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A propósito de la posible retoma política de Medellín por el uribismo
Adelaida Nikolayeva / Viernes 9 de octubre de 2015
 

Ante la posibilidad que la alcaldía de Medellín y otros escenarios de poder local sean conquistados por la extrema derecha, en cabeza del uribismo y su partido Centro Democrático, el movimiento popular, democrático y alternativo está en la obligación de encontrar alternativas a dicho desafío de los ultras de la política colombiana.

Medellín no solo es la segunda ciudad en importancia política, económica y cultural de Colombia, sino también la cuna del uribismo, del paramilitarismo y de la guerra sucia contra el movimiento popular y la oposición de izquierda. Tiene tal importancia para su proyecto de retoma del poder político en el país, que la pretende gobernar en cuerpo ajeno por medio de su candidato a la alcaldía, Juan Carlos Vélez Uribe. Así sucede en varias campañas a alcaldías y gobernaciones, donde la publicidad política destaca la imagen del omnipresente jefe del Centro Democrático, y no de los candidatos a ser elegidos.

De conquistar las grandes ciudades y municipios, incluidos concejos y asambleas, se ponen en juego importantes avances que se vienen dando en el país, entre ellos el derecho a la paz y el fin de la guerra entre Estado e insurgencia, que tanto dolor y sufrimiento ha causado a lo largo de más de cinco décadas a millones de ciudadanos. Está en juego, de no suspenderse los diálogos de paz, el proceso de democratización real en los ámbitos de la vida económica, social, cultural y política del país, incluida la capital de Antioquia.

Frente a este desafío político, hay que generar una gran movilización ciudadana y de conciencia política en el electorado, y en esa gran franja que se abstiene de participar, para que los concejos, alcaldías, asambleas y gobernaciones no sean gobernados en cuerpo ajeno por Álvaro Uribe y su engañoso Centro Democrático, que representan la facción más dogmática de la derecha en Colombia.

Medellín corre el riesgo de caer en manos del uribismo, que éste se tome el poder político y capitalice el poder de facto que ejerce por medio del paramilitarismo en la ciudad. Esto, si no surge una propuesta que unifique y genere un bloque político opuesto al candidato del centro democrático. Entre Alonso Salazar, Jaime Rico y Federico Gutiérrez (a quien se unió Eugenio Prieto recientemente) hay que apostar por una sola candidatura, sin preguntarse si son neoliberales o no. Porque todos los son, unos en mayor o menor grado. Sin embargo, ante la amenaza de un uribista pura sangre con las mismas propuestas de volver al modelo de la seguridad democrática y régimen de mano dura, se esconde una tendencia que busca reagruparse para destruir los avances que se vienen dando, como la necesidad de avanzar hacia la construcción de una paz estable y duradera.

Si avanzamos hacia la construcción de la paz y la reconciliación entre los colombianos, y el uribismo es la única tendencia política que se opone a este máximo objetivo, hay que generar un bloque político-electoral entre diferentes fuerzas y partidos para restarle peso a ésta tendencia que busca ganar poder local y regional para atrincherarse y retroceder lo avanzado.

De ganar espacios de poder local y regional la derecha ultra, las condiciones favorables para un cambio de modelo social que cree condiciones de vida digna para la mayoría de la gente que ha sufrido las consecuencias de gobiernos fallidos social y políticamente, entre ellos los dos últimos del uribismo, serán mucho más difíciles.

Esta situación merece una reflexión y decisión política consecuente con las aspiraciones del pueblo colombiano. Donde no prime el interés egoísta e individual de tal o cual candidato, sino el interés general hacia la democratización de la sociedad colombiana. A Medellín no la podemos volver a dejar en manos de los que la han entregado a la criminalidad, la muerte, la represión, los desaparecidos, la pobreza y la exclusión en la que vivimos la mayoría de ciudadanos y campesinos que habitamos este territorio. Con el uribismo no avanzamos, retrocedemos.