Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Opinión
Amplitud no significa abandonar los principios políticos
Edward Sánchez / Miércoles 2 de noviembre de 2016
 

Muy erróneamente se ha creído que la política compromete simplemente la participación en los escenarios de elección popular para elegir representantes a los distintos cuerpos colegiados o administrativos. El pueblo colombiano asimila política con clientelismo, corrupción, elecciones; con prebendas, regalos, lechona. La política implica más cosas que las meras elecciones. Es desafortunado repetir la tesis de que la política es igual a corrupción, clientelismo. Esta tesis de la corrupción, el clientelismo, hay que sostenerla señalando nombres propios, y además, señalado qué tipo de visión del mundo tiene aquel individuo que practica estas aberraciones.

Germán Ayala plantea que existe en Colombia una matriz general que hace que las personas no se interesen en la teoría política o la historia de las ideas políticas. Y esa matriz es permanentemente robustecida por aquellos partidos políticos que quieren un pueblo ignorante en temas políticos. Con esta matriz se banaliza todo lo relacionado con la teoría política, historia de los movimientos sociales, los pensadores, los principios y las ideas políticas. La banalización de la política arropa con el manto de la ignorancia el mapa colombiano.

Aquellos que se benefician con la apatía hacia las ideas políticas son los que controlan efectivamente la economía, las instituciones, la cultura, los medios de comunicación. Estos son actores externos e internos. RCN, propiedad de Ardila Lulle, es sin duda, el medio de comunicación más interesado en la banalización de la política; desde luego no queda por fuera Caracol, Cable noticias, y cientos de empresas, instituciones, personalidades.

La expresión “no se meta en política”, se posicionó fuertemente en la consciencia colectiva de Colombia. Muchas personas no le dan la importancia debida a las ideas políticas, incluyendo una amplia gama de indiferencia en la clase obrera, campesina, así como sectores estudiantiles, universitarios, de clase media. La banalización de la política ha conseguido que la indiferencia sea generalizada, dejando que las decisiones queden en manos de unos pocos personajes.

La abstención del 63% en el plebiscito para refrendar los acuerdos entre el Gobierno Nacional y las Farc-EP demuestra el desinterés hacia cuestiones de organización, planificación, desarrollo, entre otros. Y sin embargo, las decisiones que se le consultan al pueblo, así como las elecciones periódicas, sólo representan un breve porcentaje del desinterés generalizado, y no representan la esencia de lo que es la política.

Empero, como ya lo he señalado, existe un grupo de individuos a los que les interesa la ignorancia social en temas de política: los capitalistas y todas sus denominaciones: neoliberales, conservadores, anarcocapitalistas… Para ellos, entre menos interés exista en las ideas políticas, mejor es la vida, ya que así puedan dar rienda suelta al manejo de todos los monstruos -el Estado, las instituciones- para poner en marcha sus objetivos económicos, culturales, sociales. El mundo paradisíaco para ellos es aquel en el que la gente se dedica a trabajar 12, 14 o más horas sin quejarse, sin protestar, sin organizarse, sin realizar asambleas; y posterior a las largas horas de trabajo, se gastan todo el salario en mercancías de todo tipo: hamburguesas, juguetes, pistolas, ropa, etc. Ellos desean un mundo donde la gente acepte “las cosas como son” para seguir el derroche de explotación de los bienes naturales y sociales. Su imagen del mundo es: un pueblo que no se interesa en política, que camina siguiendo la corriente; por eso tratan con todos los medios, herramientas y prácticas clientelares, lograr el hastió de la política y en consecuencia, debido a la errónea conexión entre política y elecciones, de las ideas políticas.

La política no sólo es la participación con el voto en las distintas elecciones. La política tiene la virtud de representar una concepción del mundo, de la vida, la sociedad, la economía. Quien se inmiscuye en la lucha política -que deberían ser todos, especialmente la clase obrera- está planteando su concepción y proyecto para direccionar una nación.

Para ejemplificar la noción de principio y proyecto político, puede tomarse como ejemplo la idea de organizar la cultura y el arte para que sea disfrutado por toda la gente de Colombia. Actualmente el arte está encerrado en pequeños círculos, no llega a todos. El pueblo no disfruta del teatro, la poesía, la música clásica, etc. No hay un interés por el arte debido a que no existen programas para valorar y difundir las ideas artísticas, no hay centros culturales en cientos de municipios, y la gente no le queda tiempo sino para trabajar y consumir. El principio político sería la idea del disfrute por todos del arte, que se logre la promoción del conocimiento, la historia, el romance, la cultura, a través de la ampliación de espacios para eventos artísticos, así como para potenciar las habilidades artísticas de cientos de colombianos. El principio es el disfrute colectivo, “la mayor suma de felicidad posible”, como dijo Simón Bolívar.

No obstante, los principios no se negocian, lo único que puede ser digno de flexibilización es la práctica, la acción. Todo tipo de acción encaminada al cumplimiento de los objetivos políticos es una ganancia. Por ningún motivo se debe creer que ser amplios incluye abandonar los principios políticos. La ingenuidad debe ser derrotada con la fuerza del argumento.

Amplitud quiere decir que se trabaja de la mano con muchos actores para conseguir un objetivo común de suma importancia (ya lo hicieron los obreros de Chicago en 1886, así como los estudiantes de Argentina en 1918), esto no quiere decir que se negocian los principios, o que seamos ingenuos al creer que otros actores actúan por bondad. Desde luego puede estar consignada la bondad como elemento ético-político en los principios.

Algunos compañeros creen que tenemos vicios al sostener este fundamento de praxis. Ellos plantean que al decir que no negociamos los principios políticos, caemos en los vicios de otras organizaciones que se convirtieron en feudos, que se cierran ante sí (aunque esto es en cierto sentido verdad: la existencia de organizaciones feudos, especialmente por intereses de muchos dirigentes que se fosilizaron), no quiere decir que sea un fenómeno general.

Defender los principios políticos no es ser inflexibles en las tácticas. Hay eventos muy amplios donde participan diferentes actores sociales y políticos, pero el propósito de la reunión es un objetivo específico. Esto no quiere decir, ni por poco, que amplitud es dejar que la otra parte haga todo o no dar el debate en términos de planteamientos o ideas. Esto lo que quiere decir es que se va a construir un movimiento muy amplio que buscará ese objetivo común y, antes que posicionar cualquier organización, se debe posicionar la idea que sustenta ese movimiento. Las organizaciones, asociaciones y sindicatos desaparecen con el tiempo, son una nube transparente; las ideas políticas permanecen en la consciencia.

Amplitud quiere decir que se debate con todo el mundo, se posicionan las ideas políticas que fundamentan el movimiento, se flexibiliza la acción, y se impide que se instale como lo fundamental la cuestión de si es esta organización o esta otra la que dirige el movimiento. Siempre nos han dividido con cosas realmente pírricas, jamás han dividido al movimiento social con elementos de relevancia. Sin embargo, se cae en ese juego absurdo.

Todo movimiento debe partir de la idea de que no importa como se llame, o cuanto tenga de vida, sino que importan los preceptos políticos que lo guían. Igual sucede con las organizaciones sociales y populares: no importa el número ni el nombre, lo relevante es la idea política; así se pueden mover montañas. Desde luego este texto no quiere, de ninguna manera, menospreciar la práctica y la acción correcta en cada momento histórico. La acción y la organización van cogidas de la mano con la idea.

Es necesario poner el alfiler en el punto cardinal: los principios políticos, la claridad sobre las acciones. ¡Basta ya de confundir política con corrupción o clientelismo! Repolitizar la sociedad, a través del debate y la polémica, utilizando el conocimiento, la teoría, la historia y las ideas políticas, para construir una sociedad en paz con justicia social.