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Columna de opinión
Luces y sombras de la dejación de armas de las FARC-EP a propósito de la trombosis de Timo
Shameel Thahir Silva / Lunes 3 de julio de 2017
 
Firma de los acuerdos de paz en Cartagena. Foto: Prensa Rural

Esta semana ocurrió un hecho histórico que cobrará mayor sentido en los próximos años para bien o para mal. Las FARC-EP oficializaron la dejación del total de su armamento, el cual teóricamente hablando ya no será necesario con la implementación de los Acuerdos de La Habana en su búsqueda de la construcción de una Colombia en paz con justicia social.

El día de la ceremonia oficial la veía por televisión junto a un obrero, que comentaba al televisor y mirándome a mí afirmó con toda seguridad que todo era un teatro, que la guerrilla no entregaría todo el armamento, que seguramente tienen muchas caletas del “narcotráfico” escondidas por ahí, que además ahora los líderes vivirán con sueldos de congresistas los próximos años y que de todas maneras la violencia continuará en forma de elenos y paramilitares. Una amiga me respondió a un estado de Whatsapp en donde compartí imágenes de la ceremonia de dejación alegándome que todo era una burla.

Así como él o ella seguramente millones de colombianos piensan igual, de esos que votaron no el 2 de octubre del 2016, de esos que seguramente votarán gustosos por quien les señale Alejandro Ordoñez, German Vargas Lleras o Álvaro Uribe Vélez. Ya aprendimos (¿aprendí?) que los triunfalismos en tiempos de construcción de paz solo traen profundas decepciones.

Otra cosa importante que está ocurriendo esta semana es la jornada de desobediencia en las cárceles del país por parte de miles de prisioneros políticos de las FARC-EP que a seis meses de la ley de amnistía producto de los Acuerdos de La Habana siguen entre rejas y sufriendo la aplicación despiadada de la jurisdicción ordinaria en donde siguen, porque no han dejado de serlo, los enemigos número uno del Estado colombiano.

Leí en una entrevista a uno de los delegados del ELN en Ecuador que no cometerán el “error” de la guerrilla de las FARC-EP de hacer un acuerdo en el papel que el gobierno desechará a la primera oportunidad. El ELN piensa guiar su proceso a través del principio de “acuerdo pactado, acuerdo implementado”. Con la burla del gobierno Santos a las FARC-EP solo están dándole la razón a los elenos en su desconfianza. Santos, por otro lado, le está apostando a que el Estado colombiano puede aplastar militarmente a un ELN que creen insignificante. Eso creían de los 48 marquetalianos hace más de 50 años y miren a donde nos llevaron.

A lo anterior debemos sumarle el hecho de que fueron capturados profesionales y estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia acusados injustamente como responsables del atentado terrorista al Centro Andino, con pruebas irrisorias y todo un show mediático alrededor para condenarlos antes de que se demuestre lo contrario. Solo hace 2 años ocurrió lo mismo con estudiantes y profesionales de la Universidad Nacional de Colombia también. En fin, el terrorismo de Estado puro y duro, como si estuviéramos en 1964 o en los peores años de los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez. Uno de los síntomas terribles de esto es el poco apoyo recibido y los dedos acusadores al respecto, mucho “intelectual” por ahí que guarda silencio ante la estigmatización de la universidad pública.

Todo lo anterior para esclarecer algo que personalmente me preocupa pero al mismo tiempo me motiva y es todas las posibilidades que se abren en los próximos años a partir de la dejación de armas de las FARC-EP. Para muchos la guerra ya terminó, lo cual es solo un deseo, pero expresa el hecho de que estamos más cerca del fin de la guerra de lo que estábamos hace 5 años cuando se inauguraron los diálogos de La Habana en Noruega.
Para otros el problema es la corrupción, lo cual es cierto, pero no es EL PROBLEMA, es uno de los angulares, sí, pero claramente no podremos acabar con la corrupción mientras las causas que generaron el conflicto armado con las FARC-EP permanezcan, especialmente el uso de las armas con fines políticos que tiene miles de formas en grupos paramilitares, asesinatos de líderes sociales y terrorismo de la fuerza pública.

Hay quienes reducen todo a quien ocupará la presidencia de la república en los próximos 4 años, lo cual es ingenuo pero tampoco deja de ser importante. No es lo mismo que esté el jefe de uno de los partidos más corruptos del país como lo es Cambio Radical a que esté un ultraconservador oscurantista como Alejandro Ordoñez, o que vuelva Álvaro Uribe Vélez en cuerpo ajeno a hacer trizas el Acuerdo de La Habana y reeditar de la peor forma lo que fue su Seguridad Democrática.

Hay quienes ponen todas sus esperanzas en Humberto de la Calle cuando para mi es solo la cara amable de los de siempre. Sí, es cierto, es la garantía más realista que tenemos de un gobierno de transición, pero que la sea es solo muestra de la debilidad de las fuerzas del cambio en Colombia.

En una red social leí que la paz necesita más optimistas y menos pesimistas estructurales. Es precisamente en tiempos de euforia cuando es necesario señalar los problemas. El fin del conflicto armado con las FARC-EP ha sido logrado no por acuerdos en las alturas sino precisamente por las luchas sociales que germinan todos los días a lo largo y ancho de nuestro territorio, o si no pregúntele a Buenaventura o a FECODE cuáles son los problemas del país sin resolver.

Todas esas luchas tienen expresiones organizativas y las que por lo menos se han reivindicado dentro de una misma tradición marxista, leninista y bolivariana están celebrando sus congresos en esta segunda parte del año. Congresos que deberían ser un solo Congreso, congresos en donde se debería definir la ruta más efectiva para la toma del poder en el país y que el miedo cambie de bando.

Ya fue el congreso de la Unión Patriótica, pronto será el del Partido Comunista Colombiano, el de las FARC-EP y también el de la Marcha Patriótica. Parte de nuestros problemas es tener tan tremenda división y dispersión de fuerzas cuando quienes se reivindican de extrema derecha por ejemplo rápidamente olvidan sus problemas de forma y prontamente se unen alrededor de un objetivo común ¿o acaso eso no fue lo que hizo hace unos días Álvaro Uribe Vélez y Andrés Pastrana?

Hay un proceso cultural a largo plazo en donde no hay compromiso real de quienes hoy ocupan los cargos de poder en el sistema político colombiano y es desarmar el lenguaje y los corazones. En las últimas horas se conoció la noticia de que Timoleón Jiménez sufrió una trombosis y lo que uno lee por redes sociales son en su mayoría mensajes de odio hacia el comandante de las FARC-EP. Si no existe un compromiso real de las instituciones públicas y los medios masivos de comunicación y hasta de quienes se reivindican de extrema derecha para dejar de lado el odio y evitar atizar las llamas del conflicto pues no pasará nada bueno en los años por venir.

Soñarse un país diferente también es una cuestión de responsabilidad, no solo de euforia, bien por quienes simplemente demostraron-demostramos alegría ante la dejación de armas de las FARC-EP, pero no podemos ser ingenuos ante los desafíos que se nos vienen encima. Parafraseando al viejo barbudo de siempre toca recordar que quien no conoce su historia (¿olvida? ¿ignora?) está condenado a repetirla … y seguramente de la manera más trágica posible.