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Uribe, ‘ad portas’
El viaje de Uribe y sus alfiles a EE.UU. ahora, a México después y por último a Europa, parece inspirado en el juego de dónde está la bolita
Alfredo Molano Bravo / Martes 17 de febrero de 2015
 

Pasa por aquí, pasa por allá y al final la bolita se pierde. Ha declarado que el grupo va a decir que Santos no está negociando la paz, sino la impunidad. Sin duda será el tema central porque Uribe es un personaje que no puede aguantarse a sí mismo sin hacer la guerra. Debe vivir un infierno por dentro lleno de ametralladoras, bombas, motosierras, espías, en fin, lleno de odio, ira y soberbia que sólo logra calmar mandando disparar. Su mal no es ideológico, es patológico, y quizá su equipo cercano así lo entienda y quizás alguno de sus cuadros, más perspicaz que otro, se suelte del parche y caiga a la Clínica Mayo a conocer precios y condiciones para ingresar a su jefe al Center for Sleep Medicine. Arriesga, sí, que el patrón lo descubra y que le parta la cara.

Otra posibilidad es que otro de sus cuadros se deslice una noche a buscar, a como dé lugar, caleta para el patrón. Caleta con todos los fierros: garaje para siete carros negros todos iguales y una ambulancia; habitaciones con baño, salas —de recibo, de estar, de escoltas, de baño, de chuzadas—, un armerillo espacioso donde quepan todos sus miedos y para más seguridad —palabra que le fascina—, serpentines de acero, cámaras de televisión ocultas, vidrios ahumados y blindados, y una torrecilla para detectar de lejos a todo caminante, a cualquier gato, gusano, lagarto, perro. Debe ser una construcción discreta y cómoda; mejor que sea alejada de la ciudad para no levantar escama. La idea es que al refugio o caleta vayan llegando a visitarlo sus amigos, que no deben ser muchos, y también cuadros o unidades, que sí son muchos.

El primer visitante podría ser Luis Carlos Restrepo con un mensaje de su propia pluma y letra: presidente, entréguese. Luis Carlos goza de una espesa barba y por eso puede ser tan franco. Otro que llegará será Uribito con su cara de canario mojado a pedirle rincón, protección y ayuda; el tercero, sin duda, Luis Alfonso Hoyos, a pedirle cartilla y alguito para montar un negocito mientras tanto. Seguirán llegando, desfilando y quedándose a vivir bajo sus alas. Mientras él dispara su artillería pesada en toda reunión con especuladores de bolsa, políticos de media fama, exgenerales de Bosnia, señores de la guerra en Afganistán, extraditados colombianos, exiliados cubanos, mandos de inteligencia israelí, instigadores profesionales y trepadores de todo pelaje: sin guerra —gritará— no hay plata; sin sangre no hay petróleo, ni oro, ni palma, ni caña, ni vacas; sin robo de tierras ubérrimas no hay haciendas, ni fincas con piscina, ni ranchos para hacer carnita; sin desplazados los salarios se disparan, los sindicatos crecen como hongos; sin bombardeos y fumigaciones el precio de la coca se desploma; sin tanques y tanquetas nos invade Venezuela; sin acorazados y submarinos se nos entra Nicaragua. Guerra en las fronteras y guerra, guerra, guerra en el interior. Sin muertos no hay paz; sin muertos no hay orden; sin orden no hay plata y sin plata nadie me nombra, ni siquiera Fernando Londoño Hoyos.

Puede que regrese vía Madrid, y Acore le organice una manifestación al estilo de las que le organizaron a Diomedes Díaz cuando salió de la cárcel. O puede que pase de agache y entre al país por la puerta de atrás, habiendo —eso sí— dejado todo listo, porque uno no sabe, le dirá en secreto a José Obdulio hasta dónde va la Fiscalía.

* Tomado de El Espectador