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Proceso de paz
Joaquín Gómez: “Somos personas que amamos y soñamos”
En una conversación con el comandante del Bloque Sur, y miembro del Secretariado de las FARC-EP, Joaquín Gómez, este se refiere a los resultados de la firma del cese bilateral de fuegos, a la reconciliación y al futuro de la organización y sus dirigentes
Alberto Acevedo / Viernes 8 de julio de 2016
 

Tras la firma de los últimos acuerdos de paz y de cese bilateral del fuego, los miembros de la Comisión de Paz de las FARC, andan metidos en cincuenta mil reuniones, ajustando el protocolo de esos acuerdos. A Joaquín Gómez lo abordamos una noche, arrancándolo de su sueño reparador y con una fraternal renuencia a responder nuestras preguntas, porque tenía que madrugar a las cuatro de la mañana del día siguiente.

–El gobierno prolongó hasta último momento la firma del cese bilateral del fuego. ¿Cómo se llegó a este acuerdo final?

–Creo que soy el menos indicado para responder a eso. Me imagino que sean los propios representantes del gobierno los que digan de qué criterio partieron ellos para dilatar eso. En todo caso, de nuestra parte únicamente hubo buena fe y nuestra convicción de terminar el conflicto armado, porque el conflicto social no se termina; las luchas sociales continúan.

Además porque nosotros somos un movimiento político militar, pero lo militar es consecuencia de las causas políticas; y se tuvo la oportunidad con Santos y se hizo un intento más; y si hubiera fracasado con Santos, o llegare a fracasar, aunque está bien adelantado todo, pues lo intentaríamos con otro, pues esa es nuestra convicción: la paz con justicia social.

–Y firmado este acuerdo, ¿qué viene ahora?

–Pues firmado este acuerdo, que son acuerdos bastante importantes, faltan muchas cosas todavía. Faltan las salvedades, que son puntos muy importantes frente a las cuales no hemos podido llegar a acuerdos. Falta también nombrar una comisión de acompañamiento para que le dé a los acuerdos una normatividad y la integre al bloque constitucional. Falta también combatir -aunque uno sabe que este no es cuestión de deseo o de un decreto-, pero sí comenzar desde ya a combatir el fenómeno del paramilitarismo en sus raíces.

No es el problema de las bandas delincuenciales, porque las bandas delincuenciales cometen delitos de policía. Pero estas, a pesar de que algunos representantes del Estado dicen que el paramilitarismo pertenece al pasado, dicen ellos, en la práctica estamos viviendo el auge paramilitar, tanto como antes.

A Uribe se le acabó el oxígeno

–Las FARC han dicho que se acogen a la fórmula plebiscitaria a la que llegue la Corte Constitucional en los próximos días. ¿Cómo se llegó a ese punto, después de que defendieron hasta último momento una Asamblea Nacional Constituyente?

–Nosotros continuamos planteando la Asamblea Nacional Constituyente. Cosa distinta es que al famoso plebiscito se le dé un giro y digamos, se vuelva una consulta popular, refrendataria; eso es otra cosa, pero nosotros no hemos renunciado a la Asamblea Nacional Constituyente. El plebiscito como lo concibe el gobierno, no hemos estado de acuerdo, ni vamos a estar de acuerdo con él.

–Al otro extremo están Álvaro Uribe Vélez y el procurador Alejandro Ordoñez, con una campaña rabiosa contra todo lo que huela a acuerdos de paz. ¿Cómo miran ustedes eso?

–Lo extraño es que siendo el Procurador un servidor público, se haya convertido prácticamente en el vocero de Uribe. Pero en cuanto a la actitud de Uribe no es de extrañar, pues se ha beneficiado siempre con el conflicto. Gracias a la guerra llegó a la presidencia. Lo que pasa es que si ya se termina, en el sentido en que la vivimos los colombianos, lógico que él va quedando sin oxígeno. Lógico que una persona que va quedando sin oxígeno comienza a presentar síntomas de asfixia, hasta que se muere. Aquí la cuestión es la muerte política de él porque siempre estaba cabalgando sobre la cuestión del conflicto.

–Santos y Timochenko coincidieron en afirmar que ahora debe llegarse a un proceso de reconciliación. ¿Cómo piensan las FARC que puede llegar ese proceso?

–Pues, el proceso de reconciliación, piensa uno, tiene que darse si verdaderamente se desea cicatrizar todo lo que hemos vivido. Y hay que examinar todo dentro del contexto de cómo se dieron las cosas dentro del mismo conflicto. Porque el problema es que el conflicto nuestro ha sido demasiado prolongado y es indiscutible que a veces, no por directrices superiores, sino por cuestiones circunstanciales, se afecta a gente que no tiene por qué haber salido afectada. Precisamente esa es una de las facetas de la guerra que hemos vivido.
Justicia social

–Plantean las FARC que cuando se llegue a la firma del acuerdo de paz, es el fin de la confrontación armada, pero no del conflicto social…

–Esa es una verdad axiomática, lógico, así tiene que ser.

–¿Cuál es el país con el que sueñan las FARC?

–El país con el que soñamos nosotros es el país con el que sueña cualquier colombiano marginado, humilde, que no ha tenido ni ha gozado de oportunidades: que haya justicia social, que sea un país donde reine la equidad, donde a la gente se le valore como ser humano y no sea mirado a través de ese prisma metálico en que se juzga la gente en la sociedad capitalista. Como dice ese adagio popular de ‘cuánto tenés, cuánto valés’.

–Timoleón Jiménez dijo que una de las cosas que habría que hacer es revisar la doctrina militar colombiana. ¿Cómo conciben ustedes unas fuerzas armadas para la Colombia en paz que se construye?

–Lo que Timoleón ha dicho es cierto. Una de las cosas que nos han causado más daño, que llevó a las fuerzas armadas por un camino que condujo al precipicio, fue precisamente la teoría de la seguridad nacional, la concepción del enemigo interno, donde cualquier persona, por disentir de las políticas gubernamentales, y hacerlo público, quien lo escucha y es de la seguridad, dice: ‘este es un enemigo’, y eso es suficiente para asesinarlo, desaparecerlo.

Entonces, un nuevo país tiene que comenzar por una nueva mentalidad de las fuerzas armadas, una nueva doctrina, y esa doctrina tiene que ser la de defender la soberanía y velar por los intereses de los gobernados: los colombianos, sin distingos de razas, ni credos, ni color, y tener siempre presente que esas armas que poseen los integrantes de las fuerzas armadas son resultado del trabajo del pueblo.

–En otro escenario, le pregunté a alguien en La Habana: ¿Quiénes de las FARC bailan salsa? Me respondió: casi todos. ¿Es eso cierto? Como dicen que los de las FARC son unos bandidos…

–La gente aquí baila, el que menos baila soy yo.

–Y están al día en el marcador de goles de los últimos campeonatos de fútbol…

–No, es que a veces la gente, y eso es producto de la propaganda de la psicología de la guerra, lo presentan a uno como si fuera un ser del otro mundo, un ser donde las virtudes –acompañadas de defectos como en cualquier ser humano-, fueran ajenas a uno, que el guerrillero no tiene alegrías. Que es una persona que existe pero no vive, que no se divierte, que no sabe divertirse, que no es capaz de amar, que la gratitud no germina en su corazón. Una cantidad de cosas producto de una propaganda negra que por más de cincuenta y pico de años ha hecho el Estado colombiano contra la insurgencia.

Ahora, en esta transición a un partido político, mucha gente, cuando tenga contacto con nosotros se va a dar cuenta hasta qué punto ha sido engañada por la propaganda estatal. Nosotros no somos como ellos nos pintan. Somos, personas que amamos, soñamos, nos divertimos, es decir, simples mortales.