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Reflexión de un joven asesinado por el Esmad
Sebastián Guamán / Viernes 15 de julio de 2016
 

Duitama, Boyacá julio 12 de 2016

Son las 5:00 de la mañana, yo como todo boyacense y como todo colombiano, madrugo bien temprano pa´ meterle el hombro a la vida, hoy como todos los días me levanté con un tinto bien caliente, endulzado con panela y bien cargado. Y es que uno por acá además del tinto, no conoce otro energizante distinto al agua helada tempranera, esa que parece que le rompe a uno las espaldas y la cabeza, cuando todavía no ha asomado el sol, pero que, como dice mi mamá, lo espabila y lo deja a uno despierto, listico pa´ echarle mano al desayuno, aguadepanela con cuajada y un envuelto de maíz, recién hechecito y acabado de servir por mi esposa.

Hoy no es un día cualquiera, no lo es por dos razones, la primera es que hoy corre Nairo, el orgullo de toiticos por aquí- ese man es un berraco-. Mientras yo me termino de alistar, él debe estar montado en su bicicleta, dispuesto pa´ ir a demostrarle a los europeos y al resto del mundo de qué cuero estamos hechos los boyacos; la segunda es que hoy vamos a continuar con la movilización camionera. Son las 6:00 de la mañana y se me cruza en la cabeza que además de madrugadores, trabajadores y boyacos, tenemos algo más en común con nuestro gran escalador; cuando Nairo llegó al viejo continente, los europeos lo despreciaban por “indio” y por “ignorante” -seguramente creen que todo ciclista por ser hijo de campesinos y por lo tanto pobre, lo natural es que sea también bruto-. A nosotros nos desprecia el gobierno- creen que por pobres somos brutos- y eso que nacieron en esta misma patria ¡qué tal, si no! Nairo, pedalazo tras pedalazo le ha demostrado a los Europeos “civilizados” que nosotros “los bárbaros” podemos ser campeones de cuanto Giro, Tour o Vuelta se nos ponga por delante. Nosotros “los barbaros” camioneros y en general trabajadores y campesinos, llevamos toda la vida demostrándole al “civilizado” gobierno, que tenemos la valentía, los huevos, la cebollas y las yucas bien puestas y necesarias, para exigir nuestros derechos en cualquier calle o plaza que nos acoja, pero parece que aún no nos entienden lo suficiente.

Señor Presidente, yo no sé de leyes, ni de normas, ni de ninguna de esas jodas. En sus palabras podre ser un ignorante, quizá sí, pero este ignorante es el que trabaja jornadas indecibles para que a usted le llegue la papa a su casa. Este ignorante – que muy a decir de los suyos, es pobre porque quiere- es el que le lleva la gasolina cerca, pa´ que usted se mueva en su caravana de 4x4. Este ignorante es el que le llevó las camisas importadas de seda y con mancuernas doradas pa´ que usted se viera reluciente y elegante frente a las cámaras. Este ignorante que hoy le cuesta respirar por los cochinos gases, que también transportamos nosotros, no puede ignorar los recibos del agua ni de la luz, no puede ignorar el mercado, ni los zapatos del colegio para los niños, no puede ignorar la cuota de la casa y ¿por qué no? las vacaciones en tierra caliente. Porque, déjeme decirle, nosotros también tenemos derecho a recrearnos, a comer en restaurantes de vez en cuando, a estrenar camisas, a aspirar salir de pobres y ¿por qué no? a algún día ¡ser gobierno! Este ignorante que votó por usted porque ama la paz, puede ser todo lo bruto, sucio y pobre que usted quiera, pero lo que si tengo bien clarito es la dignidad.

Voy escuchando la etapa, dice la radio que Nairo va llegando a Revel, yo voy llegando a la carretera que está trancada y no pasa un carro. Desafortunadamente en Colombia podemos ser muchos y gritar bien fuerte, pero parece que al gobierno se le destapan los oídos cuando tapamos las calles. Pero es muy difícil hablar y al mismo tiempo esquivar los garrotazos. Lo digo porque apenas si me arrimé a la carretera, vi al fondo una pared negra bien formada y protegida, que según dicen los camioneros, el gobierno les ha quitado un oído, pa´ que por el otro solo escuchen sus órdenes. Ellos no necesitan puntería, ¿quién la necesita para dispararle a cientos de camioneros concentrados y desarmados? – Piensan ellos- al cabo si matan a alguno (o algunos) de los millones de desempleados habrá uno que quiera escaparle al hambre manejando un camión; eso es justamente lo que nos estamos jugando acá, el escape del hambre.

Se llegó la tarde y la cosa se puso bien brava, a ellos les dieron la orden de desalojarnos de la vía, ¡y de qué manera lo van hacer! Empiezo a escuchar estruendos por todo lado, uno puede ser muy guapo, pero eso es una cosa que da miedo, ni siquiera puedo verlos, ni respirar, ese gas es muy tremendo. Uno no entiende esos policías por qué nos dan tan duro. Yo me acuerdo que comencé de ayudante, con mi primo. Luego de eso, él se fue de policía, decía que ser camionero era muy difícil y se ganaba muy poco. Me parece verlo ahí al frente. No puede ser la familia pegándole a uno de esa manera, yo creo que más malos que los policías que nos golpean, son esos que por radio ordenan que lo hagan, yo creo que a esos les da pavor venir a poner el pecho, no tanto por la piedras, sino porque les aterra ver al pueblo organizado, es en el fondo lo que ellos reprimen.

Luego de semejante confusión levanté la cabeza para tratar de que nada de lo que nos disparaban me fuera a dar. Escuché que los compañeros gritaron ¡asesinos! Yo intenté hacerles eco, pero no pude, los ojos se me apagaron de pronto, me quede como mudo, sentí el suelo bien fuerte en mi espalda y un montón de pasos y gente a mi alrededor. Ese que me disparó fue preciso, certero, porque me apagó los ojos y el aliento, me apagó el corazón, las manos y la vida.

Este ignorante que le llevó de comer, de vestir y que lo puso donde usted está, ya no podrá llevar de comer, ni de vestir, ni de soñar, ni de amar a su familia. Sepan todos aquellos que me apagaron los ojos, el aliento, el corazón, las manos y la vida, que le encendieron la rabia a los camioneros y a todito el pueblo, que como Nairo escalando los Alpes, es decir con valentía y carácter, ya se vienen organizando, pa´ que tiemblen de terror todos los que nos ningunean y niegan el derecho de vivir en dignidad.