Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra
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El campo: sus violencias y sus luchas
La historia de los líderes campesinos está marcada por la violencia, pero su convicción se ha interpuesto ante ésta, aunque les haya tocado ver morir a muchos compañeros.
Bibiana Ramírez / Martes 30 de mayo de 2017
 
Paisaje en la zona de reserva campesina del valle del río Cimitarra. Foto: Bibiana Ramírez – APR

Carlos Martínez: líder antioqueño, uno de los fundadores de la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra. Incansable luchador. Tiene una memoria prodigiosa y recuerda cada instante de su vida sin dejar escapar detalles. Nació en Maceo en 1947.

La sufrida infancia

Cuando asesinaron a Gaitán yo tenía un año. Mis abuelos paternos tenían una finca en un corregimiento que se llama La Susana, municipio de Maceo, y los maternos tenían una finquita en Puerto Berrío. Eran muy unidas las familias y se trabajaba mancomunadamente. El problema se formó porque se dejaron dividir: unos liberales y otros conservadores.

Eso no tuvo sentido, fue catastrófico. Era la ambición por las buenas tierras. El pueblo se dejó llevar por unas ideologías, creencias y mala orientación, y en vez de encontrar una salida a tiempo, hizo carrera todo lo adverso. Se sembró el odio.

Nos tocó salir de La Susana desplazados. Estuvimos un tiempo en Vegachí y luego en Cisneros. Mi abuelo le dijo a mi papá que debíamos volver a La Susana. Pero estaba esa zozobra y el miedo. A los que eran conservadores les daba temor que pasara la guerrilla liberal. Si se dejaban coger los mataban. Pero a la vez los liberales pensaban que si llegaba la chulavita que estaba organizada en Maceo y bajaba con la Policía, los mataban.

Mi padre se quedó en la finca trabajando. El abuelo se fue a Cisneros, pero le advirtió que le avisaba cuando fueran a atentar contra nosotros. Así fue, un día envió un mensaje por la radio y mi padre salió.

Mi papá estaba en la lista de los que estaban buscando para matar. Se salvó por un intercambio de nombres en el bautizo. Lo cierto es que esa noche la casa de un vecino sirvió de cárcel para encerrar a todos los liberales. Cogieron a 14. Por allá en un punto llamado Ventiadero se les voló uno y por eso mataron al resto. Les mocharon la cabeza y los tiraron a un hueco.

A los días salimos nosotros de allá. Mi papá en Cisneros estaba escondido en un depósito con otros tres amigos, porque por ahí pasaba un tren que iba recogiendo gente para matarla. Le tocó estar encerrado como cuatro meses.

Cuando llegamos nos encontramos con la noticia de que la chusma había subido a La Susana, había matado a ocho policías, el inspector, el secretario, la señora que les hacía el alimento y habían quemado todo el caserío que eran unas 80 casas. Esa fue la revancha.

Eso fue en el 52 y tuvo un desenlace maluco. Cuando nosotros salimos de allá uno de los tíos quiso volver con un primo a ver qué podía recuperar y lo que se encontraron fue la muerte.

Yo ya había crecido, había hecho la primaria en La Susana, allá murió mi mamá. Después me voy a Cisneros. Yo ya no pude estudiar. Quedamos cuatro hermanos.

Trabajo organizativo

Me fui con mi papá y un primo a Barranca y luego a Yondó, que era un campamento de la petrolera Shell. Estaba empezando la colonización a coger tierras. Mi papá y yo entramos y cogimos tierra. Se fueron formando las juntas de acción comunal. Ya la Shell se había ido, había quedado en manos de Ecopetrol. Eso lo iban a demoler. Algunos trabajadores se opusieron.

Para 1978, por ordenanza de la asamblea de Antioquia, se declara municipio a Yondó, con pocos habitantes pero con buen potencial de riqueza. Venían campesinos llegando por el río Cimitarra, por la ciénaga Sardinata.

Empecé a hacer parte de las juntas. Yo fui presidente de la ciénaga Sardinata. Nos fuimos relacionando con la cabecera municipal, cuando Ecopetrol repartió lo que quedó de las casas que no demolieron, se las dio a las 14 juntas que ya había.

En 1984 vinieron los primeros éxodos campesinos a Barranca por el conflicto entre el Ejército y la insurgencia. Nos tocó salir muchas veces a reclamar nuestros derechos. Ayuda del Estado no había, nos tocó aprender de la Coordinadora Campesina y Popular que había en Barranca cómo exigirle al Gobierno nuestras reivindicaciones. Esa coordinadora fue aniquilada.

Ahí empiezo a conocer la problemática de la región más a fondo y la preocupación de los campesinos, tanto los del nordeste como los de Yondó y el sur de Bolívar.

La que sacó a Yondó adelante fue la organización comunal, no los liberales ni los conservadores.

Tuvimos muchas dificultades porque entró el paramilitarismo. Estaban contra el Partido Comunista que tenía raíces desde Puerto Boyacá y toda esa parte de Barranca. Por hacer parte del PCC nos ganamos la persecución más grande de la vida, que es injusta e inhumana porque no es un delito tener un ideal y luchar por él. Cuando uno tiene una visión clara lo que prima por encima de todo es el derecho a la vida y segundo el derecho al territorio y a permanecer en él. Eso y tanta necesidad fue lo que nos llevó a organizarnos en lo que es hoy la ACVC.

Tres veces concejal de Yondó

Sin usar la violencia y sin hacer parte de la insurgencia nos metimos dentro de la UP, que en ese entonces estaba surgiendo. Yo alcancé a ser concejal en Yondó durante tres periodos. En la década del 80, el 86 y terminé en el 95. Fui presidente dos veces del concejo. Eso nos marcó y fuimos muy perseguidos. A la mayoría los asesinaron.

Cuando terminé mi periodo como concejal me tocó salir de lo urbano y retirarme hacia el campo, donde estaba mi familia, con mucho sufrimiento, moviéndonos de un lugar a otro, evadiendo al paramilitarismo. Fueron siete años sin salir ni a Barranca ni a Yondó.

Empecé a trabajar hombro a hombro con las comunidades, orientándolas, y moviéndome dentro del territorio de Yondó. Y para el 2000 que ya estaba en todo su furor el paramilitarismo, me desplacé a la parte media del valle del río Cimitarra y de ahí no he salido.

Se vivió una situación de mucha persecución donde se satanizó la ACVC, donde fueron perseguidos, apresados, exiliados los compañeros. Eso fue en el 2007 cuando estaba Álvaro Uribe en la presidencia por segunda vez.

Con la cooperación internacional logramos los proyectos de búfalos, ganado blanco, trapiches, arroz, una trilladora, fincas de reproducción. Todos son proyectos asociativos comunitarios. Los enemigos políticos han hecho mucho daño diciendo que eran proyectos de la guerrilla y que eso era producto de la coca. Eso no es verdad, está comprobado en los hechos y en el tiempo de que no es así.

La ACVC no orientó sembrar coca, por el contrario buscó alternativas para la sustitución. A toda costa se han buscado acuerdos con el Estado, con un proyecto muy abierto desde hace mucho tiempo para evitar las fumigaciones por aspersión aérea, porque le hizo mucho daño al campesinado, acabaron con todo lo que había de pancoger, los animales y humanos afectados. Hoy la Asociación sigue luchando por los campesinos y estamos convencidos de que el mejor camino es hacer las paces entre todos.

Carlos Martínez sigue trabajando en pro del campesinado. Foto: Bibiana Ramírez – APR