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Columna de opinión
Colombia es un pueblo esquizofrénico
Jhon Jairo Salinas / Lunes 10 de octubre de 2016
 

En definitiva para entender al pueblo colombiano nos tocaría hacer todo un estudio psiquiátrico, más que sociológico. Lo que sucedió el domingo 2 de octubre, con la convocatoria a votar por el Sí o por el No para aprobar o rechazar el acuerdo de La Habana; dejó un sinsabor que hace cierta la frase de José Pepe Mojica: “Si Colombia dice ’No’, daría la impresión de ser un pueblo esquizofrénico que se aferra a la guerra como forma de vida”

La profecía del ex presidente de Uruguay se hizo realidad. Pero ¿Cómo entender lo que pasó? Cualquier análisis que se haga no deja de ser, como en la campaña del plebiscito, una mera retórica. Lo cierto es que se impuso la negación del derecho a la vida, la paz, la reconciliación, la concordia, pero más grave aun fue que predominó la insensibilidad por las víctimas, que en últimas son quienes han sufrido los rigores de la violencia en Colombia.

¡Qué vergüenza que desde el confort de los citadinos colombianos se determinara la negación del derecho a que las víctimas vivan sin la zozobra de una maldita guerra, que lo único que ha causado es derramamiento de sangre y dolor! Se demostró que Juan Manuel Santos se iba lavar las manos convocando a una figura de participación ciudadana, como el plebiscito, a sabiendas de que en la segunda vuelta para la presidencia casi nueve millones de colombianos le dieron el mandato para llevar a buen puerto los diálogos de La Habana; Y garantizar el artículo 22 de la Constitución Política: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. Por lo tanto no estaba obligado a convocarlo.

¿Qué buscaba Santos con la insistencia en el plebiscito? La respuesta es muy sencilla: si ganaba el Sí quedaba ante la comunidad mundial como un estadista “demócrata liberal” que quiso buscar la “paz” en Colombia y de paso goterearse el premio Nobel de paz; pero si ganaba el No era la forma más expedita de tratar de reconciliarse con su anterior jefe político, Álvaro Uribe Vélez, ya que en últimas ambos representan los mismos intereses de clase. Perfecta jugada maestra, le salió bien como buen jugador de póquer.

¿Ahora qué representa Santos? Santos representa a la élite más poderosa de Colombia (el sector financiero). ¿Qué representa Álvaro Uribe Vélez? La élite terrateniente, gamonal, mafiosa del país (ganaderos, palmicultores, agroindustriales). Es lógico que estas dos élites se necesiten mutuamente para entronizar todo el modelo neoliberal (capitalismo salvaje) en las zonas donde históricamente ha tenido presencia las Farc.

En la lógica de aclarar este análisis simple y sencillo; Santos quería convencernos de que la paz en Colombia se lograría por la firma final del acuerdo; pero ¡no!, el acuerdo era la forma de ir consolidando poco a poco el Estado Social de Derecho y así llegar dentro 20 años a una paz estable y duradera. He aquí una de las razones principales por las que los líderes promotores del No lograron persuadir al incauto, inculto, desinformado y poco educado políticamente pueblo colombiano, que cayó en la trampa de que si ganaba el Sí, el país se le iba entregar al "castro–chavismo", a los "travestis izquierdosos", que "Santos el 3 de octubre le iba entregar la banda presidencial a Timochenko" y que "todos los ministerios iban a ser repartidos a los demás miembros del secretariado de las Farc".

También lograron generar toda una matriz de opinión, de carácter desinformativo, haciendo prevalecer la tesis del jefe de propaganda del nazismo alemán Joseph Goebbels: el principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. En ese princicipio se basó la campaña por el No, en el principio ético de la vulgarización, ante una enorme masa alienada. Es más fácil hacer creer una mentira, que hacer entender que le mintieron.

Ahora Santos y Uribe están maquiavélicamente montando toda una estratagema del pacto nacional, que nos es nada más ni nada menos que un pacto de estas dos élites (la terrateniente y la financiera). Y así tratar de buscar la claudicación militar o política de la guerrilla de las Farc y echar al cesto de la basura un acuerdo que mínimamente trataba de resarcir las heridas que nos ha dejado esta cruento conflicto armado.

Por ahora la única salida que queda es convocar a una Asamblea Nacional Constituyente y movilizarnos masivamente en las calles, exigiendo un verdadero pacto social de los sectores populares. De lo contrario estaremos condenados ante el mundo a ser un pueblo ¡esquizofrénico! O como dijo nuestro titán de las letras Gabriel García Márquez:

“En cualquier lugar en que estuvieran, recordarán siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera.”