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Columna de opinión
Álvaro Uribe: El señor del No a la paz
Tony López Rodríguez / Sábado 15 de octubre de 2016
 

El pírrico triunfo del No a la paz en el plebiscito del pasado 2 de octubre en Colombia, fue un resultado impensable. Por lo menos dentro de la racionalidad política y social, en cualquier parte de nuestro universo, menos en Colombia, una sociedad aquejada y víctima de un largo conflicto social y armado que ha vivido durante cerca de 68 años, iniciado en 1948 el 9 de abril cuando fue asesinado el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán.

Téngase en cuenta que de los 46 millones de habitantes en Colombia, el 94% nació después del año 48 y ha vivido bajo los efectos de una guerra fratricida desarrollada en zonas alejadas de las grandes ciudades. Mientras que los citadinos, si bien no padecen los efectos de ese desbastador conflicto armado, son víctimas de la guerra mediática pagada por sectores de una oligarquía corrupta y comprometida con grandes intereses transnacionales, ganaderos, terratenientes feudales que se benefician con el conflicto armado, incluido el narcotráfico y las fortunas que ese negocio genera para diversos sectores económicos, entre ellos el financiero, grandes comerciantes y empresariales, que coaligados a influyentes segmentos de la clase política corrupta financiada por esos oscuros intereses económicos, no les conviene una paz sólida y duradera.

Muchos artículos y trabajos periodísticos han expuesto sus puntos de vistas sobre el resultado del plebiscito y tratan de buscar explicaciones, pues nadie podía entender que una parte importante de la población colombiana pudiera votar en contra de la paz; trataremos en nuestro análisis de entregar algunos elementos que llevaron a esa parte de la población colombiana a votar por el No.

Varios son los factores que incidieron en el voto negativo ante la consulta popular. Pero indudablemente uno de los más importantes fue la carencia de una política pedagógica para la población sobre la marcha, desarrollo y decisiones que se tomaron en la Mesa de Diálogos en La Habana. Así como no aceptar la participación de movimientos sociales en dicho diálogo, éste fue uno de los temas en disputa en la Mesa solicitado por las Farc-EP, a lo que el Gobierno se opuso.

Esa carencia política, pedagógica y participativa de las representaciones del pueblo y de una efectiva divulgación de lo que se venía tratando en La Habana fue utilizada para manipular, distorsionar, controvertir y mentir en medio de una fuerte campaña en contra del Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc-EP, llegando a sembrar muchas dudas sobre las conversaciones que se desarrollaban en la isla.

Así era muy significativo que esa campaña difamatoria publicara que existían acuerdos secretos entre el Gobierno y las Farc-EP que conducirían a la impunidad de los crímenes de la guerrilla, que se daría oportunidad a que las Farc-EP se adueñara de tierras y afectara a sus propietarios, y que Colombia se convertiría en una nueva Venezuela donde el castro-chavismo introduciría el comunismo. Éstas en esencia fueron las principales ideas sembradas por una buena parte de los medios masivos de comunicación en Colombia.

Otros elementos que condujeron a estos resultados fueron la precipitación del gobierno para desarrollar un plebiscito sin antes consensuar y hacer una labor con todos los actores políticos y sociales, no sólo de la izquierda, sino también con los partidos tradicionales, los liberales y conservadores, incluyendo también al Partido de la U e incluso a la disidencia liberal integrada en el partido Cambio Radical que preside Germán Vargas Lleras, actual vice-presidente de la República, cuya reserva sobre los Diálogos de La Habana son conocidos públicamente, tal es así que el presidente Santos tuvo que hacerle un llamado para que se pronunciara abiertamente a favor del Sí.

Todo ese trabajo era importante acometerlo y no hubo tiempo para hacerlo, las propias internas políticas con vista a las presidenciales del 2018 al parecer fueron un obstáculo y ello también pesó para que el No tuviera un éxito misérrimo, pero éxito al fin. La costa atlántica ha sido históricamente liberal y Cambio Radical tiene también un importante peso en ese territorio. Es significativo que en esa zona la abstención haya sido de un 71% del electorado o sea 8% más que la media nacional que fue del 63%. Esa abstención en la costa atlántica y en otros territorios que siempre han sido nichos liberales, favoreció el resultado negativo.

Otro factor para que muchos votantes se inclinaran por el No fue la campaña desarrollada durante muchos años contra las guerrillas de las Farc-EP y el ELN, organizaciones satanizadas por el poder mediático de la derecha colombiana, especialmente durante los gobiernos de los expresidentes Álvaro Uribe Vélez y Andrés Pastrana Arango, mandatarios que fracasaron en las negociaciones que iniciaron con estas organizaciones guerrilleras y máximos responsables del recrudecimiento de la guerra en su país. Pastrana abrió las puertas a la intervención militar estadounidense con el conocido Plan Colombia y Uribe Vélez, continuador de la política pastranista, desarrolló diversas operaciones militares contra las Farc-EP en el sur del país, la más importante y más grande operación militar contra esa guerrilla fue el Plan Patriota cuyo fracaso demostró que no hay solución militar del conflicto social y armado en Colombia, que la única salida es la negociación política y la paz. Además Uribe abrió las fronteras del país para instalar en el territorio colombiano numerosas bases militares de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, que significan un peligro para la paz regional y una afrenta para la soberanía nacional colombiana.

Luego de cuatro años de intenso trabajo y fuertes debates internos, el Gobierno sacó provecho porque logró mantener un principio básico del sistema, imponer su agenda y no aceptar cambios estructurales en el modelo económico neoliberal, ni la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que la insurgencia exigía. Si bien en la Mesa de Diálogos en su primer punto se lograron importantes acuerdos de carácter económico para muchos sectores de la sociedad colombiana afectados severamente por el modelo neoliberal, no están satisfechos con lo acordado, lo cual puede haber incidido en el alto nivel de abstención.

Mientras que la convocatoria a una Asamblea Constituyente era clave para que el proceso fuera refrendado democráticamente, para aprobar unos acuerdos que si bien no lograban todos los objetivos de la guerrilla, con una Asamblea sí se hubiera debatido al menos algunos puntos que no se habían alcanzado en la Mesa de Diálogo y lo más importante, una Constituyente hubiera convertido la política de paz, emprendida por Gobierno y las Farc-EP en una política de Estado. Diferente a un evento plebiscitario cuyos acuerdos pueden ser revocados por el próximo Gobierno si éste no está de acuerdo con lo pactado.

Si bien el Gobierno convocó a un referéndum con la seguridad de que la sociedad colombiana votaría favorablemente para aprobar los Acuerdos de La Habana, los resultados no fueron lo esperado: sólo de los 35 millones de electores habilitados para votar, acudieron a las urnas 12; 844,406 millones divididos en el 0,5% para el No y 0,4% que votaron por el Sí, dejando una muy estrecha ventaja al ganador. Hay que decir que se abstuvieron 22,155,594 millones esto implica que sólo el 0,1% de los habilitados para votar acudieron a las urnas. Con estos resultados los defensores del No, no pueden imponer condiciones como ha sido expresado por el senador Uribe Vélez al abandonar la Casa de Nariño luego de una reunión de más de tres horas con el presidente Juan Manuel Santos Calderón y sus ministros.

Teniendo en cuenta lo arriba señalado, tampoco puede considerarse que el ex presidente y actual senador Álvaro Uribe sea el ganador y que los votos cosechados por el No sean fruto de un respaldo a su política contra la paz y los Acuerdos de La Habana. Debe estimarse que una insuficiente política pedagógica del gobierno sobre los acuerdos firmados en Cartagena el pasado 26 de septiembre y una campaña desinformativa, manipuladora y falsa sobre dichos acuerdos, han sido entre otros los ejes fundamentales de tan lamentable resultado.

Según manifestó la Corte Constitucional colombiana "claramente que el referéndum no tenía ningún efecto jurídico, y tan sólo atañe políticamente al presidente Santos, quien se comprometió a realizarlo". "Lo que está fuera de toda discusión es la validez del pacto acordado en La Habana el 24 de agosto de 2016. Prueba de ello es que la consulta fue una decisión unilateral del Presidente y no fruto de las conversaciones de La Habana” Así lo declaró en una entrevista el jurista español Enrique Santiago, asesor de las Farc-EP, al portal madrileño Publico.es.

La opinión pública colombiana e internacional debe tener en cuenta que los diálogos de paz de La Habana han tenido un enorme consenso y apoyo internacional, ningún proceso de esta delicada naturaleza ha recibido tanto apoyo, comenzando por el Papa Francisco, pasando por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la Asamblea de la ONU y su Secretario General Bank Ki Mon, la Unión Europea, Rusia, China y Estados Unidos, Unasur y la Celac, así como el respaldo de los gobiernos latinoamericanos y caribeños representados en Cartagena de Indias por sus distinguidos presidentes durante la firma del Acuerdo Final.

La imparcialidad, apoyo solidario, humano y profesional a las partes, otorgado por los países garantes y acompañantes, en especial Cuba y Noruega, cuyos gobiernos han sido un indispensable factor en la búsqueda de facilitar los acuerdos para una paz estable, duradera y justa; son prueba importante de que el llamado de la Celac en La Habana, hace dos años, para declarar a Latinoamérica y el Caribe zona de paz, es un clamor de los pueblos y gobiernos de nuestra región, que se hizo absolutamente patente con el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz al presidente Juan Manuel Santos, exactamente al día siguiente de las elecciones plebiscitarias. Fue como un aldabonazo a tan repudiable resultado, también expresado en la jornada estudiantil y juvenil, a la cual se unió el pueblo bogotano en la Plaza Bolívar, pidiendo por la paz. Fue como retrotraer a la conciencia ciudadana colombiana la oración por la paz desgranada en su último discurso por el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán ante una multitud similar en aquella nefasta fecha de 1948.

Para Uribe Vélez y Pastrana Arango esa pírrica victoria tendrá a futuro un sabor amargo por varias razones: ambos políticos quedaron como los principales defensores de continuar una guerra fratricida, desafiando a la comunidad internacional que apoya los Acuerdos y la paz en Colombia.

Afortunadamente Gobierno y Guerrilla han declarado que continuarán trabajando por poner en práctica los Acuerdos a los cuales han arribado. En principio el cese bilateral al fuego que estaba establecido para terminar el 31 de octubre, ya ha sido anunciado por el Presidente que será prorrogado. Los organismos internacionales, en este caso la ONU y Unasur se encuentran en el terreno para verificar dicho cese al fuego y continuar el cronograma propuesto en los acuerdos.

El inicio de los diálogos de paz con el ELN el próximo 27 de octubre en la ciudad de Quito, Ecuador, es otro hecho político importante y favorable que demuestra que gobierno e insurgencia están trabajando para terminar el conflicto armado en Colombia y contribuir a la construcción de un país incluyente, solidario y pacífico.