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Análisis de la situación en las ciudades: Vivienda (parte 1)
Colectivo La Trocha / Domingo 7 de agosto de 2016
 

Hoy miles familias trabajadoras y campesinas colombianas pasarán la noche en la calle; quizás debajo de un puente, de un edificio, en las gradas de una cancha de fútbol, ocupando un edificio abandonado o agazapados en un lote a las afueras de las ciudades, cubiertos por un plástico negro de bolsa de basura. Otras familias dormirán con la incertidumbre de si al día siguiente continuarán habitando el hogar; si llegara el banco junto con la fiscalía, la policía y los jueces para exigir a los inquilinos que entreguen la casa por mora en los pagos; o si les alcanzara el dinero para pagar el arriendo, los servicios, la cuota de la casa. Otras familias antes de dormir, de manera desesperada y trágica, rezaran o le pedirán a la providencia, para que esa noche no llueva ni haya ventarrón, así los plásticos, las tejas o las goteras no interrumpen el único momento de descanso e ilusiones.
Esta es la descripción de lo que significa la vida particular y familiar. En esto se va realmente el tiempo: el pensar impaciente sobre si se sobrevivirá un día más. El modo de producción capitalista pone obstáculos a millones de personas en el mundo en general, y en Colombia en particular. La actual existencia tecnológica, capitalista y virtual, no es color de rosa. Ni siquiera el rosa, o el color de las flores, son bellos, porque encubren la realidad miserable, de penalidades y sufrimientos.

La carencia de vivienda en Colombia es un verdadero dilema. Las familias que carecen de ellas harían todo lo posible por tenerla, y aquellos que tienen varias hacen todo lo posible por comprar más para arrendar o revender. Este dilema ha despertado el apetito de cientos de firmas constructoras nacionales e internacionales, porque comprenden las personas buscan un techo donde dormir. La vivienda es una prioridad para cualquier persona. Y como consecuencia de esta premisa, la construcción es un negocio rentable que es dominado por unas decenas de monopolios.

Las firmas constructoras, así como particulares, construyen casas, edificios o conjuntos residenciales, después los arriendan a familias que lo necesitan. Es un negocio lucrativo para el que no se necesita esfuerzo, el único esfuerzo es tomar el teléfono para llamar a la policía en caso de que el arrendatario no sea capaz de pagar el costo del arriendo. Así ha sucedido miles de veces en Colombia, muchas injustamente. Existe un caso en Bogotá que tiene estas características, pero se diferencia en que la familia sí pagó la casa, incluso varias veces, es la familia Torres Moreno de la localidad de Suba. La familia pagó más de tres veces a un usurero que jamás les reconoció la propiedad. Finalmente el dueño, junto a la policía y el ESMAD (Escuadrón Móvil Anti Disturbios), desalojó la familia en 2015, quedando a la intemperie. A esta vivienda -luego de los varios intentos de desalojos fallidos antes del exitoso- le denominaron Casa Cultural 18 de Diciembre, porque allí se reunían artistas, ambientalistas, activistas, escritores que realizaban tertulias, y se solidarizaban con la causa de los Torres Moreno.

Esto demuestra una vez más que el Estado está presente para defender los intereses de usureros, avaros y explotadores. Marx expresaba que la existencia del Estado moderno representaba la presencia de antagonismos de clase. Jamás el Estado burgués actual se ha interesado por las familias trabajadoras, su único móvil es defender la propiedad privada de las corporaciones económicas y financieras, propiedad lograda a partir del sufrimiento y el pillaje, la colonización y el saqueo.

En el sector financiero son miles de millones de ganancias logradas con créditos hipotecarios que tienen tasas de interés elevadas. En Colombia hay cientos de casos confirmados de familias expulsadas por los bancos, desahucios diarios coordinados por el ESMAD o la policía. Así está sucediendo en España.

Existió un programa para adquirir vivienda en la década del 90 en Colombia, llamado sistema UPAC/UVR (Unidad de Poder Adquisitivo Constante – Unidad de Valor Real), sistema que engañó a millones de personas, dejó a otras tantas en la calle. Este sistema fue pensado para enriquecer a los bancos, fortalecer el sistema financiero, pero nunca para dar vivienda a las familias trabajadoras.

Los relatos del comité de víctimas del sistema criminal UPAC/UVR son elocuentes y explica los antagonismos de clase: por un lado la clase obrera y por el otro la clase burguesa. El banco, a través de los abogados avisaba a las familias que estaban en mora, pero una semana después se encontraba a la puerta de la casa el abogado, la policía y la Fiscalía, para revisar el lugar, hacer una cartografía de la casa y ojear las pertenencias. A pesar de que las familias pagaban las cuotas, las tasas de interés eran demasiado altas y se multiplicaba la cuota con cada día de moratoria, más de lo justo y proporcional. La familia también pagaba trámites y papeleo. Al final de la jornada, cuando era imposible pagar la cuota, nuevamente los abogados, la Fiscalía y la policía llegaban a la vivienda para saquear el lugar llevándose cosas de valor y luego expulsar a la familia. Fueron millones las familias que perdieron todo con el UPAC.

En Colombia hay millones de familias que carecen de casa propia. El padre trabaja todo el día por un salario mínimo, la madre hace lo mismo, incluso algunos hijos. Sin embargo, la plata -en ocasiones se ven colgados- solo les alcanza para pagar el arriendo. Lejos está la posibilidad de conseguir vivienda. En lógica se dice que la posibilidad es más lejana que la probabilidad, pero en Colombia ni lo uno ni lo otro se da para la compra de casa. El salario mínimo –para los que lo reciben- alcanza para alimentos, ropa, servicios públicos y uno que otro lujo el fin de semana en el parque del barrio o en el centro comercial.

Alrededor de 15 millones de colombianos de estratos 1, 2 y 3 viven en arriendo [1], lo que representa alrededor de 38% de la población. Ahora, está también el estrato 4, 5 y 6 que viven en arriendo [2]. Colombia es el país con el porcentaje más alto de América Latina entre las masas trabajadoras que viven en arriendo, según la ONU. En países como Nicaragua, Uruguay y Bolivia el porcentaje es del 5%. De Colombia, Bogotá es la ciudad con el porcentaje más alto de familias en arriendo, para el 2011 era del 41,4%.

El arriendo es la precariedad de la vida humana; una vida de desgaste y sufrimientos, angustias y padecimientos. El arriendo es la forma oculta con que se exprime y explota al pueblo trabajador. Por aquí o por allá, en cada rincón de Colombia, el arriendo es una pena. Pasar las pertenencias de un lugar a otro es ya sufrimiento. No existe una residencia fija, permanente o un espacio que se convierta en identidad cultural y política. Este fenómeno del arriendo perjudica al movimiento revolucionario, ya que impide a la consciencia individual pasar de ese estado, a un estado de conciencia social, y posteriormente, a la conciencia de la situación de clase de las familias trabajadoras. La consciencia de clase se obtiene, en una primera instancia, aunque de manera incipiente, a través del conocimiento del espacio geográfico y físico en las ciudades que ocupa una persona, que va unida al conocimiento del lugar ocupado en la producción. El arriendo y el permanente cambio de domicilio de una persona hacen que se pierda el tejido social necesario para tomar conciencia de la realidad social y política.

A nadie le gusta estar trasteando de un lugar a otro. Menos abandonar las experiencias y anécdotas producidas en la casa que queda atrás, vacía, silenciosa, olvidada. El arriendo es quizás una de las experiencias más desagradables para las familias trabajadoras, específicamente por la intranquilidad y el desasosiego de no poseer un espacio vital para las vivencias individuales y grupales.

Parte 2

[1Los datos, cifras y estadísticas utilizadas en este ensayo son extraídas de instituciones oficiales, estatales o empresas privadas y gremios económicos.

[2No comparto la clasificación por “estratos” que hace el Estado colombiano, por no representar la realidad concreta, donde existen, en carne y hueso, la clase obrera. Sin duda, la mayoría de las personas en arriendo pertenecen a familias de trabajadores.