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Palabra itinerante
Fantasmas
Resulta sospechosa la negación de lo innegable, como sospechoso fue que no hubiera despliegues policiales ni militares para enfrentar el “paro armado paramilitar”. A no ser que de verdad estén convencidos de que los militares, policías y civiles muertos y los destrozos fueron obra de fantasmas.
Jaime Cedano Roldán / Viernes 8 de abril de 2016
 

Increíble su obstinada negativa a ver la realidad, a no reconocerla. O a pretender esconderla. Ahora salen con la estrambótica afirmación de que se trata de un fantasma con que algunos irresponsables quieren asustar a viejitas camanduleras. Son las últimas declaraciones del ministro de Defensa quien afirma que el paramilitarismo no existe y solo es un pretexto de las FARC para dilatar las cosas. Y se queda tan pancho.

Resulta sospechosa la negación de lo innegable, como sospechoso fue que no hubiera despliegues policiales ni militares para enfrentar el “paro armado paramilitar”. A no ser que de verdad estén convencidos de que los militares, policías y civiles muertos y los destrozos fueron obra de fantasmas.

Esta semana las cosas han quedado más claras en los escenarios de la paz y de la guerra. Ahora existen dos mesas que se reconocen entre si y aceptan ser parte de un mismo proceso y que cuentan con reconocimiento internacional y un amplio y variopinto apoyo social. Y también existe la contraparte. Dos focos enemigos de la paz. No se reconocen públicamente pero se identifican en sus orígenes, odios y rencores. Los unos disparan con fusiles y pistolas y los otros se parapetan en las redes para vomitar amenazas, injurias e improperios.

En la estética del sombrero y el poncho también se asemejan. Creen ciegamente que ellos son la justicia y que son intocables. Como si fueran fantasmas. Son los apóstoles de la purificación divina aunque no se contentan con los paraísos del más allá y requieren la extensión de las fronteras en las tierras de acá. En lugar de marchas debieron haber convocado cabalgatas. Al verlos como fantasmas es difícil creerle a Santos cuando dice que contra el innombrable “clan” va a ir “con toda”. No puede hacerlo si no los mira bien.

Si Juan Manuel Santos no lee adecuadamente las lecciones de la semana estará tirando al traste el legado con que sueña pasar a la historia y será muy difícil que a ella entre como “el presidente que hizo la paz”. Pasaría, si acaso, como el que pudo hacerla y no fue capaz.

Santos debería repensar su concepto de la paz y entenderla como un proceso en construcción con sus avances y retrocesos, sus altibajos y contradicciones. Por ello no puede aferrase caprichosamente a una fecha, como el de las “señoras bien” que saben que día exacto van a la peluquería y cuando al spa. No bien acaban de reconocer el error de haber señalado en un momento de justificada alegría la fecha del 23 de marzo, que las complejidades hicieron que no fuera posible, cuando ya quieren con el mismo capricho de las castas arrogantes, ponerle fecha al desarme del que tienen una mirada simple, lineal y no lo ven como parte de un proceso en movimiento y en construcción y que es un paso determinante. Decisivo. Será mejor que cambien radicalmente de miradas y estrategias y cojan los toros por los cuernos.

A no ser que sea verdad que quien está gobernando es un tal Juan Gabriel.