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El café y los ríos que no son de agua
Freddy Ordóñez / Jueves 15 de enero de 2009
 

El pasado 2 de enero, Mike Peters, caricaturista norteamericano, publicó un dibujo en el que se asimilaba la publicidad de la marca de café Juan Valdez (la cual dice que en cada lata de este producto hay un pedacito del agricultor), a la triste realidad de los ríos que surcan nuestra geografía con cuerpos de campesinos descuartizados.

Recién se conoció la caricatura en Colombia, las reacciones de indignación, rechazo y “patriotismo”, no se hicieron esperar, al punto que Gabriel Silva, presidente de la Federación Nacional de Cafeteros, anunció una demanda contra el humorista por 20 millones de dólares.

La demanda según las declaraciones dadas por Silva, no está encaminada a dignificar la memoria de las víctimas del conflicto interno colombiano, ni es una medida orientada a exigir respeto por la tragedia vivida por éstas. La demanda apunta a proteger el “derecho al buen nombre” de la marca Juan Valdez, ya que, afirma el presidente de la Federación, “se afecta una reputación que cuesta millones de dólares” (Cambio, edición 810, p. 10).

En ese sentido iban encaminadas las manifestaciones de “rechazo, patriotismo e indignación” expresadas por una gran cantidad de colombianos y de personalidades entrevistadas sobre el tema. Juan Valdez es la marca insignia del país y el café el producto nacional por excelencia, ambos se deben proteger. Nunca se habló o llegó a mencionar a las víctimas del conflicto.

La comparación hecha en la caricatura (a mi parecer cruel, pero con un alto grado de realidad), no generó ningún tipo de reflexión sobre la violencia en Colombia, sobre la realidad rural de nuestro país, esa cruda realidad que los paramilitares quisieron desaparecer con el ir de las aguas de los ríos, realidad de la que por móviles económicos se pretende abstraer la Federación y el “bonachón” de Juan Valdez.

En múltiples ocasiones los cuerpos de personas asesinadas por los grupos paramilitares fueron descuartizados y arrojados a caudalosos ríos, convirtiéndose así las aguas en cementerios perfectos que no dejaban rastros, ni evidencias de los abominables crímenes cometidos.

El jefe paramilitar Éver Velosa, “HH”, afirmó que: “Si se sacara el agua al río Magdalena, encontrarían el cementerio más grande del país” (Semana, edición 1336, p. 96). Los ex integrantes de las AUC han narrado como, antes de ser echadas a los ríos, las víctimas eran descuartizadas vivas: en unas ocasiones, frente a otras personas como castigo ejemplarizante; en otras, frente a las tropas como parte de las escuelas de “combatientes” de estos grupos ilegales. A veces las personas no eran descuartizadas sino que se les abría el tórax, para que se hundieran rápido; o se le extraían los intestinos y los cuerpos eran llenados con piedras, así se hundirían para siempre. Los criminales también señalan los ríos Magdalena, Cauca, Meta y Putumayo como grandes fosas a nivel nacional.

Acá en Norte de Santander los ríos Catatumbo, Tarra, Tibú, Zulia, Río de Oro y Pamplonita son testigos silenciosos del macabro accionar de las AUC. “El Iguano”, ex comandante paramilitar regional, señaló para la revista Semana que él mandó a arrojar al Pamplonita 15 cadáveres de personas que fueron asesinadas bajo su orden. Igualmente afirmó: “aquí no se puede decir que venimos a sembrar el terror”, “hoy en día me siento satisfecho de lo que sucedió” (Semana, edición 1336, p. 90).

La obra que satisface al Iguano suma 16 mil asesinatos en todo Norte de Santander (entre los que se cuentan campesinos cultivadores de café). Según este mismo criminal, fue Carlos Castaño quien dio la directriz de hacer desaparecer los cuerpos de las personas que asesinaran las AUC en el departamento, “bien botándolos a los ríos o enterrándolos” (La Opinión, diciembre 30 de 2007, p. 5B).

Al presidente de la Federación se le olvida que fue el Eje Cafetero uno de los territorios del país donde principalmente se desarrolló la llamada “violencia” de mediados del siglo pasado, que fueron los productores de café las principales víctimas de los “pájaros” y que fueron los productores de café quienes tuvieron que, o bien abandonar sus tierras y desplazarse, o bien armarse e integrarse a los núcleos guerrilleros liberales y comunistas durante este cruel periodo para salvar sus vidas.

Recuerdo que no hace mucho vi en el Alto Catatumbo (cuyos municipios crecieron en parte gracias a oleadas de población llegada del interior del país, huyendo de la violencia en Quindío, Tolima, Antioquia…) cultivos de yuca, plátano, maíz, frutales y café junto a plantaciones de coca, porque este último cultivo es lo único realmente rentable para el campesinado en esa zona del país, aunque los “coffeepuritanos” no lo crean. De allí mismo conocí a campesinos cultivadores de café, que han sido desplazados o confinados por los grupos ilegales, y que han perdido a sus seres queridos a manos de los paramilitares o que han visto sus hogares desintegrados por la guerra. De un vaso de café que se vende a $1.600 en un exclusivo local en Cúcuta, el campesino catatumbero no conoce ni el sabor del mismo. La abstracción hecha a la medida del mercado ha dado resultados.

En alguna ocasión estando en Bogotá con algunos delegados de una asociación campesina -algunos de ellos caficultores-, entramos a un local de Juan Valdez. La diferencia y el distanciamiento entre la marca, el negocio, y los pequeños productores del grano, fue de tal magnitud que mis acompañantes no sabían si allí se podía adquirir un popular y común “tinto”.

Voy caminando en esta soleada tarde cucuteña por la Diagonal Santander rumbo a la Calle 10. Frente al Centro Comercial Ventura Plaza, veo sus almacenes lejanos de los cucuteños que viven del rebusque y de la informalidad, paso delante del Juan Valdez, en mi trasegar viene a mí un poema de Andrea Cote llamado “Puerto Quebrado”: “Si supieras / que el río no es de agua / y no trae barcos / ni maderos, / sólo pequeñas algas / crecidas en el pecho / de hombres dormidos”, intento inútilmente identificar entre los consumidores del local a algún caficultor de El Carmen, Convención, Arboledas, San Calixto, Toledo… intento no quedar en el fondo del río del mercado, el olvido y la indiferencia.


La polémica caricatura

“Mmh, café colombiano fresco para la mañana.” / “¿Sabes? Hay mucho crimen organizado en Colombia… / Así que cuando dicen que hay un poco de Juan Valdez en cada lata, a lo mejor no bromean.” / “¿Por qué bebes té?” “No preguntes.”