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Notas al sol
El paro cívico y la paz venidera
Para los excluidos, las y los luchadores por la justicia social, la paz deberá ser un pacto de renovación de la lucha
Zabier Hernández Buelvas / Jueves 3 de marzo de 2016
 

Director Semanario Voz, licenciado en Ciencias sociales de la Universidad Francisco José de Caldas de Bogotá, Esp. en Desarrollo y Gobierno Local de la Universidad de Nariño. Investigador social y analista de contextos y dinámicas políticas, sociales y económicas territoriales. Ex Asesor de Paz Departamental de Nariño 2008-2011; Ex Subsecretario Departamental de Gobierno de Nariño 2012 2013; Ex Comisionado Municipal de Paz de Pasto 2016-2019. Poeta, escritor, ensayista, periodista empírico alternativo.

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Foto: Michael Bumann via photopin (license)

En un conversatorio haciendo pedagogía de paz en estos días con el pueblo Awá del Resguardo Chimbu Chimbusa, corregimiento de Altaquer municipio de Barbacoas, Nariño, me preguntaban ellos, cuando les hablaba, entre otros temas, de la dejación de armas de las FARC, ¿que ahora entonces quién los iba a defender de los paramilitares y de las transnacionales? Les explicaba lo siguiente:

Primero, la dejación de armas no significa un abandono del territorio por parte de los excombatientes, lo que se va a dar, en vez de desmovilización, es “movilización social y política” lo que significa una integración mayor de ellos a los procesos sociales, comunitarios y políticos y que en ese marco se planteaba una unidad más fuerte de las comunidades para afrontar el nuevo momento de construcción de paz pero también de resistencias y luchas por la defensa de los derechos humanos sociales y económicos y del territorio mismo.

Segundo la paz no significa inmovilidad y la firma de los acuerdos por sí sola, no va a solucionar los problemas sociales y económicos que existen, lo que queremos es generar un nuevo escenario donde la protesta sea respetada y donde podamos construir alternativas políticas y sociales propias para seguir en la lucha. “O sea que firmada la paz ¿nos toca es seguir luchando?” Dijo una mujer Awá con la malicia indígena a flor de piel. Claro, esa es, contesté.

La paz no nos vendrá a solucionar los problemas de lucha que tenemos que desarrollar contra el modelo, contra la corrupción, contra la inequidad. La paz será en esencia un nuevo momento en la lucha del pueblo, una oportunidad para reorganizar las fuerzas sociales y políticas que están por el cambio, una oportunidad para renovar, crear y alimentar un nuevo imaginario de país, de sociedad. El Paro Cívico Nacional, para el 17 de marzo de 2016, a escasos días de la firma de los acuerdos de La Habana, suponiendo que estos se firmen el 23, se inscribe en esta visión de un mayor protagonismo de la lucha social y política una vez se haya firmado la paz.

La pedagogía de paz que hay que hacer, debe ir en dos direcciones: una, a la interpretación contextualizada a los territorios de los contenidos de los acuerdos y dos, al significado dialéctico de los mismos en perspectiva de las luchas venideras que debemos dar, depurándolos de la aureola de mesianismo que algunos sectores sociales en los territorios le vienen dando, producto sin duda de la propaganda oficial y del acostumbramiento al caudillismo y al asistencialismo.

Para los excluidos, las y los luchadores por la justicia social, la paz deberá ser un pacto de renovación de la lucha, en el cual tendremos que recordar y cantar la estrofa de la internacional que dice: Ni en dioses, reyes ni tribunos/está el supremo salvador. /Nosotros mismos realicemos /el esfuerzo redentor. /Para hacer que el tirano caiga/y el mundo esclavo liberar, /soplemos la potente fragua/que el hombre nuevo ha de forjar.