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Sobre la caída de los helicópteros: ¿Qué hay de fondo?
Todos sabemos que la derecha y la extrema derecha vienen haciendo lo imposible para que se rompan los diálogos de paz entre la insurgencia de las FARC y el gobierno Santos, empezando por el mismo presidente ante su tétrica intransigencia y pusilanimidad ante los enemigos declarados del proceso.
Nelson Lombana Silva / Viernes 7 de agosto de 2015
 

En los últimos días dos helicópteros han caído en Colombia, ocasionando la muerte de varios militares, sobre todo soldados y oficiales de bajo rango. Las versiones aparecen por doquier, algunas superan la alucinación y la misma estupidez, pero a la final es una versión que hay que considerar en el análisis serio y coherente, si se proyecta buscar la verdad y nada más que la verdad.

En un conflicto bélico como el que vive Colombia la primera gran víctima es la verdad, por cuanto quien tiene el poder mediático y el poder económico presenta su verdad como la única. La información en la guerra es clave, sobre todo su manipulación.

En el último siniestro hay por el momento dos versiones: La del presidente de la república en cabeza de su ministro de defensa y la versión del ex presidente Álvaro Uribe Vélez. Una supuesta grabación presentada a los medios de comunicación, señala que el aparato habría sido impactado. Mientras tanto, el ministro de defensa señala que fue un simple accidente en el que la nave impactó muriendo todos sus ocupantes.

¿Quién está mejor informado, el ministro de defensa o el triste célebre ex presidente Uribe Vélez? La cosa debe estar por estos lados. Todo es posible. El complot para dinamitar la mesa de diálogo instalada en la Habana (Cuba), sigue en marcha. Los halcones de la guerra no dan el brazo a torcer y buscan por todos los medios crear las condiciones para ello. Ellos son maquiavélicos por excelencia, ¿En cuántas oportunidades no han sacrificado a sus mismos hombres para crear un hecho político?

Todo esto se aprende en la escuela de las Américas. Tiene inspiración gringa, los Estados Unidos. “El fin justifica los medios”, dice Nicolás Maquiavelo. En el sur del Tolima – por ejemplo – resultó por estos días un suboficial muerto supuestamente en combate con la guerrilla. Un desprevenido transeúnte se preguntó: “¿Cómo es posible que un militar de ese rango que anda con más de 30 unidades haya sido abaleado y a los demás no le haya pasado absolutamente nada?” Eso genera sospecha, duda.

Todos sabemos que la derecha y la extrema derecha vienen haciendo lo imposible para que se rompa los diálogos de paz entre la insurgencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (Farc – Ep) y el gobierno Santos, empezando por el mismo presidente ante su tétrica intransigencia y pusilanimidad ante los enemigos declarados del proceso.

Al lado de Santos, están el ex presidente Uribe, el procurador general de la nación, Ordóñez, los medios de comunicación y el comando sur de los Estados Unidos. Todos ellos y seguramente muchos más, persisten en la torva idea de asesinar la posibilidad de paz para los colombianos y colombianas.

Teniendo claro los intereses económicos y políticos que están en juego y el poder imperial de los enemigos de la paz, que son los que se lucran con la guerra y nunca van al campo de batalla, todo es posible por cuanto para ellos “todo vale”, no importa a qué precio.

Resulta extraño o mejor, preocupante, que el señor Uribe tenga información de primera mano de las fuerzas militares. ¿Quién se la suministra? ¿Generales? ¿La embajada de los Estados Unidos? ¿El comando sur de las fuerzas militares de los Estados Unidos?

Así las cosas, la preocupación de fondo tiene que ver con el poder militar en Colombia. ¿Quién gobierna realmente a los colombianos? Todo parece indicar que Santos es rehén de las fuerzas militares, lo cual entre otras cosas, no es nada nuevo. Recordemos lo que le pasó al ex presidente Belisario Betancur cuando la toma del Palacio de Justicia por el movimiento insurgente M – 19. Al parecer hubo golpe de estado.

Contra todos estos hechos infames hay que salir a defender el proceso de paz con decisión, con coraje y con dolor de patria. Los 47 millones de colombianos y colombianas tenemos que cerrar filas. Necesitamos una paz con justicia social, una paz con cambios y una paz sin impunidad.

Necesitamos un país libre de violencia, un país libre y soberano compartiendo sin odios y sectarismos. Ojalá, haya una investigación sobre estos hechos y se sepa la verdad y si hay manos criminales de por medio que reciban el castigo ejemplar, pero no se puede seguir sacrificando jóvenes solo por defender los intereses de la pútrida y rancia oligarquía colombiana.