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Donde se sigue rodando, no se hace musgo
Una historia de desplazamiento
Sara Leukos / Viernes 26 de febrero de 2016
 

¿Dónde estamos nosotros? El tiempo pasa…
Entonces, el resto del tiempo -¿Dónde queda?

Imagen de Séraphine de Senlis, pintora francesa del arte Naif.

Lunes, 25 de enero de 2010

Mañana

Soy María Mosquera, desplazada del departamento del Chocó, oriunda del municipio de Istmina.

Me vine a Quibdó el 25 de enero de 2010, llegué del municipio de Istmina. Después de viajar de mi desplazamiento durante un mes, con una sola muda de ropa, tazando lo que se pudiera comer, escondida, rodando de un sitio a otro con cuatro niños llegué a este lugar.

Quibdó es un paraíso comparado con el municipio donde yo soy. Cada día allá hay jóvenes muertos, a sus mamás les toca el reconocimiento. Estoy cumpliendo seis años de haber salido del municipio de Istmina.

Soy víctima de tres hechos: tortura, secuestro simple y abuso carnal violento, desplazamiento. Tengo dos niños y otro dos que estoy criando de mi esposo. La ayuda que el gobierno nos brindó como desplazados, nunca llegó. Todo fue una gran mentira, un día en una oficina, otro día en otro sitio, así la vida de tumbe en tumbe… Nunca me asignaron un cupo de salud, ni nada por ser desplazada. No sé qué pasa, pero la gente en Colombia se le olvidó que aún hay desplazados, se habla de Paz. ¿Dónde estamos nosotros? El tiempo pasa… Entonces, el resto del tiempo ¿Dónde queda?

No hay atención para el desplazado, no es cuestión de mendigar, ni de pedir… El gobierno nos decía que si decidíamos a resocializarnos nos darían un sueldo, algunos les ayudaban con empleos, otros deambulando nos quedamos por fuera. Nos hablaban de resocializarnos –¿Ello qué es?– Yo después de llegar aquí, quería estudiar una carrera, pensando que el gobierno me pudiera colaborar, pero no tuve asistencia para mí y mis hijos. Nunca la hubo.

Yo soy víctima del desplazamiento, ello me ha cobrado dos vidas más, aparte de la de mi esposo: mi mamá y mi abuela, ambas sufrieron un accidente cerebro vascular. Mi abuela se le subió la presión, le dio un dolor de cabeza, fue al médico y se demoraron en atenderla por su situación de desplazamiento y murió, lo mismo ocurrió con mi mamá… -¿Quién me repara a mi esas cosas?- Sí, para cada situación tienes que comprobar lo que te pasa.

Cuando salí desplazada no tenía facturas de un negocito que tenía en el Chocó, ni las escrituras de mi casa. Para hacerme acreedora de la reparación de mi negocio y de mi casa, debía regresar a Istmina y traer los documentos, pero si volvía me mataban. Para un desplazado traer los documentos, certificar que se tiene algo de donde fuiste desplazado, es el signo de la muerte. ¿Quién regresa?

El trabajo que venimos haciendo por años ha sido gratuito por parte de nosotros, para ayudar y cooperar a otros desplazados. Nunca el gobierno nos aportó cosas serias, se inflaban cuando daban un almuerzo o un refresco….

Me gradué de enfermera por mi propia cuenta, nunca recibí ayuda económica, ni psicológica, mis hijos estudiaron porque yo busqué cupos escolares. Nosotros como víctimas deberíamos tener prioridad, pero está visto que hay que hacer una antesala de meses, de años para que a nosotros se nos atienda, estamos por fuera. Nosotros perdimos. Los municipios, las capitales no han respetado nuestra condición de desplazados, nosotros trabajamos en los derechos de las víctimas gratuitamente. El Estado nos hizo la guerra. ¿Ahora viene hablar de Paz?

Deseo que haya un camino para respetar la vida, un clamor de justicia. Donde se sigue rodando, no se hace musgo.

Publicado en: Kaos en la red

Texto narrativo de una desplazada, inspirado en una versión de trabajo de campo. Se cambia el nombre de la ciudadana y su lugar de residencia para preservar su identidad y su vida.