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Opinión
Un sí que vale por dos
En el Tolima se dio origen al conflicto y 52 años después seguimos con la deuda histórica en el campo. Por eso apoyar el sí es una tarea irreemplazable para resolver los problemas estructurales de su origen en las montañas del Tolima.
Juan Pablo Montero / Lunes 26 de septiembre de 2016
 
Un paisaje de Ibagué, Ciudad Musical, en el valle del río Combeima.

El debate sobre el respaldo al proceso de paz cada día se pone en un tono más alto, el principal argumento es jugar con el odio y resentimiento característico de nuestra sociedad. Una sociedad que ha sido moldeada durante los últimos 25 años por las telenovelas y los cazanoticias de Caracol, RCN, El Tiempo entre otros.

En ese sentido únicamente se ha mostrado una sola cara de la moneda que consiste en fomentar el odio contra las FARC y todo lo que piense diferente a su matriz ideológica también es objeto de señalamiento; suficiente con ver sus programas de opinión donde los grandes analistas son uribistas, conservadores, radicales, liberales y en casos muy aislados una mínima opinión crítica, perdiendo de vista que el país tiene más voces con mayores elaboraciones teóricas y con una opinión distinta a sus intereses mediáticos.

En ese contexto, los que construimos un posición crítica o diferente a los patrones impuestos por el modelo, hemos sido excluidos a la hora de generar espacios de debate amplio y abierto sobre el sí y el no del plebiscito del 2 de octubre, donde desafortunadamente se ha perdido el objetivo de fondo sobre la importancia del acuerdo de paz y caemos en opiniones vacías tales como el castrochavismo, que el país se le entregó a la guerrilla, que los impuestos son para pagarle a los terroristas, que las FARC van a seguir delinquiendo y así un listado enorme de señalamientos llenos de resentimiento.

Visión recortada

Por su parte los otros sectores que provienen de la herencia politiquera del establecimiento y apoyan el sí, exponen su máxima argumentación de la siguiente manera: “Los colombianos preferimos el camino de la democracia para derrotarlos y el voto por el sí en el plebiscito será la primera de varias derrotas que los ciudadanos le darán a ese grupo guerrillero” [1] es decir que llaman al sí pero con el trasfondo de no cambiar nada y cazar rentas del postacuerdo vía contratos y proyectos, sin embargo en este objetivo común de la paz su acuerdo final es para muchos un avance significativo teniendo en cuenta que el punto 1 sobre el desarrollo rural integral es la piedra angular para empezar a resolver esa brecha existente que dio los orígenes del conflicto en el Tolima.

En este orden de ideas debemos elevar el debate a las necesidades reales de nuestra población tolimense y debemos decir que tanto los que apoyan el no como los sectores tradicionales que están con el sí, son los responsables de la profunda crisis rural por la que atraviesa el departamento del Tolima, entendiendo que el sector agrícola es uno de los principales aportes en el PIB departamental y donde su crecimiento no sobrepasa de tres puntos, es decir que en la media nacional el Tolima se encuentra ubicado en los últimos lugares de crecimiento económico al lado de regiones aisladas totalmente del Estado.

Por eso nuestro sí es un sí para construir una región que resuelva los problemas estructurales que dieron origen al conflicto hace 52 años, esos problemas que son muy similares a los de hoy, donde predomina el latifundio en manos de pocos y con las mejores tierras, donde el campesinado en su mayoría no tiene tierras o aún no han sido tituladas, donde la infraestructura es mínima y los costos especulativos de transporte hacen imposible mejorar la comercialización de productos del campesinado, donde los créditos se basan en las tasas de utilidad de la banca y no en las necesidades del campo, donde no existe un apoyo real para fortalecer las economías campesinas ni la soberanía alimentaria, donde el abandono del Estado es total porque sus presupuestos son desviados en pagar favores o beneficiar a sus amigos, o peor aun: los gobiernos locales presentan un desconocimiento global de las problemáticas reales del campo.

En este sentido nuestro sí vale por dos porque en el Tolima se dio origen al conflicto y 52 años después seguimos con la deuda histórica en el campo. Por eso apoyar el sí es una tarea irreemplazable para resolver los problemas estructurales de su origen en las montañas del Tolima.

Nuestro apoyo es el sí porque con la paz vamos por más.