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Editorial del Semanario Voz
Elecciones y corrupción
En los Diálogos de La Habana se habló bastante del tema político y electoral, pero el Gobierno Nacional está cerrado a cambios radicales, que le arrebaten las posibilidades a los corruptos, a los vividores del erario y a quienes capturan el poder en favor de intereses particulares.
Semanario Voz / Viernes 14 de agosto de 2015
 

Las elecciones regionales del 25 de octubre del presente año, donde serán elegidos gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles de localidades y comunas, se adelantan, como suele ser en Colombia, en medio del ventajismo de los partidos del establecimiento, corrupción, mermelada, gabelas, compra de votos y cuantiosos gastos de publicidad, que no se corresponden con la ley electoral ni tampoco con el cargo al que se aspira, salvo porque quien invierte esas cuantiosas sumas de dinero es obvio que buscará recuperarlas desde el poder a través del saqueo del erario.

Ya se mencionó, sin que hubiera merecido el más mínimo debate en el país, el hecho vergonzoso que 140 candidatos a las gobernaciones, alcaldías y a distintas corporaciones, tienen relaciones con la parapolítica, con mafias y estafadores del dinero público. Están apadrinados por los partidos de la Unidad Nacional sin excepción, aunque el récord lo tiene Cambio Radical, el partido del vicepresidente Germán Vargas Lleras, y el Centro Democrático uribista. Todos a cual más de corruptos y negados a una reforma política de fondo que elimine de raíz estas prácticas que afectan a la democracia y a la pureza del sufragio.

En los Diálogos de La Habana, en los acuerdos parciales, aún limitados, se habló bastante del tema político y electoral, pero el Gobierno Nacional está cerrado a cambios radicales, en particular en lo electoral, que le arrebaten las posibilidades a los corruptos, a los vividores del erario y a quienes capturan el poder en favor de intereses particulares.

El escandaloso caso de Caquetá sacó a flote la podredumbre de la política regional. La alcaldesa, su esposo, 9 concejales y varios funcionarios de la administración, fueron detenidos porque estaban comprometidos en concierto para delinquir para aprovecharse de la contratación y de las licitaciones.

El caso del Caquetá no es el único. En la costa Atlántica están los de Kiko Gómez y La Gata, entre otros, que tras las rejas siguen manejando los hilos de la política, con el apoyo de los politiqueros del bipartidismo para seguir eligiendo a sus familiares y amigos. Es lo que desgasta la política y la convierte en politiquería, en negocios, aprovechando las gabelas del poder. Mientras en el Tolima, Valle del Cauca, Huila y otros, la puerta giratoria es tal que los mismos de siempre aspiran sin ninguna vergüenza a repetir en el cargo que tuvo antes o uno nuevo en la misma región. Cierran la posibilidad a la renovación y a la decencia.

A los partidos tradicionales les interesa que sea así, es la manera de mantener el régimen de injusticia, oprobio y de concentración de la riqueza y el poder. Por eso están negados a la democracia, a una real apertura democrática política y social, que fortalezca las libertades y la igualdad de condiciones en el país. Estimulan el abstencionismo y hasta el voto en blanco si es necesario, porque es la vía de impedir el fortalecimiento de las candidaturas alternativas. Aunque la izquierda tampoco se ayuda mucho, porque su presencia en la contienda electoral es dispersa, enfrentados unos sectores y otros, sin un norte unitario y programático que abra el camino hacia los cambios estructurales y de fondo en la vida del país.

La Unión Patriótica dio ejemplo ético al desautorizar listas con un mínimo de contaminación. Sucedió en la costa Atlántica y en algunos departamentos del interior. Es marcando la diferencia con los corruptos como se establece una nueva forma de hacer política desde la base y con criterios claros de servicio a las comunidades.

Se requieren elecciones con garantías, sin persecución a los opositores de la izquierda, como está ocurriendo con la Unión Patriótica y la Marcha Patriótica, que tampoco lograron ir unidos. Predomina el sectarismo, el hegemonismo y la odiosa exclusión, cuando lo que se requiere es la unidad con un proyecto democrático y popular.