Opinión
¿Hacia dónde vamos?
/ Jueves 13 de octubre de 2016
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"Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose." Julio Cortázar
Nada por lo que matar o morir, / ni tampoco religión. / Imagina a toda el mundo, / viviendo la vida en paz ... John Lennon
Año 2008, Desde La Habana, junto a varios amigos, recibimos la triste noticia de la muerte de los padres de nuestro compañero de clase y hermano palestino Anass AbuElkas. Ambos muertos después de uno de los tantos bombardeos en Gaza. Estuvimos junto a él en la embajada de Palestina en La Habana, sin palabras que pudieran amortiguar el dolor y el odio infinito contra el mundo. Nosotros, sus amigos cubanos, conocíamos un poco más de cerca el conflicto israelí-palestino. Las historias de Anass complementaban nuestras dudas de ese lejano mundo que solo escuchábamos en la TV. Leíamos en algunos libros de historia y en la escasa prensa digital de La Habana del aquellos años. A pesar de las tristes historias de su tierra solo le vimos perder la sonrisa ese día. Lo que nunca imaginábamos era que un día, no muy lejano al 2008, le apagarían a él su sonrisa para siempre. Seis años después, todos nosotros, sus amigos, ya pisando diferentes tierras, sentimos en la piel y los huesos ese dolor infinito de perder más que un amigo, un hermano. Quedamos sin aliento y con los ojos secos de lágrimas.
Año 2014, más de 1.800 palestinos muertos en los devastadores ataques israelíes contra Gaza según el informe anual de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA). Otro año más de miles de civiles muertos, víctimas de un conflicto sin fin. Más de 52 mil muertos en 67 años.
Desde Brasil, después de levantarme todos los días leyendo noticias y oliendo la muerte en Gaza, la revista Rebelión estampa el nombre de mi amigo entre los muertos del día. Murió destrozado por una bomba, sufriendo el mismo destino de sus padres, también en su casa, en su querida tierra que lo trajo a este mundo injusto. En desespero total entro al Facebook para hablar con los amigos en común. Quedé sin aliento, al ver las imágenes bombardeando la pantalla de mi computador. Desde ese momento hasta hoy, su sonrisa blanca y pícara de árabe seductor, dejó de ser la primera imagen en mi cabeza al pensar en él. Ahora tengo incrustada en mi mente las imágenes de su cuerpo cubierto de sangre y escombros.
Aún hoy, lo visualizo en sueños y sigo sin aceptar esa realidad. No dejo de preguntarme ¿Hacia dónde vamos? ¿Hasta cuándo vamos a estar matándonos como depredadores salvajes?
Anass y sus padres han sido unos más de los miles de otros muertos en Palestina, con los cuales el mundo ya no reacciona, quizás porque se les volvió habitual. Ya hasta Google elimina a Palestina del mapa. Para qué hablar de un país que ya no existe ni en los mapas. Ya ni los medios hablan del tema, solo en los años de ascenso de muertos, ciclo que ya es normal en Palestina, donde nacen esperando ser víctima de un conflicto que a pocos les interesa.
Siria, marzo del año 2011, comienza su destrucción. Con más de 470.000 muertos en cinco años, según el Centro Sirio para la Investigación Política. Miles de civiles que amanecen todos los días bajo una lluvia de bombas, otras miles que intentan escapar por cualquier vía. Otros que lograron escapar y son víctimas del desprecio y la persecución de ser indocumentados o desplazados. Otros que son refugiados políticos y viven pendiente de los padres, hermanos o hijos que aun están en Siria, hasta que las noticias demuestren lo contrario. Éstos son más muertos resultados de otro conflicto, pero esta vez la guerra sí es del interés de muchas barrigas gordas, pero no para salvar vidas y lograr la paz, sino por todo el dinero que circula en estas tierras.
Y continúan los muertos, no solo palestinos y sirios, también contamos los muertos en la masacre en Túnez, del Líbano, en Ankara, en Malí, en Argelia… Son las miles de personas que mueren cada día bajo bombas o simplemente de hambre en África o la India, pero siguen siendo de los otros, esos que a las personas del micro mundo no les interesan. El bombardeo en Yemen que deja 131 muertos, o los ataquen del ISIS en ese mismo país que dejan otros 15. La guerra en Yemen ha provocado ya más de 6.700 muertos y al menos tres millones de desplazados. Esos menos interesan, de esos la prensa internacional no ocupa mucho espacio de sus portadas, ya forman parte de la vida cotidiana en esos mundos. Veo la foto en Facebook de un amigo yemenita, con fusil en mano, con mirada de odio. Casi no lo reconozco, porque recordaba a ese compañero de clase, a ese amigo de sonrisa limpia, de mirada tierna. Pero ese amigo ya no está en Cuba sino en Yemen, ya es víctima de la violencia por la cual le toca luchar. Lo peor, es que cuando comento de eso con los del micro mundo, a ellos no les interesa.
Vemos mucha prensa revolcada por los emigrantes en Europa, los desplazados por la guerra. Eso sí interesa en las primeras planas. A veces me pregunto: ¿Será por las guerras, por los muertos, por el sufrimiento? ¿Será que les interesa acabar con todo el dolor? ¿O les preocupa en realidad todo ese montón de gente de los otros mundos que cada día los invaden y pueden afectar su seguridad y sus políticas sociales? ¿Es muy diferente este flujo migratorio al que hace años venimos sufriendo en Centro América donde miles de latinoamericanos ponen sus vidas y las de sus hijos en riesgo por alcanzar el sueño americano, por salir de la pobreza extrema y el hambre que llega a los huesos? ¿Por liberarse de los gobiernos de derecha capitalistas extremos y los de izquierda controladores de libertades? ¿Es esto diferente a los miles de cubanos que fueron víctimas de tiburones en las aguas del Caribe para llegar a La Florida? ¿O los que atraviesan 8 países para llegar a cumplir un sueño? Esas noticias no aparecen en primera plana, eso no interesa mucho, siguen siendo de los otros.
Pero la cosa continúa, en ese micro mundo, donde se vende el individualismo y el analfabetismo político. Eso solo ha impulsado a que gane el Brexit, a la destrucción de Venezuela, al golpe en Brasil y, para cerrar el ciclo de los últimos días, la victoria del NO en Colombia. Vamos a seguir matándonos que son solo más de 220.000 personas asesinadas, 25.000 desaparecidas y 4.744.046 desplazadas según el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Pero como dice el ex presidente Uribe: “Es mejor la paz para todos los colombianos que un acuerdo débil para la mitad de los ciudadanos”. Pues claro eso lo dice él que no ha sido víctima, pues tanto él como muchos otros que votaron por él NO, no han sido desplazados, ni tienen familiares o amigos muertos o desaparecidos. Él como muchos otros se dedicaron en estos días a engañar a una población llena de miedo, rencores, odio, venganza y sobre todo una población fácil de engañar. Una población que votó por el NO por miedo, por argumentos como: que no quieren que la FARC tengan un espacio político que no merecen, cuando se sabe que es difícil que lleguen a la presidencia, o los evangélicos y católicos que salieron a votar en defensa de la familia porque él SI amenaza su idea de familia por el "enfoque de género" en el acuerdo. Porque desgraciadamente la iglesia que ha “defendido” siempre la paz está en desacuerdo que en los acuerdos se preste especial atención a los derechos fundamentales de las mujeres, los de los grupos sociales vulnerables como son los pueblos indígenas, las niñas, niños y adolescentes, las comunidades afrodescendientes y otros grupos étnicamente diferenciados; los derechos fundamentales de los campesinos, los derechos esenciales de las personas en condición de discapacidad y de los desplazados por razones del conflicto; los derechos fundamentales de las personas adultas mayores y de la población LGBTI. NO porque el castigo a los guerrilleros no es suficiente, NO porque se les va a pagar mucho dinero, tanto como el 90% de un salario mínimo que no da para nada en Colombia, NO porque quieren que el país se convierta en una Cuba o una Venezuela. O peor aún los que se quedaron durmiendo, un 63%, la tasa de abstención electoral más alta en décadas, los que no votaron porque les da igual lo que pase en su país, en el momento histórico más importante de los últimos años. O los colombianos emigrantes a EU que fuera de su país votan por el NO. Esos mismos que son rechazados e discriminados por Donald Trump.
En fin, fue muy bueno el engaño a una población fácil de manipular, y a otro sector que tiene muchos intereses individuales, el resultado: sigamos matándonos hasta que se establezca un acuerdo “perfecto”. Y me vuelvo a preguntar ¿Hacia dónde vamos? No da para entender mucho en este mundo.