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La paz extraviada entre la brújula y el cronómetro
César Jerez / Martes 7 de julio de 2015
 

Fundador y redactor de la Agencia Prensa Rural. Geólogo de la Academia Estatal Azerbaijana de Petróleos (exURSS). En Bakú obtuvo una maestría en geología industrial de petróleo y gas. Es profesor y traductor de idioma ruso. Realizó estudios de gestión y planificacion del desarrollo urbano y regional en la Escuela Superior de Administración Pública -ESAP de Bogotá. Desde 1998 es miembro de la ACVC. Actualmente coordina el equipo nacional dinamizador de Anzorc. Investiga y escribe para diversos medios de comunicación alternativa.

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La entrevista, minuciosamente calculada, preparada, puesta como un “inventario sincero” del negociador Humberto de la Calle, concedida a Juan Gossaín, con la condición de que pueda ser publicada por todos los medios oficiales, representa no un balance, como lo quiso hacer ver el vocero gubernamental, sino más bien, en verdad, una advertencia mediática a las FARC.

La presión de sus palabras sobre la contraparte del gobierno en el proceso y sobre los partidarios de la paz es abrumadora. “Por bien o por mal, el proceso de paz se está acabando...durará poco para bien o para mal” dice un De la Calle sin ningún rubor ante la presentación en sociedad del arrugado plan B de la guerra, si finalmente la guerrilla no acepta las condiciones del gobierno.

“Esto se puede acabar. Algún día es probable que no nos encuentren en la mesa de La Habana”, una advertencia en clave de ultimátum que más se parece a una amenaza cargada de desespero. La frase de Humberto de la Calle es lapidaria, llena de la soledad del poder, de tiempo corto y de distancia larga entre las partes.

“El proceso de paz está en el peor momento
desde que iniciamos las conversaciones”, dice, desconociendo el recorrido y lo alcanzado ante el afán y el cansancio que dejan los errores cometidos por el gobierno: aislamiento, secretismo, unilateralismo, un enfoque más doctrinario militar que político, ausencia de comunicación y pedagogía, la falta de una política de Estado hacia la paz y la incapacidad para neutralizar al uribismo.

El cronómetro que erosiona al gobierno, las encuestas a cuestas y la presión de un antagonista que no se dejó arrinconar ni con las bombas ni con el peso de sus propios muertos parecen ser reconocidos por De la Calle con un señalamiento apocalíptico: “A las FARC
también se les agota su tiempo militar y su tiempo histórico”.

A estas alturas el gobierno no sabe que lo desgasta más, si continuar las conversaciones en medio de la guerra o parar la confrontación definitivamente para tener mejores condiciones de llegada a un acuerdo final. Algunos sectores consideran que sin cese al fuego bilateral va a ser muy difícil enfrentar el pregón publicitado de los señores de la guerra ante cada muerto, ante cada acto de guerra.

Como mediando entre dos aguas, De la Calle lanza ante la opinión una propuesta que recoge del bando de los opositores al proceso de paz: “Si quieren un cese del fuego, el Gobierno está dispuesto a anticiparlo, para lo cual son fundamentales las zonas de concentración. Ese es el camino”.

Dos días después de la entrevista, el presidente Santos se reafirmaba en la propuesta gubernamental ante la pregunta de un trinador: “las @FARC_EPaz aceptan Cese Bilateral sin zonas de concentración y sin dejar armas, ¿Gob. acepta, hay contra propuesta?"

A lo que Santos responde: “No. Concentración, verificación y dejación de armas son indispensables”.

La frase trinada nos presenta a un Santos extraviado, sin brújula y sin rumbo claro, acorralado por la manecillas, impotente ante la imposibilidad de llevar a las FARC a contrapelo y contrarreloj a un escenario de sometimiento a la justicia, de confinamiento territorial y de dejación de armas.

De La Calle y Santos saben que las FARC no van a aceptar un cese al fuego bilateral condicionado. El gobierno no escuchó a la calle el 9 de Abril y ahora el ruido de los pirómanos de la guerra aumentado por los altavoces mediáticos es ensordecedor. Los débiles pactos se pueden desbaratar al interior de la élite en el poder y las traiciones se pueden volver un torrente antes de las elecciones de octubre.

La coyuntura todavía puede empeorar más por la negligencia y el incumplimiento del gobierno con las organizaciones campesinas, indígenas y negras que se preparan para tensar la cuerda. El pulso entre la paz y la guerra se puede definir antes del tiempo que queda.

La entrevista de De la Calle trasluce el manejo de opinión previsto por el gobierno ante la escasez de tiempo y el agotamiento del capital político de Santos de cara a las elecciones de octubre.

Como en casos anteriores de ruptura, el plan B de retorno a la guerra se justifica con la gente: “La paciencia de los colombianos se está agotando”, manifiesta De la Calle.

De la Calle cierra la entrevista con el enfoque militar victorioso que ha caracterizado la postura negociadora del gobierno al manifestar que “están (las FARC) en una fase en la cual el predominio militar del estado es indiscutible, el Estado ganó la guerra estratégica, lo que queda es una resaca táctica que puede durar mucho y ser muy dolorosa”.

Como respuesta a la iniciativa mediática y al ultimátum del gobierno, las FARC, en un comunicado, han reiterado que desean firmar la paz con el actual gobierno y que “en manos del Gobierno y de las FARC está la posibilidad de poner punto final, desde ya, a los choques armados y a las hostilidades. Se trata de un asunto de voluntad política que no se puede condicionar a exigencias de sometimiento penal, ni a exigencias prematuras de concentración de la guerrilla, ni de dejación de armas”.

Tal vez la falta de política y de una correlación de fuerzas internas favorable a la paz le impida a Santos pensar y decidir libremente. Puede ser. Aquí vale la pena traer a colación a un teólogo holandés que dedicó su vida a luchar filosóficamente contra el autoritarismo de las instituciones, incluida la iglesia. Erasmo de Róterdam nos dijo, alguna vez, que "la paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa".

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