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Una memoria necesaria
Dos relatos de campesinos colombianos. A pesar de 50 años de diferencia y cientos de kilómetros entre sí, son más las similitudes que las diferencias. Desplazamiento, vivir y resistir a la guerra; historias que explican por qué están dispuestos a trabajar por la paz del país
Juan David Vargas P. / Viernes 16 de diciembre de 2016
 
Saludo de la Guardia Campesina al V Encuentro ZRC. Foto Juan David Vargas – APR.

Don Benjamín y Alidio son los protagonistas y narradores de estos relatos. El primero es un campesino del sur del Tolima, a punto de cumplir 70 años. Sufrió la guerra liberal-conservadora y estuvo en la pelea entre “limpios” y “comunes”. En sus primeros años de vida caminó junto a Charro, Isauro Yosa, Mariachi, Peligro, Gerardo Loayza y el legendario Manuel Marulanda Vélez. Alidio, por su parte, es un campesino del Catatumbo, en Norte de Santander. Oriundo del Cesar, expulsado por terratenientes. En los 90 y en la primera década del 2000 vivió los episodios más sangrientos y vergonzosos de la historia de Colombia, la arremetida paramilitar en las regiones del país donde se llevaba a cabo la confrontación armada.

Tanto don Benjamín como Alidio asistieron al V Encuentro Nacional de Zonas de Reserva Campesina en Curumaní, Cesar. Ambos son fáciles de referenciar ya que llaman la atención de los campesinos, estudiantes, trabajadores y acompañantes internacionales: el tolimense por su guitarra y sus canciones que cuentan historias… historias de Colombia; el catatumbero, por ser guardia campesino, por su bolillo patriótico, lleno de símbolos que recuerdan el porqué de sus apuestas y reivindicaciones.

Una entre tantas historias por contar…

Don Benjamín participa en una de las mesas de discusión. Foto Juan David Vargas – APR.

Benjamín Guzmán

En el año 1950 Benjamín tenía tres años, la violencia bipartidista había estallado y su familia se vio directamente afectada. Esto marcaría su vida para siempre. “Yo sufrí toda la Violencia. ¡La propia Violencia!… La Violencia se vino cuando el chiro rojo y el chiro azul”. Don Benjamín nació en Herrera, el último corregimiento del municipio de Rioblanco en el Tolima, allí donde nace el río Saldaña.

Todo había recrudecido a partir del liderazgo conservador de Laureano Gómez, el más radical de los conservadores. Luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el Partido Liberal no votó y no presentó candidato, pues Darío Echandía renunció. El camino le quedó libre para la presidencia, en medio de unas elecciones atípicas, celebradas a finales de 1949. “Al ganar don Laureano dijo que todo el que matara a un liberal ponía una bandera azul en el cielo. Y los conservadores se llenaron y fueron, y consiguieron un grupo que se llamaba chulavita, traído de un pueblo que se llama Chulavita en Boyacá”.

Se agudizó la violencia contra el liberalismo, esto le costó la vida a tres de sus tíos y que su papá ingresara a la guerrilla liberal.

“La agüela yo no sé cómo fue que se dio cuenta en Chaparral que se habían ido (las 170 vacas que tenía el abuelo) y mandó los tres muchachos: vayan arríen el ganado y sáquenlo pa la Mesa de Pole. Era al otro lado. Ahí había un puente, entonces ellos se fueron. En la loma, arriba los toparon y los mataron a puro machete a los tres, a los tres muchachos. Y mi papá estaba arriba en la finca cafetera y esa noche le cayeron, porque se voló… A él te tocó volarse. Entonces él cayó a una parte que se llama Hato Viejo, al otro día de día, que había un pueblito, un rancherío. Comenzó entonces a topar muertos, veinticinco muertos, habían matado toda la gente del pueblito por liberal”.

Estos hechos sucedieron en varios territorios del país. La violencia desatada por las élites liberal y conservadora dejaron un saldo de cientos de miles de muertos, lo que hizo que el padre de Benjamín se fuera a la guerrilla. Más tarde él viviría la pelea entre “limpios” (liberales) y “comunes” (comunistas), que provocaría una violenta confrontación entre las partes y la consolidación de las élites liberal y conservadora. Benjamín caminaría por el Davis y todo el sur del Tolima, junto a más de 200 familias y los guerrilleros, que más tarde fundarían las FARC luego del ataque a Marquetalia.

Don Benjamín anima el evento con su música campesina. Foto Juan David Vargas – APR.

Alidio Payares:

Alidio viviría la arremetida paramilitar en el Catatumbo. Los padres de Alidio son del Cesar. Él nació en Curumaní, pero apenas ahora conoce su pueblo natal, guardaba la ilusión de conocer a sus padrinos. Él y su familia tuvieron que salir del departamento a raíz de la persecución que lideraron terratenientes y ganaderos luego de las invasiones de tierras en los 80.

En 1992, Alidio llegaría a la vereda Filogringo. A partir de 1998 viviría aquella época conocida por las cruentas incursiones en la región. Los paramilitares de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) cometerían masacres al ingresar, con el objetivo de dominar mediante el miedo y la zozobra a los habitantes, y de paso, servir a empresas nacionales y extranjeras que buscaban acumular capital.

“La violencia ya en el año 98, la más cruel y sangrienta, la que pasa en la zona del Catatumbo y a nivel nacional. La aparición muy de lleno (del paramilitarismo) con apoyo de las Fuerzas Militares, que se empieza en la zona del Catatumbo con la masacre de La Gabarra y luego donde se llama Carboneras. Con el apoyo de las Fuerzas Militares y la Policía llegan descaradamente a todos los municipios del Catatumbo y haciendo masacres continuas y amenazas, y señalando a los campesinos de guerrilleros”.

Alidio y su familia tuvieron que desplazarse desde ese año hasta el 2003. “¿Desplazarnos qué quiere decir? Buscar unas veredas bien adentro donde teníamos que ir a traer el mercado a dos días de camino, ida y regreso cuatro días… Hasta el 2000 lo hacíamos así, estando en una vereda donde escuchábamos cualquier comentario hacíamos pequeños alojamientos de vereda, porque cuando eso no teníamos la vaina de los refugios humanitarios”.

Del 2000 al 2002 llegaron al municipio de Convención, el más cercano a Ocaña y uno de los más grandes de la región. Corrían con el riesgo de ser descubiertos y asesinados. “Salimos por caminos hacia el municipio, para no pasar El Tarra y algunos corregimientos que estaban llenos de paramilitares. La vida de nosotros era el camino por las veredas”.

Al ser liberada la zona del control de los paramilitares, Alidio y su familia volvieron a Filogringo. Allí fortalecieron las juntas de acción comunal y diferentes dinámicas organizativas campesinas. Alidio además es parte del comité de ferias, de Derechos Humanos y está afiliado a la Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat). Tanto él como don Benjamín, de la Asociación de Trabajadores Campesinos del Tolima (Astracatol), desean y trabajan para que estas historias de violencia sólo sean hechos del pasado y por fin el campesinado sea reconocido como sujeto político y social, para que la política en Colombia no sea extendida a la violencia. Historias necesarias y aún quedan muchas por contar, la historia como aprendizaje para construir el futuro.

Alidio coordina la Guardia antes de iniciar la movilización por Curumaní. Foto Juan David Vargas - APR