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Opinión
El Fidel y la Cuba que yo conocí
Shameel Thahir Silva / Sábado 26 de noviembre de 2016
 

Esta mañana me escribió una amiga “ole se murió la izquierda latinoamericana” Le contesté “se murió la izquierda que nos enseñó que sí se puede” Ahora sí que es cierto que nos toca a nosotros.

Tuve la fortuna de estar este año en la Cuba que siempre será de Fidel. Cuando me subí al avión aquí en Bogotá me topé con unas monjas que conversaban delante de mí de lo mal que estaba la isla, les veía las caras convencidas de que irían a cumplir su misión divina en tierra de nadie. Hoy las recuerdo en estos momentos cada vez que leo o escucho un mensaje de odio o ignorancia ante la muerte del “dictador” Fidel.

“Fidel es lo más grande. Es la reencarnación de Martí. Es un hombre que no sólo busca la paz aquí en Cuba sino en todo el mundo” fue lo que me dijo un campesino cuando le pregunté en el Valle de los Ingenios en Trinidad, Cuba, sobre el significado de Fidel Castro para él. Un valle de comunidades campesinas con escuelas, puestos de salud, tractores, lleno de vida, yo sólo observaba con la ilusión de ver pronto un campo colombiano como ese. Todo esto mientras me tomaba un guarapo de caña de azúcar que él mismo acababa de moler en el trapiche de su negocio instalado en su propiedad, porque sí, en Cuba la tierra es para quien la trabaja.

“Si Fidel hubiera muerto durante el periodo especial seguramente no estaríamos hablando hoy aquí de acción política contrahegemónica en esta Cuba orgullosamente socialista” fue lo que me dijo un profesor de la Universidad Central de las Villas Martha Abreu allá en Cuba. Nos explicaba la importancia del liderazgo en el proceso revolucionario del que él era hijo, en medio de un simposio sobre pensamiento político latinoamericano, mientras él hacia un balance de la situación actual de Venezuela. Qué bueno que Fidel no se murió en ese momento tal cual como lo señaló ese profesor, tendremos una Cuba socialista para rato, seguirá siendo nuestro faro en el camino hacia un continente que está destinado a ser el centro del universo.

Estuve 20 días en Cuba fue, estando allá, que entendí la inmensidad de Fidel Castro y de la Revolución Cubana en Nuestra América. Lo que en Cuba dan por sentado como salud y educación gratuita y universal de calidad, son todavía peleas por ganar para los pueblos de la humanidad.

A pesar de la oposición de los Estados Unidos y a pesar de los errores, Cuba se mantiene. Sobre todo por que la revolución se preocupó por sembrar en su pueblo las sólidas bases culturales que le permitieran hacer frente al acoso que significa ser un pueblo soberano y libre en medio de un mundo salvajemente neoliberal.

A Cuba y a Fidel Castro, junto a Hugo Chávez Frías, Colombia les debe la firma del Acuerdo del fin del conflicto armado con las Farc-EP. A Fidel Castro la humanidad le debe no caer en una espiral sin retorno de la guerra nuclear en medio de la conocida “crisis de los misiles”. Eso nadie se lo quitará y por eso, y por mil cosas más, la historia ya lo absolvió. Sólo me queda terminar con el significado de revolución que dio Fidel y que tengo grabado en mi corazón:

“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo.”