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Juguetes e infancia: fantasía, fetichismo de la mercancía y medio ambiente
Frank Molano Camargo / Jueves 22 de diciembre de 2016
 

En tiempo de navidad quienes somos padres nos enfrentamos a la demanda de nuestros hijos por los juguetes y a la presión que las corporaciones transnacionales del juguete imponen a través de la televisión. Esto exige el difícil esfuerzo de criteriar el juguete. Arriesgo algunos criterios ante el juguete:

Rechazar la consigna de usar y tirar

En 1928 (Historia del Juguete) el filósofo marxista Walter Benjamin planteó que la industrialización del juguete había roto la relación directa que existía entre padres y niños en la producción. Los juguetes en las sociedades antiguas (y hoy todavía en comunidades agrarias) eran derivados del trabajo artesanal, producidos en la misma comunidad, así que jugar no era una actividad contrapuesta a la vida social.

El capitalismo infantilizó al niño y a la niña y al juguete. Frente a los primeros Benjamin consideró “Pues el niño no es un Robinson; los niños no constituyen una comunidad aislada, sino que son parte del pueblo y de la clase de la cual proceden. Así es que sus juguetes no dan testimonio de una vida autónoma, sino que son un mudo diálogo de señas entre ellos y el pueblo”. El capitalismo ha buscado separar a los niños del pueblo, suponerlos apolíticos, asexuados, improductivos, suspendidos en un mundo paralelo tutelado y vigilado.

La fantasía infantil no es alejamiento inocente del mundo. De niños queríamos ser caballos, ladrones, policías, regicidas, mamás, papás y en ese propósito, los juguetes podían ser el palo de la escoba, un trozo de madera o una pelota formada a partir de un trapo envuelto. Lo clave era y sigue siendo el juego.

Pero a medida que se industrializó el juguete, este se ha venido haciendo más atractivo y por esto más inútil para jugar. Los juguetes contemporáneos producidos por multinacionales como Mattel, Hasbro, Disney, Fisher Price, entre otras, tienen como objetivo su inutilidad para el juego vivo. Se juega los primeros 15 minutos y hasta ahí llegó su encanto, se hace rutinaria y mecánica la actividad, limitada a la contemplación distante, por eso rápidamente los niños quieren jugar a otra cosa. Terminamos convirtiéndonos en acumuladores de desperdicios que expropian la fantasía de nuestros hijos y nuestros bolsillos.

De ahí que la regla antigua y tradicional sea la mejor consejera: menos juguetes para que se pueda jugar más. No está mal que nos digan nuestros hijos “estoy aburrido”, seguro que no debemos sobre estimularlos, un poco de aburrimiento pronto despierta el interés por otras actividades, pintar, correr, armar, desarmar. No saturemos de juguetes inservibles a nuestros chicos.

Cuidado con el medio ambiente y contra el trabajo esclavo de las multinacionales del juguete

El otro criterio es más complicado, porque como el juguete esta fetichizado y mercantilizado encubre las relaciones de explotación laboral y depredación ecológica. La mayoría de juguetes de las multinacionales, por ejemplo Barbie y Max Steel (los dos modelos de feminidad y masculinidad burguesa más difundidos a escala planetaria) pero también los de empresas como Hello Kitty, Disney, Mickey Mouse, Transformers Optimus Prime, entre otras, son producidos en maquilas mexicanas o asiáticas en condiciones de super explotación laboral femenina e infantil.

Por otra parte, los juguetes de las multinacionales están construidos con altas dosis de Ftalatos, plomo, cadmio, PVC y otras sustancias altamente peligrosas y están en envolturas contaminantes que producen cada diciembre millones de toneladas de residuos que van a parar a los enfermizos rellenos sanitarios. Los juguetes (y sus envolturas) de las multinacionales diariamente generan el 10% de las basuras, en diciembre esta cifra aumenta al 40%.

En fin, si podemos regalar menos juguetes, pero más duraderos y aptos para el juego vivo de niños y niñas, que no sean de pilas, con menos plástico y sin envolturas, o elaborados y envueltos con materiales reciclables habremos aportado algo importante a la lucha contra el capitalismo y contra la expropiación de la fantasía infantil.