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Al camarada Fidel
Ana María Saldanha / Miércoles 30 de noviembre de 2016
 

La Ciudad de las columnas, de Alejo Carpentier, “la ciudad de lo inacabado, de lo cojo, de lo asimétrico, de lo abandonado”, vio, en aquél jueves, 8 de enero de 1959, llegar el comandante-en-jefe Fidel Castro y los guerrilleros de la Sierra Maestra en aquella gran marcha de la libertad que partió, siete días antes, de Santiago de Cuba.

La Revolución Cubana, pasados 60 años sobre la instalación de un gobierno militar estadunidense de ocupación, derrotó definitivamente las fuerzas de Batista en el primer día de 1959, inaugurando una nueva etapa de la historia de América Latina. Hasta entonces Cuba había sido marcada por la miseria, por el autoritarismo, por la represión y por la violencia de un Estado al servicio del imperio (EEUU) al que durante 60 años sirvió sumisamente.

La clase dominante cubana al servicio del imperio estadounidense

En 1901 la Asamblea Constituyente cubana, bajo amenaza de la continuidad de la ocupación militar estadounidense iniciada dos años antes, fue intimidada para integrar la enmienda Platt como parte del texto de la primera Constitución de la República de Cuba. Después de 30 años de lucha del pueblo cubano por la independencia del reino de España, la clase dominante entregaría el país en manos de Estados Unidos que en este inicio de siglo buscaba consolidarse como imperio frente al todavía dominante imperio inglés.

La joven República Cubana, inaugurada el 20 de mayo de 1902, inició así bajo presión, influencia y control militar y comercial de Estados Unidos que implementará un modelo de producción neocolonial basado en la gran propiedad latifundista con el monocultivo de la caña de azúcar. Largas jornadas laborales, bajos salarios y condiciones precarias de vida y de trabajo agudizaron una lucha de clases que tuvo como consecuencia la consolidación de un movimiento obrero (que se venía estructurando desde fines del siglo XIX), cuyo protagonismo en las luchas (huelga de los aprendices en 1902 y huelga de los tabacaleros en 1907) anunció la intensificación de la resistencia al neocolonialismo estadounidense.

El fin de la Primera Guerra Mundial y las relaciones comerciales de dependencia con EEUU -país que, desde la aplicación de la enmienda Platt, controlaba aproximadamente el 70% de la producción azucarera cubana- crearon una burguesía nacional que vivía en las proximidades del mar, al oeste de la capital, en las magníficas viviendas de trazos barrocos, del moderno y arbolado barrio habanero Vedado; mientras tanto la mayoría de la población vivía en el umbral de la sobrevivencia, en condiciones de vivienda extremamente precarias y sin infraestructuras básicas. El modelo de monocultivo para exportación, que permitió el enriquecimientos de aquella burguesía criolla, sería sin embargo sacudido en 1920, cuando la caída del azúcar en el mercado mundial agudizó las ya abismales contradicciones de clase de un país sin soberanía política y sin soberanía económica.

En esta agudización de la lucha entre una clase dominante (próspera, dependiente del capital estadounidense) y una mayoría explotada (sujeta a miserables condiciones de trabajo y de vida impuestas por el régimen latifundista del monocultivo); accede a la presidencia, en 1925, Gerardo Machado. Se inicia un período dictatorial marcado por una fuerte violencia estatal, a la cual el movimiento popular estudiantil y obrero responde con el aumento de la beligerancia (huelgas, levantamientos insurreccionales, atentados y sabotajes).

El relato de época de un obrero agrícola demuestra las profundas dificultades de sobrevivencia de los trabajadores, cuya fuerza de trabajo llegó a ser vendida a cambio apenas de comida: “Pudiera decirse que se trabajaba por la comida... Los tiempos que se trabajó por la comida fue del 28 al 34. La gente andaba por los caminos y no conseguía un día de trabajo por ningún precio. La comida en el campo estaba abundante pero no valía nada, no había dinero”.

La lucha se intensificó en la secuencia de la crisis del capitalismo de 1929 (bajaron las exportaciones de azúcar y tabaco cubanos), creando las condiciones para que, en 1933, Cuba se encuentre en una situación pre-revolucionaria que ni el recién nombrado presidente estadounidense, Franklin Roosevelt, pudo controlar.

Machado, después de una prolongada huelga general, huyó del país; por lo que sectores de derechistas de la oposición, con el apoyo de EEUU, se vieron obligados a instalar un gobierno provisorio. Este gobierno sería, sin embargo, derrocado un mes más tarde por un levantamiento popular que impondría un gobierno revolucionario. A pesar de la corta duración de este nuevo gobierno y de sus contradicciones internas, el pueblo cubano mostró entonces su capacidad de resistencia al autoritarismo de una burguesía nacional dependiente, como también su capacidad de liderar un proceso de transformación socioeconómico.

El gobierno, cuya duración sería de apenas cien días, fue vencido por el imperio con la activa ayuda de un ex sargento, Fulgencio Batista, quien 19 años más tarde, en 1952, bajo el comando estadounidense (después de haber asumido la Presidencia de la República entre 1940 y 1944), llevaría adelante un golpe militar.

Nacimiento de un líder revolucionario

En el contexto de la dictadura de Batista, un joven abogado, Fidel Castro (n. 1926) -quien había iniciado su trayectoria en el movimiento estudiantil vivido en el Bogotazo que siguió al asesinato del candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, en Colombia- postuló la lucha armada como táctica de combate contra la dictadura, dando inicio a la preparación de una insurrección popular. Sobre el Bogotazo, 28 años después del hecho, contó Fidel: “De insurrecciones populares de aquellas características, yo no conocía más que las impresiones que en mi imaginación habían dejado los relatos de la toma de La Bastilla y los toques a rebato de los comités revolucionarios de París llamando al pueblo en los días más gloriosos de la revolución”.

En Cuba una tentativa insurreccional fue desencadenada y liderada por Fidel, el 26 de julio de 1953, con el asalto al Cuartel Moncada en Santiago, y al cuartel de Céspedes en Báyamo. A pesar de no ser victoriosa, fue punto de partida de una lucha que culminaría seis años más tarde con el triunfo de una revolución que implantó por primera vez en la historia del continente el socialismo.

Fidel Castro sobrevivió a la derrota del ataque al cuartel Moncada, fue apresado y condenado a 15 años de reclusión. Durante el juicio, el joven abogado imprimió una nueva dinámica en la lucha por la independencia de Cuba del neocolonialismo estadounidense y por la destrucción de la dictadura de Batista, gracias a su, hoy histórica, brillante defensa (que se transformaría en la base programática de la futura revolución):

«Os advierto que acabo de empezar. Si en vuestras almas queda un latido de amor a la patria, de amor a la humanidad, de amor a la justicia, escuchadme con atención. Sé que me obligarán al silencio durante muchos años; sé que tratarán de ocultar la verdad por todos los medios posibles; sé que contra mí se alzará la conjura del olvido. Pero mi voz no se ahogará por eso: cobra fuerzas en mi pecho mientras más solo me siento y quiero darle a mi corazón todo el calor que le niegan las almas cobardes.»

En 1955 la fuerza popular logró alcanzar la amnistía de los presos políticos, incluido Fidel, que le permitió fundar, junto con aquellos que habían organizado el asalto al cuartel Moncada, el Movimiento 26 de Julio. Fidel se exilio en la ciudad de México y organizó su táctica de guerra revolucionaria. En 1956, desembarcando del yate Granma, Fidel y 82 hombres (entre ellos Raúl Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto -Che- Guevara) se instalaron en la Sierra Maestra y crearon el Ejército Rebelde. La lucha armada se inició contra la dictadura de la burguesía criolla y estadounidense, por la soberanía de Cuba, guiada por las ideas de José Martí.

Batista respondió con una ola de violencia creciente que, en mayo de 1958, terminó con la organización de una embestida militar contra los guerrilleros en la Sierra Maestra: 10.000 hombres del Ejército de Batista los enfrentaron. Sin embargo la resistencia y organización de aquellos guerrilleros los derrotarían tres meses más tarde. Después de esta victoria el Comandante-en-Jefe Fidel Castro decidió extender la lucha de la guerrilla a todo el territorio cubano. El Che y Camilo fueron enviados para el norte con el objetivo de dividir la isla en dos partes y de preparar el cerco a la ciudad de Santa Clara, mientras Fidel y su hermano Raúl permanecían al este de la isla con el fin de tomar Santiago de Cuba.

El 1° de enero de 1959, Santiago de Cuba, Santa Clara y Yaguajay, gracias a la estrategia de las fuerzas guerrilleras y al fundamental apoyo de la población, estaban bajo el control del Ejército Rebelde, dando inicio a una de las más bellas historias de tentativas de construcción del Hombre Nuevo.

Cuba socialista: 58 años de resistencia y lucha

El gobierno revolucionario inició el desmantelamiento de las bases políticas y económicas que sostenían el modelo neocolonial: disolución de los aparatos represivos, ejercicio de las libertades fundamentales, saneamientos de la función pública, confiscación de bienes oriundos de malversaciones. Las medidas de beneficio popular fueron aceleradas con la designación de Fidel Castro como jefe de gobierno en febrero de 1959. Fue así como el 17 de mayo se afrontó directamente los intereses de la burguesía criolla y estadounidense, atacando el pilar fundamental de más de medio siglo de neocolonización imperial: el latifundio. La ley de la reforma agraria nacionalizó todas las propiedades superiores a 420 hectáreas y puso en marcha un proceso de distribución de tierras para aquellos que, habiendo trabajado siempre en ésta, nunca la habían poseído.

EEUU inició una serie de acciones desestabilizadoras y contrarrevolucionarias, inclusive dentro del propio poder de Estado (que llevarían a la renuncia del presidente Manuel Urrutia). Los sabotajes económicos alcanzaron su apogeo en julio de 1960 cuando EEUU elimina la cuota de azúcar que importaban de Cuba. Fidel anunció entonces la nacionalización de todas las propiedades y poco tiempo después de las empresas de la burguesía nacional que intentaban sabotear económicamente el nuevo gobierno revolucionario través de descapitalizaciones. Las tentativas de desestabilización del imperio continuaron, particularmente a través de la ruptura formal de relaciones de EEUU con Cuba en enero de 1961. Asimismo EEUU intentó invadir la isla, en abril, en la zona conocida como playa Girón. Entretanto, Cuba se aproximaba, política y económicamente a los países socialistas del este europeo.

A la primera etapa de la Revolución, marcada por la existencia de un movimiento popular que propiciaba la liberación nacional, seguiría una segunda etapa iniciada el 16 de abril de 1961 cuando Fidel Castro anunció frente a millares de cubanos el carácter socialista de la Revolución (que tuvo como consecuencia, en 1962, el bloqueo económico de EEUU a Cuba):

«Porque lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí, lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba. (…) Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices, ¡y que hayamos hecho una Revolución Socialista en las propias narices de los Estados Unidos! (...) Esa Revolución no la defendemos con mercenarios, esa Revolución la defendemos con los hombres y las mujeres del Pueblo.»

En la antigüedad griega, sólo quien poseía propiedades podía ser considerado ciudadano (siendo que aquellas estaban en poder de una minoría). Los esclavos, como no tenían ningún tipo de propiedad, estaban por eso excluidos de la ciudadanía griega. En el capitalismo los obreros tampoco consiguen acceder a la propiedad, ya que no disponen de la mercancía dinero necesaria para adquirirlas. Así a pesar de el modo de organización capitalista y de que el obrero haya alcanzado, a través de la lucha de sus organizaciones de clase, derechos fundamentales que lo distancian del esclavo, este apenas dispone de su fuerza de trabajo, de cuya venta depende para garantizar su sobrevivencia. Las cadenas del obrero moderno ya no son por lo tanto de metal, sino de hambre, miseria y explotación. El obrero, tal como el esclavo, está preso a sus cadenas, no se puede emancipar y realizar como sujeto. Refiriéndose a su juventud y a su participación en 1948 en el Bogotazo, Fidel afirmó:

«De la democracia griega habíamos estado leyendo las mayores apologías en todos los libros de historia de las escuelas y de los institutos, sin que a nadie se le hubiese ocurrido indicarnos que aquella democracia se sustentaba sobre las espaldas de decenas de miles de esclavos y el trabajo de las masas de ciudadanos desprovistos de los derechos a participar en el ágora pública; de la misma manera que todavía no comprendíamos que esta llamada democracia contemporánea se asentaba también sobre las espaldas no de decenas de miles, sino de millones de hombres igualmente esclavizados en las ciudades y los campos, cuyos derechos de igualdad y de libertad sólo figuraban en los textos manoseados de nuestras constituciones democrático-burguesas.»

La Revolución permitió no obstante a los cubanos alcanzar su emancipación y realización como sujetos. Acceso a la educación, salud (Cuba actualmente tiene un médico por cada 158 habitantes), cultura, alimentación y vivienda, altos niveles educativos, fin del analfabetismo (desde 1961), erradicación de la discriminación racial, participación de la mujer en todas las esferas de la vida del país, asistencia para la vejez, aumento de la esperanza media de vida. Todo esto permitió al cubano elevarse y realizarse como sujeto. Se erradicó el hambre, la miseria, la explotación, a la vez que en el plano político el ejercicio de la democracia se puso en práctica por una mayoría al servicio de la mayoría.

El período especial que siguió a la caída de la URSS, en diciembre de 1991, y que marcó la tercera etapa de la Revolución, recordó al mundo, una vez más, la capacidad de resistencia del pueblo cubano, basada en el esfuerzo y en la solidaridad, en favor de la defensa de su Revolución. Sin embargo errores y equivocaciones, contradicciones y retrocesos, a pesar de elementos de la ideología mundialmente dominante que han permeabilizado la estructura e imaginario sociales, la Revolución Cubana continúa y no podría nunca sobrevivir si la voluntad colectiva de su pueblo no lo determinase así.

Fidel, uno de los mayores revolucionarios del siglo XX, aquél que en 1953 declaró en el fin de su defensa “La historia me absolverá”, el gran líder de la Revolución de la liberación nacional y emancipadora iniciada en 1959, que en 1961 asume un carácter socialista; festejó el 13 de agosto 90 años de vida y de lucha.

Cuando aquel jueves 8 de enero de 1959, Fidel entró victorioso en la ciudad “hecha para la explotación de las sombras” (Alejo Carpentier); el periódico El Crisol escribió: “Todos los sonidos de la ciudad se unieron al vocerío de las muchedumbres: las sirenas de los barcos, las campanas de las iglesias, las bocinas de los autos, los silbatos de las fábricas. Se escucharon las salvas de 21 cañonazos disparados por dos fragatas de la Marina de Guerra (…) La garganta del pueblo enronquecía en un solo grito: ¡Viva Fidel! ¡Viva Cuba Libre! ¡Viva la Revolución!”

A vos, camarada Fidel, mis solidarias, respetuosas y admiradoras felicitaciones por estos 90 años de vida inseparables, de la lucha por una sociedad libre de la explotación del Hombre por el Hombre.

Este texto fue escrito para el aniversario 90 de Fidel. En Agosto de 2016, 90 intelectuales latinoamericanos escribieron una carta para Fidel.

Los 90 textos fueran compilados y entregados en las manos del proprio Fidel. La compilación estuvo a cargo de Marilia Guimaraes.