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Análisis
Paz y adecuaciones institucionales del Estado
Horacio Duque Giraldo / Martes 20 de octubre de 2015
 

La paz avanza y las negociaciones, la disputa política, se colocan en el terreno estratégico de las adecuaciones del Estado a lo consensuado en materia agraria, de participación política, cultivos de uso ilícito, fin del conflicto, reformas militares y justicia.

Los diálogos de paz son un proceso político que debe reflejarse en transformaciones fundamentales en la estructura del Estado entendido como reflejo de una correlación de fuerzas, como una materialidad de instituciones y como una legitimidad que expresa la hegemonía del grupo directivo en el Estado.

Con la paz debe surgir un nuevo Estado en la perspectiva de la democracia y el socialismo que recoja las banderas de cambio de la resistencia campesina revolucionaria y del pueblo colombiano.

El bloque temático identificado con el “fin del conflicto”, del Acuerdo especial de La Habana para la terminación de la guerra en Colombia y la construcción de la paz en la sociedad establece la necesidad de adelantar ajustes institucionales para hacer viables los consensos suficientes que se alcancen en cada una de las materias objeto de diálogo y concertación entra el Estado y las Farc [1].

En otros términos los pactos y coincidencias de La Mesa han de reflejarse en cambios y reformas al Estado, a su régimen de funcionamiento y a su aparato gubernamental.

Los asuntos ya consolidados, necesariamente deben reflejarse en un rediseño de los entes de gobierno existentes y de los sentidos del Estado.

Me refiero al tema agrario y rural que va a requerir importantes transformaciones en el Ministerio de Agricultura y todo el sector rural del Estado [2]; al de la democracia ampliada y la participación política que demandará replanteamientos en el ámbito electoral, el ordenamiento territorial, los sistemas de comunicación, los modelos de participación ciudadana, el régimen de partidos y movimientos sociales, la representación política y la seguridad de la guerrilla convertida en fuerza política [3]; a la erradicación de los cultivos de uso ilícito con nuevos instrumentos de gestión alternativos [4]; a las reformas militares que ya se adelantan con un reexamen de las teorías de la seguridad del Estado y sus implicaciones en la erradicación definitiva del paramilitarismo para trascender cierta “crisis existencial institucional” de los aparatos armados en la transiciónSobre los cambios anunciados en la doctrina de seguridad del Ejército [5]; y al sensible tema de las víctimas, la verdad, la justicia, la reparación y la garantía de la no repetición [6], esfera en la que ya está previsto crear una jurisdicción especial de paz, con un Tribunal especifico, diferente a los que existen en los términos de la Constitución de 1991, ciertamente carcomidos por una abrumadora avalancha de corrupción.

Desde luego las reformas políticas que se observan y las que vendrán son consecuencia de un ajuste en curso en las relaciones entre Estado y sociedad civil.

Por eso se trata de ver los cambios estatales en relación a la dinámica de las estructuras sociales y políticas, y en las relaciones entre Estado, gobierno y sociedad.

Se trata de hacer una mirada desde la sociología política.

El Estado deberá reformarse en muchos aspectos [7] porque la composición y acción de la sociedad civil y de las culturas comunitarias cambiará con la implementación de los acuerdos de paz produciendo una coyuntura de posibilidad y de reestructuración democrática de las relaciones entre Estado y sociedad, pero también se desplegarán los aspectos conservadores contenidos en la sociedad civil en el polo propietario y desde los ámbitos populares.

Por eso alcanzar el objetivo de la paz ha significado la configuración de un escenario de disputa entre concepciones no compatibles respecto de lo que debería ser el orden posterior no violento. No se puede omitir que el Estado es una relación y un conjunto de estructuras que es resultado de la lucha política. El Estado es un campo de lucha y una forma de lucha política, a la vez que se pretende que sea la forma de unificación de territorios y poblaciones, divididas por criterios de propiedad, poder político y cultura. La lucha política se despliega fuera y dentro del Estado, un Estado dividido por el modo en que los sujetos que gobiernan diferentes niveles y espacios relacionan las estructuras estatales con las estructuras sociales.

El Estado es, en síntesis, campo de disputa por la reproducción o reforma del orden social.

En ese sentido a estas alturas del proceso queda claro que dos bloques sociopolíticos difieren en cuanto a la paz. Hay un bloque estructurado en el funcionamiento de la Mesa de Diálogos de La Habana conformado por las delegaciones plenipotenciarias del gobierno del Presidente Juan Manuel Santos y de las Farc, el cual pacientemente -con las tensiones inevitables- ha elaborado coincidencias de la mayor trascendencia. Sería infantil y torpe menospreciar el trecho recorrido en los últimos 48 meses. Su potencial político es gigantesco y hay que blindarlo en todas las formas. Para decirlo en los términos del Jefe revolucionario de las Farc, hay una alianza para la paz entre la resistencia campesina revolucionaria, el Presidente Santos y su gobierno. El otro bloque es el integrado por el núcleo de la ultraderecha que encarna el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Se trata de una tendencia retrógrada que hace un sistemático sabotaje al horizonte dibujado para poner fin definitivo a la guerra. Tiene un amplio poder, aunque su margen de maniobra se encoge merced a su desacople con el poder global del gobierno estadounidense de Barak Obama, bastante interesado, como el Papa Francisco y la Unión Europea, en la firma de un acuerdo de la paz en Colombia. En su orfandad geopolítica es muy probable que Uribe y la aglomeración social que acaudilla mute hacia populismos nacionalistas para no perder audiencia en sectores muy conservadores de la multitud.

Por supuesto, en el punto del Estado y su concepción, esa tensión se exacerba. El Estado en su condición política por excelencia condensa las contradicciones estructurales de la formación social, es en sus espacios donde presentan más nitidez y valor en la perspectiva de los reordenamientos principales de la nación.

Dada la jerarquía que adquiere en el proceso de la paz el asunto del Estado y su reforma democrática, así como su articulación con el proyecto encaminado a instalar un régimen de participación ampliada, en la perspectiva de establecer el socialismo en Colombia, objetivo explicito del programa de la resistencia campesina revolucionaria en su larga lucha por la emancipación, este documento pretende incursionar en una reflexión de mayor envergadura sobre la teoría del Estado y su reflejo en una estrategia de cambios revolucionarios en Colombia que lleven al socialismo.

1. Izquierda y Estado.

En el campo de la izquierda es diverso el abordaje que se hace del tema del Estado. Hay muchos enfoques y teorías al respecto. Las referencias aluden a los planteamientos de Hegel [8], a las elaboraciones de Marx en varios de sus textos [9], a las de Federico Engels [10], a la construcción teórica de Lenin [11] y los revolucionarios rusos [12]. Más recientemente nuevas corrientes en el marxismo [13] (instrumentalismo, escuela lógica del capital, marxismo estructural) se han ocupado de dicha materia a propósito de las transformaciones del capitalismo introducidas por las corrientes neoclásicas con el modelo neoliberal.

La constitución de gobiernos populares en América Latina como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Brasil, Argentina, Nicaragua; la permanencia de Cuba socialista y el auge de los movimientos sociales en otros Estados han propiciado de nuevo el debate sobre el Estado, el régimen político y el gobierno.

Veamos en qué consisten los análisis, las tesis y las reflexiones al respecto y su pertinencia para nuestro caso.

Recojo para tal efecto recientes formulaciones planteadas por el actual Vicepresidente del gobierno de Bolivia, Álvaro García Linera [14]. Su línea analítica se inscribe en el universo teórico construido por René Zavaleta Mercado [15] y su tipo de poder dual con ocasión de la revolución de 1954 en La Paz. El enfoque del “poder dual” bien puede ser un instrumento que permitiría entender mejor la actual coyuntura colombiana abierta con los diálogos de paz. Vivimos un momento de provisionalidad política, de un cierto “vacío político”, pero también de apertura a una nueva época, como en su momento ocurrió en la constitución del Frente Nacional y la aprobación de la Constitución de 1991, un texto lleno de buenas y malas intenciones, al amparo del cual se implantó el neoliberalismo y la apertura a la globalización, se generalizó el paramilitarismo, se montó el para-Estado y la parapolítica, se narcotizó la economía, se masificó el desplazamiento violento de campesinos, se concentró aun más la riqueza, se oligarquizó la política y se profundizó la pobreza y miseria de grandes masas sociales en las regiones. Por supuesto sería necio negar que la conquista de ciertos derechos permitieron la constitución de nuevas subjetividades comprometidas en la resistencia y la lucha por la emancipación con logros importantes, aunque limitados, en la movilización indígena (por sus tierras ancestrales), de los afros (Ley 70 /1994 y Consejos comunitarios), de las mujeres, del ambientalismo, de los educadores, de los cocaleros, los campesinos pobres y medios, los LGTBI y las organizaciones políticas de la izquierda articuladas en el Polo Democrático y otras agrupaciones como la UP, Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos, el Frente Amplio por la paz y tendencias regionales comprometidas en plataformas autonómicas.

Retomar el debate sobre el Estado tiene, por supuesto, necesarias implicaciones en el punto de la implementación de los acuerdos y su verificación en los términos establecidos. Bien es sabido que se han indicado unos procedimientos y unos instrumentos al respecto. El Presidente Santos tomó la decisión de formular un Acto Legislativo [16] para crear una Comisión Legislativa especial que se ocupará del tema de la paz, con una reforma al reglamento del trámite legislativo y con unas facultades de paz muy precisas para el Jefe de Estado. De otro lado las Farc se inclinan por la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente popular y soberana [17] que trace las bases de una nueva estatalidad y un nuevo régimen político. A mi juicio en las dos ideas está presente, orbita, la categoría del poder constituyente como fuente ontológica de otras materialidades de poder alternativo.

Veamos entonces los alcances de las consideraciones teóricas de García Linera, construidas desde las elaboraciones hegeliana, marxista, leninistas, weberiana, los aportes de Elías, de Zavaleta Mercado y Poulantzas.

En lo que sigue reúno diversas tesis planteadas en varios textos y conferencias del autor.

Su propuesta consiste en estudiar al Estado, en el enfoque de Poulantzas, como una “condensación material de relaciones de fuerzas entre clases y fracciones de clases”

Afirma García Linera, el Estado es eso: una cotidiana trama social entre gobernantes y gobernados, en la que todos, con distintos niveles de influencia, eficacia y decisión, intervienen en torno a la definición de lo público, lo común, lo colectivo y lo universal [18].

Lo que llamamos Estado, agrega, es una estructura de relaciones políticas territorializadas y, por tanto, flujos de interrelaciones y de materializaciones pasadas de esas interrelaciones referidas a la dominación y legitimación política. Esta “relación-Estado” siempre es un proceso histórico político en construcción, en movimiento, en flujo. Sin embargo, hay momentos en su historia cuando este devenir se mueve en un marco de procedimientos, jerarquías y hábitos relativamente previsibles y acotados; estos son los momentos de la “estabilidad” de la “relación-Estado”. Pero cuando las jerarquías, los procedimientos y los hábitos de la relación-Estado pierden su anclaje estructural primordial, estamos frente a los momentos de “transición” de una estructura de relaciones políticas de dominación y legitimación a otra, es decir a otra forma de relación-Estado.

2. Tres ejes analíticos en el tema del Estado.

Hay tres ejes analíticos, señala García Linera, del concepto de la relación-Estado que es preciso tener en cuenta: El Estado como correlación política de fuerzas sociales, el Estado como materialidad institucional y el Estado como idea o creencia colectiva generalizada [19].

Agrega GL que pretende recoger este debate entendiendo al Estado, por una parte como una correlación política de fuerzas entre bloques y clases sociales con capacidad de influir, en mayor o menor medida, en la implementación de decisiones gubernamentales o, si se prefiere, como construcción de una coalición política dominante; por otra como una maquinaria donde se materializan esas decisiones en normas, reglas, burocracias, presupuestos, jerarquías, hábitos burocráticos, papeles, trámites, es decir, como institucionalidad. Estos dos primeros componentes hacen referencia al Estado como relación material de dominación y conducción política. Y en tercer lugar el Estado como idea colectiva, como sentido común de época que garantiza el consentimiento moral entre gobernantes y gobernados. Con este tercer componente se refiere al Estado como relación de legitimación política o, en palabras de P. Bourdieu, como monopolio del poder simbólico [20].

3. El Estado como construcción de monopolios.

Esto permite ver entonces al Estado, señala, también como una construcción política de monopolios legítimos sobre determinados recursos escasos de la sociedad: coerción, recursos económicos públicos y legitimación. En este sentido, el Estado, como lo definió Weber [21], es una maquina relacional que ha logrado a lo largo de la historia monopolizar el uso de la coerción publica en un determinado territorio mediante la centralización de la fuerza armada (Fuerzas Armadas, Policía), la punición de las transgresiones a los modos de convivencia social (cárceles, tribunales, códigos) y el disciplinamiento colectivo al cumplimiento de procedimientos y reglamentos (acceso y cumplimiento de las normas publicas). Esta coerción, si bien se materializa en instituciones (dimensión material del Estado), y se consagra o se cotidianiza por medio de la continua internalización, y aceptación pre-refexiva de los procedimientos por parte de los ciudadanos (dimensión ideal del Estado), se trata de unas coerciones que han sido fruto de momentos específicos de luchas, de confrontaciones sociales que han jerarquizado e impuesto determinadas visiones o necesidades de mando y control sobre otras necesidades y mandos de otros sectores sociales (el Estado como dominación –Marx– o correlación de fuerzas) y que con el tiempo se han consolidado, olvidado en su origen de imposición, y “naturalizado” como habito social.

Lo mismo, agrega, sucede con los otros dos monopolios que dan lugar al Estado histórico: de recursos económicos y de legitimación social.

En el caso del monopolio económico construido por el Estado, N. Elias [22], ha mostrado como el Estado moderno ha ido consolidando tempranamente la facultad exclusiva de cobrar impuestos, a lo que hay que añadir luego, la propiedad de las empresas públicas y la administración centralizada del presupuesto general del Estado.

Se tiene acá un hecho monopólico construido mediante mecanismos coercitivos, legitimados como obligación ciudadana e institucionalizados como función regular estatal.

Por último el monopolio del poder simbólico que detenta el Estado, si bien hace referencia al control de los procesos de producción de las ideas-fuerzas que cohesionan a una sociedad, se trata de legitimaciones de imposiciones, de dominaciones y luchas por la imposición cuya violencia ha sido “olvidada” y reconocida como “normal” y practicada como parte del mundo dado de las cosas de una sociedad.

Por todo ello otra manera de ver al Estado contemporáneo es como un proceso de construcción histórica de dominación a partir de tres grandes monopolios: de la coerción, de la riqueza pública y de la legitimación política, en el que cada uno de estos tres grandes monopolios a la vez ha sido producido por procesos articulados de correlaciones de fuerzas, de institucionalizaciones de esas correlaciones de fuerzas y de legitimaciones políticas.

En síntesis, plantea García Linera, el Estado es monopolio de la coerción (tal como lo estudió Weber); pero también proceso de monopolización de los tributos (tal como fue estudiado por Norbert Elías); es monopolización de las certificaciones educativas, de las narrativas nacionales, de las ideas dominantes, es decir, de los esquemas de percepción y acción mental con los que las personas entienden y actúan en el mundo; en otras palabras, es proceso de monopolización del sentido común, del orden simbólico o, siguiendo a Durkheim, de los principios morales y lógicos con los que las personas son lo que son en el mundo. La monopolización constante de los saberes y procedimientos organizativos del orden social, es la principal cualidad visible del Estado. Se trata de una monopolización de los principios organizativos de la vida material y simbólica de la sociedad.

4. Monopolios y comunitarización del Estado.

Sin embargo, no puede existir monopolio legítimo (cualidad primaria del Estado), sin socialización o universalización de los procedimientos, saberes, conquistas, derechos, e identidades. La alquimia social funciona de tal modo que la apropiación de los recursos (coerción, tributos, saberes, etc.), solo puede funcionar mediante la comunitarización general de ellos. En cierta medida, el Estado es una forma de comunidad, ya sea territorial, lingüística, educativa, histórica, mental, espiritual y económica; no obstante, esa comunidad solamente puede constituirse en tanto se instituye para ser simultáneamente usurpada y monopolizada por unos pocos. El Estado es un proceso histórico de construcción de lo común, que ni bien está en pleno proceso de constitución como común, como universal, simultáneamente es monopolizado por algunos (los gobernantes); produciéndose precisamente un monopolio de lo común. El Estado no representa un monopolio de los recursos privados, sino un monopolio de los recursos comunes, de los bienes comunes y, justamente en esta contradicción, se encuentra la clave del Estado, es decir, de la dominación social.

El Estado sólo puede producirse en la historia contemporánea si produce (como fruto de las luchas y de las relaciones sociales) bienes comunes, recursos pertenecientes a toda la sociedad, como la legalidad, la educación, la protección, la historia cívica, los aportes económicos para el cuidado de los demás, etc.; pero este común únicamente puede realizarse si al mismo tiempo de producirse, también se inicia el proceso de su monopolización, su concentración y su administración por unos pocos que, al realizar esa monopolización, consagran la existencia misma de los bienes comunes. Ahora bien no puede existir una dominación impune. Ya que los bienes comunes son creados, permanentemente ampliados y demandados, pero sólo existen si son a la vez monopolizados; todo ello no puede suceder como una simple y llana expropiación privada; de hacerlo entonces el Estado dejaría de ser Estado y devendría en un patrimonio de clase o de casta, perdiendo legitimidad y siendo revocado.

El Estado será Estado, o en otros términos, la “condensación de correlación de fuerzas” poulantziana devendrá en una institución duradera de dominación (en Estado), solamente en la medida en que los monopolizadores de esos bienes comunes sean capaces de gestionar a su favor ese monopolio, haciéndoles creer, entender y aceptar a los demás que esos bienes comunes monopolizados en su gestión, son bienes comunes que favorecen también al resto (a los creadores y partícipes de esos bienes comunes). Allí radica el secreto de la dominación: en la creencia experimentada de una doble comunidad, monopolizada en su administración por unos pocos, dejando por tanto de ser una comunidad real, para convertirse en lo que Marx llamaba una “comunidad ilusoria”, pero comunidad al fin.

La dominación estatal es la correlación de fuerzas sociales que instala en la vida cotidiana y en el mundo simbólico de las personas una doble comunidad ilusoria. Por una parte la comunidad de los bienes comunes que da lugar a los bienes del Estado, a saber, los tributos comunes (es decir, la universalización de la tributación), la educación común (es decir, la universalización de la educación escolar y universitaria), los derechos de ciudadanía (es decir, la universalización de los derechos jurídicos, sociales, políticos), las instituciones y las narrativas comunes (es decir, la universalidad de la comunidad nacional), los esquemas morales y lógicos de la organización del mundo (es decir, la universalización del sentido común y el orden simbólico de la sociedad). Son bienes comunes construidos para todos (primera comunidad), pero son organizados, propuestos y liderizados por unos pocos (primer monopolio); aunque a la vez estos bienes comunes son repartidos y distribuidos para ser de todos los miembros del Estado (segunda comunidad), no obstante esa distribución es al mismo tiempo gestionada y regulada por unos pocos para que sólo ellos puedan usufructuar en mayor cantidad, con mayor facilidad y con capacidad real de decisión y administración, de ella (segundo monopolio).

Así el Estado se presenta como un proceso de regulación jerarquizada de los bienes comunes. Únicamente podemos hablar de Estado (comunidad) cuando existen bienes comunes que involucran a toda la sociedad; pero esa comunidad sólo puede gestionarse y usufructuarse de manera jerarquizada y hasta cierto punto solamente si es expropiada por unos pocos (monopolio). De ahí que Marx haga referencia al Estado adecuadamente como una “comunidad ilusoria”, pues el Estado es una relación social de fuerzas de construcción de bienes comunes que son monopolizados y usufructuados en mejores condiciones por unos pocos. Allí radica no sólo la legitimidad del Estado, sino la legitimación o la naturalización de la dominación.

5. El Estado como relación paradojal.

Así de cierta manera la “relación-Estado” es una relación paradojal. Por una parte, políticamente no hay nada más material (física y administrativamente) que un Estado (monopolio de la coerción, de la administración de los impuestos, como núcleo íntimo y fundante), pero, a la vez, no hay nada que dependa más en su funcionamiento, que dé la creencia colectiva de la necesidad (momento consciente) o inevitabilidad (momento prerrefexivo) de su funcionamiento.

De igual manera en la administración interna de la maquinaria el Estado se presenta como la totalidad más idealista de la acción política porque es el único lugar en todo el campo político en el que la idea deviene inmediatamente en materia con efecto social general, esto es: el único lugar donde cualquier decisión pensada, asumida y escrita por los gobernantes, deviene inmediatamente en materia estatal, en documentos, informes, memorias, recursos financieros, ejecuciones prácticas, etc., y esto con efecto social general. Por ello se puede decir que el Estado es la perpetuación y la constante condensación de la contradicción entre la materialidad y la idealidad de la acción política, contradicción que busca ser superada parcialmente mediante la conversión de la idealidad como un momento de la materialidad (la legitimidad como garante de la dominación política) y la materialidad como momento del despliegue de la idealidad (decisiones de gobierno que devienen en acciones, de gobierno también, de efecto social general).

Ya sea como un continuo proceso de monopolización de la coerción, de monopolización del uso de los tributos, de monopolización de los bienes comunes, de monopolización de los universales dominantes, de monopolización de la redacción y gestión de la ley que abarcará a todos; o como institución de derechos (a la educación, a la salud, a la seguridad, al trabajo y a la identidad), el Estado −que es precisamente todo lo anterior en proceso− es un flujo, una trama fluida de relaciones, luchas, conquistas, asedios, seducciones, símbolos, discursos que disputan bienes, símbolos, recursos y su gestión monopólica. El Estado definitivamente es un proceso, un conglomerado de relaciones sociales que se institucionalizan, se regularizan y se estabilizan (por eso “Estado”, que tiene que ver con estabilidad), pero con la siguiente particularidad: se trata de relaciones y procesos sociales que institucionalizan relaciones de dominación político-económica-cultural-simbólica.

El Estado es en casos una institución, una máquina de procedimientos, pero esa máquina de procedimientos, esa materialidad son relaciones, flujos de luchas cosificados que objetivizan la cualidad de las relaciones de fuerza de esos flujos y luchas sociales.

El Estado está constituido por un conjunto de saberes aprendidos sobre la historia, la cultura, las ciencias naturales o la literatura. Pero el Estado también representa las acreditaciones que validan las jerarquías militares, educativas o sociales detrás de las cuales organizamos nuestras vidas (sin saber bien de dónde vinieron); los miedos, las prohibiciones, los acatamientos respecto a lo socialmente correcto y lo socialmente punible; las aceptaciones a los monopolios reguladores de la civilidad; las tolerancias a la autoridad policial o civil; las resignaciones ante las normas que regulan los trámites, los derechos, las certificaciones; los procedimientos legales, financieros o propietarios, aprendidos, asumidos y acatados; las señalizaciones entendidas sobre lo debido o indebido; la organización mental preparada para desenvolverse exitosamente en medio de todas esas señalizaciones sociales rutinarias; la cultura interiorizada por la escuela, por los rituales cívicos, por los reconocimientos instituidos y reconocidos como tales; todo eso es el Estado. Y en ese sentido, se puede decir que significa una manera de conocer el mundo existente y de desenvolverse en éste tal como ha sido instituido; de saber traducir en acción posible los símbolos del orden dominante instituido y saber desenvolver las acciones individuales o colectivas, ya sea como obreros, campesinos, estudiantes o empresarios, según esas cartas de navegación social que están inscritas en las oficinas, las escuelas, las universidades, el Parlamento, los tribunales, las empresas, los bancos, etc.

El Estado es el constante proceso de estabilización de las relaciones existentes (relaciones de dominación) en los cuerpos y marcos de percepción y de organización práctica del mundo de cada persona; es la constante formación de las estructuras mentales con las que las personas entienden el mundo existente y con las cuales actúan ante ese mundo percibido. Estado son por tanto las estructuras mentales, los esquemas simbólicos, los sistemas de interpretación del mundo que hacen que cada individuo sea uno con capacidad de operar y desenvolverse en ese mundo, que claramente está jerarquizado pero que, al haberse hecho esquema de interpretación y acción posible en el cuerpo de cada persona, deja de ser visto como extraño y más bien deviene como un mundo “naturalizado” por el propio sistema de organización ideal del mundo objetivado en la mente y el cuerpo de cada individuo. Por lo tanto el Estado es también un conjunto de ideas, saberes, procedimientos y esquemas de percepción que viabilizan la tolerancia de las estructuras de autoridad instituidas. En cierta medida se podría decir que el Estado es la manera en que la realidad dominante escribe su gramática de dominación en el cuerpo y en la mente de cada persona, en el cuerpo colectivo de cada clase social; y a la vez representa los procedimientos de producción simbólica, discursiva y moral con los que cada persona y cada cuerpo colectivo se mira a sí mismo y actúa como cuerpo en el mundo. En ese sentido se puede decir que el Estado es materia y es idea: 50% materia, 50% idea.

La sociedad, el Estado y sus instituciones son como la geografía apacible de una campiña. Parecen estáticas, fijas, inamovibles. Pero eso sólo es la superficie; por debajo de esa geografía hay intensos y candentes flujos de lava que circulan de un lugar a otro, que se sobreponen unos frente a otros y que van modificando desde abajo la propia topografía. Y cuando vemos la historia geológica, con fases de duración de millones de años, vemos que esa superficie fue trabajada, fue fruto de corrientes de lava ígnea que brotaron sobre la superficie arrasando a su paso toda la anterior fisonomía, creando en su flujo, montañas, valles, precipicios; que con el tiempo, se solidificaron dando lugar a la actual geografía. Las instituciones son igual que la geografía: solidificaciones temporales de luchas, de correlaciones de fuerza entre distintos sectores sociales y de un estado de esa correlación de fuerza que con el tiempo se enfrían y petrifican como norma, institución, procedimiento. En el fondo las instituciones nacen de luchas pasadas, con el tiempo olvidadas y petrificadas; en sí mismas son luchas objetivadas, pero además sirven a esas luchas, expresan la correlación de fuerzas dominante de esas luchas pasadas y que ahora, con el olvido, funcionan como estructuras de dominación sin aparecer como tales estructuras de dominación. Se trata de una doble eficacia de dominación: son fruto de la dominación para la dominación; pero dominan, con el tiempo, sin aparecer como tales estructuras de dominación.

6. Estado, formación de las hegemonías y lucha por la emancipación [23].

De otro lado el proceso social llamado Estado es un proceso de formación de las hegemonías o bloques de clase; es decir de la capacidad de un bloque histórico de articular en su proyecto de sociedad a las clases que no son parte dirigente de ese proyecto. Sin embargo en la lucha por el poder del Estado siempre existe una dimensión emancipadora, un potencial comunitario que deberá develarse al momento de la confrontación con las relaciones de monopolización que anidan en el proyecto o voluntad estatal.

Al indicar que el Estado es una relación, agrega García Linera, entre las clases poseedoras y una relación con las clases populares, se está criticando no sólo la lectura del Estado como cosa, como aparato externo a la sociedad, que fue la que dio origen a las fallidas estrategias elitistas o reformistas de destrucción o de ocupación del Estado que supusieron, en ambos casos, la consagración de nuevas élites dominantes, ya sea por la vía armada o la vía electoral.

Se trata de una invitación a reflexionar sobre el Estado como una relación que busca la dominación y no como el punto de partida para explicar las cosas y establecer estrategias revolucionarias; más bien como el punto de llegada de complejos procesos y luchas sociales que dan lugar precisamente a la dominación. Entonces la dominación no es el punto de partida para explicar la sociedad sino, por el contrario, el proceso, el devenir, el continuo artificio social lleno de posibilidades a veces, de incertidumbres tácticas, de espacios huecos de la dominación que son precisamente los espacios que habilitan la posibilidad de la emancipación o la resistencia.

En ese sentido si la dominación no es el punto de partida para explicar el mundo sino un proceso que se está creando a diario, que tiene que actualizarse y verificarse a diario; eso significa que ella no es un destino fatal o ineluctable. Justamente es en los huecos de la dominación, en los intersticios del Estado y en su cotidiana incertidumbre de realización que se encuentra, anida y surge la posibilidad de la emancipación. Tal como lo muestra la historia de las verdaderas revoluciones, en medio de la pasividad, de la tolerancia consuetudinaria de las clases menesterosas, de las complicidades morales entre gobernantes y gobernados; es que de pronto algo salta, una memoria de organización se gatilla, las tolerancias morales hacia los gobernantes estallan, los viejos discursos de orden ya no convocan y nuevos idearios e ideas (anteriormente marginales) comienzan a seducir y convocar cada vez a más personas. La dominación se quiebra desde el interior mismo del proceso de dominación.

El Estado como monopolio de decisiones universalizantes se ve interpelado desde adentro. Es como si su fundamento escondido de comunidad deseada emergiera en las expectativas de la población, dando lugar a la irrupción de voluntades colectivas que se reapropian de las capacidades de deliberación, imaginación y decisión; surgen esperanzas prácticas de maneras distintas de gestionar lo común. Ciertamente a veces esas acciones prácticas se proyectan a otros representantes que simplemente reactualizan el funcionamiento de los viejos monopolios estatales con nuevos rostros. Pero si a pesar de ello en el horizonte comienzan a despuntar nuevas creencias movilizadoras que alimentan el entusiasmo social (al principio en pequeños sectores, luego en regiones, y tal vez más tarde a nivel nacional). Y cuando este despertar social no sólo se condensa en nuevas personalidades elegidas, sino que revoca a las viejas élites representantes y desborda la representación electoral con nuevas formas de participación, de movilización extraparlamentaria, plebeya y encima busca sustituir los profundos esquemas mentales con los que la gente organiza moral y lógicamente su vida cotidiana. Cuando todo ello sucede estamos ante procesos revolucionarios que afectan la estructura misma de las jerarquías sociales en la toma de decisiones, que diluye las viejas certidumbres sobre el destino y que lanza a la gente a participar y a creer en otras maneras de gestionar los asuntos comunes. En otras palabras estamos ante una crisis general de Estado cuya resolución sólo puede transitar por dos vías: por una restauración de las viejas creencias o relaciones de fuerzas; o por unas nuevas relaciones de fuerza, creencias movilizadoras y modos de participación, es decir, por una nueva forma estatal cuyo grado de democratización social dependerá de la propia capacidad con la que los subalternos sean capaces de sostener en las calles y en las instituciones la participación en la gestión de lo común.

El orden estatal es también un orden de educación, de saberes funcionales, de territorialización de los ciudadanos y de producción de expectativas lógicas y morales sobre el propio orden del mundo, de la familia, de los individuos. Sin embargo no se trata de una producción cerrada automática. Ya mencionamos que tiene vacíos e incertidumbres; y es ahí, en esos espacios de incertidumbre, que entran en juego otras propuestas de producción de sentido, otros horizontes posibles, otras expectativas movilizadoras, individuales, grupales o sociales, que pueden ser de carácter político revolucionario, conservador, religioso, identitario, comunitario, entre otros.

Está claro que el Estado es el monopolio de las ideas-fuerzas que orientan una sociedad. Sin embargo si las expectativas estatales no se corresponden con la realidad experimentada por los grupos sociales, se forma una masa crítica de disponibilidad hacia nuevas creencias portadoras de esperanza y de certidumbre. Y esas disponibilidades a nuevas creencias pueden crecer más a medida que el Estado separa el orden real de las cosas respecto al orden esperado. Cuando esta separación entre lo real y lo ideal se agranda y abarca a más sectores (jóvenes, obreros, migrantes, estudiantes, etc.) se abre el espacio de una amplia predisposición a la revocatoria de las viejas creencias.

Dependiendo de la correlación de fuerzas entre los otros emisores discursivos alternativos, asistiremos a un crecimiento de identidades políticas de derecha, de izquierda, locales, comunitarias o religiosas.

Por otro lado el poder de Estado igualmente puede ser constructor de identidades sociales, de fracciones de clase movilizada, y de movilizaciones ciudadanas en torno a miedos o defensas colectivas. Es más, en ciertos momentos puede tener un papel altamente influyente en la promoción de identidades pero nunca lo hace sobre la nada; es decir, ninguna identidad social puede ser inventada por el Estado. Más bien lo que hace el Estado es reforzar, promocionar, visibilizar, empoderar agregaciones latentes, expectativas potenciales y esconder, devaluar, invisibilizar otras tantas identidades anteriormente existentes; aunque está claro que el Estado no hará nada que, de una manera u otra y a la larga, reafirme su propia reproducción y sus propios monopolios. El miedo puede ser un factor aglutinante pero no es un factor de construcción de un nuevo orden ni de autodeterminación. Y tarde o temprano la sociedad deberá peguntarse acerca de las condiciones históricas de la producción del miedo y las acciones arbitrarias del Estado que hayan llevado a que la sociedad se sintiera como en un castillo asediado. El asedio al castillo nunca será una acción descabellada; siempre resultará ser una acción defensiva en contra de algún agravio histórico. Y esta no es la excepción.

Si el Estado capitalista moderno es una relación social que atraviesa a toda la sociedad y a todos sus componentes: las clases sociales, las identidades colectivas, sus ideas, su historia y sus esperanzas; entonces el socialismo, entendido como la transformación estructural de las relaciones de fuerzas entre las clases sociales, necesariamente tiene que atravesar al propio Estado. Y lo atraviesa justamente como la democratización sustancial de las decisiones colectivas, de la gestión de lo común, como desmonopolización creciente de la producción de los universales cohesionadores; es decir como irrupción de la democracia en las condiciones materiales y simbólicas de la existencia social.

7. El Estado en tiempos de cambio y transición.

¿Qué podemos entender por Estado en momentos en que su forma social está en duda, en proceso de incertidumbre o, si se prefiere, en momentos en que se construye una nueva estructura estatal como la que se plantea en estos momentos con los diálogos de paz?

Retomando las características de los tres componentes estructurales de la relación estatal y esos tres “ladrillos” básicos de su composición veamos algunos elementos del Estado en transición o momentos de revolución política de las sociedades. Para ello son reveladores los textos de Robespierre [24], los de Marx en los que escribe sobre la revolución europea de 1848-1857 y sobre la Comuna de Paris en 1871 [25], al igual que las reflexiones de Lenin en el periodo 1918-1920 [26] y por supuesto René Zavaleta Mercado cuando estudia la revolución de 1952 [27].

En lo que se refiere a los estudios del Estado como continuidad y reproducción hay bastantes aportes en la sociología del Estado. En ello las investigaciones sobre el proceso de monopolización de la coerción legítima y de los impuestos de construcción de los sistemas legales y judiciales, y del papel del sistema escolar como reproductor de las relaciones de dominación, son líneas de estudio de los largos periodos de regularidad y la reproducción del Estado.

Se trata de temáticas que se pueden incorporar al bagaje sociológico del estudio del Estado en tiempos de estabilización o de estabilidad como espacio de dominación a partir de correlaciones de fuerzas, de instituciones que objetivan esa correlación de fuerzas y de ideas que legitiman y “naturalizan” las relaciones de fuerza.

Ahora bien estas tres dimensiones o caras del mismo orden estatal, en momentos de cambio de forma y contenido social del Estado, presentan transformaciones diferentes en su profundidad y velocidad de acuerdo al momento o etapa de la crisis de Estado que se está atravesando.

Esquemáticamente, dice García Linera, se puede resumir que toda crisis estatal atraviesa cinco etapas históricas:

a) El momento del desvelamiento de la crisis de Estado que es cuando el sistema político y simbólico dominante, que permitía hablar de una tolerancia o hasta acompañamiento moral de los dominados hacia las clases dominantes, se quiebra parcialmente dando lugar así a un bloque social políticamente disidente con capacidad de movilización y expansión territorial de esa disidencia convertida en irreductible.

b) De consolidarse esa disidencia como proyecto político nacional imposible de ser incorporado en el orden y discurso dominante, se da inicio al empate catastrófico que habla ya de la presencia no sólo de una fuerza política con capacidad de movilización nacional, como para disputar parcialmente el control territorial del bloque político dominante, sino además de la existencia de una propuesta de poder (programa, liderazgo y organización con voluntad de poder estatal), capaz de desdoblar el imaginario colectivo de la sociedad en dos estructuras políticas-estatales diferenciadas y antagonizadas.

c) Renovación o sustitución radical de élites políticas mediante la constitución gubernamental de un nuevo bloque político que asume la responsabilidad de convertir las demandas contestatarias en hechos estatales desde el gobierno.

d) Construcción, reconversión o restitución conflictiva de un bloque de poder económico-político-simbólico a partir del Estado en la búsqueda de ensamblar el ideario de la sociedad movilizada con la utilización de recursos materiales del o desde el Estado.

e) Punto de bifurcación o hecho político-histórico a partir del cual la crisis de Estado, la pugna política generadora de desorden social creciente, es resuelta mediante una serie de hechos de fuerza que consolidan duraderamente uno nuevo o reconstituyen el viejo, sistema político (correlación de fuerzas parlamentarias, alianzas y procedimientos de recambio de gobierno), el bloque de poder dominante (estructura de propiedad y control del excedente) y el orden simbólico del poder estatal (ideas fuerza que guían las temáticas de la vida colectiva de la sociedad).

Ahora bien ¿Cuáles son los puntos nodales de la estatalidad cuando queremos ver al Estado en tiempos de transición? En otras palabras: ¿Cómo acercarnos al estudio de los mecanismos, las formas y los medios de consagración y legitimación duradera de una correlación de fuerzas políticas? ¿Cómo se convierte en estable una eventual estructura de relaciones políticas diferente a la anteriormente vigente? ¿Cómo —en palabras más académicas— se consolida un régimen de mando y de poder social tanto material como simbólicamente?

Está claro que en los momentos de estabilidad política y de estabilidad estatal esos tres componentes que hemos nombrado: el Estado como correlación de fuerzas, el Estado como máquina y el Estado como idea; se definen como estables porque se mueven en un ámbito de previsibilidad y de no antagonismo radical ni de quiebre en sus componentes internos. Por lo tanto su preservación, su transformación y su reconversión, que son también flujos de trabajo de poder, son en cierta medida previsibles a partir de ciertos parámetros de movimiento interno de las ideas dominantes, de la maquinalidad administrativa y de la correlación de fuerzas sociales.

En cambio, en tiempo de crisis estatal, cada uno de estos componentes: la máquina, la correlación de fuerzas y la idea o imaginación política; presentan ámbitos de antagonismo recurrente, inestabilidad e incertidumbre estratégica en cuanto a su funcionamiento. Es decir la forma cotidiana de reconocer a un Estado en transición es la incertidumbre duradera de la vida política de una sociedad, la “gelatinosidad” conflictiva y polarizada del sentido común colectivo, la imprevisibilidad estratégica de las jerarquías y mandos de la sociedad a largo plazo que bien podemos denominar crisis de Estado.

Finalmente recojamos, señala GL, el concepto del punto de bifurcación retomado del profesor de física Ilya Prigogine [28], quien estudió los sistemas alejados del punto de equilibrio. Él vio que a partir de cierto tiempo estos sistemas alejados del punto de equilibrio pueden dar lugar a un nuevo orden. A este punto de conversión del desorden del sistema en orden y estabilización del sistema, Prigogine le llamó: punto de bifurcación.

En el ámbito de las estructuras estatales en crisis (“sistemas alejados del equilibrio”) éstas se caracterizan por la inestabilidad y la confrontación política. Se trata de auténticos, generalizados y desnudos momentos de lucha por el poder político. Pero en la medida en que ninguna sociedad puede vivir perpetuamente en un estado de lucha generalizada y antagonizada por el poder la sociedad, más pronto o más tarde, ha de inclinarse por la estabilización del sistema o construcción de un orden estatal que devuelva la certidumbre a las estructuras de dominación y conducción política. A este momento histórico-específico, fechable, a partir del cual el Estado se estabiliza, se denomina: punto de bifurcación.

Si se revisan los momentos de la construcción de cualquier nuevo Estado -el nacionalista, el republicano, la comuna, el soviético, el chino, el cubano, el boliviano- se verá que siempre han tenido un punto de bifurcación de su estructura de poder.

Ahora este punto de bifurcación tiene varias características: la primera es un momento de fuerza, no de diálogo ni necesariamente un punto violento, pero sí es un momento donde se tienen que exhibir desnudamente las fuerzas de la sociedad en pugna, se tienen que medir las capacidades y en ello definir la suerte definitiva e irreversible de cada uno de los contrincantes.

En segundo lugar el punto de bifurcación es un momento donde las antiguas fuerzas asumen su condición de derrota o las nuevas fuerzas ascendentes asumen su imposibilidad de triunfo y se repliegan. Es un momento donde una fuerza social, o un bloque de fuerza, asume el mando reconocido por los que aceptan obedecer dando lugar a una nueva complacencia moral entre gobernantes y gobernados.

En tercer lugar es un momento donde la política es fundamentalmente la continuación de la guerra por otros medios y no a la inversa.

Aunque también las construcciones de consenso sociales son necesarias pero a partir de legitimaciones o deslegitimaciones de hechos de fuerza. En otras palabras, el punto de bifurcación es un momento donde la situación de todos se dirime con base en el despliegue de correlación de fuerzas sin mediación alguna: fuerzas materiales, simbólicas y económicas.

Colocados en ese sitio de bifurcación conviene adentrarse en una reflexión de mayor calado. Me estoy refiriendo a los caminos que se abren, en esta reflexión sobre lo estatal, a las articulaciones entre el Estado y la hipótesis socialistas.

Ese será tema de un próximo trabajo, en el que vamos a proponer unas conclusiones generales sobre este campo analítico que surge con el proceso de paz en curso en la Mesa de diálogos de La Habana la cual tiene otros temas pendientes de gran envergadura.

[1Ver punto 5 del Tema 3 de la Agenda temática de los diálogos adelantados en La Mesa de La Habana en el siguiente enlace electrónico https://www.mesadeconversaciones.com.co/sites/default/files/AcuerdoGeneralTerminacionConflicto.pdf cuyo texto indica que: 5. El Gobierno Nacional revisará y hará las reformas y los ajustes institucionales necesarios para hacer frente a los retos de la construcción de la paz.

[2Ver texto completo del consenso agrario entre el gobierno y las Farc en el siguiente enlace electrónico http://www.elpais.com.co/elpais/archivos/reforma-rural-proceso-de-paz.pdf

[3Ver texto completo del consenso sobre participación política entre el gobierno y las Farc en el siguiente enlace electrónico http://www.elpais.com.co/elpais/archivos/participacion-politica-proceso-de-paz.pdf

[4Ver texto completo del consenso suficiente sobre erradicación de cultivos de uso ilícito en el siguiente enlace electrónico http://www.elpais.com.co/elpais/archivos/drogas-ilicitas-proceso-de-paz.pdf

[6Sobre el acuerdo entre el gobierno y las Farc en el tema de verdad, justicia, reparación y no repetición ver el siguiente enlace electrónico http://www.elheraldo.co/internacional/esta-es-la-declaracion-conjunta-del-gobierno-y-las-farc-sobre-acuerdo-de-justicia

[7Sobre las reformas al Estado colombiano adelantadas después de la expedición de la Constitución de 1991 ver la presentación que de las mismas hace Edgar Gonzales, experto en el tema, en el siguiente enlace electrónico http://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/2707-la-reforma-al-estado-bondades-y-limitaciones.html
Anotemos que dichas reformas se han adelantado en el marco del paradigma de la Nueva Gestión Pública que es un matrimonio neoliberal entre el nuevo institucionalismo y la gerencia profesional, ver al respecto el siguiente enlace electrónico http://www.ief.es/documentos/recursos/publicaciones/revistas/presu_gasto_publico/47_GarciaSanchez.pdf

[8Sobre el concepto de F. Hegel sobre el Estado ver el siguiente enlace electrónico http://www.consensocivico.com.ar/uploads/554b635248793-Avalos%20Tenorio-Hegel%20y%20su%20concepto%20de%20Estado(CC).pdf

[9Para una visión de Marx sobre el Estado ver el siguiente enlace electrónico https://www.nodo50.org/cubasigloXXI/congreso08/conf4_mendez_gomez.pdf

[10Para acercarse a la teoría de Engels sobre el Estado ver el siguiente enlace electrónico https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/el_origen_de_la_familia.pdf

[12Ver la aproximación de Trotski al tema del Estado en el siguiente enlace electrónico https://www.marxists.org/espanol/trotsky/revperm/rp10.htm

[13Sobre el debate contemporáneo acerca del Estado ver el siguiente enlace electrónico http://codex.colmex.mx:8991/exlibris/aleph/a18_1/apache_media/RT3MSCD14BXP6A8V3GETHVH69JU2JK.pdf

[14Acá recojo las reflexiones del actual Vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, sobre el tema del Estado que se encuentran en el texto “El Estado campo de lucha” al cual se puede acceder en el siguiente enlace electrónico http://bvsde.org.ni/clacso/publicaciones/estado.pdf de igual manera sus análisis sobre el pensamiento de Nikos Poulantzas disponibles en el siguiente enlace electrónico http://www.rebelion.org/noticia.php?id=195607

[15Sobre la obra de René Zavaleta Mercado ver el trabajo de grado para optar su doctorado de Luis Tapias en el siguiente enlace electrónico http://biblioteca.clacso.edu.ar/Bolivia/cides-umsa/20120906015335/tapia.pdf

[16Sobre el Proyecto de Acto legislativo para la paz formulado por el gobierno del Presidente Santos ver el siguiente enlace electrónico http://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/proceso-de-paz-radican-acto-legislativo-para-implementar-acuerdos/16375176

[17Sobre la propuesta de las Farc para convocar una Asamblea Constituyente ver el siguiente enlace electrónico http://www.rebelion.org/noticia.php?id=57042

[18Ver el siguiente enlace electrónico http://bvsde.org.ni/clacso/publicaciones/estado.pdf

[19Ver siguiente enlace electrónico http://bvsde.org.ni/clacso/publicaciones/estado.pdf

[23La reflexión de García Linera sobre este tema, que asumimos completamente, se hace sobre la lectura del texto de Nikos Poulantzas “Estado, democracia y socialismo” que se encuentra en el siguiente enlace electrónico http://www.laondadigital.uy/wp-content/uploads/2015/08/Nicos-Poulantzas-Estado-Poder-y-Socialismo.pdf

[24Ver el siguiente texto citado por García Linera, Robespierre, Maximilien, “Sur les principes du gouvernement revolutionnaire”, en Oeuvres Completes. Paris, 1968.

[25Ver los siguientes textos citados por García Linera; Marx, Karl Las revoluciones de 184. México, Fondo de Cultura Económica, 1989; Marx, Karl La Guerra Civil en Francia. Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1978.

[26Ver siguiente texto citado por García Linera: Lenin, V.I. Escritos entre octubre de 1917 y 1979, en Obras Completas, Tomos 27, 28, 29, 30. México, Ediciones Salvador Allende, S.f.

[27Ver el siguiente texto de Zavaleta Mercado citado por García Linera Zavaleta, René “El poder Dual”. La Paz, Editorial Los Amigos del Libro, 1987; La caída del MNR y la conjuración de noviembre. La Paz, Editorial Los Amigos del Libro, 1995.

[28Sobre Prigogine y su teoría del punto de bifurcación ver los siguientes textos citados por García Linera 9 Ilya Prigogine (25 de enero de1917 Moscú - 28 de mayo de 2003, Bruselas) fue un físico, químico, sistémico y profesor universitario belga de origen soviético, galardonado con el Premio Nobel de Química del año 1977; Prigogine, Ilya, ¿Tan solo una ilusión? Una exploración del caos al orden. Barcelona, Tusquets Editores, 1983.