guerras internas en el continente y el país que se han venido transformando, y aunque desiguales tienen particularidades que no se pueden separar.

Sin duda toda guerra es por algo, en nuestro caso tiene una palabra que la resume en solo 6 letras: TIERRA. El despojo, concentración, ocupación, explotación y apropiación de ella. Quien la tiene, tiene sus beneficios y sus recursos. Esto de la mano de los métodos jamás imaginados para acceder, tener control y poder sobre ella, lo que a su vez trae desigualdad, pobreza y esta última consigo, HAMBRE. Lo más paradójico del asunto actual es que hace una par de años ni siquiera se reconocía la existencia del conflicto.
La negación por parte de las elites políticas de la existencia de un conflicto armado en el país, tuvo su mayor aparición en el mandato del ex presidente Álvaro Uribe Vélez, debido a que él, en numerosas reuniones internacionales expuso tal idea. Un ejemplo de esto es el 31 de enero de 2005, cuando se reunió con todo el cuerpo diplomático acreditado en Colombia y al final de su discurso expuso que “en Colombia no había un conflicto armado sino una amenaza terrorista. Palabras que repitió tres días después en Cartagena, durante la reunión de los 24 países y las organizaciones multilaterales que conforman la mesa de donantes (G24).” (redaccion, 2005).

Pero en palabras del académico que más ha estudiado el conflicto armado de Colombia “las cifras del conflicto colombiano son inocultables: en el año 2003, más de 3.000 civiles perdieron la vida en homicidios por motivos políticos, y al menos 600 desaparecieron. En la primera mitad del 2004, se dio muerte o se hizo desaparecer al menos a 1.400 civiles, y según informes de consultoría para los Derechos Humanos y el desplazamiento (CODHES), por razones del conflicto en el 2004 fueron desplazadas 287.585 personas, mientras que en el primer semestre del 2005 la cifra alcanzo a 153,463. El estimativo nacional del desplazamiento forzado entre 1985 y el segundo trimestre del 2005 era de 3’563.504 personas. Por su parte apenas en la década y media de vida, la central obrera de trabajadores (CUT) reporta el asesinato de 3.500 de sus líderes y activistas (Obando, 2006)”. El periodo de Uribe y el de Pastrana (1998-2002), planteaban la guerra como un asunto de terrorismo en el cual era parte fundamental de la seguridad nacional. Como si acaso los de uno u otro bando no fueran colombianos, pero como dijo un buen godo de este país al final, sea quien sea, “el cadáver huele igual”.

Mentiras, muertes, atrocidades, violaciones, traiciones, desplazamiento, canibalismo y cualquier acción macabra que nos podamos imaginar ya la hemos vivido. Así es el panorama de la guerra, una guerra inconclusa con principio pero sin final por muchas razones. La violencia tuvo su desarrollo de manera lenta como el país. La sociedad colombiana ha crecido dentro de la violencia por tantos años que hoy no puede extrañarnos lo que vemos todos los días en las noticias. Más allá de la guerra, hemos construido una sociedad violenta, donde las guerras son solo la consecuencia de esta. Esto es lo que se tratará de explicar de aquí en adelante, La existencia del “Conflicto Social”.

No se puede decir hoy en día si fue primero el huevo o la gallina a ciencia cierta, pero sin duda el conflicto armado es solo una parte del gran conflicto que vive el país y que pasa sin duda por una cuestión social y política. ¿Qué es eso de “conflicto social”?. Nos aterra acercarnos al conflicto armado pero vivimos algo a diario en la ciudad mucho peor.
Desde el 7 de marzo del año en curso (2014) la alcaldía de Bogotá implanto la medida de disponer dentro del transporte masivo de la ciudad un vagón exclusivo para mujeres. Cualquiera que no viva en este país se extrañará de ver hombres literalmente “embutidos” en la mitad de un bus y mujeres del mismo modo en la otra. El Estado nos trata como animales y nosotros nos comportamos como tal, a diario cientos de mujeres son afectadas por “manoseos” y cualquier tipo de violencia sexual como si fuésemos animales en celo. Acá no es raro ver a un hombre masturbándose en un bus al lado de una mujer, ¡eso es por minuto!. Como también lo es la llamada diaria a la línea de emergencias de la ciudad por quejas de golpizas y asesinatos de hombres contras sus parejas sentimentales. “Tenemos derecho a castigar a nuestras mujeres” salió diciendo hace un par de años un ciudadano del común cuando se le preguntó en una entrevista de televisión sobre lo que opinaba de la agresión intrafamiliar. No tenemos el derecho, ni mucho menos son nuestras.

Hablar de pobreza es otro tema “manoseado”. En Colombia la pobreza es ley, “Según el IPM, en el año 2013 el 24,8% de la población en Colombia era pobre.” (DANE, 2012) Si bien, en cuarenta años ha sido visible el progreso para ciudades como Bogotá, hay regiones donde la pobreza no cede y parece ser endémica. En el país hay 14,8 millones de personas en el umbral de pobreza y 4,7 millones en la indigencia. Este es el motor que alimenta las protestas sociales en el país. (M., 2013). Del mismo modo podemos hablar de desigualdad, encontramos que: En el 2012, el coeficiente de Gini a nivel nacional fue de 0,539; por su parte los departamentos con el mayor coeficiente de Gini son Chocó y Cauca, los cuales registraron valores de 0,616 y 0,565 respectivamente; mientras que Atlántico y Cundinamarca son los departamentos con menores niveles de desigualdad, mostrando coeficientes de Gini de 0,464 y 0,463 respectivamente. (DANE, 2012). Algo que a ojo de Naciones Unidas es una cifra alarmante, pues considera la gran brecha que existe entre ricos y pobres, pero que sí lo vemos desde un contexto político más profundo, no es más que la brecha de oprimidos y opresores.

Del mismo modo podemos continuar con las cifras de violencia, desplazamiento, inseguridad, desempleo, CORRUPCIÓN; etc. El conflicto social en Colombia lo vivimos todos los días desde que nos levantamos hasta que nos acostamos; el solo hecho de “apelmazarnos” como animales en el transporte público (lo que les sirve a unos cuantos para robar miles de millones de pesos al día), con el temor diario de que nos roben, nos “manoseen” o agredan físicamente.

Nuestra cultura egoísta, individualista, “traqueta” (porque lo es), machista e inhumana, es una cultura que no permite algo tan simple como que le cedamos el puesto a una persona que lo necesita.

Caminar por las calles indiferentemente, ver personas durmiendo en ellas, robando a otras, comiendo de la basura, ofendiéndose y agrediéndose se vuelve algo común en las más pobres y ricas familias.

Desde el que pide limosna, hasta el gran senador que sin necesidad de la corbata, puede llegar a ser otro más abusador, ladrón, borracho, que ve y usa a la mujer como un objeto sexual, asesino, cínico etc. Este el conflicto social: Nuestra cultura, que ignoramos y nos resistimos a superar. Un conflicto que se aferra cada día más sin darnos cuenta y que muy probablemente tiene origen en el modelo de sociedad que hemos venido formando hace tantos siglos. El problema puntual de esto, no es un asunto solo de cultura ciudadana, sino que sin duda pasa por ser causante de la destrucción del país. Son diarios los muertos que trae y que sin duda superan los que deja la confrontación armada entre ejército, policía, paramilitares y guerrillas. El gobierno tapa, la televisión miente y el pueblo indiferente. “Porque mientras yo esté bien, todo está bien…”

Para acercarnos más a esto, vamos a analizar, a mi modo de ver una de las más graves consecuencias del conflicto social. El Hambre. Según la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional del país (ENSIN, 2010.) en Colombia el 42,7% de la población se encuentra con algún grado de inseguridad alimentaria y nutricional (ISAN) entendiendo esta como: la disponibilidad limitada o incierta de alimentos, nutricionalmente adecuados e inocuos, o la capacidad limitada o incierta de adquirir alimentos adecuados en formas socialmente aceptables (ICBF-Min.Proteccion social, 2010). En cristiano, para el lector: la mitad de la población del país está aguantando hambre de alguna forma y por uno o muchos motivos. Entender el hambre y la ISAN como una situación multifactorial, es entender la importancia del conflicto social como actor protagonista de la problemática. “las causas se pueden deber a diferentes factores, entre ellas a la pobreza en general, pero de manera particular a problemas de ingresos de las familias y a la disponibilidad y estabilidad en el abasto o suministro de alimentos a lo largo del año, pero también puede haber inseguridad alimentaria debido a catástrofes y desastres o bien por cambios extremos en el clima, ya sea para la obtención de ingreso o para efectos alimentarios. Cabe señalar que el efecto último de la inseguridad alimentaria, es el estado nutricional de la población, que además de deberse a lo expuesto arriba, también puede deberse a problemas de insalubridad y problemas de saneamiento básico e inadecuados hábitos alimentarios. Los problemas alimentarios y nutricionales son más graves en los niveles 1 y 2 del SISBEN, lo cual ratifica que la situación nutricional de la población está determinada por la pobreza y la inequidad social” (ENSIN2005).

¿No se supone que la guerra, es porque Colombia posee tierras fértiles, capaces de producir alimentos en cantidad suficiente para alimentar a todos sus ciudadanos?, sí y no. Paradójicamente el departamento de Boyacá, siendo la despensa de alimentos más grande del país pues “según cifras recopiladas por el Ministerio de Agricultura, el año pasado Boyacá tenía un área sembrada de 173 mil hectáreas de cereales, fibras, flores, follajes, frutales, hortalizas, leguminosas, plantas aromáticas, condimentos, tubérculos y plátanos, además de una producción lechera estimada en un millón 600 mil litros diarios.

En camiones todos los días salen desde tierras boyacenses alrededor de 5 mil a 100 mil toneladas de productos del campo, en promedio, que llegan a las centrales de abastos de Bogotá y de otras capitales.” (radio, 2012), Es al mismo tiempo, el segundo en la carrera por el puesto de desnutrición más alta del país, después de la Guajira, según la misma ENSIN 2010. Esto pese a que el estado colombiano según la Ley 1098 del 2006 en su artículo 41, tiene la obligación enmarcada en el código de “infancia y adolescencia” de prevenir y erradicar la desnutrición.

Es difícil de entender esto, si no se analizan en conjunto todos los problemas sociales. Los campesinos del país cultivan alimentos todos los días pero de la misma manera aguantan hambre y esto obedece a la inexistencia de garantías agrícolas, de producción, de mercado y de transporte que van de la mano del abandono estatal, la pobreza y la desigualdad, que en el caso del campo es muy marcada por los monocultivos y el latifundismo marginando a nuestros agricultores cada día más.

Las muertes por causas alimentarias se reportan a diario en los hospitales del país “La confiabilidad de los datos sobre la desnutrición en los niños oculta el verdadero problema: cada año mueren en Colombia cerca de 10.000 menores de 5 años por causas prevenibles. De esas muertes, por lo menos el 30 por ciento ocurre por desnutrición.” (OBSAN, 2009). Paradojas que solo se viven en el “país del divino niño”, por un lado “los casos de desnutrición más extremos han llevado a 278 niños a la muerte entre el 2009 y el 2013, según cifras del Dane. Hace un par de meses, el entonces director de Planeación de La Guajira, César Arismendi Morales, denunció penalmente a las instituciones encargadas de la atención a la niñez por la muerte de 30 niños durante el 2013, según él, por “física hambre”. De las muertes en este departamento, el 98,5 por ciento corresponden a niños indígenas, y más de la mitad eran menores de un año” (AGUIRRE, 2014). Y por otro lado al gobernador del mismo departamento “Un fiscal delegado ante la Corte Suprema pidió la detención del cuestionado funcionario por sus presuntos vínculos con Marcos Figueroa, hombre señalado de múltiples homicidios y de contrabando de combustible, y con las autodefensas de ‘Jorge 40’ y Salvatore Mancuso” (politica, 2013). Aunque las cifras de pobreza y hambre están muy relacionas, no se las puede separar de los demás problemas sociales que se viven a diario en el país. Si el conflicto armado impide el desarrollo óptimo de programas públicos nacionales e internaciones que tratan de subsanar la problemática en el campo, la continuidad del conflicto social en el área urbana del país definitivamente tiene trancado el desarrollo de una sociedad mejor. Hablar de paz como condición para fortalecer la sociedad va más allá de callar lo fusiles y bombardeos, la paz no es cuestión solo de los actores armados sino de todo un país. La paz pasa por justicia social. Por la reducción de esa brecha de desigualdad, hambre pobreza y malnutrición tan grande que existe.
Con la paz no se puede jugar, a ella no se la puede utilizar como caballito de campaña política, ni se la puede prostituir como lo han venido haciendo las 10 últimas presidencias. Jugar con la paz es jugar con el corazón de las víctimas, de las familias huérfanas, de las esposas viudas, de todas aquellas mujeres violadas, de los niños que vieron morir sus padres y madres en la historia de este horroroso conflicto. La paz sin duda es para sanar el conflicto en Colombia. Todo el conflicto y en todas sus formas. El social, el político, el económico y el armado.

Con hambre jamás habrá paz, debemos dejar de ver la guerra y las guerrillas como la causa del problema; Para hablar de esto debemos entender que la paz no se hace con un par de firmas, la paz se construye de manera colectiva, que de la mano de un estado sólido y verdaderamente democrático, se consolida con un cambio de conducta y de cultura como un verdadero acto revolucionario que garantice la reparación, aceptación, seguridad jurídica y sin lugar a dudas la NO repetición.

Concluyendo, podemos afirmar que el conflicto actual en Colombia es social, político y armado. Que básicamente se desencadena por injusticias sociales históricamente construidas, y que una de ellas es el hambre creciente, donde los directamente afectados son nuestros niños y niñas, esos hombres y mujeres que construirán o reconstruirán el país que nuestras acciones les dejen.

La crisis alimentaria del país debe ser solventada con estrategias alternativas de producción que reestablezcan la relación del hombre con la tierra, que respeten los derechos campesinos, los saberes ancestrales y nuestras semillas. No se puede construir una nueva economía campesina reproduciendo las lógicas actuales del mercado, promoviendo el uso de OGM, agroquímicos y el consumismo. Sin duda la “revolución verde” en vez de contribuir, lo que hizo fue aumentar la problemática considerablemente. El papel de la mujer como base fundamental de la sociedad, de igual forma deberá ser considerado pues “A pesar de que ellas son las principales productoras de alimentos en todo el mundo, generalmente ocupan un espacio invisible en el régimen patriarcal de producción de alimentos, puesto que su papel se considera subordinado a los hombres y el acceso a la tenencia de la tierra está limitado tanto para las mujeres del hemisferio Norte como las del Sur” (Vivas, 2013) a ellas se les debe dar el reconocimiento constitucional y por ende social que se merecen como transformadoras sociales. “Las mujeres ocupan un doble papel en los movimientos de solidaridad alimentaria, como organizadoras dinámicas y como participantes, reafirmando su compromiso a transformar no solo el régimen corporativo de alimentos sino las estructuras patriarcales de violencia. De esta manera, la soberanía alimentaria no sólo rompe con nuestro modelo capitalista agroindustrial, sino también con el sistema patriarcal que oprime y domina a la mujer.” (Vivas, 2013)

El gobierno nacional debe replantear el uso y vocación que se le da a las tierras del país, así como la entrega de títulos de explotación minera, la apertura económica y sin lugar a dudas una reforma agraria integral que ofrezca garantías constitucionales al pequeño y mediano productor, siendo el propio campesino el constructor incondicional de esta. Pues la constituyente se forma a partir del constituyente primario. Fortaleciendo el mercado interno, evaluando el cuidado y la conservación de los conocimientos ancestrales, culturales y ambientales; lo que contribuirá con la soberanía, seguridad alimentaria y nutricional del país. “El reto para los movimientos alimentarios es abordar de inmediato los problemas del hambre, la desnutrición, la inseguridad alimentaria y la degradación ambiental, y al mismo tiempo trabajar para lograr los cambios estructurales necesarios, de modo que los sistemas alimentarios sean sustentables, equitativos y democráticos como norma.” (Holt Giménez, 2013).Tenemos la oportunidad de pensarnos y plantearnos una sociedad mejor. Es hora de la praxis, de las acciones puntuales, que construyan un mundo más solidario para todos y todas.

Bibliografía

AGUIRRE, A. F. (19 de julio de 2014). El dramático mapa de la desnutrición infantil. El Tiempo.

DANE, O. d. (2012). Resultados Pobreza Monetaria y Desigualdad 2012, por Departamentos . Bogotá: DANE.

Gillén, J. (|990). El poer político en Colombia. Bogotá: Taurus.
Holt Giménez, E. (2013). ¡Movimientos alimentaros uníos! : estrategias para transformar nuestros sistemas. Bogotá: ILSA.

ICBF-Min.Proteccion social, I. P. (2010). Encuenta Nacional de la Situcacion Nuticional en Colombia 2010 ENSIN. Bogotá: ICBF.

M., R. M. (10 de agosto de 2013). Crisis sociales se originan en la pobreza. UN Periódico.

Obando, M. Á.-L. (2006). Artículo: Colombia: ¿terrorismo o insurgencia armada? Fermentum. Revista Venezolana de Sociología y Antropología.

OBSAN, S. D. (24 de octubre de 2009). Mortalidad y desnutrición infantil, más allá de las cifras. UN Periódico.

Política, E. d. (12 de octubre de 2013). En ambulancia, sale capturado ’Kiko’ Gómez, gobernador de La Guajira. El Tiempo.

Radio, C. (23 de marzo de 2012). Boyacá, la gran despensa agrícola de Colombia. Obtenido de http://www.caracol.com.co/noticias/regionales/boyaca-la-gran-despensa-agricola-de-colombia/20120323/nota/1659032.aspx

Redacción, E. (6 de febrero de 2005). sí hay guerra, señor presidente. Revista Semana.

Ruiz, P. C. (2000). Equipo Nizkor. Obtenido de El Plan Colombia: el escalamiento del conflicto social y armado: http://www.derechos.org/nizkor/colombia/doc/cordoba.html

Vivas, E. (2013). Sin mujeres no hay soberanía alimentaria . En E. Holt Giménez, ¡Movimiento Alimenterios Unios! (pág. 289.). Bogotá: ILSA.