Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

A Simón Trinidad
Gary Ernesto Martínez Gordon / Martes 12 de julio de 2016
 

La sorprendente noticia de la captura contrastó con su figura erguida y orgullosa lanzando vivas a las FARC, a Marulanda y a Simón Bolívar, mientras hacía la V de la victoria con sus brazos y manos esposadas. Esta impactante imagen me dio a entender que a quien habían capturado era uno de los duros de la organización guerrillera, quien consciente de ser objeto de la atención de las cámaras y micrófonos por unos segundos, aprovechó para lanzar un último mensaje, avizorando su partida al más allá, al mejor estilo de William Wallace antes de ser decapitado con ese doloroso y emotivo “¡Freedom!” que aún me pone los pelos de punta cuando veo Brave Heart.

Hasta entonces no sabía de quién se trataba, salvo lo que los medios decían, un adinerado de Valledupar que tomó la decisión de irse al monte a echar bala con la guerrilla más antigua del continente.

Dicha reseña encubría la noble historia de quien en mi criterio es uno de los hombres más valientes que ha parido esta región del país.

A Simón lo he ido conociendo por partes, por relatos de personas que compartieron apartes de su vida política previo a su alistamiento guerrillero, por diversos textos publicados en la web, por la joya biográfica que Jorge Enrique Botero nos regaló con su “Hombre de Hierro” y por la melodía cargada de hermosas y luctuosas metáforas de Cristian Pérez en “El Tigre Playonero”.

Por estos días en que se firmó el Fin de la Guerra, recordaba a Simón Trinidad, las penurias producto de la tortura de estar solo casi todo el día, durante todos los días, la incomunicación con el mundo exterior, recordar a su compañera e hija asesinadas y lo que significa soportar una condena en las entrañas del monstruo, completamente solo. La escena en la que Esposito descubre que Morales tiene encarcelado a Gómez, de la película "El secreto de sus ojos", de Campanella, nos aproxima a una idea de su estado deplorable en prisión.

Es posible que no conozca los pormenores de lo que se discute en La Habana, de seguro por algún canal se habrá enterado y estoy seguro que ese espíritu infranqueable al que pretenden doblegar estará más altivo que nunca, al imaginar a una Colombia en paz y lo que dicho paso significará para alcanzar una auténtica democracia y justicia social para la mayoría de colombianos.

Hombres como Simón Trinidad nacen cada 100 años, como Bolívar, dispuestos a desprenderse de sus riquezas materiales para luchar por la libertad de los oprimidos, este sacrificio cristiano lo eleva a una categoría superior, no es un hombre común el que nace y crece en cuna de oro, cursa sus estudios en prestigiosos colegios y universidades del país y renuncia a una promisoria carrera profesional para empuñar las armas por una idea, por una causa política.

“Mira todo esto, estas extensiones de tierra ¿para qué? ¿qué voy a hacer con eso?” le decía a un compañero suyo, en referencia a una de las propiedades de su padre, a quien no le convenía dejarlo administrando las fincas porque al retorno se encontraba con que los salarios de los trabajadores habían sido mejorados por el administrador encargado.

Un hombre rodeado de tanta mística, tiene muchos cuentos, uno de ellos lo refería por estos días Imelda Daza, fundadora de la UP (junto a Simón) y exiliada por el genocidio, quien ha retornado al país después de más de 20 años en Suecia para aportar su granito de arena a la construcción de la paz. Decía Imelda que cuando Simón era gerente del Banco del Comercio, Diomedes Díaz estaba armando algarabía porque quería hablar con el gerente pero no lo dejaban pasar, en una de esas un trabajador le dice que Diomedes quería hablar con él, a lo que le dijo “que entre”. Diomedes no tenía la más remota idea de cómo manejar sus abultadas y crecientes finanzas, producidas por la fama adquirida inusitadamente. Simón lo aconsejó y Diomedes juicioso le hizo caso, así las cosas, cada vez que llegaba al banco no se hacía anunciar sino que entraba derechito a la oficina de su amigo el gerente. Imelda remata la historia, diciendo que otra hubiese sido la suerte de Diomedes si Simón no se hubiera ido al monte porque le hacía bastante caso, pero bueno, vaya uno a saber. En “El Mundo” le dedica un saludo, cosa que no le agradó mucho, dada la antidialéctica letra de la melodía.

Por donde uno se mete en su vida encuentra la palabra coherencia. En la biografía que Jorge Enrique Botero escribió, hay un pasaje que hace referencia a su disciplina y convicción: “mamando ron no vamos a cambiar esta vaina” y vaya que tiene razón, ese mensaje deberíamos aprehenderlo para emplear mejor el tiempo y ser más efectivos en nuestros propósitos, yo que la he gozado bastante he comenzado a dar ese paso, menos ron y más disciplina, nunca es tarde para corregir.

En una ocasión invité a la playa a una amiga a quien pretendía, le dije que haríamos un recorrido a pie de unos 20 minutos por un camino pedregoso y aceptó sin musitar. Una vez debajo de la roca que era mi escondite y en la que aspiraba a cortejarla, decidí leerle un aparte del juicio que relata Botero, en el que el fiscal para desestabilizar emocionalmente a Simón, proyectó en una pantalla gigante la foto de Lucero, su compañera, y le pidió que confirmara si se trataba de ella, a lo que él respondió, tragando un poco de saliva: “No señor, no es Lucero, es la bellísima Lucero”, semejante declaración de amor me valió para no volver a saber de ella.

“En una jaula de fieras cual San Marcos de León,

encerraron a Simón potestad desde tinieblas,

no le dejan ver el sol, ni tampoco las estrellas, lo quieren bajo la tierra,

fue su delito el honor, pero en su celda se cuela la luz que lejos expide un Lucerito caribe que lo sueña entre Palmeras…”.
El Tigre Playonero, Cristian Pérez.

Hay hombres a los que la infamia no puede tocar, la tortura no puede vencer y la historia exalta, Simón Trinidad es uno de ellos.

Desde la comodidad de mi silla y la tranquilidad del hogar, escribo estas líneas en honor de quien ha de estar en nuestro territorio soberano, escribiendo una nueva patria, un futuro mejor.

Pueden llamarlo apología al “terrorismo”, para mí es un mero acto de justicia.

Señores de las FARC, traigan de vuelta a Simón.

Con afecto,

Gary Martínez Gordon